pastoretpastor

19/06/2008 10:58:29

Cuatro cuerpos.

Convocó a un planario para que los llevara a los lindes del bosque, con esperanzas de que allí estuvieran más seguros hasta que los pudiera preparar para el descanso final.

Presentaban cortes y quemaduras. Observó alrededor y al no poder ver ningún enemigo potencial, más que una jauría de trasgos hambrientos, volvió a darles sepultura.

Allí observaban y tanteaban las posibilidades de que el elemental hubiera llegado, pero ante la puesta en escena del clérigo todos lo comprendieron.

Les dio sepultura uno a uno mientras bendecía la tierra y sus cuerpos, con la esperanza de que no fueran corrompidos, con la esperanza que sus almas descansaran en paz.

El tropel, puesto que ya eran un buen grupo variopinto de personas, se adentró en el bosque y, pese a los avisos, avanzaban de forma descuidada y sin formación alguna.

Después de inspeccionar la cueva sin resultados, un arcano calishita hizo venir a un trasgo que murió mediante un dardo: la sombra se movía, mediante la corrupción de los cuerpos de los trasgos arrastraban al grupo que se movía caóticamente entre la espesura. Los llevaban donde querían y avanzaron por todo el bosque.

Las palabras del escudero le venían a la cabeza: trampas y drows. Pero el grupo avanzaba sin preocupación alguna.

Una vez llegado al pantano siguió vigilando los flancos y retaguardia y sintió en sus carnes una de esas trampas. La sacudida eléctrica estremeció su cuerpo.

Una vez llegaron a la entrada de la tribu de lagartos, su preocupación aumentó, estaban rodeados, si esa era la intención de sus captores lo habían conseguido.

Después de avisarles de que lo más importante sería salir de allí, volvió sobre sus pasos y pudo ver al monje de la orden junto a una elfa arcana. Tras hablarles sobre lo sucedido, pensó en que debía volver, puesto que, aunque desatendieran a sus recomendaciones, el resentimiento de no haber sido más piadoso le hizo sentir más pesada su armadura.

Fue volver y Loander dijo: "Seguro que necesitarán de vos". En ese mismo momento, apareció una jauría de lagartos. Sus espadas rezumantes de sangre hendían a los aguerridos luchadores, pese a que intentaba que mantuvieran formación era imposible. Sus plegarias, los sortilegios arcanos y los gritos de batalla amenizaban el bosque con una cruel canción.

Tocaba replegarse, si el enemigo que les tendió la trampa estaba tras ellos, estarían muertos. Volvieron, no sin problemas, pero por suerte o por ser de día según decían algunos, salieron del pantano sin problemas mayores.

Los lagartos defendían su territorio, estaba claro, ¿pero qué buscaban los que les tendieron la trampa?