magma

17/10/2007 21:34:29

Ya se cumplían dos años desde que ocurrió la desgracia que arrastraba a Lyan al desquiciamiento. Pues a pesar de sus esfuerzos y su paciencia Hash seguía bajo la influencia de aquella poderosa súcubo, privado del deseo carnal hacia cualquiera que no perteneciese a esa clase de demonio.

Todavía solía mirarse ese dedo desnudo que en tiempos lució un hermoso anillo élfico de compromiso, y no podía eludir la certeza de su condición humana y de cómo el paso del tiempo repercutiría en ella. Pretender que una guerrera joven se limitase a esperar a que el tiempo le devolviese su amor era, simplemente, pretender demasiado.

Ella, que creía haber penetrado en el mismísimo infierno para rescatar al elfo de su vida, que había buscado y derrotado todo demonio posible, había descubierto que para conseguir su fin necesitaba un arcano poderoso, valiente y dispuesto. Pero fueron tantos los que animaron sus esperanzas para después desparecer… para Lyan los arcanos eran de palabra dudosa.

Un buen día descubrió que en las distintas ciudades se habían dispuesto unos tablones donde lucir distintos anuncios y que las gentes incluso los leían. Desoyendo a sus amigos más cercanos por primera vez en su vida se lanzó a por todas y colgó su propio mensaje, buscando al más poderoso entre todos.

Pocos días más tarde se cruzó en su camino un joven arcano que decía llamarse Mugh, y declaró estar dispuesto a ayudarle. Salieron de la ciudad, descubriendo al curioso elfo Hash en el desierto. Aprovechando la coincidencia se volvieron los dos invisibles y Mugh creó frente a Hash la ilusió de una súcubo. Con esto pretendían poner a prueba al elfo y ver con sus propios ojos la reacción de este. Hash no se abalanzó ardoroso a los brazos del demonio, pero tampoco reunía las suficientes fuerzas para atacarle. Los nervios y el sudor frío iban devorando al joven elfo durante su visión.

Lyan se convenció de que había que matar a la súcubo que había “mentido” a su amado. Una vez ella hubiese desaparecido Hash recobraría su normalidad y quizás le ofreciese el anillo que ella le devolvió pidiéndole que se lo volviese a entregar cuando fuese digna. Esa era su esperanza, que bajo toda esa hechicería el corazón de Hash siguiese amándola como antes. Era consciente del alto porcentaje en las posibilidades de morir ante un ser tan poderoso como el que Hash le había descrito, pero quizás fuese mejor morir intentándolo que dejarse mecer por los días que le arrastraban a la locura.

Transcurridos un par de días su anuncio en la ciudad de Calimport se encontraba contestado de un modo directo y misterioso. No decía ser un gran “tiraluces” pero se presentaba como un experto en demonios y diablos, parecía el hombre idóneo. ¿Pero cómo podría encontrar ella a ese tal Chric? La suerte volvió a sonreirle, pues mientras ella pensaba en el aspecto que debía ofrecer un cazademonios el nombre de Chric brotó de los labios de un enano que intentaba comerciar con un hombre. En cuanto el hombre se alejó Lyan corrió al enano para preguntarle a cerca del tal Chric. El enano señaló al hombre que se alejaba y Lyan corrió a “cazarlo” antes de que escapase de su vista. Tal era su ímpetu que lo cogió de la capa por la espalda sin previo aviso. Sí que detuvo al hombre, pero también rompió su manto mágico. No era un buen comienzo y Lyan no lo solucionó precisamente, pues intentó dejar patente que el único culpable de la destroza era el propio Chric, “no haber tirado para soltarte”. La testarudez y bastas formas le costaron una maldición a la joven humana de pocas luces. Fue un rato más tarde cuando Chric se cansó de que ella le siguiese de cerca por toda la ciudad cuándo finalmente Lyan se presentó y hablaron de “negocios”. Debían reunir información a cera de los súcubos, evidentemente Lyan no tenía muy claro qué era un súcubo , hasta pocos días antes para ella era el nombre propio de una elfa malvada y mentirosa.

