Masha

08/05/2009 15:07:49

[b:800bb2ebe6]1. EL VIAJE.
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Un poco más, sólo un poquito…

Un centímetro más. La menuda mano infantil se abrió paso entre dos botes de cristal y, temblando por el esfuerzo, avanzó a tientas por la estantería.

¡Ah! ¡Ya casi lo tengo!

Con un último tirón de sus ya resentidos músculos la mano agarró uno de los botes, el más pequeño y escondido. La dueña de la mano aguantó la respiración, consciente de lo precisos que debían ser sus movimientos. Con la nariz arrugada por el esfuerzo comenzó a tirar hacia atrás del bote, muy despacio, sorteando todos los obstáculos que lo separaban de ella.

¡Ya está! ¡Ya est…! ¿Eh? ¿Qué pasa ahora?

La mano tiró con más fuerza, pero el bote no siguió avanzando. Ya temblaba demasiado, su dueña llevaba mucho tiempo estirándose para llegar a aquella estantería. Con un gemido de frustración tiró de nuevo, ya sin ningún cuidado. Nada.

[i:800bb2ebe6]Pero…pero… ¿Mami?
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Aún sabiendo que hacía una travesura, deseó que su madre viniera para ayudarle a acabarla. No tardó en desechar esa idea de su mente. Seguro que la regañarían y no era eso a lo que quería dedicar la tarde, escuchar sermones. Con resignación sacó la mano de entre los botes y bajó de un salto de la silla en la que había estado subida, haciéndola tambalearse peligrosamente. Miró por la ventana de la pequeña cocina y descubrió que su intento de travesura le había llevado mucho tiempo: el sol comenzaba a ponerse.
Pronto vendrá mamá. ¿Habrá encontrado esas flores lilas que decía?
Con una sonrisita salió de la casa y se sentó en el porche a esperar con la barbilla apoyada en las manos. Ese día su madre tendría que estar contenta: no se había peleado con ningún chiquillo, tenía el vestido impecable, las manos y la cara limpias y la trenza sin deshacer. Un ejemplo de perfección, sin duda. Pero el tiempo pasaba muy despacio. Las primeras estrellas aparecieron en el cielo y ella aún seguía sentada en el porche, después de haber cambiado mil veces de postura. Al fin, harta, se levantó y miró a los lados.

¡Ay va! Quizás el chico del molino esté en el río, con su padre. Seguro que me da tiempo a ir y volver antes de que mamá vuelva. Segurísimo. ¡Yo corro muy rápido!

No se lo pensó mucho más. Recogió los bajos de su vestido con las manos para no tropezar y echó a correr por el camino hacia la casa del molinero, a las orillas del río. Durante cinco minutos corrió con las murallas de Baldur a su derecha, esquivando algún que otro campesino que regresaba desanimado a su hogar. Después giró para salir al camino principal y, tras otro par de minutos, comenzó a oír el murmullo de las aguas. Se quitó los zapatos al llegar a la orilla, recubierta de hierba esponjosa y fresca, y continuó jadeando hasta la puerta del molino. Al llegar llamó con fuerza golpeando la puerta con un puño, pero aún así la respuesta se hizo esperar. El fresco de la noche norteña empezaba a hacerse sentir y se le erizó el vello de la nuca, aunque era demasiado orgullosa para admitir ante sí misma que tuviera frío.

Fuego, fuego… Qué calor, qué calor… Hm… ¿Y si mamá ya ha llegado? Quizás haya encendido la chimenea y esté haciendo bollos…

Al fin la puerta se abrió. Por ella asomó una mujer menuda, de rasgos afilados y el pelo, rojizo, recogido en un moño bajo. Su aspecto no era agradable, pero en cuanto uno se acostumbraba a él era, como mínimo, tolerable. En cuanto vio a la pequeña que había aporreado a su puerta sus ojos se llenaron de aprensión. Se revolvió inquieta y, cogiéndola por un hombro, la hizo entrar en la casa.
-Chicos, mirad, tenemos visita – anunció y le dio un pequeño empujoncito para que acabara de entrar.
-¡Eva! – un niño de la edad de la pequeña se acercó corriendo a ella y la cogió de la mano para llevarla a su habitación. - ¡Mira! ¡Papá me ha hecho una espada!

[i:800bb2ebe6]“Papá me ha hecho una espada…” Pues yo no quiero espada, ¡ni papá! Qué hambre,
quiero esos bollos… ¿Habrá vuelto ya mamá?[/i:800bb2ebe6]

Mientras los niños jugaban en la habitación, la mujer se sentó en la mesa de la cocina al lado del molinero, un hombre robusto y moreno.
-Zack, es igualita a ella. ¿Nunca lo has pensado?
-¿A quién va a parecerse si no?
-Bueno, sí… ¿Tú crees que ya lo sabrá?
El hombre negó con la cabeza y se frotó los brazos, como hacía siempre que pensaba en algo importante.
-Mila, no podemos quedarnos con ella.
-Pero… Una niña sola, ¿qué va a hacer?
-Eso no es asunto nuestro. La cosecha no podía haber sido peor, nosotros tenemos que criar a Nil, yo no puedo traer un plato más a esta mesa…
La mujer suspiró y se levantó con temor. Miró a su marido con súplica, pero éste giró la cara para no verla.
-Iré…iré a hablar con ella.
Respiró hondo y, con indecisión, fue a por la pequeña. La invitó a acompañarla a dar un paseo, segura de que el aire fresco le sentaría bien. Realmente no sabía por qué tenía que hacer estas cosas. Pero, lo que era aún peor, no sabía porque a esa niña tan adorable tenían que pasarle “estas cosas”…

“Eva, creo que tú aún no lo sabes, pero… tu mamá se ha ido.”

-¿Cómo? Mi… ¿mamá? ¿A dónde?
-Er… pues… Se ha ido de viaje.
-Mi mamá no puede viajar, ella trabaja mucho. ¿Le han dado vacaciones?
-Sí, eso, le han dado vacaciones.
-¿Volverá para la hora de cenar? – la pequeña Eva miró a su compañera con esperanza en los ojos, estaba realmente hambrienta. Pero la mujer ya apenas podía mantener la falsa sonrisa, aquella criatura le daba demasiada lástima. Le recordaba a uno de esos gatitos que a veces ella misma ahogaba al saber que no podría mantener a toda la camada. Ojalá ahora también pudiera cerrar los ojos de la niña: si bien no podía cuidarla, eso le ahorraría la vida de penurias que la esperaba siendo huérfana a tan corta edad.
-No cielo, tu madre tardará en volver. Ha surgido algo muy importante. Ella nació para hacerlo, no podía elegir. No quería dejarte, pero tenía que irse. Estaba muy triste por no poder llevarte con ella, ¿sabes? Me dijo que quiere que seas una chica muy buena mientras la esperas.
-Ah… ah…
-¿Estás bien?
La mujer se detuvo para encararse a la niña, pero fue demasiado lenta. Antes de que pudiera darse cuenta, Eva ya había desaparecido a la carrera por el camino. Dejó caer las manos, abatida, y regresó a casa con una terrible sensación de culpa. ¿Qué había hecho ese ángel para merecer el infierno?

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2. SUEÑOS.[/b:800bb2ebe6]

Durante toda la mañana había estado trabajando, inmersa en los cultivos que debía cuidar y recoger. Una muchacha de poco más de veinte años, piel blanca, grandes ojos grises y larga trenza azabache. Bella y amable, recibía muchas atenciones, si bien no deseadas, que siempre desaparecían al ver a la pequeña copia de ella misma que era su hija. ¿Cómo una mujer tan joven podía tener hijos ya? Además, ¿de quién? Cualquier hombre que la viera acababa haciéndose las mismas preguntas, pero nunca recibía respuesta. Mara, la joven, había aprendido con el tiempo que la discreción y la humildad son grandes dones y ni siquiera su pequeña Eva sabía con exactitud quién era su padre. No es que ella le guardara rencor, pero no deseaba hacer sufrir a la niña.

Ahora el sol estaba en su punto más alto. ¿Qué estaría haciendo la pequeña? Seguramente jugara con los niños de los vecinos. Ahí mismo, a su lado, estaba la madre de uno de ellos. La pelirroja esposa del molinero, “mujer fea donde las haya”, pero una de sus mejores amigas aunque fuera casi diez años mayor que ella. Por un momento cerró los ojos y se enjugó el sudor de la frente con el dorso de la mano derecha. Últimamente le costaba más que antes trabajar. “Me estaré haciendo mayor”, pensó con sorna y volvió a su tarea. El movimiento de sus manos, rítmico y metódico, volvió a sumirla en sus pensamientos. Imaginó el rostro de su pequeña, intentó dibujarla en su mente con cinco, diez, veinte años más. No era difícil, realmente eran clones. Sólo le bastaba con imaginarse a sí misma. Pensó en cómo lograría que alguien le enseñara a leer y a escribir, para que ella pudiera encontrar un buen marido que la salvara de realizar duros trabajos. “Marido…” No pudo evitar pensar en él. El padre de su pequeña. Durante cinco años había estado preguntándose quién era, pues, a pesar de todo, no pudo llegar a conocerle.

“Frank, un bardo”. Y, ¿ya está? Le había conocido en una noche de principios de otoño, cuando ya empezaba a refrescar y los caminos se cubrían con las primeras hojas. Un muchacho de su edad, unos dieciséis años, guapo y alegre, muy jovial. Tras chocar con ella por la calle la invitó a la posada en la que se alojaba para disculparse. Por aquel entonces Mara aún apenas trabajaba, ya que sus padres habían fallecido a causa de unas extrañas fiebres hacía sólo dos meses, y su estómago llevaba días clamando un alimento que se le negaba. Frank le ofreció toda la comida que ella deseaba y más. Acabó saciada y, por primera vez desde su desgracia, vio una pequeña luz a su alrededor. No tardó en darse cuenta de que provenía del bardo. Sus historias, bromas, sonrisas… Aquella forma de hablar y ese brillo en los ojos: parecía que todo fuera poco para él y, a la vez, que cada detalle fuera infinitamente especial. Conforme la noche avanzaba, fue contagiándose de su espíritu. Cuanto más reía, más se olvidaba de lo que le dolía su pérdida. Cuanto más hablaba con él, más se alegraba de seguir viva, de poder ver otro amanecer. Niña tonta, dolida y sola, pronto cayó. Cuál fue su horror al despertar y verse en un lugar prácticamente desconocido, junto a ese maldito bardo del que sólo recordaba las bromas. Salió de la posada como alma que lleva el diablo y se encerró en su casita, a las afueras de la ciudad. Seguramente a él ni siquiera le importaría, pensó, pero para ella sí había sido algo a tener en cuenta, para bien o para mal… sobretodo cuando comenzó a notar los cambios de su cuerpo.

