potasa

21/07/2008 18:15:17

[i:2803d9adc7]Demasiadas cosas habaian sucedido en su ausencia y la nuevas buenas eras desesperanzadoras, mala noticas, malos actos y consecuencias.

El paladin, se planteaba muchos dilemas, muchos casos que aclarar en su mente, pero la sensacion de error no podia borrarsele de la cabeza. Uno de sus padres había obrado mal, su educador. El habia obrado mal y convivir con esa situacion no era posible para alguien recto como el.

Necesitaba las palabras de Vasile, su sabiduria para no sentirse mas descarriado... aun asi, la triada proveeria, como siempre.[/i:2803d9adc7]

pastoretpastor

21/07/2008 18:27:28

Desde la nota que le llegó la misiva su preocupación no pudo aminorarse.

Pasaban las horas y sus rodillas en carne viva eran testigo de los días venideros, los días de redención y contemplación. Ya había pasado más de una semana y el momento del encuentro se acercaba, pero su preocupación no disminuyó ni un ápice: no sabía como explicar lo que tenía ante sus ojos.

Impaciente, caminó varios días por los caminos, con sólo el objetivo de encontrar una señal. Varios cazadores llevaban a sus presas a los carromatos cuando pudo oir una voz que provenía del lado del camino. El pequeño cervatillo gemía sin esperanzas, se acababan de llevar a sus padres.

Se acordó entonces de los antiguos rituales y, al amanecer del día siguiente, pasó por la espada al cervatillo entre oraciones y ritos, donde se encomendaba a los dioses, donde la sangre unía al clero con el dios.

mancebo

21/07/2008 18:34:02

Rumores iban y venian por el camino del comercio, y tras leer la carta con la fecha del encuentro el paladin intuyo que algo grave estaba ocurriendo o podiahaber pasado

Se enfundo en su malgastada armadura, y montado en su caballo partio rumbo norte...necesitaba respuestas

potasa

21/07/2008 22:46:18

[i:71cd04d7f9]Se habia encontrado con el padre, y habia dado salida a alguna de sus dudas y conflictos morales.

Vasile, tambien esta un poco cambiado... seguía siendo el mismo pero en cierta manera su cambio le reconfortaba, se sentia extraño pero alguien se sentia tan desconcertado como el. Aun asi el padre parecia mantener su sabiduria y experiencia.

En la ya prolongada ausencia del gran maestre las palabras del clerigo parecian dar alivio a sus tormentos.[/i:71cd04d7f9]

Writer

23/07/2008 00:44:14

Hacía ya varias jornadas que se encontraba recluido, dedicado a la meditación y la oración en el lugar conocido como Bastión del Espino, apenas si recordaba ya el nombre de aquel lugar, en su natal Aguas Profundas, donde los clérigos le habían mostrado parte de la senda que había seguido posteriormente durante años.

Sentía algo extraño, algo que nunca había sentido antes, y estaba desconcertado pues no cabía la misericordia, sólo la Justicia, la Justicia de Tyr, quizá la más temible y radical de todas, pero Justicia sin duda, quizá también la más pura y auténtica entre todas las justicias mundanas. Pensó en aquellas ocasiones que vio tallas de tyr representado con la espada en alto, en guardia, frente a sus enemigos, con tal expresión en su cara que infundía temor, pues ciertamente sus enemigos debían temerle, la cólera de tyr podía amedrentar a los mismos dioses y, por supuesto, hasta al más valeroso de sus enemigos, sin darles cuartel.

Se aproximaba el momento y, en cierta manera, se sintió reconfortado al pensar en sus camaradas, no sólo en los vivos sino también en los caídos en su largo caminar por Faerun, con los que había derramado su sangre, en incontables ocasiones, casi que podía recordar sus caras y su número exacto, con valor y honor, tanto por la Tríada como también por ellos mismos, claro está.

Pues eran hermanos de sangre y así se reconocían entre ellos al mirarse a los ojos, como iguales, incluso entre la multitud de enemigos y peligros, así como entre la más absoluta de las oscuridades.