Partió a Vado de la Daga con su maldición a cuestas, se sentía muy pesada y torpe, pero lo achacó a la extraña lluvia contínua del desierto. En Vado esperaba encontrar alguna pista de cómo derrotar a su enemiga por hecho y por derecho. Fue allí donde conoció a Veraf, un joven hechicero ávido de aventuras y conocimientos, y porque no decirlo también de alcohol pocos minutos después de conocerse, pues ella estaba allí con una chica que buscaba hombres porque le gustaban y también le gustaba la cerveza de su petaca “¿qué es una noche sin calor humano?” Vieron el amanecer todos juntos, su amiga amiga de los hombres, Veraf, Lyan y las cervezas. Y fue poco más tarde cuando nuestra chica llegó a la conclusión de que su pesadez y torpeza no podían ser debidas a la lluvia, tampoco a una cena pesada, sólo podía ser una cosa, la capa. Hizo cargar a Veraf con su capa y así fue como el chico dedujo que Lyan debía estar enferma y la llevó a que la visitase un clérigo. El clérigo no pudo curarla aunque les manifestó que se trataba de una maldición. Viajaron allí donde los milagros se hacen posibles, al Lourdes de Faerun, Fuerte Liam. El agua de la fuente devolvió a la guerrera a su estado normal y Veraf tras escuchar su historia se ofreció a contribuir a la causa.

Ya eran cuatro, pero a la primera reunión solo pudieron asistir tres. Chric puso al día de las diferencias entre diablo y demonio a los dos jóvenes, Veraf y Lyan. Ella, al no ser muy avispada, confundió un poco algunas cosas, pero el siguiente paso a dar sí lo aprendió bien, debía lograr que Hash le revelase el nombre de la súcubo que les había cambiado la vida.

joanmi84

18/10/2007 21:13:26

Cantos lejanos de los pequeños habitantes de la arboleda anunciaban el inicio de un nuevo sol, caliente, distante y imperecedero. Virtudes que atribuia el elfo a ese astro que tanto habia anhelado cuando se encontraba en algun extraña cueva o en ciudades ocultas de toda luz, protegidas por la roca y el hierro.

El elfo aun no tenia aun 200 años, pero su corazon parecia cansado, viejo y dormido.
Su estado solo habia hecho que empeorar en los ultimos 2 años, pero lo habia hecho muy lentamente y sobretodo, en silencio. Silencio exigido por él mismo, y que le habia llevado al exilio, donde solo le esperó la solitud y los murmullos. Voces en su cabeza que pronto se convertirian en sus mismas palabras y que eran el triste recuerdo de su vida pasada. Rezos, recuerdos y deseos se mezclaban con curiosa sintonia que hacian menos pesada la carga para el elfo.

Sus excursiones hacia las tierras del sud eran poco frecuentes, solo esperando encontrar a esos seres cuyos nombres pasaban por su cabeza. ( Lyan, Willhelm, Veria, Gabriel, Earanil, Jame, Claudia, Alaynne, Nhys...). No tenia la esperanza de encontrar a muchos de ellos con vida, aunque habia un nombre entre todos ellos que le producia una extraña sensación de tristeza y perdida.

Lyan...ahora recordaba, lloraba por algo que creia perdido, olvidado, aunque este sentimiento era frio y confuso pues no habia el lamento de sentir que aun la deseaba.

Un capricho del destino hizo que en un mismo dia volvieran a su vida la causa y el efecto, el deseo y el rechazo, pues una sucubo apareció delante del camino. No era ese el ser con que hash firmó el pacto, pero aun asi era terriblemente abrumadora su presencia. Sudado y tembloroso luchaba porque el deseo no cegara su certera punteria con el arco y a la vez dominar su cabeza ansiosa de caer bajo la hechizadora mirada de esa criatura. La lucha en su cabeza fue intensa hasta que la criatura se desvanecio. Era ella una enviada de su deseosa y a la vez odiada criatura? Era solo obra de un azar inoportuno¿? Preguntas sin respuesta lograron minar aun mas la voluntad del elfo y librarle de cualquier esperanza....