En una semana logró encontrar trabajo en los cultivos del Sur y, en dos más, su embarazo se hizo evidente. Durante los primeros días se sumió en la desesperación, pero poco a poco comprendió que ya estaba hecho y que, ahora, no tenía más opción que aprender a vivir para dos. Los vecinos, que conocieron a sus padres y algunos habían sido sus amigos, siempre fueron amables con ella. Desde que se enteraron de su estado, comenzaron a ayudarle con comida o relevando alguno de sus turnos de siembra y recogida. Cuando su pequeña Eva nació le regalaron sus vestidos más viejos y algunos manteles para que cubriera con ellos a la recién nacida. Bien pensado, las cosas no podían ir mejor. Tenía algo que agradecerle al bardo: ya no estaba sola. Tenía a su niña, la luz de sus días, su pequeño ángel, siempre a su lado. Evocaba su imagen como una obsesión, temerosa de que todo fuera un sueño y en cualquier momento pudiera despertar.

Sonrió mientras volvía a agacharse hacia la plantación. Alargó las manos para recoger una pala tirada en la tierra y… no pudo llegar. Por un momento la luz en su cabeza se apagó y la sobrecogió un intenso dolor en el pecho. Cerró los puños, asustada, y se desplomó sobre la tierra. Aún veía la vegetación a su alrededor, notó cómo sobre ella se arremolinaba la gente. Intentó respirar, forzó sus pulmones todo lo que la consciencia le permitía, pero no logró que su cuerpo reaccionara. Cerró los ojos, poco a poco, en segundos que a ella le parecieron horas. Relajó las manos y el resto de su cuerpo, pensando sólo en que no quería despertar, aún no… Pero, como siempre ocurre, nadie le preguntó si era ese el momento. Simplemente, se marchó.

Las mujeres aún intentaron salvarla con primitivas técnicas y supersticiones, ungüentos y oraciones, pero nada funcionó. Una de ellas fue a buscar a un sacerdote y esa misma tarde se ofició una ceremonia rápida y sencilla en su honor. Era una campesina, un cuerpo sin nombre que pronto sería olvidado. ¿Quién quería mancharse las manos contándoselo a su hija? ¿A quién le importaba lo que le ocurriese? Sólo a la mujer del molinero se le cruzó por la cabeza la vida de la pequeña Eva… Pero ella nada podía hacer, pues no era siquiera dueña de su propia vida. Qué decir de las de los demás.

Pero esa misma noche intentó explicárselo. ¿De dónde sacar valor para decirle la verdad? ¿Entiende un niño lo que es la muerte? Sin duda, fracasó y, cuando a la mañana siguiente fue a buscar a Eva a su casita, no encontró a nadie. Faltaba comida y la única muñeca de la niña había desaparecido, pero todo lo demás estaba intacto. Volvió todos los días de la semana siguiente, pero la pequeña no apareció. Resignada, dejó de intentarlo. Esa criatura no era asunto suyo. Además, el pequeño Nil acababa de abrirse un labio y alguien tenía que cuidarle. “¡Mamá! ¡Duele!”

Mamá se ha ido y no ha dicho nada… ¡No volveré a casa nunca más!

Masha

04/06/2009 21:21:09

Ya habían pasado dos meses desde que Eva llegara a Baldur. Tras vagabundear un par de días sola por la ciudad, conoció a Frank, Froim y poco a poco cada vez a más gente. El curioso niño barbudo, el gnomo Froim, le regaló un vestido y le dio de comer en más de una ocasión. Frank, por su lado, la obsequió con un arpa y la invitó a ir al estreno de la obra de teatro en la cual Laura fue anunciada como directora del Teatro de Baldur. Finalizada la actuación se aceró a ella Earar, el duque, y, tras hacerle algunas preguntas, la acogió en Palacio junto a la gata callejera Luna.

Ahora Eva pasaba sus días atareada ideando trastadas que hacerle a la cocinera del Palacio, que ya amenazaba con alimentarla sólo a base de potajes, ensayar con su pandereta y pasear por la ciudad en busca de flores o dulces que obsequiarle su madre...y es que...
...Lyan, la curiosa guerrera, le había explicado que su madre ahora estaba en el país de las hadas, que allí era muy feliz, pero que lo sería mucho más si le regalaba flores y chocolate.

Desde entonces Eva esperaba con impaciencia a que su madre viniera a por ella para llevarla a ese famoso país de las hadas y, aunque ella nunca venía, seguía queriendola y echandola de menos... quizás incluso cada día más.

Aprenderé a cantar y así mamá se pondrá muuuy contenta. El tito Earar dice que si canto canciones tristes mamá se pondrá triste, así que sólo cantaré cosas alegres para que ella se ría con las hadas. Seguro que pronto seré una gran cantante, ¡Laura será mi maestra!

Masha

09/06/2009 17:12:23

Aquí había flores, no sé por qué hoy ya no hay... ¿De dónde las sacaré ahora?

Eva estaba sentada cerca de una de las entradas a la gran ciudad de piedra, Baldur. Con la espalda apoyada en una casa y las piernas cruzadas sobre la acera jugueteaba con su muñeca de trapo intentando distraerse a sí misma para no llorar. Últimamente estaba triste muy a menudo. Buscaba muchas, muchas flores para llevarle a su madre y cuando un día no lograba satisfacer sus propias exigencias se sumía en el más profundo de los enfados, irritada y decepcionada consigo misma.

Cada vez le costaba más controlarse, ser bien educada y respetuosa. Contestaba lo primero que le venía a la mente y no se paraba a pensar ni un segundo la reacción que la gente podría tener a sus palabras. Aunque fuera algo normal en una niña de su edad esta actitud, no lo era en ella, que había sido educada con cariño y buenas maneras por una mujer de campo que, por su actitud, poco tenía de campesina. Eva poco sabía de su madre: para ella siempre había sido una mujer joven, agradable a la vista y el habla, dulce, respetuosa y divertida. Alguien que a donde iba podía fascinar a cualquiera pero que, como una flor nocturna, pocas veces se abría a ojos ajenos. Todo esto eran emociones que la pequeña no podía descibir con palabras, pero la mujer producía en ella una atracción tan grande como en los demás y su partida fue doblemente dura pues perdió no sólo a su madre, si no algo que necesitaba sentir y ver a diario más allá de los lazos familiares, algo extraño y a la vez maravilloso.

Mientras la luna seguía su recorrido en el cielo Eva permanecía sentada, moviendo vagamente la muñeca. Era un juguete viejo pero cuidado: una niña de rizos dorados con dos bolitas verdes por ojos y un vestidito de verano confeccionado con vieja tela azul. Según lo que ella recordaba, la muñeca había estado siempre a su lado; desde la cuna. Por eso se la había llevado de casa al marcharse. Era algo de lo que le era del todo imposible desprenderse. Al verla recordaba tantos buenos momentos... Pero ahora sólo podía compadecerse de sí misma: por no haber encontrado las flores, por estar sola en medio de una gran ciudad, por sentir en lo más recóndito de su corazón que algo iba terriblemente mal, por no tener nadie a quien acudir en el momento de la verdad... Una desesperante soledad era lo que ahora la atormentaba. Y así continuó hasta que vio aparecer a Pastor.

El hombre se acercó a ella e intentó averiguar qué le ocurría. Al poco tiempo el bardo Frank se unió a él. Para ambos la respuesta fue que estaba triste porque no había encontrado flores para su mamá y, a priori, así era. Pastor se ofreció para buscar flores por ella y partió hacia un "lejano lago" donde podría encontrarlas. Mientras tanto se unieron a la conversación Lilian y Elbereth. Eva decidió satisfacer su curiosidad y comenzó a preguntar a todos los presentes lo que sabían del País de las Hadas. Estaba segura de que Lilian sabría mucho, al fin y al cabo era una heroína del País de las Galletas como Wilhelm (la identificaban claramente sus brillantes ojos de monje) y su desilusión fue mayúscula cuando resultó no ser así. Sin embargo Elbereth parecía estar más enterado. Le contó que nadie puede perderse al ir al País de las Hadas, porque sólo hay un camino, y que si se puede volver o no depende de muchas cosas, pero que esas cosas sólo las conoce un clérigo.

Mientras Eva asimilaba esta nueva información también apareció Laura. Tras comprender el significado de las palabras del mago, la pequeña sintió una imperante necesidad de encontrar a ese tal "clérigo". No podía seguir esperando eternamente a que su madre se decidiera a venir a por ella. ¿Quién sabe? Quizás algo la retuviera. Quizás hubiera que hacer algo para que su regreso fuera posible... Quizás su madre estuviera cada día más decepcionada y triste porque ese "algo" no fuera hecho. Con esas posibilidades firmemente arraigadas en su mente, Eva comenzó la búsqueda del clérigo. Miró en todos lados: debajo de los bancos, en los barriles de las calles... incluso entre las piernas de un enano que estaba sentado esperando en la entrada del Palacio. Pero todo fue en vano, ese tal "clérigo" no aparecía por ningún lado. El mayor inconveniente era, quizás, que Eva no habría reconocido a un clérigo ni aunque éste estuviera justo delante de ella, pero para la niña no era un problema a tener en cuenta.

Laura había estado siguiéndola durante toda su búsqueda y al fin logró detenerla, en un callejón sin salida.

-Te llevaré ante un clérigo- le aseguró-pero sólo si me prometes que aceptarás lo que él te diga.

... Pero sólo si me prometes que aceptarás lo que él que te diga.

Masha

28/06/2009 17:00:31

Al fin Laura le había dicho que su madre ya no volvería. Era algo que Eva intuía, un secreto a gritos, pero no lo suficiente como para recibir el golpe con entereza. La pequeña rompió a llorar, gritando y pataleando, y la joven barda la acogió en sus brazos. La llevó al teatro y allí pasó varios días, encerrada, apenas sin hablar, comer o beber... Pero después pareció olvidarlo. Como si el dolor hubiera sido un simple manto, alguien lo quitó con un suave gesto de la mano. Eva volvió a salir, más o menos animada, y siguió hablando de su madre en presente, nunca en pasado.