Rememoró también los primeros momentos que compartió con algunos de ellos al fundar su respetable y digna orden, de los que pocos quedaban ya, apenas el gran maestre. Aún así, las nuevas incorporaciones eran constantes y en número importante y creciente, y siempre se les había respetado y tratado dignamente, como es de justicia, pues sus actos siempre se habían ajustado a los designios de la Tríada, a la ley y el bien y eso debía haber hecho que estuvieran aún más próximos a ella que al principio de sus vidas.

En cierta manera, se alegró también por los caídos, pues la Tríada los habría acogido en su seno, lo contrario resulta para un auténtico paladín peor que la propia muerte. De todas formas, desechó esa idea, no se compadeció de sí mismo, nunca lo había hecho y nunca lo haría, era un paladín sí, pero también un hombre íntegro, y seguía vivo.

Y se sintió reconfortado... Por un momento, se sorprendió de esa sensación y ese pensamiento... Emprendió su paso firme y resuelto, decidido, como siempre, eso no cambiaría nunca, de hecho tenía mucho de lo que estar contento y orgulloso a lo largo de toda su vida de dedicación completa al servicio de la Tríada de forma intachable, mucho más que de lo que lamentarse, estaba claro, y mucho más de lo que pueden decir otros que se creen dignos de llamarse hombres a sí mismos.

La Tríada proveería de acuerdo con sus valores esenciales de Justicia, Deber, Sacrificio y Sufrimiento... El sacrificio y el sufrimiento no era ni sería una carga para él ni le impediría hacer lo que debía hacer, se sentía reconfortado pero ya no se sorprendía de ello... La Tríada proveería, repitió para sí...

Cormarion

23/07/2008 22:47:23

En el Desfiladero de los Bandidos se había personado una compañía de 500 valientes de la Orden del Vigilante acompañado por un numeroso grupo de gnomos, mientras que el grueso de la Orden Vigilante continuaba su camino hacia el sur, hacia la perla del sur, a rescatar a sus ciudadanos.

Los gnomos le pidieron los planos para ponerse manos a la obra pero Sir Tomas era quién estaba en relaciones con los artesanos así que sólo pudo disculparse ante ellos. Los gnomos, sorprendidos más que contrariados, quedaron a la espera.

Los quinientos montaron sus tiendas y dispusieron centinelas. También esperaban órdenes.

Jeanna trataba de reunir fuerzas en estos momentos...

Cormarion

30/09/2008 10:38:37

[color=red:6f7980c5d3][size=18:6f7980c5d3]I. Algo se muere en el alma...[/size:6f7980c5d3][/color:6f7980c5d3]

El aire de la Capilla del Sufrimiento parecía más pesado, la atmósfera la oprimía y una congoja la atenazaba cuando se presentó ante el Padre Telinus. Se sentía avergonzada, como si estuviera manchada ante la mirada de los impertérritos templarios custodios. Tras realizar la ofrenda se encaminó a los bancos más cercanos a la representación de Ilmater, el piadoso, inmortalizado en la bella escultura de un artista anónimo.

Antes de sentarse pasó la mano por uno de los respaldos y observó con atención el detalle. Los bancos presentaban una fina capa de polvo, mudo testimonio de la falta de fieles que el miembro de la Tríada tenía en Baldur.

Al desfiladero habían llegado quinientos valientes de la Orden del Ojo Vigilante junto a un grupo de inquietos gnomos que esperaban los planos de la ciudadela y la paladina los había dejado ociosos y con las manos vacías para dirigirse a la capilla al encuentro de sus hermanos.

Como tantas otras veces la paladina inició sus solitarias plegarias elevándolas a Ilmater, aquí en su templo, para que intercediera por ella y le ofreciera las respuestas a su sufrimiento. Mientras oraba en silencio fueron llegando los caballeros Tomas y Kerfen, y el Padre Vasile.