....minutos mas tarde apareció la figura de dos humanos, un arcano desconocido y una guerrera de pose altiva pero de mirada fragil, cansada y triste. Reconoció a Lyan al momento, su amor prohibido des de hacia 2 años, ahora tan lejos de sus labios y de sus brazos, polvorientos y desnudos.

Ahora su mente se encontraba dividida, como habia sucedido con ese mismo dia, el deseo o el amor prohibido.

Pasaron los dias como lo habian hecho todos y cada uno de ellos durantes los ultimos dos años, lentos y sobretodo solos para el arquero.
Solo de vez en cuando iba en busca de Lyan para encontrar respuestas y quizas la estupida idea de que su extraña maldicion se desvaneceria sin hacer ruido. Pare ello intentaba mostrarse alegre y sin temores a los ojos de esa humana, procurando pasar largos ratos con ella.... con lentas miradas que a su paso ofrecian mensajes que el musitar de sus labios resultaban innecesarios.

Los murmuros continuaron siendo su fuente de entretenimiento diario, rezando,recordando y deseando, pero no todas las palabras salian a la luz a traves de sus finos labios, pues habia crecido dentro de él una extraña sensación, una voz distinta que clamaba por la atención absoluta....

MenelvagorII

18/10/2007 23:38:50

//perdonar.. pero no me puedo resistir...¿para qué ver gran hermano? ¿para qué comprarse el HOLA? sí aqui lo tenemos todo... sí esque no somos antisociales, somos tan sociales que creamos amorios más apasionantes que tooos esos!!! lo siento!! con esto trato de decir que muy bien, que me han gustado mucho los dos:D un saludo chicos//

magma

18/11/2007 21:46:34

Los nervios apenas sí dejaban paso a los sueños. Tan pronto despuntase el sol debería emprender el camino en busca de Hash. Esperaba que su fiel corcel, Rayo, estuviese bien atendido, pues el viaje iba a ser largo y seguramente repleto de peligros. Siempre había bandidos aguardando algún incauto, y Lyan desde luego lo era, le gustaba cantar a gritos en sus desplazamientos diurnos, incluso cuando su única compañía era el caballo. Sin embargo no eran los bandidos ni los apestosos orcos quienes le preocupaban, resultaban más temibles los osos o los lobos. En el caso de cruzarse con alguno y violentarlo deberían ser más rápidos que el animal en su huida, si Rayo se viese alcanzado se encontraría solo en una lucha de coces y mordiscos, pues Lyan había hecho la promesa de no matar animales y la cumplía tan a raja tabla que había llegado a peligrar su vida.

La tenue luz fría de las primeras horas de la mañana se colaba tímidamente por la ventana de aquella habitación en la que tantos habían dormido. Saltó de la cama de un brinco, pues una guerrera no teme al frío ni sucumbe a la pereza. Recogió su cabello en una coleta y se dispuso a los últimos preparativos. Agua, algún vívere resistente… sin olvidar su petaca rellena de ron. Así fue llenando las alforjas que cubrían parcialmente la poderosa grupa de Rayo. Ajustó la armadura a su cuerpecillo y dispuso el arco, la espada, el escudo y el yelmo de modo que fuesen fácilmente accesibles. Tras eso emprendieron el camino a la ciudad del desierto.

Los días nacían y morían uno tras otro, incesantes, como un reloj. Atrás había quedado ya la ciudad de Puerta de Baldur. El sudor y la sangre seca formaban parte de los dos, pero una guerrera no deja que le derrote ni el cansancio ni el desánimo. Siguiendo el camino de comercio en dirección a Calimport se llegaba al cruce en el que el camino se adentraba en el bosque de Wéldazh, allí se alzaba majestuosa la pasarela de los elfos en la que había sido tan feliz junto a su amado. Se detuvo allí un instante, la melancolía brotaba por cada poro de su piel. De pronto una voz la sacó de sus pensamientos, era la voz de Hash… se sintió afortunada al encontrarle. Tras jugar un poco a engañar al elfo y a poner a prueba si aun sentía algo por ella decidió ir al grano. Con su sutileza característica la mujer le pidió al elfo que si alguna vez la había amado, si aun sentía algo por ella… le diese el nombre de la súcubo. Hash no estaba seguro de recordar el nombre, y apelando a la cautela insinuó que ese nombre era impronunciable, y que era mejor que así fuese, pues ella podría oírle y acudir. Lyan extrajo de sus pertenencias una pluma y un diario ajeno al suyo, el cual utilizaba sin ningún respeto para tomar anotaciones propias. Le pasó al elfo las dos cosas para que él pudiese escribir el nombre de la maldita. De paso no se le olvidaría, pensó ella.