De tanto en tanto el recuerdo invadía su mente de repente, sin ningún motivo, y volvía a llorar. Se abrazaba a su muñeca de trapo y deseaba con todo su ser que su madre volviera a su lado, culpandola por un lado por haberla abandonado y suplicandole por otro su regreso. En uno de estos difíciles días ocurrió su encuentro con Pastor. Ella le recordaba por haber buscado flores para su madre, poco más, pero era suficiente para no tenerle miedo. Sus palabras fueron sin duda duras, trató a la muerte de su madre como un hecho sin importancia, casi frívolo... pero la mente de Eva se escudó y no fue capaz de asimilarlo, por lo que todo lo dicho sólo le pareció un trabalenguas sin sentido y digno de ser olvidado. Sin embargo logró captar su atención por otros medios: le prometió enseñarle la manera de hablar con su madre.

La llevó a las afueras de la ciudad y la hizo arrodillarse a las orillas del Río. Allí le enseñó a rezar. Eva no estaba muy segura de lo que era un dios, "alguien que todo lo ve, todo lo oye, todo lo sabe, y todo lo puede"... pero obedeció e, invocando el nombre del Señor del Sigilo, le pidió de todo corazón que cuidara de su madre y le dijera que ya no estaba enfadada con ella y sólo esperaba poder ir pronto a su lado.
Tras este descubrimiento de la oración pasó los días siguientes inmersa en ella. A todas horas invocaba a ese extraño Señor del Sigilo para hablar con su madre, estuviera donde estuviese, lloviera o hiciese sol. Una tarde se arrodilló delante de una gran estatua en el centro de la ciudad de piedra y volvió a hablar mentalmente con su madre, pero esta vez Frank y Laura la interrumpieron. La pequeña Eva se molestó mucho, no quería hablar con ellos, la habian interrumpido en un momento de suma importancia... por lo que después de todas sus insistencias, se levantó e intentó huír. Pero, pensando que así la dejarían en paz, les dijo que estaba rezando y después se vió obligada a responder a sus preocupadas preguntas de "¿a quién?". Intentó escapar de nuevo, pero al fin sus nervios pudieron con ella y rompió a llorar, balbuceando que Pastor le había enseñado a rezar al Señor del Sigilo...

Al oír esto, ya en mitad del mercado, Laura se arrodilló a su lado y la hizo prometer que nunca, nunca más, rezaría a ese señor. Eva no entendía por qué, tampoco el que dijeran que "era malo"... pero al ver a la muchacha tan compunjida decidió obedecer. Ahora su mente se anegaba en la duda de cómo podría seguir hablando con su madre y nuevas lágrimas, esta vez de tristeza, inundaron sus ojos, pero Frank le prometió llevarle de picnic a las afueras de la ciudad, a un lago precioso, en la compañía de Laura y, ¿por qué no?, el niño barbudo Froim.

Ya más animada regresó al Teatro, en busca de galletas, pues desde que supo que su madre no iba a volver Laura la acogió y comenzó a cuidar de ella...

... Seguro que a mamá le habriá gustado venir de picnic con nosotros... ¿Pero por qué nunca me enseñó a "rezar"?

Masha

29/06/2009 13:47:32

Hacía días que no sabía de Laura. Debería de estar ocupada, tanto como lo había estado el duque. La pequeña suspiró con tristeza y salió del Teatro, lo único que tenía por hacer era dar un paseo hasta el parque con su muñeca Mila. No pudo alejarse mucho antes de que Frank la interrumpiera. Cada vez quería más a ese curioso bardo, pero no lograba entender por qué el se ponía triste cuando la veía. Esta vez ocurrió lo mismo y los ojos del hombre se entristecieron al posarse en los de la pequeña.

-¿Quieres dar un paseo, Eva?
-¿A dónde?
-Te llevaré a un sitio muy bonito, ya verás.
-¿Y Laura no shee enfadará?
El bardo negó con la cabeza y le tendió la mano. -Vamos.

Caminando despacio salieron de Baldur, hacía el Río, y después giraron hacia las fuentes termales. Conforme avanzaban Eva iba apretando más y más la mano de su acompañante. Cuando miraba hacia el camino que seguía más allá de la ciudad algo se revolvía en su estómago, lo recordaba en un rincón de su mente, pero no era capaz de discernir bien ese recuerdo...

-¿Estás bien, Eva?
-Shí, shí- la pequeña forzó una sonrisa y se apresuró a alcanzar el paso del bardo.
-Mira, ya hemos llegado.

Y así era, delante de ellos se extendían las aguas humeantes, rodeadas de una vegetación exuberante. Eva sólo había visto aquello una vez y volvió a fascinarla. Intentando olvidar su inquietud se arrodilló en la orilla y metió las manos en el agua.

-¿Puedo darme un baño?
-Eh... ¿tienes otro vestido?
-Nu.
-Errr... bueno, vale.

Eva sonrió y se dispuso a quitarse su desgastado vestidito, pero entonces algo intensificó la sensación que la atormentaba. Como un golpe apareció un fuerte dolor de cabeza que la obligó a no moverse más. Arrugó la frente y se cogió las sienes con las manos. Oía a Frank preguntarle si estaba bien, pero no era capaz de responderle con claridad. Se limitó a esperar a que el tiempo pasara, y con él el dolor, con la respiración entrecortada. Cuando al fin se sintió mejor sólo tenía ganas de llorar, no de darse ningún baño. Con un suspio sacó la muñeca de su faja y se abrazó a ella.

-Mira, está rota...- extendió las pequeñas manitas hacia Frank, mostrando una costura abierta en el lateral del juguete, por el que asomaba paja y una esquinita de pergamino.
-¿Me la dejas?
Eva le miró con el ceño fruncido. No quería darle su muñeca a nadie, pero era Frank quien se lo pedía...
-Vale, pero no la rompas más...

Con cuidado el bardo tiró de la esquina del pergamino hasta sacar un trozo arrancado de otro mayor sin demasiado cuidado. Había en él escrito por los dos lados. Por delante el texto parecía ordenado, cuidado, de letras demasiado elaboradas para entenderlas y que, fijandose mejor, ni siquiera era el idioma de los humanos. Pero por detrás había una simple frase, esta vez en común, aunque también escrita con trazos cuidados:
"Para Eva, con amor. Siempre estará a tu lado" Para acabar, una fecha: el 30 de Noctal, hace seis años y una firma, "Mara", rodeada por el trazo intrincado de una flecha deformada.

El bardo observó todo aquello con cuidado y volvió a meterlo dentro de la muñeca.
-Quizás Laura pueda arreglarla. - Sonrió y se sentó al lado de la pequeña.
Eva asintió en silencio, se abrazó a las rodillas y recostó la cabeza en el brazo de Frank. Aún sentía un leve rumor en la cabeza, pero al menos estaba más tranquila. Aquello que la asustaba ya se había marchado y pasó el resto del día así, hasta el anochecer, cuando Frank la dejó, adormilada y en silencio, de nuevo en el Teatro.

Tengo que preguntarle a Laura si puede ayudarle a Mila, no puede serguir malita mucho más... o le pasará lo mismo que a mamá.

Masha

03/07/2009 17:23:15

Al fin la monje Lilian había invitado a Eva a ir al monasterio. Se habían encontrado en el Mercado, donde la pequeña se había quejado una vez más de sus dolores de cabeza. Laura, también presente, intentó hacerla beber una poción y le dio un amuleto curativo, pero la niña apenas si se dejaba tocar. Sin embargo sí accedió a acompañar a Lilian ante la promesa de que esta podría curar a su muñeca.
Dando un paseo salieron de la ciudad y se encontraron con Froim, el "niño barbudo", al que Eva no tardó en invitar a acompañarlas. Al salir al camino exterior la pequeña volvió a inquietarse, pero se calmó al pisar el monasterio... durante algunos segundos. En cuanto vio al gigante que custodiaba la puerta de la fortaleza se sintió desfallecer. Aquella mole la superaba varias veces en tamaño, parecía descuidada... Estaba segura de que en cualquier momento la pisaría o la cogería para comersela. Abriendo los ojos como platos comenzó a gritar y echó a correr hacia el interior del monasterio, sorteando las estatuas y obstáculos. Se encerró en la primera habitación que encontró y allí se escondió bajo la cama.
Temblando y sollozando se abrazó a su muñeca. Ella siempre le daba calma, al fin y al cabo, era todo lo que quedaba de su madre. Ahora, muerta de miedo, la echaba en falta más que nunca: añoraba que pudiera protegerla, abrazarla, acunarla y susurrarle que todo lo malo ya pasó, que podía salir de su escondite y habría un delicioso bizcocho esperandola en la mesa de la cocina. Conforme iba imaginando todo esto fue calmándose y en un par de minutos entró Lilian en la habitación.

-No te preocupes, es un gigante bueno, te lo prometo.
...
-Vamos, sal.
-¿Y shi me come?
-No te comerá, tranquila.
La monje se asomó para animar a la pequeña a salir.
-Y coseré tu muñeca... - Lilian se apartó de la cama y abrió el cajón de una mesita de la habitación para sacar aguja, hilo y tijeras. Después volvió a acercarse al escondite de Eva, pero esta vez para sacar algo de paja del colchón. -Venga, vamos. También te daré galletas, ¿tienes hambre?
El estómago de Eva rugió sonoramente, traidor, y la pequeña salió poco a poco del escondite. Cogió la mano que Lilian le ofrecía y salió con ella al pasillo, a la entrada principal intentando no mirar al gigante y con el corazón latiendo desbocado en su pecho, para llegar al fin a lo que parecía una capilla.
Allí en el techo había un hueco, y de éste colgaba una cuerda. Froim y la niña se acercaron corriendo a ella y ambos ya la habían cogido para dar un tirón y ver que pasaba, cuando la monje los detuvo.
-Esa es la campana para dar la alarma-explicó-en caso de algún ataque.
-Jo, pues vaya royo... - Eva resopló sin darle más importancia y volvió a cogerse de Lilian. Pero Froim fue más despierto que ella y pidió tener el "honor" de dar la alarma si hubiera realmente algún ataque, la mujer se lo concedió y Eva no pudo si no sentirse decepcionada consigo misma por no haber tenido ella esa idea antes que el niño barbudo.

