perejil

30/10/2007 00:11:06

El ataque a la ciudad de Vado de la Daga aun no había terminado del todo y notó que algo en su interior se movia... no sabía con certeza que era, pero tenía una ligera idea.

Salió corriendo del lugar, pues si sus sospechas eran ciertas, las cosas no irían bien, y menos en ese momento. Y fue una buena elección, aun no había llegado al que pretendía sería su escondite cuando el mundo cambio: todo se hacía un poco más pequeño, ¿O era ella quien crecia?
Su mirada subjetiva decía que la primera opción era la correcta, pero su mente y corazón sabían que no era cierto. Sus músculos no dejaban de crecer y los huesos se sumaban a los cambios, pero el cambio más notable era el de su piel: sus diminutas escamas, hasta ahora casi imperceptibles, se convirtieron en una fortificación, parecida a las cotas de escamas que había portado haciendo honor a su nómbre élfico: Eo Wade (niña dragón) puesto por el sabio chamán de la tribu que lo había creado.

El recuerdo del pasado la llenaba de nostalgia, pero esta no menguaba el dolor que estos cambios creaban. Durante todo el proceso no dejó de repetirse que aquello había sido un error, que no valían la pena los beneficios, pero esto quedó borrado de su memoria en cuanto el proceso concluyó. Este sentimiento de rechazo fue rápidamente sustituido por uno de triunfo: lo había conseguido, había conseguido que la sangre de sus ancestros se impusiese ante la debil sangre élfica convirtiendose en un ser superior.

perejil

30/10/2007 00:23:45

Los dias habían pasado, y la reptiliana Eowade vagaba por los caminos, no sin dejar de encontrarse con viajeros que la trataban con miedo o rechazo. Algunos llegaban a amenazarla o intentaban tratarla con desprecio, pero a Eowade no la engañaban, lo que movia aquellas reacciones era la envidia, la envidia ante aquel ser que a todas luces era superior a ellos en todos los sentidos.

Los campesinos y los habitantes de las aldeas la miraban con miedo, y se escondian en sus casas, ninguno osaba a oponerse a que entrase en sus villas, pero había necesidades que sólo podían cubrirse en las ciudades, y tarde o temprano tendría que acudir a ellas. Calimport quedaba descartada, quedaba muy claro lo que pensaban de ellos en su legislación: No se admitian semidragones a no ser que pagasen el impuesto racial. Que retorcidos eran aquellos calishitas, sabían como retorcer aun más aquello que de por si ya era horrible: "No ser bien recibido en una ciudad" y lo hacían atacando al más común y conocido de todos los defectos de las sierpes y sus vástagos: la codicia. Ningún ser con sangre dragontina se desprendería de buen grado de parte de sus riquezas.

La segunda opción estaba más al norte, en Puerta de Baldurs, la ciudad dedicada al comercio seguramente tenía todas las papeletas para ser quien se atreviese a admitir entre sus muros a los mayores acumuladores de riquezas y coleccionistas de cosas de valor. Asi que hacia allí dirigió sus pasos, o zancadas.. o comoquiera que se llamase a aquello que realizan sus garras inferiores para desplazarse, lo importante es que se movía por tierra, y a cada paso se recordaba que si no volaba era porque su transformación aun no era completa.

La ciudad lo acogió bien, con miedo y reservas, pero nadie se opuso a su presencia allí ni mucho menos a que gastase allí sus monedas. Pero no encontró una de las cosas que para ella eran fundamentales: una buena tienda de flechas. Recordaba perfectamente donde había una que reunía sus requisitos, pero dadas las circunstancias no albergaba muchas esperanzas de que su presencia fuese bien recibida. Aunque se dijo que había que intentarlo, así que se dírigió hacia el norte, con la duda de que diría aquel tablón de leyes al respecto...