Había alcanzado el primer objetivo con éxito, y tras una mirada llena de ternura y el miedo de ser la última que pudiese proporcionar al joven elfo de ojos cristalinos y cabellos de luna musitó un último deseo antes de partir, pasar esa noche juntos, durmiendo en la casa de Hash abrazados, así esperaba poder creer durante unas horas que todo había sido una pesadilla. El elfo accedió, aunque no sucedería nada más que un descanso compartido y el calor del uno junto al del otro. Aquella fue la noche más terriblemente dulce que Lyan había tenido, el despido silencioso, un adiós consecuente.

La mañana provocó el canto de los pájaros, y con el señalaban la hora de partir. Lyan debía reunirse de nuevo con sus compañeros para dar otro paso más hacia una muerte segura, solo esperaba que esa muerte fuese la de la malvada súcubo. Así, sin despedirse de aquel a quien siempre amaría, partió sin mirar atrás, no debía mirar atrás, temía ser derrotada por un llanto que no podía permitirse.

magma

13/12/2007 23:04:19

¿Cuánto tiempo había transcurrido ya? ¿Días?, ¿quizá meses? Había perdido la cuenta de las veces que se había desplazado desde Vado de la daga hasta Calimport, pasando por Puerta de Baldur. Tantas cosas habían sucedido ya… Recordaba haber conocido a Veraf una noche en la bella ciudad de Vado de la Daga, antes de que esta fuese acechada por el temible dragón conocido como “el usurpador”. Antes de que sus gentes se viesen afectadas por aquella extraña plaga y obligadas a abandonar sus casas. Mucho antes de que la ciudad en la que había descubierto el dulce sabor del chocolate fuese destruida para siempre. Y en todo ese tiempo solo parecía haberse visto beneficiada por una terrible ventaja… El camino a recorrer se hacia más corto, de Calimport a Puerta de Baldur.

Incesante buscaba señales de aquellos tres que reavivaron sus esperanzas, que alimentaron sus sueños de un futuro común con Hash. Incesante y sin resultados. ¿Dónde estaba Mugh? ¿Dónde Chric? ¿Habría muerto Veraf víctima de la plaga en Vado o a causa de la guerra? ¿Acaso se habían burlado de ella y la habían abandonado? Esta última era su duda más terrible.

La tristeza, la depresión, la soledad, la desesperanza y la locura iban corrompiendo todo su ser hasta calarle el alma ¿cuánto podría soportar? Pero era una guerrera, y las guerreras no deben rendirse jamás, sería un deshonor… por esta única razón siguió viajando de una ciudad a otra, esta vez dejaría un mensaje en cada “tabla de madera” y esperaría una respuesta que leer a su vuelta, era la última oportunidad. Si todo cayese en el olvido… daría por supuesto que aquellos en quien confió de nuevo le habían fallado. Necesitaba un “tiraluces”, sin duda, pero si no colaboraban a las buenas estaba dispuesta a lograrlo por las malas.

Siguió viajando al sur, atravesando el vasto desierto, yermo, ardiente en el día, helado en la noche, despiadado y lleno de peligros. Nada importaba ¿qué sentido tiene la vida de una guerrera que no puede siquiera comenzar su lucha? Rayo era el único que no la abandonaría ya. Recordó a su maestro Fibrizzo, si él estuviese no habría dudado un instante en acompañarla y derrotar juntos a esa bestia pechugona. Earyl, el cazador de estrellas, seguro que sabía como llegar hasta esa buscona y como vencerle. Incluso Vicon, que a pesar de haber sido arrastrado a la locura más absoluta no habría fallado a Lyan, como ella jamás abandonaba su recuerdo. Wilhelm, el héroe, seguro que podía derrotar a la súcubo de mirada hechizadora con solo pestañear. Pero todos ellos estaban lejos, algunos en “el país de las hadas buenas” a donde Lyan les hacia llegar flores al menos una vez por semana. Estaba sola, no quedaba nadie, tan solo esos pasos que repetía una y otra vez en busca de una respuesta, en busca de un avance en su historia, pero que jamás hallaba.