Al finalizar su oración, Jeanna les informó que las obras no se habían iniciado aún. Pero ellos también habían venido a la capilla en busca de una respuesta y los ojos de unos la buscaban la en la de los demás y el Padre Vasile fue el primero en mostrar su inquietud.

-Mi corazón está afligido -dirigiendo fijamente la mirada a Jeanna-, algo ha pasado, mi alma se retuerce y mi entendimiento duda.
-Debemos estarlo pues murió un paladín en el concilio celebrado en el Bastión. Weston era su nombre -respondió la paladina.
-Los caídos son recordados pero no le debo pleitesía al Brazo como para que mi corazón no se redima tras tanto tiempo.
-Si lo desea Padre sería conveniente unas palabras por los caídos.

El expectante caballero Kerfen mantuvo el semblante serio esperando alguna explicación y finalmente no pudo reprimir intervenir.

-¿Nadie responde? ¿los augurios del Padre se deben al alma caída del Brazo? ¿es eso?
-¿Alma caída? -preguntó a su vez el silencioso caballero Tomas mirando al Padre Vasile. Ambos caballeros no habían estado presentes en el concilio de paladines pero también habían sentido una perturbación que les inquietaba.
-Sí. Puede que no hayamos actuado bien y pudiera ser que por nuestro comportamiento su alma se perdió por nuestra culpa -le respondió el Padre.
-No, no fue nuestra la culpa. La semidragón roja es la única culpable-indicó tajante la paladina.

El caballero Kerfen bajó levemente su mirada reflejando odio mientras sus pensamientos le transportaban a anteriores encuentros.

-Sí, pero puede que no actuara bien alguien ese día, puede que una semilla de desesperanza se haya cultivado en nuestra orden -afirmó el Padre.
-Durante el concilio acudió burlona y muy segura de su fuerza a exhortarnos la liberación de Mastiah -la paladina apretó los puños-. ¡Maldita sea esa criatura! Por una vez todos fuimos uno, el Fénix y el Brazo. ¡Clamo justicia!
-El Brazo no importa aquí -declaró el Padre.
-Decapitó a Weston -Jeanna entrecerró los ojos hasta que fueron finas líneas masticando cada palabra- frente a nosotros y luego huyó cobardemente.
-Algo hemos hecho mal. Hemos juzgado mal nuestros actos y hemos fallado como mano y voz de la Tríada. Esta sensación no se puede calmar mediante rezos y actos honorables -insistía el Padre en sus argumentos mientras que Jeanna negaba la evidencia de semejante falta.
-¡No! ¡Me niego! -levantó su puño en alto dejando asombrados a los caballeros por su reacción.

No era habitual para ellos que la afable y respetuosa paladina mostrase una faceta tan dura, una mirada tan fría como el acero y les alzase así la voz. En actitud reflexiva el Padre quiso indagar en los hechos acaecidos en tal fatídico día pues tuvo que dejar el concilio por otros menesteres urgentes y así averiguar la airada reacción de la Maestre.

-¿Qué pasó aquél día? Maestre, vos estabais en aquel momento, ¿qué pasó cuando la semidragón asesinó a ese hombre?
-Dijo que no podríamos salvarlo, que era clériga de Tiamat y no podríamos regresarlo. Luego el combate fue épico y la cobardía de la bestia fue la típica.
-Mi señora -Kerfen dio un paso al frente-, ¿porqué no hemos hecho ya una batida en su búsqueda?. Nosotros podemos -y regresó a su posición.
-No pretendo saber qué pasó con la semidragón, sino como actuaron los miembros de la orden que allí estaban -aclaró el Padre.
-Sir Thearos y Sir Drazhen entraron en el Bastión temiendo que la criatura entrara por alguna ventana y actuaron siguiendo los dictados en los que creíamos -fríamente la paladina relataba los hechos sin añadir adornos-. Al parecer los que quedaron atrás defendiendo el Bastión tomaron una decisión, como dijo el Padre durante el concilio, se había probado la relación del semidragón llamado Mastiah con Tiamat y se le declaró culpable en ese momento. No cabía esperar a un juicio. Cuando abandoné la persecución y regresé al Bastión, Sir Thearos volvía de las celdas acompañado de Sir Drazhen. Él había sido el brazo ejecutor de la justicia de la Tríada. A mí me preocupaba más que pudiera perder también a la escudera Ania, por lo que no le dediqué mi atención ni a Weston ni a Mastiah. Debemos dedicar el tiempo a los que podemos salvar aún.