perejil

30/10/2007 00:34:05

Por fin llegó hasta el Vado de la Daga, y se detuvo en su puerta, allí estaba el cartel tal y como lo recordaba de sus anteriores viajes, así que hacia él se dirigió para ver lo que allí ponia. Fue revisando las diferentes lineas hasta encontrar algo referente a su raza, pero lo que encontró fue lo siguiente: "Las razas extrañas como semidragones, minotauros etc... no tienen restringido el acceso aunque los ciudadanos desconfiaran de ellos a no ser que se ganen una buena reputación"

Así que se adentró en la ciudad, dirigiendose antes que nada a la tienda que conocía, donde se aprovisionó de flechas, tantas que el comerciante le hizo un descuento, que dada la expresión con que la había recibido ya era mucho. Despues de esto se dio un paseo por la ciudad, parándose en el cartel de la plaza mayor, pero a mitad lectura empezaron a ir mal las cosas....

perejil

30/10/2007 18:50:58

Sus pensamientos fueron interrumpidos por las quejas de una mujer. En un principio decidió no hacer demasiado caso, ya se había acostumbrado a la envidia de los seres inferiores, pero estas se prolongaron demasiado, así que decidió girarse a ver que pasaba.

Allí había una mujer sin nada que destacar, una más en el conjunto de los que pertenecen a su triste especie. Esta afirmaba que estaba detenida y que debía acompañarla a los cuarteles de la guardia. Las casualidades de la vida, quisieron que esa mujer que antes iba sola, empezara a recibir visitas de todas las partes de la ciudad como si un silencioso grito de alarma hubiese sido emitido. Pero si esperaban tener una trifulca no la tuvieron, la descendiente de las sierpes no había acudido a la ciudad ocn ánimos de guerra, sólo buscaba flechas de calidad.

Los gusanos debieron quedar decepcionados ante la no hostilidad pues trataron de provocarla acusandola de mentir en las verdades más obvias o tratandola de confundirla. Pero ella no cayó en su juego, sabía perfectamente lo que trataban de hacer, y se dedicó a responder haciendo un alarde de calma.

El encierro fue precedido de un interrogatorio absurdo. No por las preguntas, sino porque no había intención de creer nada de lo que respondiese, ellos esperaban que afirmara ser siervo de alguien a quien o había visto jamás, ni siquiera de lejos, e insistían una y otra vez .
Aquellas acusaciones eran absurdas... tanto que rozaban el insulto, y a ella le costaba tragarse su orgullo, pero su piel podía depender de aquelo, aunque sus ácidos estomacales estaban creciendo fruto de los nervios. Aquellas mentes inferiores pretendían hacer ver que un descendiente de sierpes (como lo era el Usurpador) con su inteligencia superior, trataría de infiltrar a una sierpe de dos metros, con escamas de un rojo resplandecientes, que además aun no tenía alas para salir volando si se ponian feas las cosas, en vez de usar a uno de los innumerables humanos que servían devotamente a la némesis de los dioses, cuya apariencia pasaría desapercibida. Aquello demostraba que estaba en lo cierto: aquellos gusanos envidiosos sólo trataban de buscar un motivo para causarle dolor con tal de saciar su frustración.

perejil

30/10/2007 19:09:12

Realmente no tenía mucha queja de aquella celda, era más cómoda que muchos sitios en los que había dormitado últimamente, además tenía un aliciente... ratas. La semi-elfa les había tendido una trampa con parte de su ración, y las había rociado con su aliento en cuanto habían aparecido, aquello había dado sus frutos, un pedazo de carne seca (cuyos restos sobra decir que devoró igualmente) a cambio de tres ratas, dos de ellas bastante gorditas. Pero aun así continuaba con hambre, últimamente siempre la tenía, aun no se había acostumbrado a su tamaño actual y esto le requería mucha energia. Esto sin contar con toda la que podía almacenar para otros menesteres, como el uso de su aliento ítneo, o el uso de su sangre para imbuir flechas o lanzar pequeños conjuros.