Al fin se erguía ante ella la ciudad calishita, con la brisa de medio día golpeando su rostro cansado y polvoriento. Desmontó y dejó a Rayo a los cuidados del ganadero, bien merecía un descanso y agua fresca. Ella, mientras tanto, se acercó al tablón de anuncios con su corazón hecho un puño ¿acaso habría algo para ella? Pero la realidad es dura y directa, y no había cambiado nada en absoluto. Tozuda mandó colgar otro mensaje, el último de los mensajes en esa ciudad, donde recalcaba su búsqueda de Mugh, Chric y Veraf. Tras esto fue a la posada, se lavó y descansó como una persona civilizada. El gallo cantó, Lyan despertó, se colocó su armadura y consultó de nuevo el tablón. Nada. Silbó y Rayo saltó escapando de la comodidad que el ganadero le otorgaba, pues debían retomar su viaje de nuevo, ahora a Puerta de Baldur y donde quisiese que hubiese una “tabla de madera” allí colgaría ella su desesperado y desesperanzado anuncio.

Jame, en el camino estaba Jame junto a otra cara conocida, Ohr. Buscaban una piel, y Lyan, conservando aun su generosidad y su carácter voluntarioso decidió acompañarles, luego irían juntos a Baldur. Alguna estrella debió brillar para recompensar la bondad de nuestra guerrera, porque de pronto, desde el final del camino que alcanzaba su vista, se acercaron varios hombres, y entre ellos… ¡Tempus! Se hacía presente justo después de haber derrotado Lyan y sus amigos a unos aberrantes gigantes, con gracia y honor, una batalla limpia, y así mostraba su agrado Tempus, cabalgando su corcel blanco de crines de fuego, con herraduras de oro y pezuñas ardientes, capaces de volar o hacer arder la hierva. De ojos llenos de valor y coraje, que solo con mirarlos provocaban que un sentimiento de plenitud y respeto invadiese tu ser. Tempus en persona, no su brazo ni su pierna… todo el. Lyan se sintió abrumada, desbordada, radiante de felicidad, esperanza y gratitud. Tempus… si lograba que él la escuchase… Pero todos los allí presentes desconocían su verdadera identidad, ingratos… , y le llamaban por un nombre propio de cualquier humano. Estaba claro que el admirable dios había descendido de incógnito, pero Lyan, una guerrera, le reconocía. ¿Cómo podía ser discreta y pedirle una audiencia? Si Tempus le ayudaba, si estaba a su lado, no podía perder, ya no necesitaría “tiraluces” tramposos.

La humana extrajo de sus alforjas el diario de un viajero, lo había recogido de entre las cosas del desconocido que yacía muerto, él ya no lo iba a necesitar. Cogió un carboncillo entre sus dedos, se mordió el labio y escribió un mensaje en una hoja. “Hola, soy Lyan.. pero tú ya lo sabes. Necesito hablar contigo … y si quieres.. seré tu amante” ¿Qué más podía ofrecerle a un dios? Había conocido muchos amantes de Mystra. Arrancó la hoja y la dobló tantas veces como el papel le permitió, luego se acercó al dios y se lo entregó. Mientras Lyan esperaba la respuesta, vio como el jinete del corcel de fuego se hacia el despistado, seguramente no esperaba que alguien le reconociese. Pero al final se acercó a ella, y tras hablar un poco le dijo que esperaba verla a las afueras de Baldur, junto a los refugiados de Vado de la Daga.

De nuevo una sonrisa se dibujaba en el rostro de Lyan, sentía que ya tenía la batalla ganada y con ella la guerra. Nadie, por muy demonio que fuese, por muy malvada y mentirosa, por muy tramposa… nadie, nadie podía derrotar a un dios, aún menos a Tempus.