Tras esto entraron en lo que parecía un comedor: una sala rectangular, austera, con una gran mesa de piedra en medio rodeada de multitud de sillas de piedra. Eva se sentó en un extremo de la mesa y Froim en el otro mientras Lilian iba a buscarles algo de comer. En lo que la monje tardó en volver los "pequeñajos" ya se habían enzarzado en una batalla silenciosa por ver quién conseguía parecer más alto sentado: misteriosamente ganó Froim. Mientras los dos comían Lilian se sentó a arreglar a Mila. Cuando se dispuso a rellenar el cuerpo de la muñeca con la paja que había conseguido descubrió también la nota que guardaba en su interior. Con un leve comentario la dejó a un lado y siguió trabajando. Al acabar, con bastante buen resultado, se levantó, le entregó la nota a Eva y le dijo lo que tenía escrito... o al menos la parte que aparecía en el idioma de los humanos.
-Va...ya... debió de eschribirla mamá. -Eva suspiró y arrugó la frente presa de un nuevo ataque de aquellos extraños dolores de cabeza. Guardó la nota en su vestido, en el pecho, y la muñeca en la faja. -Grashiash por arreglarla.

Al rato Lilian y Eva ya estaban solas en la habitación, sentadas la una en frente de la otra con las piernas cruzadas. La niña comenzó a hacerle preguntas, aún cuando parecía ser Lilian la más interesada en hacer las suyas. La primera fue sobre la venda que llevaba la monje en la frente, a lo que esta respondió que era para tapar una vieja y fea cicatriz que no hacía desaparecer para recordar el error que había cometido para ganarsela. Después le contó que ella tampoco tenía padre, ni madre; que había sido acogida y criada por los monjes, los cuales la habían educado en la doctrina de Tyr, el dios justo.
Eva pareció molesta al escuchar hablar de un "dios" y, de nuevo, la palabra "rezar". Dijo que su madre nunca había rezado y Lilian aprovechó para preguntarle sobre Pastor... La pequeña no le dijo gran cosa, sólo volvió a entristecerse.

-Entonshesh.. ¿tú también eresh mi familia? - murmuró ahogando un sollozo y se abrazó al cuello de Lilian.
-Claro- la monje la rodeó con los brazos, lamentado que seguramente ya no podría preguntar nada más.

"La familia siempre va creciendo, son todas aquellas personas que te quieren y que vas encontrando por el camino"... Entonshesh... Laura, Frank, Lilian, Froim, Wyrd, Elbereth, Leda, Earar... ¿shon mi familia? ¿como mamá?

Masha

12/07/2009 16:32:00

Eva llevaba toda la noche sentada en un rincón del Teatro, tapada con una manta en uno de los camerinos. En una mano sujetaba la pulsera de plata que le había regalado el elfo Dwaw y con la otra se aferraba a su muñeca Mila. Miraba sin parpadear a un punto perdido en el espacio. Su pecho subía y descendía lenta y rítmicamente y el sonido que hacía el aire al escapar de su boca la hipnotizaba... Hoy la echaba mucho de menos.

A su alrededor siempre pasaban cosas, casi nunca se aburría, mucha gente la cuidaba... Pero ese amor la hería, la hacía pensar, recordar que nada podría equipararse a la manera en que su madre la quería, a sus sonrisas, sus caricias, sus cuidados... Conforme pasaban los días algo crecía en su interior. Esperaba con impaciencia a que el elfo Elbereth le dijera qué había escrito en el interior de su muñeca. Y además, ahora tenía una nueva pregunta. ¿Dónde estaba su padre? Según lo que Leda y Frank le habían contado, ella también tenía uno... pero uno tan tonto que se había marchado sin saber que iba a tener una preciosa hija.

La idea de que ahora tanto su padre como su madre se hubieran marchado la torturaba. Quizás el problema fuera ella, pensaba. Quizás se hubieran cansado de cuidarla... Pero no, eso no podía ser. Mamá nunca habría hecho algo así... Cerró los ojos y evocó la imagen de una hermosa mujer de rasgos suaves, aldo nórdicos, piel clara, cabello azabache y grandes ojos grises... Un calco de ella misma. Los labios de la joven se curvaron en una suave sonrisa y un cálido brillo asomó a sus ojos; extendió una mano hacia abajo, como si llamara alguien de menor estatura que ella, y sus labios se movieron sin emitir ningún sonido... Eva....

La pequeña ahogó un sollozo y escondió la cara en su muñeca. Desde aquella mañana en que se despidió de su madre por última vez no había visto a nadie que la hubiera embelesado de la misma manera. Salvo... esa mujer, Jeanna. Había algo en ella que la fascinaba. Cuando la miraba, se encendía en su interior algo parecido a la calma que sentía en el regazo de su madre. No lo entendía, pero tampoco pensaba en ello... Sólo esperaba a que la llevaran al Ducado y allí, quizás, volver a verla de nuevo. A lo mejor con un poco de suerte le daba un abrazo...

Sacudió la cabeza... Mamá...

Masha

17/07/2009 00:01:02

... Estoy en el teatro, pero está bastante oscuro. Un ruído intenso inunda las calles y se abre paso hasta nosotros. Sé que el elfo soso está cerca, y Laura me sujeta una mano. Dice que no tema. En algún lado suena una ventana al romperse, parece que ha sido muy cerca. Le sigue el grito de una mujer y el llanto de un niño. El ruído se hace cada vez más intenso, pero es imposible distinguir qué clase de sonido es. Sólo sé que me oprime el pecho, hace que me zumben los oídos. Las manos me sudan, noto que resbalan... Giro rápidamente la cabeza, pero es tarde: la mano de Laura acaba de desaparecer. Es imposible, ¡la tenía bien sujeta! Miro alrededor, intento gritar llamándola. Al coger una gran bocanada de aire noto un fuerte escozor en la garganta y el pecho, los ojos me lloran. ¿Humo? ¿De dónde sale? ¿Y el elfo? Giro sobre mí misma intentando ver algo, pero ahora sólo hay oscuridad. Me cuesta respirar y el ruído se hace tan fuerte que me hace botar sobre el suelo. Al fin logro definirlo... son... ¿tambores? Sí, seguro que lo son. Todo a mi alrededor retumba con ellos, no lo veo, pero oígo muchos tintineos. Algo golpea la puerta del teatro. Me giro para verla. Antes no la veía, pero ahora está sólo a un par de pasos delante de mí. Es un portón grande y macizo, muy decorado. Algo la golpea desde fuera al mismo ritmo que los tambores. Parece pesado y fuerte. La madera cruje y comienza a ceder. Los tambores suenan con una fuerza inaudita, me parece que incluso mi corazón se ha rendido y ahora sigue el ritmo que imponen. Creo que me mareo. El aire tiene demasiado humo, ya no puedo respirar... Laura... ¿dónde estás? Intento agarrarla con la mano, pero no hay nadie. Resbalo por el aire y caigo al suelo. Sigo sin poder respirar, me duele mucho la cabeza. La puerta está a punto de ceder, con cada golpe estoy más segura de que pronto mi cabeza explotará. Ya casi, casi ya...va a caer... ¡ah!

La pequeña Eva abrió los ojos. Estaba en el Teatro, tumbada en un sofá y cubierta con una suave manta. Tenía el pelo empapado en sudor y varias gotas saladas rodaban por su cara. Sentía el corazón desbocado en el pecho y un sabor amargo y pastoso en la boca. Cada latido era una tortura, un golpe en la cabeza. Se escondió bajo la manta y mordió el sofá. No recordaba muy bien el sueño, pero seguía asustada. Cuando el dolor remitió un poco se levantó y con pasos torpes se acercó al gran portón de la entrada principal. Apoyó en él las manos para comprobar que estaba bien. El elfo de la recepción la miraba en silencio, un tanto extrañado por su aspecto sofocado, pero decidió, como siempre, no hacer preguntas. Le hizo un gesto y la pequeña se acercó.

-Ven, toma, ¿quieres una galleta?

folmalhaut

21/07/2009 17:55:52

Si a Frank le cabía alguna duda de quien era la madre de la pequeña Eva, con esa nota se disiparon. Lo imaginaba desde la primera vez que miró a los ojos de la niña, esos ojos grises no los olvidaría nunca el joven bardo. Sabía que había hecho sufrir a aquella campesina llamada Mara. Y ahora esos inmensos ojos grises le perseguían.

Extracto del diario de Frank Gascon
[i:30c502bfb8]Hoy, junto a las aguas termales, paseaba con Eva. Su muñeca se ha roto y para mi sorpresa he encontrado una nota en su interior. Mi escritura hoy puede ser turbia mi querido diario, ya que mi alma así se encuentra puesto que mis temores se han consumado.
La madre de Eva era Mara, aquella joven campesina con la que intime a mi llegada a esta ciudad.
Además, he visto algo extraño en la niña, una luz saliendo de su frente… quizá fueron imaginaciones mías.[/i:30c502bfb8]

Al cabo de unos días Frank volvió a ese magnifico lugar, posiblemente su favorito de la ciudad. El vapor salía ese día con más intensidad de lo normal. No pudo evitar pensar en la joven Mara y una esporádica lágrima se mezcló con el sudor de su mejilla, cubierta por barba de varios días. Pensó en el daño que le había hecho a aquella joven y en que ya no podría disculparse.

Cogió su laúd y cantó con tristeza.

[b:30c502bfb8]Ya no puedo darte mi corazón
ni tampoco pedirte perdón
tristes son estos versos
que salen ahora de mi voz
mal se portó la vida contigo
y peor el bardo que canta estos versos[/b:30c502bfb8]

-Huérfana eras y huérfana has dejado a tu hija- pensó el bardo guardando el laúd. No sabía que eso tampoco era en realidad cierto.

sannla

21/07/2009 23:39:32

La pequeña Eva sabía hacer preguntas que lograban incomodar a Leda: ¿qué era un bastardo? ¿qué era el matrimonio?
La joven noble intentaba salir airosa de cada conversación con ella, pero los ojillos observadores de Eva revelaban su incesante curiosidad por todo.
Aquella tarde, tras explicarle porqué no todas las princesas eran tontas, Leda se sintió intrigada por si Eva sabría escribir y leer.
La pequeña negó con la cabeza, y Frank, que acababa de llegar, insistió en lo necesario que sería que aprendiese.
Ambos adultos estuvieron de acuerdo, y aunque al principio Eva se hizo la remolona, accedió después gustosa a aprender para poder leer los libros que Frank le ofrecía.
Tras irse a acostar, Frank y Leda hablaron largo y tendido sobre la educación de la pequeña, llegando a un acuerdo:
La caravana de Sheol, en la que Leda recibía puntualmente sus telas, joyas y objetos diversos, saldría camino a Baldur en escasos días.
La joven escribiría a su padre, pidiendo que acogiesen a Eva en palacio durante una breve temporada, para que pudiese disfrutar de aquella vida, con tutores que la enseñasen durante su estancia.
El ambiente selecto y culto sin duda haría bien a Eva, pensaron ambos, así que Leda escribió a su padre pidiendo ....