Al hambre se le sumó el aburrimiento, y con este floreció un sentimiento que había nacido la tarde anterior: odiaba a aquella traicionera ciudad y a todos sus habitantes. La orgullosa criatura era incapaz de admitir un atropello de aquella magnitud hacia su persona. Este coctel de sentimientos: hambre, aburrimiento y odio, consiguieron lo que no habían conseguido los druidas, chamanes y sacerdotes del bosque en el que se había creado, Eowade rezó por primera vez, y lo hizo con sentimiento. Rezó a la némesis de los dioses para que enviara a alguien que les diese su merecido a esos pretenciosos paladines racistas y envidiosos. Rezó a la Dama oscura para los vándalos y ladrones hicieran suyas las calles y crearan el caos y la destrucción. Y rezó a la Reina dragón para que sus sierpes atacasen sin tregua aquella repugnante cloaca e hicieran que el terror se hiciese presa de los débiles corazones de aquellos humanos.

Tal era su delirio, que durante su ensueño soñó que el Usurpador (cuyo rostro no concía y tuvo que inventarse) aparecía en su celda, y tras él solo quedaban las ruinas de la ciudad, y ella se levantara justo a tiempo para oir como le decía "No toleramos las afrentas hacia nuestros hermanos.". Despues de esto, se despertó rodeada de sudores frios, sudores frios.. y duda.

Cormarion

30/10/2007 23:32:16

La paladina siguió los pasos de Ohr encaminándose al interior del cuartel de la guardia. A ellos se les unieron Alani, al parecer una elfa de reflejos rápidos, y que dijo estar a prueba para ingresar en el cuerpo de batidores de Vado, y otro más, alguien de gráciles movimientos.

El desconocido había oído acerca de la detención de un semidragón en la ciudad y de la presencia de un ser alado. Alani se apostó en la entrada tras una de las columnas con una saeta dispuesta en su arco, mientras Ohr, invitaba a Jeanna a subir al nivel de las celdas. Antes de subir, la paladina les preguntó si el Capitán Jame estaba al tanto.

Jeanna, subió los escalones y abrió la puerta encontrando en la primera celda, frente a ella, un semidragón de algo más de dos metros de altura y de rojas escamas. Tras ella, llegaron Ohr y el rápido desconocido. El semidragón aferraba los barrotes y tenía la mirada posada sobre una copa que alguien había dejado en el suelo frente a la celda. Jeanna saludó a los guardias y Ohr les preguntó que había ocurrido. La paladina tuvo el tiempo justo de interrogar a los guardias acerca de la copa, y de avisar al desconocido de que no la tocase, pues temía que alguien hubiera tratado de envenenar a aquel desdichado ser. Luego les siguió interrogando sobre quién había logrado entrar allí.

Luego cruzó la mirada con el semidragón, en los ojos de ella la serena calma y en los de la criatura el vivo fuego del orgullo. El semidragón mostraba una fea herida en el brazo izquierdo de aspecto reciente. Tras cruzar unas breves palabras consiguió su nombre, Eowade, y su voz tenía tintes amargos. Nuevamente, Jeanna se dirigió a los guardias para interesarse en si había sido interrogado el prisionero y ante el silencio de los hombres, se dirigió a Eowade, cayendo en la cuenta en ese instante que era una fémina. Se acercó a los barrotes conocedora de que estas criaturas poseían un aliento heredado de su raza draconiana, demostrando que no la temía. La prisionera había sido interrogada pero no obtuvieron las respuestas esperadas al parecer.

En ese momento, el desconocido expresó su deseo de ir a averiguar como sucedían las cosas fuera en las calles del distrito, pues aún perseguían a una pequeña sombra alada. Eowade dio muestras de interés al preguntar si se estaba buscando a un "pequeñajo". Rápida, con la mente despierta, Jeanna lo relacionó con la criatura vista por Paskinel y que se había colado en la Escuela de Magia de Delfen, y le confirmó que sí, que estaban buscando a esa "gárgola" como lo había descrito el batidor. Eowade les aseguró que había estado allí y se había orinado en la copa, a lo que Ohr respondió que de ser así los guardias lo habrían visto. "Regalo a Tymora" dijo Eowade, mientras Jeanna le preguntaba si la pequeña criatura era amiga suya, a lo que respondió que evidentemente no ya que fue atacado mediante un conjuro de toque vampírico por la misma como demostraba su herida. Jeanna le demandó si había motivos para el ataque y la semidragón respondió que no siempre son necesarios y que nunca antes había visto a su agresor.

