M_v_M

02/03/2008 11:36:56

"No sé cómo empezar a contar lo sucedido aquél día. Estaba en los caminos, como siempre, intentando ayudar a cualquiera que pasara por ahí con ánimo de que se mostraran agradecidos a Tyr y llenos de gozo al presenciar su toque... Y me encontré con ese hombre extraño, ese arcano que había visto ya en los acontecimientos del teatro: Althor.

Iba acompañado de un ser de fuego, de los que normalmente convocan los magos y algunos sacerdotes. Por lo que me contó, iba a intentar ayudar a unos mercaderes que habían sido asaltados por un grupo de gnolls en el camino.

Yo, por supuesto, ya sabía de esos ataques y de las nefastas consecuencias que podían acarrear, sobre todo a la gente indefensa. Sin pensarlo ofrecí mi espada y mi temple para que esa batalla resultara ganada.

Y así fue. Entramos en su guarida y luchamos codo con codo el elemental y yo. Pero al instante nos dimos cuenta de que en la cueva había algo más... Algo que no debería estar allí.

Ahora recuerdo los hechos y no puedo evitar sentirme un necio, por haber dudado de lo que sin duda era una indicación divina. No debí haber esperado...

Muchos gnolls yacían en el suelo, corroídos enteros por una extraña sustancia negra, que parecía cieno y se alejaba del fuego y la luz... Esa criatura, que todavía hoy no sé qué es, se refugió en uno de los cofres de la cueva.

El mago no mostraba su apoyo, decía que no éramos nadie para entrar en esa cueva e ir destruyendo a algo cuya naturaleza desconocíamos. Pero no, a mí me dió mala espina desde el principio.

Mientras Althor cogía un collar que había quedado en el suelo, cerca del gnoll comido hasta los huesos, me acerqué al cofre con la antorcha lista, preparado para quemar a esa cosa.

Y sucedió. Salió despedida como una exhalación, transformándose en un la forma de un gnoll, al que no puede golpear sino hacer huir con la antorcha fuera de la cueva. Y el arcano seguía maravillado con el collar...

Salí a toda prisa del lugar y se confirmaron mis temores... Los mercaderes ahora estaban en el suelo, con el mismo aspecto que los gnolls devorados, muertos. Jamás he sentido tal sentimiento de culpa en mi vida...

Pensar que de no haber sido por mis dudas no habría que lamentar ninguna muerte...

Pero no había rastro del cieno negro... En esto que se acerca un mediano por el camino, Gludar, dijo llamarse, y tampoco sabía nada de ningún cieno negro.

Sin previo aviso, el extraño amuleto que cogió Althor empezó a vibrar y a brillar, y se calló al suelo. Para evitar que saliera por ahí clavé mi espada entre la correa y el núcleo del collar, dejándolo fijado en ese sitio.

Y explotó en un haz de luz que, milagrosamente, no nos dañó. Pero ahora mi espada tenía en la hoja las runas del collar. No había ningún cambio más, al menos que se viera.

Justo en aquel momento, quitándole importancia a ese suceso, pensé que tal vez el cieno prefería las cuevas... Y la mina enana quedaba demasiado cerca de allí. Salimos corriendo y encontramos las puertas cerradas, en el puente, con un cartel que rezaba "Cerrado por boda".

Luego me di cuenta de que no se celebraba la boda dentro, sino en otro lugar. Al menos eso me reconfortó un poco... Pero me di cuenta tarde, después de intentar cruzar el puente lanzando al mediano cogido de una cuerda.

Y el mediano vio al cieno, en las aguas de debajo del puente a la mina. Era enorme, mucho más que la pequeña mancha que era antes. Y es que, al parecer, podía cambiar su forma a voluntad.

Intentamos hacerlo salir de debajo del agua tirando bolas de fuego al lago... No conseguimos demasiado, salvo hacer que el puente casi se hundiera.

Pero sirvió para darnos cuenta de que el cieno parecía seguirme a mí, o a mi espada. Me moviera donde me moviera, el ser me seguía desde la orilla del lago.

En ese momento Althor se acordó de lo que significaban las runas que ahora estaban en mi espada. Eran el símbolo de una antigua familia de mercaderes, los Spulzeer, que cayó en desgracia por una maldición, creo que dijo. Se nos ocurrieron mil hipótesis, pero ninguna parecía cambiar el hecho de que ese cieno asesino siguiera en el fondo del lago.

Discutiendo estábamos cuando apareció otro arcano, con un gigantesco elemental de tierra que tenía un núcleo de magma en el interior. Y ya estaba anocheciendo.

De repente, el cieno saltó del agua, provocando un gran estruendo y aguacero, y se quedó, reducido, en la espada, metiéndose por entre las runas.

Empezó a escocerme la mano, luego el brazo, y después el calor casi se contagia a la cabeza. Pero me negaba a soltar la espada, esta vez hice caso a mi instinto.

Metí la espada en el núcleo del elemental, y ahí la dejé, todos agotados al intentar controlarla.

Al rato el elemental se desplomó, y las runas de la espada habían desaparecido... También el cieno. Todavía no sé si obré adecuadamente o no, pero la amenaza del cieno caníbal había desaparecido en nuestro plano. Y pensé que no podría causar mucho daño en un plano de elementales de tierra.

Todos nos fuimos a tomar un merecido descanso, y a olvidar todo esto... a rezar por los pobres mercaderes, que Tyr los tenga en su gloria...

Hasta que me he despertado hoy... Y he visto las runas en mi guantelete".