//la carta en el post de la historia de Leda

Masha

06/08/2009 15:35:11

El viaje hasta Sheol había sido, como poco, soportable. Leda había vestido a la pequeña Eva con ropas de montar nuevas, de piel suave y cálida, para que le fueran más leves las jornadas que los separaban de su destino. Stephan, el monje que la escoltaba, era una compañía agradable que hablaba lo justo: no molestaba y tampoco dejaba que la niña se aburriese. En algunos momentos le pareció un poco estricto y soso, pero toda su mala impresión desapareció cuando le trajo una preciosa mariposa negra en un bote de cristal como regalo.

Conforme se iban acercando a su destino a Eva le gustaba más y más lo que veía. El camino que atravesaban estaba bordeado de pequeñas casas de piedra grande y gris con vigas de madera que transmitían calidez y cuidado. Todas parecían más o menos bien avenidas y tenían un reducido número de animales: como mínimo, cuatro o cinco gallinas picoteando el suelo delante de las puertas. Había niños correteando entretenidos con palos que simulaban espadas y niñas sentadas a la sombra de los árboles jugando con muñecas de trapo muy parecidas a la de Eva. Quizás no todo fuera tan perfecto, pero en su mente infantil la entrada a Shel se dibujó como una puerta al paraíso y se esforzó por erguir la espalda sobre la yegua baya que montaba y no dar muestras de que se moría por desmontar e irse a jugar con lo que podrían ser sus nuevos amigos.

Durante el viaje sabía que había cumplido años. Ya tenía siete. Pero no dijo nada. Era una fiesta que sólo celebraba con su madre y no podía ni imaginar que pudiera ser de otra manera, así que se felicitó a sí misma en susurros y pidió como deseo que no tuviera que pasar otro "día importante" más sin ella. Como niña mayor que ya era tenía que comportarse como tal, se había dicho a sí misma, y aunque estar tan lejos de su hogar le diera miedo no podía confesarlo. Esto iba pensando cuando ante ella se alzaron las murallas de la ciudad. Las puertas estaban abiertas y el rastrillo alzado, así que entraron sin siquiera anunciarse y dejaron atrás las llanuras y bosques que hasta entonces los habían acompañado.

La yegua baya de Eva, cuyo nombre era Miel según Stephan, era un animal tranquilo y no se inmutaba ante la presencia del gentío de la urbe pero, por si acaso, el monje desmontó y cogió las riendas de Eva, llevando así un animal en cada mano. La pequeña a su manera lo agradeció y se dedicó a observar cuanto la rodeaba. El interior de su "paraíso" no la decepcionó. La rodeaba gente de rostro amables, o así lo imaginó ella, y desde todos los rincones le llegaba el sonido de algún instrumento musical o el olor de alguna delicia cocida, asada u horneada. Ya se le hacía la boca agua cuando notó que comenzaban un ascenso. Stephan, en silencio y con paso firme, había dirigido a los dos animales hasta una cuesta ancha recubierta de piedra gris, la misma con la que estaban hechas las casas, al fin de la cual se alzaba la fortaleza que presidía el lugar.

El sueño de maravillas de la pequeña acabó cuando se vió sola en una gran habitación del castillo de Sheol. Era bonita y acogedora, tenía una gran chimenea para ella sola y una cama de tal envergadura que temía perderse en ella. Las tatas habían sido muy amables con ella, como todo el mundo en realidad... y le habían dicho que al día siguiente comenzarían sus clases de caligrafía y lectura. Todo era perfecto, sí, pero en mitad de aquella noche sin sueño y con todos los músculos doloridos después de los días sin descender apenas de su montura, la pequeña Eva se sintió terriblemente sola. Estaba en un lugar que no conocía, con personas a las que veía por primera vez en su vida... y no podría llevarle flores y chocolate a su mamá. Hasta que se durmió, su "fantástico Sheol" tuvo tiempo de convertirse en su peor pesadilla y al amanecer un sabor amargo y pastoso en su boca y el dolor de sus piernas acabaron definitivamente con su buen humor y ganas de aprender.

Quiero volver con Laura...

Masha

28/08/2009 15:47:12

Mientras regresaba con Leda a Baldur, Eva se dedicó a recordar su "aventura" en Sheol. Nadie le había hablado a la mujer de su mal comportamiento, o al menos eso era lo que la pequeña creía, así que había quedado prácticamente sin castigo.

Al segundo día de estar en su nueva residencia Eva conoció al que sería su maestro: un anciano amable, reservado, de mirada brillante y espeso bigote blanco. Él fue muy amable con ella y al acabar la lección la envió a la cocina para que pidiera pastelillos de limón y los trajera al salón para que se los comieran juntos. A la pequeña la idea le pareció la mejor que había oído en meses y echó a correr, sorteando guardias y sirvientes, hasta llegar a la puerta que daba a la cocina. En ese momento sólo había allí una mujer. Era alta y estaba muy delgada, los huesos sobresalían de una manera casi sobrenatural bajo la piel estropeada y cubierta con un simple vestido de tela marrón que recordaba en algo a un saco. Tenía el pelo castaño recogido en un moño mal hecho y llevaba un delantal sucio atado a la cintura. Eva la recordaba muy bien: se había parado un buen rato a la puerta para observarla. Algo en ella la inquietaba, y esa sensación se acrecentó cuando la mujer se giró hacia ella y le dedicó una sonrisa extraña y aterradora. Sus dientes estaban completamente rojos.

Eva contuvo el aliento y sacudió la cabeza. La mujer siguió mirandola con esa sonrisa, como si la expresión de la pequeña la divirtiera.
-La niña de Puerta de Baldur... - Musitó mientras se acercaba.
Eva intentó moverse, pero sus pies no respondieron. Había algo en la cocinera que se lo impedía, su sonrisa, sus dientes, sus ojos... Cuando la tuvo más cerca descubrió que uno de ellos era completamente blanco.
-¿Cómo te llamas? - La mujer se agachó a la altura de la niña y le pasó una mano huesuda por las mejillas y la barbilla.
-E...va.... - Apenas consiguió que le saliera la voz mientras un estremecimiento le recorría la espalda.
-Pues bien... Eva... - La cocinera cogió un hombro de la pequeña y apretó con fuerza - Vete - Murmuró - Aquí no queremos escoria de la calle. - Le dedicó una última sonrisa roja y se levantó dándole un empujón para que saliera. A la pequeña no le hizo falta mucho más.

Cuando por fin la cocinera se apartó de ella sentía los ojos arder por las lágrimas que se amontonaban sin lograr salir. El corazón le golpeaba las sienes y todo su cuerpo estaba recubierto por un sudor frío. Nunca había sentido un terror semejante. El miedo era algo conocido para ella tras las noches vagando sola por la gran ciudad de Puerta de Baldur, pero jamás había experimentado una sensación igual, que le oprimía el pecho y paralizaba sus músculos. Cuando al fin sus piernas respondieron, giró y echó a correr de nuevo por los pasillos, pero no volvió con su maestro... Sus pasos la dirigieron al exterior de la fortaleza, por la gran cuesta y, finalmente, a la puerta de entrada de la ciudad.

No pensaba en nada, no lloraba, sólo obedecía ciegamente a lo que se le había ordenado. Pasadas dos horas, cuando se vio sola en mitad del bosque, sentada entre las raíces de un gran roble, apenas recordaría cómo había llegado allí. Ya se había calmado y el recuerdo de la cocinera parecía cada vez más lejano... pero seguía habiendo en ella algo que le susurraba que haría cualquier cosa antes que volver a Sheol.

Masha

28/08/2009 22:39:19

Sólo es hojamarga...

-Sólo es hojamarga, pequeña.- La mujer regordeta le sonrió con dulzura mientras pasaba un paño húmedo y caliente por sus mejillas. - Mira, pruebala. Cuando la masticas, los dientes se te ponen rojos. No temas más, sólo es hojamarga.

La tata era una mujer entrada en años y carnes, de rostro amable y grandes ojos color miel. Hacía años debía de haber tenido un cabello hermoso, pero ahora era totalmente gris y estaba recogido en una gran trenza que rodeaba su cabeza.

-Te asustaste al verla, ¿verdad? ¿En Puerta de Baldur no hay cosas así? Oh, pobre... Has debido de pasar un mal rato. El papá de Leda se ha enfadado un poco porque te hayas ido, pero ya se le ha pasado... Y bueno, Jack no estará de morros mucho tiempo. ¿De acuerdo? Así que cálmate y come un poco. -Pasó el paño una última vez por las manitas de Eva y lo dejó en el barreño de agua. Después le acercó una bandeja con leche caliente y pastas.

La niña estaba sentada en el borde de su gran cama. La habían vestido con el camisón de dormir, lavado y cepillado la melena negra. Ahora volvía a parecer una princesita. Cogió una galleta para mordisquearla y miró a su niñera.

-¿Jack?
-Sí, Jack.
-¿Quién esh?
-Oh, pequeña, es el chico al que has mordido.
Eva no recordaba muy bien haber mordido a nadie, pero sabía que se había resistido cuando la encontraron en el bosque y ya despertó en su cama de Sheol.
-Mañana iré a pedirle perdón.
-Eso es, eres una buena chica. Leda ha hecho muy bien enviandote aquí- Los gruesos labios de la mujer se torcieron en una sonrisa. - ¿Has acabado ya? Muy bien, pequeña, ahora vamos a dormir.

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Al día siguiente el maestro acompañó a Eva a la cocina a por pastelitos de limón. Pero la cocinera ya no estaba. En su lugar había una mujer joven, generosa en todos los sentidos y que no dudaba a la hora de colaborar en las incursiones traviesas de la pequeña en busca de mermelada. Pronto la niña olvidó el miedo que había pasado y nadie tuvo que seguir acompañandola a la cocina. Las sirvientas empezaron a decir entre risas que con semejante apetito habría que trasladar la cama de Eva entre los fogones. Pero, lamentablemente, nadie llegó a hacerlo.

Aquí tampoco se está tan mal... Es divertido. ¡Y he hecho amigos! Mañana iré a jugar al río con Minu... La tata no me deja, pero yo me escaparé sin que se dé cuenta. Minu me está enseñando a ser silenciosa como un ratón en un granero, sí.

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Pero ahora estaba de nuevo allí, montada en su yegua baya, cabalgando junto a Leda. Recordaba Sheol con una mezcla agridulce de emociones, pero sin duda echaría de menos las vistas desde su gran habitación, los pastelillos de limón, a la tata, a la cocinera, a su maestro y a Minu. Sobre todo a la pequeña Minu.