El desconocido regresó, e intrigada por el suceso, Jeanna pidió la opinión del arcano y del otro sobre lo acontecido, mientras que con la ayuda de una daga examinaba la copa. Se trataba de una copa de plata y a Jeanna no le sonaba, pero quizás si Ohr la examinaba más tarde con detenimiento, recordaría donde la había visto.

El encapuchado refirió que la había apresado un guardia, y Jeanna se extraño sobremanera de que un solo guardia la redujese, a lo que Eowade contestó que fueron más de uno y que no hubieran sido necesarios. Se oyeron pasos apresurados y la delgada figura de Alani se asomó por la puerta, arco en mano, gritando, ¡Está Fuera! Ohr y el encapuchado salieron, mientras que Jeanna pensaba que era un pérdida de tiempo preocuparse en dar caza a esa criatura por ahora, y se quedó a solas con la Eowade. Jeanna, trató de reconfortar a la criatura diciéndole que por ahora el lugar más seguro para ella y para todos era mantenerla en la celda.

Luego dirigió la conversación nuevamente hacia el "renacuajo". Eowade insistía en que nada tenía que ver con ella mientras que la paladina, haciendo valer la calma, contestaba en que eso ya se vería. Eowade, molesta por el olor de orín, insistió en que se retirara la copa. A Jeanna se le ocurrió que tal vez podría tratarse de algún tipo de mensaje o aviso, pero Eowade respondió que la criatura se presentó allí, se orinó en la copa, e hizo un comentario jocoso acerca de Tymora, que Eowade rió y entonces fue atacada. Utilizando el orgullo de la criatura a su favor, Jeanna alabó la la memoria que poseen los miembros de su raza, y Eowade tras meditar unos instantes repitió las palabras de la criatura: Es un regalo a Tymora. Sagradas Aguas. Ohr había vuelto hacía un rato y había atendido las últimas palabras, y Jeanna le sugirió que quizá se debería hacer llegar el acto blasfemo a los responsables del templo de Tymora de la ciudad.

Ohr relató que la criatura iba atacando aquí y allá, jugando al gato y al ratón, y que los defensores se habían agrupado en las murallas, a lo que respondió la paladina que no se debía malgastar las fuerzas y aún menos dividir las tropas.

Jeanna se dirigió de nuevo a Eowade, dirigiéndole una piadosa mirada, diciéndole lo obvio, que pronto las autoridades de Vado la interrogarían, y Eowade respondió con lo que parece que iba a ser su alegato, pues al parecer no estaba anunciado en ningún letrero en las afueras de la ciudad, la prohibición de paso a las criaturas como ella, ya que de ser así no hubiera entrado. Jeanna, pensaba en el despiste general de la guardia en primer lugar por haberla dejado entrar, eso daba que pensar acerca de la eficacia de las defensas.

Llegó de nuevo el encapuchado con nuevas de la caza y diciendo que el semidragón había escapado. Eowade, rápida e interesada, preguntó sobre la existencia de otro semidragón. A lo que de manera cortante, atajó la paladina replicando que ninguna información iba a tener, ya que bien podía ser una enemiga y que a éstos no se les facilitan las cosas. La sierva de Torm concluyó en que no les pertenecía a ellos interrogar a la criatura sino al consejo o al propio Gobernador Corwin. Mientras el encapuchado parecía hacer caso omiso del consejo de la paladina y seguía intercambiando palabras con Eowade acerca de un posible semidragón. Para distraer al encapuchado pidió a Eowade que le contara el suceso de la copa y pareció surtir efecto.

