Cloudalbert19/03/2005 03:21:46Entonces el elfo de argénteo cabello miró hacia el cielo una vez más, y vio la negra noche, vio las danzantes estrellas que brillaban incansables en la nocturna bóveda, y vio la Luna. Allí estaba ella, majestuosa, sutil, invitando a todo el mundo a mirarla, misteriosa y sugerente como nunca la había visto, y aquella noche el anhelo de tocar fue mas fuerte que nunca, la necesidad de honrar a la Dama de Plata con su música se hizo prácticamente vital, pero Luzdeluna se reprimió.Esperó, como todo ser vivo aquella mágica noche, aquel solsticio de verano, en que la misma magia que fluyó eones atrás por la tierra podía sentirse en el aire, acariciándolo todo con su suave y sobrecogedor tacto. Esperó a que el orbe plateado se recortara por completo contra el cielo en el horizonte. Como esperó el lobo, mirando con devoción al cielo estrellado. Como esperó el zorro, que dejó escapar el conejo que perseguía mientras la Dama Luna acababa de emerger . Como esperó la lechuza, a punto de emprender el vuelo. Y la Luna salió. Y el lobo aulló, entonando su melodía de amor a Selune, un canto que encontró respuesta una y otra vez aquella noche en cada lobo del bosque. Y el zorro inclinó la cabeza reverente, y la lechuza aguardó en respetuoso silencio. El elfo cerró los ojos y dejó que el siempre cambiante viento acariciara sus oídos con la música de su susurro, y los árboles, plantas, animales y riachuelos de alrededor formaron el coro de aquella melodía, una melodía que a oídos de Luzde se presentaba la más triste que nunca nadie compuso. Finalmente, sin aguantar, se llevó la elaborada flauta a los labios y tocó para los mismísimos dioses, pues ni siquiera ellos podían resistirse a semejante concierto. Así pasó la noche, con toda la vida del bosque unida en hermosa y melancólica canción, una canción de eternidad, un himno a la mística belleza que presidía el cielo, acariciando anhelante con sus notas el firmamento, elevándose ansiosa hacia su fuente de inspiración. Cuando el elfo acabó de tocar, los últimos acordes apenas un sutil susurro al oído de su amada, abrió los ojos,y la Luna seguía allí, mas grande que nunca, radiando un sugerente brillo que la hacía parecer tan próxima que Luzde pensó que si cerraba los ojos y se adelantaba, podría incluso besarla, pensó que la misma Selune le ofrecía sus divinos labios, pero no lo hizo. Con gesto resignado, metió sus ropas del color de la noche, sus instrumentos y un trozo de pergamino con su nombre en un pequeño fardo, y cavando con las propias manos, lo enterró en la fría tierra. Luego se echó la capucha por encima, se arrebujó en la negra capa, y marchó dando la espalda a los últimos rayos de luna que lo llamaban desesperados, que le rogaban que volviera. Mas no fue así. Luzdeluna había muerto. |