Seguro que vendrá a visitarme a Baldur alguna vez. Leda la traerá.

Masha

10/09/2009 13:27:41

Pronto Eva volvió a estar sola en el Teatro de Baldur. En ausencia de Laura el edificio estaba prácticamente muerto, pues sólo seguían allí el elfo de la entrada y los encargados del bar.
Al principio la pequeña se propuso aguantar con paciencia y esperar a que Laura se recuperara. La visitaba de vez en cuando en el Monasterio, siempre y cuando la dejaran salir los guardias y entrar a la habitación de la enferma los monjes. Pero un buen día los guardias no la dejaron salir y le explicaron que ahora no se podía ir al monasterio. Intentó escabullirse de la ciudad por todos los medios, pero no lo logró ni aún cuando las primeras estrellas despertaban en el cielo.

Con lágrimas en los ojos decidió volver al Teatro, imaginándose a cada paso entre sus inmensas y frías paredes, jugando con Mila en el escenario que, vacío, parecía tan fantasmal. De repente escuchó el sonido de palos al chocar y gritos de niños. Estaba en el mercado y todo ese jolgorio venía de su derecha, de la dirección de los Templos y... ¿por qué no? las calles pobres. Hizo un esfuerzo por no detenerse, pero parecían divertirse tanto... Uno de ellos debía de haber vencido, pues se oían sus aullidos de triunfo leguas a la redonda. Eva sacudió la cabeza y corrió en la dirección de los sonidos. Ya no quería estar sola.

Pronto temió perderse y no poder volver a casa nunca más, estar haciendo una gran tontería... ¿Casa? Esa no es mi casa. Mi casa se fue con mi mamá. Si no tengo a dónde ir, tampoco puedo perderme.
Frunció el ceño y suigió corriendo en busca de los sonidos. Si giraba a la izquierda, se alejaba de ellos, si iba a la derecha, se acercaba. Y al fin, jadeante, con la frente perlada de sudor y la ropa pegada al cuerpo, llegó a un pequeño cruce de callejuelas. Nunca había visto esa zona de la ciudad, pero no es que la desagradara especialmente. Estaba sucia, mal cuidada, había ratas correteando por las aceras entre montoncitos de basura que eran feudos de moscas...¡pero había gente! Mucha, tanta que a ratos había tenido que ir esquivandola. Todos tenían algo que hacer y hablaban, gritaban, reían... Un señor gordo ataviado con un delantal sucio pasó a su lado empujando una carretilla con pastelillos. El olor de los dulces lo inundó todo y por un momento Eva pensó que tendría que seguirlo hasta el fin de sus días, pero esa idea se esfumó de su mente cuando vio cómo el señor se deshacía a manotazos de un niño algo mayor que ella que se había acercado para "cogerle uno sin preguntar".

Se apartó el flequillo mojado de la cara y observó a los que jugaban delante de ella. Debían de ser un grupo de diez aproximadamente. Dos niños no tendrían más de cuatro años, una niña aparentaba los seis y los demás debían de tener ocho años o más. Cualquiera que tuviera más de su edad le parecía realmente mayor a Eva, aunque sólo la superara por un año. Permaneció un buen rato allí quieta, observando cómo dos chavales de unos diez años se enfrentaban con espadas de madera burda y astillada. Los dos gritaban, lanzaban alaridos cuando recibían algún golpe, reían, se empujaban... Estaban llenos de barro y moratones, pero no parecía importarles en absoluto. Eva se mordió el labio, incapaz de saludar o acercarse. Por algún motivo se sentía inferior a ellos.

-Ey, tú.- De repente sintió una mano en su hombro, un apretón fuerte y pesado que la giró sobre los talones sin ningún esfuerzo. -¿Qué haces aquí pasmada? ¿Se te ha comido la lengua el gato?

Y casi había sido así. Eva se había quedado sin respiración, observando a su interlocutor. Un muchacho que rondaría los catorce la sujetaba por el hombro derecho, inclinado sobre ella con mirada curiosa y una sonrisa descarada. Llevaba la misma ropa desgarrada que todos sus compañeros y también se había dado sus baños de barro, pero había algo distinto en él. Su cabeza la cubría una mata de pelo azabache y ondulado que le llegaba por los hombros. Algunos rizos caían sobre su frente y enmarcaban unos ojos pícaros, de un verde claro y brillante. Por lo demás tenía los rasgos bastos: mandíbula cuadrada, nariz recta, pómulos muy marcados y labios gruesos... Pero aún antes de volver a respirar después del susto Eva ya sonreía como boba. Asintió sin saber a qué y dejó que el tiempo pasara, sin importar que el muchacho la sacudiera ya, temeroso de que le hubiera pasado algo porque la hubiera sorprendido así por la espalda.

-¡Eh!¡Tú!...¡Niña! ¡Habla! ¿No sabes hablar o qué? ¿¿Estás bien??

Pero es tan ... tan guapo...

Masha

07/10/2009 00:07:53

Habían pasado tantas cosas...

Después de su fugaz enamoramiento todo se había precipitado. Puerta de Baldur estaba cada vez más ajetreada y el clamor de la gente se alzaba cada día más y más, como si pretendiera tapar así los sonidos de la guerra. En menos de una semana Laura y Lyan la encontraron en la zona de la Ciudad Alta y, pasadas un par de horas, las tres ya habían embarcado en un navío con dirección a Aguas Profundas. Las acompañaban sendos caballos, pues Elbereth, el mago elfo, había querido poner a salvo a su amigo equino encomendándole su cuidado a la pequeña Eva.

La escena era sobrenatural para ella, irreal y, a la vez, inhumana. Ver cómo se alejaban de todo lo que conocía, su hogar, su "nueva familia"... y esa insoportable sensación de estar abandonándoles a su suerte, como si ella pudiera hacer algo para proteger sus vidas. Intentó grabar la imagen del puerto en su retina, pero las lágrimas no tardaron en diluir su visión. Apretó los puños y las mandíbulas. A cada segundo algo se removía en su interior, un grito de miedo e impaciencia, la clase de sonido que emitiría una bestia enjaulada. Se aferró a Mila, su muñeca, y esperó. Por suerte todo el huracán de sentimientos pasó cuando Laura la invitó a bajar con ella para ver los camarotes.

Laura...

Su estancia en Aguas Profundas no fue demasiado especial. Al principio la ciudad le pareció bonita y la compañía agradable, pero conforme pasaban los días y nada sabía de aquellos cuya vida apreciaba, la inquietud volvía a apoderarse de ella. No quería preocupar a Laura, y tapoco a su tía, mujer que, si bien le parecía extraña, le causaba bastante simpatía. Por lo que decidió que lo mejor sería que se convirtiera en una sombra. Quizás si la veían poco, se preocuparían menos por ella y sus silencios. Siguiendo esta nueva directriz comenzó a escabullirse fuera del alcance de sus cuidadoras, corriendo entre casas y callejuelas. En los momentos en los que no podía alejarse, bajaba a los establos de la posada en la que se alojaban y pasaba horas y horas cepillando y cuidando a Hoja de Roble, el caballo del "elpo".

Pero el momento decisivo no se hizo esperar. Earar, el Duque de Puerta de Baldur, llamó a su puerta y su saludo fue lapidario.

[i:ee87ee2fab]Puerta de Baldur ha caído...

Lo siento, Laura. Tú quieres buscar a tu mamá, saber más de ella. No tienes por qué cuidarme a mi. Tú no eres mi mamá... ¡No! Yo no quería... Lo siento. Es sólo que yo no quería... que esto pasara. Pero yo te quiero...

Te quiero mucho e iré a donde tú vayas. [/i:ee87ee2fab]

Masha

03/11/2009 21:28:53

Laura, Lyan y Eva pasaron un tiempo en Ambar, después de regresar de Aguas Profundas. Como siempre, Eva se escapaba de la vigilancia de sus tutoras día y noche, aunque nadie se esforzaba ya realmente por mantenerla controlada: era un caso perdido.

Una noche Mar y Magda la invitaron a una fiesta en "las pulgas", como llamaban ellos los barrios bajos de la ciudad. Le prometieron que habría juegos, baile, canciones y muchas hogueras grandes y hermosas. Al principio la niña dudó sobre lo que opinaría Laura de aquella incursión, pero finalmente cedió a la tentación y escapó al atardecer de la habitación donde, se suponía, estaba repasando el pergamio con el abecedario que Frank le había entregado. La fiesta no la decepcionó: apenas recordaba la última vez que había corrido, gritado, reído y bailado tanto. Cuando quiso regresar había pasado casi un día y estaba sucia, despeinada y hambrienta.

Se dirigió a la posada e intentó entrar sin ser vista pero...¡Oh! Infortunio: Laura estaba sentada junto a la barra con un extraño señor. Le daba la espalda, pero para llegar a las escaleras tenía que pasar obligatoriamente por su lateral y era muy difícil no ser vista en esa situación. Con todo el sigilo que pudo pasó corriendo y le pareció notar la mirada del hombre, pero eso era lo de menos si Laura no la veía. Subió las escaleras de dos en dos, entró en su habitación, se desnudó, se limpió la cara y se metió en la cama. Removió las sábanas desde dentro para que pareciera que llevaba rato allí y se hizo la dormida. Laura no tardó en entrar.

-Buenos días, dormilona.
-Uhm....
-Eva, es hora de levantarse.
-Hmphhh...

La pequeña resultó ser buena actriz y, por un momento casi engañó a la barda, pero no era lo suficientemente buena como para hacerla pensar que estaba loca y la niña llevaba todo el tiempo allí. Al final tuvo que confesar, pero Laura le dijo que, siempre y cuando no saliera de las murallas, no le importaba que fuera a fiestas o a jugar con sus amigos. Es más, si la invitaba, iría a la próxima con ella.

Los días seguían pasando igual. Eva apenas se dejaba ver en la posada, siempre inmersa en su mundo de juegos y travesuras con los niños de "las pulgas"; pero pasara lo que pasase, tarde o temprano, volvía buscando a Laura. Era la mayor de sus necesidades, más imperante que comer o respirar, y debía ser saciada con bastante frecuencia.

Una mañana Eva estaba sola, sentada enfrente de una fuente cercana a la posada. En su centro había una gran estatua de un arquero elfo y en todo su perímetro crecían hermosas flores rojas. Después de jugar un rato al pilla-pilla con tres niños estaba recuperando el aliento cogiendo las delicadas florecillas, cuando oyó gritar su nombre en algún lugar. Se giró en todas las direcciones, pero no vió nada. Cuando se levantó y volvió a mirar al frente, Earar estaba allí.