Al finalizar la historia ahora relatada con menos detalles al encapuchado, un estrépito subía por la escalera. El ruido del chocar de las piezas de armadura y los golpes de metal sobre las paredes precedieron la llegada de un bárbaro que abrió con un portazo casi llevándose a los presentes por delante. Aún llevaba una gran hacha en una mano y el escudo en la otra, por lo que Jeanna reconoció que era el tal Krom con el que había tratado antes. La mirada de Eowade fulminó al recién llegado y lo identificó como un posible semiorco.

El bárbaro aún iba cubierto con la capucha dentro del cuartel pero ya se sabe acerca de los modales de los bárbaros. Jeanna le pidió que se descubriera, entre quejas por parte de Eowade acerca de la igualdad ante la ley y de la reluctancia del desconocido que parecía que el bárbaro no mostrase sus facciones. El bárbaro mostró un rostro de facciones no muy agraciadas mientras a espaldas de la paladina, el desconocido farfullaba que no había sido muy avispado. La primera acción de la paladina fue ordenar a los guardias que lo rodearan, pero recordó que no poseía de esa autoridad en la ciudad. El bárbaro trataba de explicar que solo quería ayudar, mientras que el desconocido trataba de respaldarlo.

Jeanna tan solo pudo aconsejar a Krom que pusiera pies en polvorosa y no mirara atrás, mientras que el desconocido daba a entender que otras gentes no pensaban de esa manera. Jeanna había visto al semiorco entre las tropas lideradas por la Consejera Cora, aunque no lo reconoció en primera instancia, y por lo más sagrado ¿a dónde iba a llegar el caos en la ciudad?

Vado al parecer había sido la ciudad de la madre de Krom y pretendía ayudar. La paladina acabó diciendo tanto para el semiorco como para el desconocido que las leyes estaban escritas y acordadas por algun motivo, haciendo referencia callada a la historia de Vado, pero que quizás podía pedir un permiso de ciudadanía y que ella misma daría fe de su colaboración en la defensa. El bárbaro se cubrió y se marchó junto con el encapuchado.

perejil

31/10/2007 03:15:59

Hasta hace poco se quejaba del tedio de aquella celda, y hay que tener cuidado con lo que uno desea, pues lo que vino a continuación fue un ajetreo continuo. El primer encuentro con aquel ser abisal había sido sólo un esbozo de lo que vendría a continuación. Según lo que se oia a través de los barrotes y lo que sse fue enterando más tarde, aquel ser se dedicaba a crear el caos entre los guardias, mientras estos se empeñaban en achacar estos ataques a la presa. Aunque finalmente lo detuvieron. Ella ignoraba que les había dicho a los guardias, pero despues del interrogatorio los guardias empezaron a afirmar que corria peligro en aquella celda y que dabían llevarla a otro lugar.

Fueron varios los intntos que realizaron, pero al final acabó en la casa de uno de los presentes. Un lugar al que denominaban seguro, pero que resultó no ser así, como se demostró más tarde.
Eowade se hayaba en uno de sus letargos, cuando alguien lo asaltó. No se puede decir, que despertarse fruto de los golpes sea la mejor manera de empezar el dia, y esto no ayudó a su ya incipiente mal humor. Abrió los ojos cuando ya había soltado algún zarpazo, y se encontró con un humano flacucho, de cabeza rasurada casi en su totalidad, dejando una absurda coletilla en su parte posterior, que proclamaba a viva voz que deseaba su muerte. Pero los absurdos intentos de aquel alfeñique no daban ningún éxito, aunque la hembra ya se estaba cansando de su presencia, así que le soltó una bocanada de fuego en la cara, acto seguido aquel gusano huyó despavorido. Aquel cobarde había intentado matarla mientras dormía, y no lo había conseguido, y ahora que estaba despierta tenía todas las de perder...

Pero aquello no había terminado, tras la huida del cobardica fue consciente de la segunda presencia, la de aquel renacuajo de sangre abisal. No sabía lo que tramaba, pero la puerta estaba abierta, y no quería ariesgarse a quedarse ahi dentro desarmada con ese ser.