Se hizo el silencio en la sala y quedaron todos pensativos. Sentimientos de culpa por no haber estado presentes para ayudar a sus hermanos, sentimientos de tristeza por la pérdida de un paladín, sentimientos de ira por la cobardía de la criatura, sentimientos mezclados...

-Entonces, ¿por qué nos asaltan estos remordimientos? -preguntó Vasile dando forma a los pensamientos de los presentes.
-No lo sé Padre. Algo me carcome en las entrañas. ¿Acaso nuestros preceptos y creencias no eran claros? ¿acaso hemos obrado mal? ¿acaso hemos fallado a nuestra Fe? -fue la respuesta de la paladina y ante sus palabras los caballeros negaron con la cabeza en muda respuesta.
-No. No hemos actuado mal... ¿lo hemos hecho? -las palabras de Vasile contenían duda y temor pues él es el guía espiritual de la Orden. Si él estaba equivocado cómo podría aconsejar el camino correcto a los caballeros.

El caballero Tomás miró a la figura de Ilmater esperando una señal quizás mientras que Sir Kerfen se sentía incomodo ante el hecho de que el Guía hubiese expresado sus propias dudas en voz alta y ahora le pedía una respuesta. El Padre Vasile adoptó una expresión sombría y con voz profunda y solemne confirmó que sentía la misma desazón que les invadía a todos.

-¿Y qué podemos hacer para que desaparezca Padre? -rogó Sir Tomas.
-Tenemos que tratar los problemas con los que faltan -puntualizó el Padre-. Debemos esperar a Sir Thearos, debemos expresar nuestras dudas. Lo que nos espera no es un camino de espada y pavés, es la redención de nuestras almas, encaminarnos hacia la dirección adecuada.

Y tras estas palabras el caballero Tomas dirigió la mirada hacia la puerta, esperando...

elfrances

01/10/2008 00:45:51

*Kian sabía que las palabras que iba a pronunciar en ese momento podían ser vitales para el futuro devenir de la Orden. Mostrando toda la seguridad y templanza que podía, esperó a que cada uno de los miembros del Fénix se hubieran presentado y tomado asiento en la Sala de Reuniones. Tras esperar la pausa justa para que todos estuvieran en silencio y con la vista puesta en él, se levantó, y habló con voz pausada y tranquila*

[i:defeb5011a]Camaradas, algunos de vosotros habéis venido a mí, por separado, preocupados y temerosos por los hechos acontecidos durante mi ausencia. Sé que albergáis dudas, sé que os encontráis probablemente perdidos, que en estos momentos, la brújula que os ha guiado durante toda vuestra vida de servicio a la Tríada, creéis que os está fallando.

Permitidme que os diga que os equivocáis, hermanos. Y os voy a dar los motivos.

Confío mucho en todos vosotros, y sé que vuestro dolor es sincero, porque todos hemos notado en nuestro interior que un hermano sufre, y eso es motivo de sufrimiento común. Aunque no entendáis por qué nuestro amado hermano ha perdido el favor de la Tríada, habéis de tener una cosa clara: vosotros no habéis perdido el favor de la Tríada. Porque los dioses consideran que vosotros no habéis errado, y él sí.