Nunca se había alegrado tanto de ver al elfo. Antes lo había considerado un soso y aburrido que nunca jugaba con ella y por cuya culpa debía comer asquerosos potajes. Pero de eso hacía ya tiempo, y ahora estaba allí, sonriendole con los 32 dientes; había venido a buscarla y, además, lo más seguro era que la cocinera de los potajes ya no estuviera a su servicio. El elfo la invitó a acompañarle a Arion: decía que Laura y Lyan ya estaba allí esperandola, junto al resto de sus amigos, que Leda le daría clases de todo lo que necesitaba para el futuro y él mismo le enseñaría a tocar instrumentos y a cantar e incluso...quizás...¡magia!

La pequeña estaba tan embelesada con todas estas ideas que apenas se cuestionó la posibilidad de que Laura y Lyan se hubieran marchado sin ella. Recogió sus cosas y tendió su mano a Earar para tomar rumbo al Sur, hacia el Ducado de Arión.

De aquí iremos a nuestra nueva casa. Allí tendré una habitación muy grande y seremos muy muy muy felices con Earar y Laura. También estarán Frank, Wyrd, Leda, Nesharay...todos todos. Y me enseñarán muchas cosas, y todo irá bien...

Masha

28/12/2009 23:27:32

Pocos días después se encontró con Laura en Arión. Ya sabía de su romance con Frank y, en cierto modo, no la desagradaba; pero había despertado en ella una sensación fuerte y molesta que no había conocido hasta entonces y no era capaz de identificar: celos. Estaba celosa de Frank, de Laura, de los dos, sin saber bien por qué. Simplemente cuando oyó la "buena nueva" de labios del bardo se le heló la sangre y después pareció arder para derramarse como un torrente cálido y salado por sus ojos. Tras meditar algún tiempo encerrada en la única habitación útil de la posada, decidió que iba a aprender a dominar ese sentimiento. Se vio a si misma como una pequeña tonta y se regañó hasta quedar convencida de que no lo haría nunca más: no desconfiaría de sus mejores amigos, aquellos que la cuidaban, tanto como para experimentar "eso" otra vez.

La intención era buena, peo cuando vio a Laura en la plaza de Arion todos sus planes se vinieron abajo. Un ejército de emociones se agolpó a las puertas de su joven corazón y, de nuevo, primaron los negativos: celos y traición, celos y traición, celos y traición... Al fin y al cabo, la había dejado sola. ¿Por qué? ¿Con quién había estado? ¿Qué había hecho? ¿Se había olvidado de ella? ¿De qué servía ahora pedir perdón? Si el daño ya estaba hecho... Laura no escatimó esfuerzos para disculparse ante la pequeña Eva y esta al final pareció ceder. Se doblegó a los ojos de la joven barda y volvió a marcharse a la posada, con la esperanza de que la dejaran tranquila para volver a poner en órden todo aquello que la atormentaba.

Desde la "guerra" vivida en Puerta de Baldur algo había empezado a crecer en la pequeña. "Madurez". Había empezado a adquirir cierta sabiduría, algunas experiencias que, impulsadas por la muerte de su madre, le iban despertando un mundo nuevo de ideas, emociones, miedos y deseos. A veces se sentía muy perdida pero, a sus ojos, Laura la había traicionado lo suficiente como para no querer contarle nada de todo aquello. Cada vez que pensaba en ella sentía ganas de romper algo: coger lo que fuera y estamparlo con todas sus fuerzas contra la pared. Le hervía la sangre en las venas... Pero a la vez no podía dejar de recordarla, se había convertido en una especie de droga para ella. Por su dependencia, le rompía el corazón; pero tampoco podía desprenderse de ella.

Poco a poco Eva se quedó dormida, abrazada como siempre a su muñeca Mila. Por la ventana de la habitación ya apenas entraba ninguna luz, salvo los últimos tenues rayos del ocaso, que bañaban la cama en intervalos irregulares. Nada interrumpía el sueño de la pequeña, nada, salvo ella misma.



[i:8503048585]-No puedes dejarme aquí.
-¿Tú crees?
-No puedes, por favor, por favor, no puedes... No lo hagas, no me hagas esto, no... ¡Lo prometiste!
-¿Eso hice...? ¿Tú crees? - La voz habló con burla.
-S...sí... Dijiste...dijiste...
-Sé lo que dije.
-¿Entonces? Por favor, por favor... Aquí está oscuro, hace frío, no hay nadie...
-Eso no es problema.-La risita esta vez sonó apenas ahogada. -Eso debiste pensarlo antes...
-¡¡NO!!- Lanzó las manos hacia delante, para no dar con nada. Todo su peso las siguió y se dio de bruces contra algo duro y frío. Un intenso dolor le recorrió toda la cabeza, un crujido desde la nariz que vibró hasta las sienes. -No, por favor... -Gimoteó-No me dejes aquí...Ah...
[/i:8503048585]

Abrió los ojos de golpe y se llevó las manos a la cabeza con un grito. El dolor era insoportable. Sentía como si toda la sangre de su cuerpo se hubiera concentrado en su cabeza e intentara salir con cada pulsación. Gritó y gritó, pataleando en la cama, hasta que una mujer regordeta entró en la habitación y...

"No me dejes..."

Rugrim

04/01/2010 21:00:38

Tal y como prometió, Laura fue a Arion a por Eva una vez derrotado el nigromante que atormentaba al Duque de Berrión. Durante el camino, la pequeña niña no dijo gran cosa y Laura lo atribuyó al nerviosismo por llegar a un nuevo lugar, éste ya definitivo.

Pero pasaron los días y Eva seguía pareciendo distante...y la barda no sabía que podía hacer para remediarlo. Intentaba hablar con la niña, pero parecía que la pequeña rehuía de su presencia, intentando evitar algo.

Para complicar aún más la situación, se les encargó una misión al Puño Llameante. Laura fue a avisar a Eva de que se iría un corto periodo de tiempo, pero no encontrandola, le dejó una nota escrita:

[i:5191032c45]Pequeña Eva,
Nos envían a Ambar a limpiar una cueva de hombres-lobo. Earar dice que es una misión facil.
Volvere pronto.[/i:5191032c45]


Ahora, varios días después, haciendo guardia cerca de la cueva; Laura está empezando a enfadarse, la misión no era facil y encima por culpa de unas decisiones erroneas se había complicado. Y no había podido hablar con Eva....y la echaba mucho de menos.

Masha

30/01/2010 21:53:33

Eva había pasado todo el día buscando a Laura sin dar con ella. Tenía hambre, le rugían las tripas, hacía mal tiempo, todo estaba embarrado y la pequeña había resbalado y dado con sus huesos en la tierra mojada. Como resultado todo su vestido, la cara y la muñeca Mila habían acabado llenos de mugre. Tenía una rodilla magullada y se había raspado la barbilla por el lado izquierdo. Le dolía mucho, pero había decidido no llorar. Tenía que encontrar a Laura enseguida, quizás ella la curara y le diera un beso para que se le pasara todo. Mordiendose los labios, logró entrar en la posada y casi chocó con un hombre alto, moreno y cubierto con una capa negra.

Le resultaba en cierto modo familiar, pero no sabía por qué.
-¿Te has perdido, renacuaja? Aquí no hay niños con los que jugar. -Espetó el hombre.
-Ya. -Eva sorbió por la nariz mirando hacia arriba.
-¿No tienes padres a los que ir a llorarles? -El desconocido se la quedó mirando unos instantes y se volvió para tomar asiento junto a una mesa, donde le esperaba una jarra de cerveza.
La pequeña sollozó y dejó escapar una lágrima que resbaló por su mejilla izquierda hacia la herida. Se sintió la cara arder y ahogó a duras penas un gemido.
-Este lugar está para beber cuando se quiere llorar, no para llorar y ya está. Y no creo que tengas edad para beber aún. -El hombreo dio un trago sin mirar a la niña.
Eva apretó los puños y se acercó al desconocido.
-Mi mamá está en el país de las hadas.
-En el país de las hadas... ya...
-¡¡Está muerta!! -Exclamó y descargó un puñetazo con la mano libre en el brazo de su interlocutor, pero se hizo más daño ella que otra cosa.
-Espera... ¿No eres la cría de Ámbar? La que iba con Laura... También te vi con las Davis en Arion...Hmph. ¿Y qué haces aquí?
-No lo sé. -Murmuró Eva y bajó la mirada. Busco a Laura.
-Te llevan de un lado a otro, ¿eh?.-Dijo el hombre con una sonrisa sarcástica.-No debes tener muchos amigos, no te dan tiempo. ¿Y a qué aspiras? Si se puede saber. ¿O vas a dejar que sigan tratándote como a una maleta?
-Laura me quiere. Y yo quiero ser pastelera, haré los pasteles de canela y limón más ricos del mundo.
-Con que pastelera...-El desconocido pareció saborear las palabras. -Algo muy... ¿Aburrido? Estás rodeada de gente que empuña armas y lucha... ¿Y quieres ser pastelera?
-Yo no quiero luchar. -Aseguró Eva. -Cuando la gente lleva espadas, le hacen pupa y se muere. Pero cuando le dan pasteles, se los come muy contenta y sonríe.
-Dicen que la mayoría se queda por debajo de lo que sueña de pequeño...Así que a saber qué hay debajo de pastelera, putas y sacerdotisas de Tymora, poco más.
-No eres una buena persona. -Dijo la pequeña mientras se aferraba con más fuerza a Mila. -¿Cómo te llamas?
-James Dubrow, niña.
-Yo soy Eva.
[...]
-No sé quién es mi papá. -Eva frunció el ceño. -Así que los hombres también engañan a las mujeres. Mi mamá decía que yo nací de una flor, pero ahora sé que hacen falta una mamá y un papá para que haya una Eva.
-No lo creo, niña... Seguramente violaron a tu madre, o algo parecido. O tal vez un desliz la hizo dejar la calle, quién sabe. ¿Lo sabes tú? Yo tampoco... Y no me importa un maldito carajo. -James dio un trago de su segunda jarra de cerveza y dejó pasar unos segundos antes de hablar.-Que te vayas a molestar a otro.
-Eres raro. -Eva asintió y se giró. -Algún día te daré un pastel, cuando dejes de ser raro y malo.
[...]

