Shio

14/12/2007 17:11:53

[i:9ea19b9264]Entre Bastidores:

- "No lo parecía desde aquí". Increpó el extraño.

Shio, aún arco en mano, devolvió la flecha sin usar a su carcaj. El eco de su voz, sobria aparentando mantener el control, se negaba a abandonar el espacio oscuro de su capucha.

- "Cazador y presa". Fue un débil susurro.

Los dos, lobos, mantuvieron su silencio sin comprender. Una mano pálida como el marfil se deslizó hacia la cintura de la hembra.

- "Robarle la presa a un depredador es pedir que sus colmillos prueben tu carne". Explicó.

La expresión arrancó una carcajada de la fémina, deleitándose en el juego.

El otro entrecerró los ojos, confundido. Su bota reposaba sobre el cadáver de un kobold con la cabeza hendida por un hacha de mano. Sin quitar la mirada del elfo procedió a recuperar su arma, produciendo un chasquido al quebrarse el cráneo.

- "Nosotros seguimos". Sangre y parte del cerebro teñían su filo.

Shio volvió la vista hacía la entrada, que ahora se tornaba más oscura y más lejana.

- "Solo soy un viajero que busca poner a prueba este viejo arco". La madera crepitó protestando. "Y sé que la muerte acecha a quienes viajan solos".

Ahora fue el humano quien asintió, complacido por la respuesta.

- "Uníos pues, andamos el mismo camino".

Los tres avanzaban en formación siguiendo los corredores del antiguo teatro subterráneo.

El humano lo hacía primero con paso rápido, pese a ello sus movimientos eran cautos, manteniendo siempre la posición de combate. El hacha, había descubierto, pertenecía a la mujer, que se situaba varios pasos a la derecha de su hombro.

Shio caminaba el último, su arco siempre tenso apuntaba entre los huecos que dejaban sus acompañantes.

Los tres actores entraron en el escenario


Escenario:

La tenue luz de varias antorchas iluminaba un amplio espacio abierto donde desembocaban varios canales ponzoñosos. En su centro tres kobolds parecían haber construido un trono en el que adorar a su chamán, una cuarta criatura con el cuerpo adornado por huesos y escoria.

La manos de la hembra se extendieron en un movimiento sinuoso hacía el grupo, proyectando sendas hachas que surcaron el aire, dejando su cuerpo en una pose perfecta. Una se incrustó en el pecho del chamán extinguiendo su vida al instante. La otra cercenó la pierna de otro a la altura de la rodilla, que se desplomó en el suelo con un alarido.

El hombre se situó entre los dos restantes. Con un golpe certero su mano desgarró la garganta del insensato que decidió atacarlo de frente. El segundo no tuvo oportunidad de aprovechar su flanco, una patada circular partió su columna vertebral a la altura del cuello.

Las cuerdas vocales del moribundo tocaban una música apagada. Una flecha silbó la estrofa final, terminando así la agonía de la criatura.

La sangre derramó el telón de fondo.

La escena se tornó en silencio.[/i:9ea19b9264]