Dilvish

03/11/2007 14:17:01

[i:b3d6c3ab73]Una oscura figura apareció en un callejón del khanduq, cerca de "El camello escupidor".

Sus ropas, de corte claramente calishita, hacían juego con la hoja curva que le decoraba la cadera. Varios mendigos y buscavidas observaron como salía de la oscuridad del callejón, encaminándose a la entrada de la posada.

Los recuerdos golpeban al antiguo mercenario que, por primera vez en mucho tiempo, volvió a sentirse realmente vivo. Los recuerdos y el remordimiento que la incertidumbre de sus actos le habían dejado.

Sin que el guerrero se percatara de ello, tres de los buscavidas se hicieron mudas señas y le siguieron con las manos dentro de los harapos. Un observador entrenado, se daría cuenta inmediatamente del andar fluido de los tres salteadores y del cuero con el que vestían sus cuerpos, una de las armaduras preferidas en el calor del desierto. Asesinos.

Cerca de la entrada, cuando su mano derecha rozó el pomo de la puerta de "El camello", el desconocido se percató de un movimiento en su espalda y quedó inmóvil.

-"Gírate despacio, anciano... veamos que llevas en la bolsa".- susurró el mas alto y a la vez delgado de los rufianes, en un tosco calishita.

Despacio, muy despacio, el guerrero obedeció con la mano izquierda en la empuñadura de su cimitarra y la diestra levantada en alto con la palma hacia fuera. A su alrededor, perfectamente desplegados para atacarle por varios flancos, pudo ver a tres guerreros del desierto armados con espadas cortas curvas. Los harapos yacían olvidados en el sucio suelo del khanduq, al adoptar posiciones de combate.

-"Si quieres la bolsa tendrás que venir a por ella... perro".- respondió el anciano en el mismo idioma.

El combate fue rápido pero brutal. El desconocido espadachín degolló al lider en una maniobra de desenvainado rápido aprendida a bordo de un barco mas de veinte años antes. Los dos asesinos restantes dudaron al ver la habilidad de su aparentemente "sencilla" presa y antes de atacar el de la derecha recibió un mandoble que le amputó el brazo a la altura del codo. El único superviviente, aturdido por los gritos de su compañero de armas, atacó con ambas armas a la vez esperando pillar al anciano desprevenido. Las dos hojas se perdieron entre los remolinos de la capa del espadachín, que acabó sus giros en la espalda del sorprendido asesino. Con un corto puntapié en la rodilla le hizo caer y en el mismo instante le degolló con su cimitarra que emitía destellos azules al paso de su hoja.

Los gritos del manco se acallaron de golpe cuando el anciano le remató en el suelo sin mediar palabra. Mirando despacio a su alrededor, oculto su rostro bajo una cofia, el anciano limpió su arma y entró por fin en la posada.

Los mendigos y buscavidas presentes, rápidamente arrastraron los cadáveres hacia las sombras para despojarles de todo lo que portasen de valor... que en el khanduq puede ser mucho.[/i:b3d6c3ab73]