Eva salió de la posada y se acercó a uno de los tenderetes de fruta del mercado. El estómago le hacía ruido por el hambre, pero no tenía dinero ni forma de conseguir comida. Se asomó a uno de los puestos para decirle los nombres de las frutas a Mila, cuando James salió de la posada y volvió a acercarse a ella.

-¿De verdad crees que esa muñeca es tu amiga?
-Es mi amiga. -Asintió Eva.
-Es un trapo con botones.
-Yo al menos tengo a Mila, tú seguro que no tienes amigos ni de trapo y botones. -La pequeña giró sobre los talones y se sentó apoyando la espalda en el puesto de frutas.
James compró un par de manzanas y tiró una al regazo de Eva.
-Que no te quiera nadie no es excusa para que te dejen morir de hambre.-Dijo mirándola.
Eva dio un respingo y se quedó mirando la manzana. Tenía mucha hambre, pero le bastó fuerza de voluntad para no aceptar limosna de aquel hombre tan desagradable.
-No la necesito. -Murmuró sin apartar la mirada de la fruta.
James se encogió de hombros y tendió la mano lentamente hacia la manzana. Eva a su vez, haciendo acopio de todo su orgullo, la cogió para tendersela. Tenía el brazo extendido, pero le temblaba mucho y clavaba con fuerza los dedos en su posible comida. El hombre finalmente se la cogió, la tiró al suelo y la chafó con la bota. La niña cerró los ojos como si le acabaran de dar un golpe y el estómago le rugió con fuerza.

-Mala suerte... ¿Tú crees en la suerte?
-La suerte se tiene o no se tiene. Los idiotas como tú seguro que tienen una mierda de suerte. -Gruñó Eva sacando a relucir todo su arsenal de palabrotas.
-Quien no tiene suerte envidia a los que sí la tienen... Y llega un momento en el que les odia. Si tuvieras suerte, ¿tendrías otra manzana?
-Tendría otra manzana si quisiera otra manzana. ¡¡No necesito que me la de nadie!! ¡¡Y menos un tonto del bote malo y raro como tú!!
-Pues tus tripas parece que opinan lo contrario. -James rio.-Sólo te lo digo otra vez más... ¿Quieres comer, o no?
Eva miró al suelo, a los trozos de manzana y el jugo que se escapaba de ellos, y el hambre le apretó con tanta fuerza que no pudo más que agachar la cabeza y asentir despacio.
James le dio la espalda y echó a andar hacia el castillo, riendo. -Mala suerte.-Dijo mientras se alejaba entre carcajadas.

Mala suerte....

Eva se quedó ahí sentada. Las palabras retumbaban con fuerza en su cabeza. Al fin las nubes se rompieron y comenzó a llover de nuevo, todos corrían a su alrededor para refugiarse; pero ella seguía ahí, sin sentir apenas el hambre. Un hombre se acercó a ella.
-¿Qué haces ahí tirada y sola, criatura?
-Tener mala suerte.

Masha

13/02/2010 22:09:20

[...]

-GUONAAAAAAAAAA
La pequeña Eva miró extrañada al mediano. La había amenazado con irse y dejarla sola, pero había cedido cuando la niña había echado a correr en su busca.
-Mira, ahora tú tienes que gritar "shakme". ¿Vale? A ver, prueba. ¡¡¡GUONAAAAAAAAAAAA!!!
Eva sonrió divertida y se llenó los pulmones de aire antes de gritar.
-¡¡¡SHAKMEEEEEEEEEEE!!!...-Dejó escapar hasta el último gramo de oxígeno y echó a reír. -Ay, ay. Pero, ¿qué es?
-No se lo digas a nadie, ¿vale? -Dijo el mediano bajando la voz. -Pero cuando te sientas triste y sola tienes que gritarlo y te sentirás mejor, o a lo mejor te oigo yo o uno de mis amigos, te responde y viene corriendo a tu lado. Mira, quien sepa esto es de fiar.

Eva miró sonriente a su nuevo amigo. Al principio había despertado su desconfianza, pero había sido amable con ella y le hizo un juego con dos monedas. Además, ¡sabía desaparecer sin más! Seguro que algún día le enseñaría, seguro. Después de aprender la "contraseña", ambos corrieron por las murallas de Berrion gritando a pleno pulmón y huyendo de los guardias. Hacia tiempo que la niña no se divertía tanto.

-Bueno, me tengo que ir.-Dijo el mediano tras bajar a zancadas de las murallas.
-¿Volverás pronto? ¿Me lo prometes?
-Volveré pronto. Soy bajito, ¿no? Ya sabes, no soy como la gente mayor.
Eva asintió y sonrió levemente. Finalmente, el mediano le dio la espalda y echó a correr. Lástima que a los cinco metros se cayera de bruces.
-¡¡AU!! Que caída más tonta, tú.
La niña aguantó una risita.
-¿¿Cómo te llamas??
-Gludar. ¿Y tú?
-Eva. Y mi muñeca se llama Mila.
-Un placer, milady Mila. ¡Adiós!

[...]


2 días después...

[...]

-¿No podemos volver a Puerta de Baldur? -Preguntó Eva.
Laura se limitó a negar con la cabeza. Ambas estaban en el interior del castillo de Berrion, en un rincón de la sala de audiencias, vacía en aquel momento.
-¿Por qué no?
-Fue destruida.
-Pero se puede reconstruir.
-No, no se puede.
-¿Por qué no?
- ... Fue engullida por el mar.
-... ¡Pero se puede reconstruir! En otro lugar, al lado de donde estaba antes.
-No se puede. La mayoría de los planos desaparecieron.
-Pero podemos preguntar a la gente. Seguro que se acuerdan y... y trocito a trocito volveremos a reconstruirlo.
-Eva... Con que falte un trozo de cimientos, el edificio ya se cae. No podemos volver a Puerta de Baldur.
La pequeña temblaba de rabia. Le ardían los ojos de lágrimas, pero se limitó a darle la espalda a Laura y echar a andar a zancadas fuera del castillo. Estaba nerviosa, asustada, furiosa... Después de atravesar tres o cuatro salas ya no sabía a dónde debía girar, se había perdido. Miró hacia atrás y vio que Laura la seguía.

-¡¡Yo la reconstruiré!!
-Eso no es posible. Yo te puedo enseñar a hacer pan si quieres, para que seas pastelera.
-¡¡Me da igual!! ¡¡Yo quiero reconstruir Baldur!!
Laura se arrodilló delante de la niña, que ya había empezado a llorar.
-¡¡Haré que se vaya el mar!! -Gritó Eva presa del llanto. -¡¡Haré que se vaya!!
-Pero eso no es posible, eso sería un milagro.
-¡¡Pues yo haré que ocurra un milagro!!
-Si eso ocurriese, yo te ayudaría a reconstruirla.

[...]


[i:8b76091cea]Laura se irá a buscar a su abuela. Quiere saber cosas de su mamá... Yo me quedaré aquí, y Wyrd cuidará de mi. Tengo ganas de estar con él y volvar, volar mucho y muy alto. Sólo espero que Laura no tarde en volver, tengo tanto miedo...

¿Y si a mi mamá le hicieron daño?[/i:8b76091cea]

Masha

25/05/2010 21:36:22

Eva salió de la posada de Berrion con una moneda sujeta con fuerza en sus manos, contra el pecho. Miró hacia los lados, inquieta, decidiendo a dónde ir a continuación.

Desde hacía algunos días, las cosas estaban cambiando demasiado rápido para su gusto. Laura había regresado de su viaje, y con ella su extraño aspecto, su tía "cuentohistoriasdemiedoaniñaspequeñas" y la nefasta confirmación de la muerte de Earar.

Al oír la posibilidad del fallecimiento del Duque, Eva se creyó enloquecer. Desde esa noche, la muerte era una nota constante y obsesiva en su mente. No pensaba en ella, pero la muerte de su madre, las muertes de Puerta de Baldur y ahora la del elfo martilleaban su mente incansablemente. Y ahora, la conversación con Izan parecía ser la desembocadura de todo aquel remolino de pensamientos.

Finalmente suspiró y decidió ir a buscar a Wyrd. El semidragón se había convertido en un buen amigo para ella durante la ausencia de sus cuidadores. Ya no le impactaba tanto como al principio y todos los días se había preocupado de ir a buscarla por las mañanas, pasar el día con ella y devolverla al anochecer al Castillo. Le había hablado de Bahamut, de dioses, del bien y del mal y de lo peligroso de los dragones cromáticos y aquellos hombres que intentaban imitarlos.

Eva cerró los ojos con fuerza y apretó la moneda hasta dejarse los nudillos blancos. Se mordió los labios y elevó una silenciosa plegaria tal y como un día ya perdido en el tiempo le había enseñado a hacer un desconocido. No le importaba si los dioses existían, si rezaba a Bahamut o al dios oscuro cuyo nombre nunca había conocido. Sólo quería que su madre la oyese y le ayudase.

[i:bf243dacb2]..."Crece y hazte fuerte"...
...Creceré y podré ir a buscarle, aunque sea muy peligroso. Me ayudará a volver a ver a mi mamá y yo le curaré el resfriado. [/i:bf243dacb2]

Masha

04/09/2010 19:40:02

Con el paso de los días, desde los ataques de los dragones a Berrion, la pequeña Eva se debaja ver cada vez menos dentro de las murallas de la ciudad. Permanecía durante horas sentada debajo del gran olmo que coronaba los alrededores del camino hacia el ducado. De día y de noche, con cualquier tiempo.

Sólo permanecía allí. A veces las raíces estaban cubiertas de flores que ella llevaba. A veces de lágrimas. A veces, de pergaminos arrugados con rabia en los que había sido dibujado el rostro de una mujer.

Cuanto más crecía más se repetía la pregunta de... ¿por qué estaba ella allí? ¿Qué sentido tenía ella sin su madre? ¿Una broma cruel...? Cuando no había nadie a su alrededor y su desesperación llegaba a desbordarla simplemente se acercaba al acantilado de las murallas y miraba hacia abajo como si esperase algo. Día tras día.

Inspira, expira... Dime todas tus dudas... Todo el mundo sufre igual. Inspira, expira... Muevete, cae. Si todo el mundo se va, yo me quedaré... Tiras y empujas, y caes... Pero yo no te dejaré ir. Sigue habiendo luz en tus ojos... Aguanta, aguanta otra noche más... Mañana volverá a salir el sol.

Suspiró mientras tiraba otro dibujo que no acababa de satisfacer el recuerdo de su madre. Mara... Eva cerró despacio los ojos y se hizo un ovillo al amparo del viejo olmo. Ojalá Mila algún día cobrase vida y fuera su amiga de verdad.