Probablemente estéis pensando que vosotros habríais actuado de la misma forma que él, estando en la misma situación. Pero ante ese pensamiento hay, hermanos, una verdad irrevocable: somos humanos. Y es normal en nosotros errar. Es posible que algunos de vosotros hubierais actuado igual, y otros no, no lo sé. Ninguno de nosotros puede saber ya cómo habría actuado en ese momento, no tiene sentido alguno atormentarse por eso. La Tríada siempre dispone. Los dioses han velado, velan, y velarán siempre por nosotros, tenedlo siempre presente, en todo momento de vuestra vida, hasta vuestra muerte e incluso más allá, cuando os reunáis con ellos en el Monte Celestia.

Quizás me queráis argumentar que un Maestre siempre es un referente para todos vosotros. Permitidme que os diga que cometéis entonces un grave error. Ni el maestre Thearos ni ningún ser viviente puede ser para vosotros una referencia absoluta. Vuestros referentes han de ser Tyr, Torm e Ilmater, nadie más. Porque ellos son nuestros dioses y jamás se equivocan. Sus dogmas, sus creencias, son lo único que valen.
No se puede nunca poner la fe absoluta de uno mismo en un camarada. Podéis amarlo, respetarlo, obedecerlo... pero también ser conscientes de que ese camarada puede equivocarse. Y los dioses no se equivocan. Me entendéis?
Si no entendéis en qué ha errado el Maestre, rezad. Rezadles a ellos [/i:defeb5011a] - dice señalando con el dedo hacia la capilla situada en el piso inferior, dedicada a la Tríada - [i:defeb5011a] preguntadles a ellos, y que os respondan. Pues ellos tienen la respuesta a todos, hijos del Fénix. Habéis de comprender en qué ha errado, para aprender y no caer en el mismo error.
Y habéis de ver a vuestro dios como a un padre. Un padre que quiere lo mejor para vosotros. ¿Y qué hace un padre cuando un hijo no cumple con los mandatos que le ha ordenado? Lo castiga. ¿Pero significa eso que lo ha dejado de amar? Bien sabéis que no, lo sigue amando con la misma devoción y fuerza. A un buen padre, como son los dioses, le duele castigar a su hijo, sufre también. Pero sabe que es lo mejor para él, para que aprenda y madure. Nosotros somos esos hijos, queridos hermanos.[/i:defeb5011a] *sonrie*

Id en paz, hermanos, y meditad sobre lo que os acabo de decir, espero haberos ayudado a ver la luz que los dioses nos mandan para salir del túnel.

Cormarion

12/08/2009 07:02:07

Poco a poco las estancias iban quedando vacías en el Nido del Fénix. Jeanna las recorría a menudo como alma en pena y subía a la torre del homenaje oteando el horizonte con la esperanza de ver el regreso de sus estimados camaradas y de su más querido Kian.

El trabajo se acumulaba en el despacho y sólo contaba con la guía del Padre Vasile y el apoyo de lady Ania. La maestre no daría el Brazo a torcer, no se encerraría tras los gruesos y fríos muros, y haría cuanto estuviese en su mano para prestar la ayuda de la orden allí donde hubiese un agravio o una noble causa en la que intervenir. Tenía la certeza absoluta de que allí donde estuviesen los hijos del Fénix la Tríada estaría con ellos y se sentirían honrados por sus acciones.

Tal y como dictó el Padre Vasile, ella no siguió un camino de espada y pavés, abrió su corazón en la espartana celda de meditación buscando la redención de su alma, y se encaminó hacia la radiante luz que la habían iluminado antes, para que las tinieblas que no la dejaban distinguir lo justo de lo injusto, o el bien del mal, fuesen disipadas.

Su fe era su verdadera fuerza y ahora con el alma limpia, renovada, y todos sus temores y dudas expulsados de su corazón se entregaría nuevamente al servicio del Caballero del Deber para su mayor gloria y regocijo.

Cormarion

20/09/2009 05:27:01

-¡Bendita sea la Tríada! ¡Sir Tomas! Habéis vuelto -dijo Jeanna en una de las noches más oscuras que iba a transcurrir en la ciudadela del Fénix-. No es tiempo para explicaciones de lo ocurrido -la desolación del lugar se reflejaba en el rostro del caballero que tenía tantas preguntas en mente-. ¡Aprestad vuestro escudo y vuestra espada! Espero que aún la conservéis bien afilada...

Cormarion

28/10/2009 18:29:44

-Ve hijo del Fénix. Eres libre de dejar la orden. No te pediré explicación alguna mi buen Kerfen, a ti que fuiste mi escudero -dijo Jeanna reprimiendo las lágrimas.

>>Allá donde vayas sé que llevarás los ideales de la orden presentes. Siempre serás un hijo del Fénix. Sólo te pido que de tanto en tanto me escribas, nada más.

Ahora, creo que deberías despedirte de lady Ania, sir Kerfen -dijo Jeanna conocedora de los hechos pasados a raíz de una mutua confesión entre las dos mujeres.

Cormarion

02/12/2009 06:18:16

-En el regazo del Justo descansa el Padre Vasile... -se dijo Jeanna tras recibir la visita del arcángel Arthas-... que lo tenga en su gloria.

Cormarion

10/12/2009 20:12:23

[i:9b2abbe13c]-Saludos lady Jeanna y compañía -dijo el dendravoz al entrar en la sala de la justicia. Ania se dispuso a las espaldas del elfo como convino con Jeanna.
-Salve Dendravoz. ¿Habéis tenido nuevas de Suldanesselar? -preguntó Jeanna-. ¿O sigue el consejo pensando retirar sus fuerzas de Arion? Insisto en que la amenaza es real. Hay orcos en los Picos de las nubes. Se matan entre ellos, entre tribus tal vez.
-En cuanto regrese ala arboleda pediré una audiencia para que vos podáis explicaros ante el consejo tal y como quedamos. Si para entonces pudierais conseguir una cabeza de orco... causaríais un gran impacto en la audiencia.
-¿Queréis decir que podré entrar en el bosque? -preguntó perpleja la paladín-. ¿Yo, una amiga de los elfos?
-He dicho que pediré una audiencia para vos -dijo Eldeth y negó-. Si acepta el consejo hablaréis delante nuestro pero no dentro de la arboleda
-Deberá ser con el consejo al completo -exigió Jeanna, "ya suponía", pensó para sí-. No debe faltar ni un sólo consejero. Todos deberán escucharme. To-dos -repitió Jeanna recalcando cada sílaba.
-Aunque no puedo asegurarle nada. Por otro lado el motivo que me trajo aqui inicialmente es, si cabe, todavía más desagradable.


La paladín se acercó con paso firme hacia el elfo que vestía una sencilla túnica pero representaba la voz de la reina Ellesime del pueblo de Suldanesselar. Las partes de la armadura sonaron en la sala al rozarse el metal y las escamas. Jeanna se detuvo a un par de brazos de distancia del elfo y lo miró con gesto grave pero no amenazador.


-Explicaos Eldeth -pidió Jeanna. La paladín no entendía que si había un asunto más urgente que el de la alianza por qué el elfo no lo había tratado en primer lugar y andaba con rodeos. "Acaso...", pensó Jeanna.
-Se trata de Vasile -dijo el dendravoz-. Acudió a la arboleda reclamando que se reconsiderara su caso. El consejo aceptó su petición y como ya le advertí en nuestra anterior reunión fue condenado por incumplir las leyes de la Arboleda.
-Vasile... murió allí... -pensó Jeanna.


A la mujer le temblaron las rodillas y dirigió una mano hacia el respaldo de uno de los asientos buscando un apoyo para sostenerse. Al ver que a la paladín le flaqueaban las piernas el dendravoz le tendió las manos para sujetarla. Jeanna las apartó de un manotazo.


-¡Marchaos ahora! -exclamó Jeanna-. Dejadme a solas. Regresad cuando vengáis a llevaros a los vuestros o cuando digáis que puedo ir a hablar ante vuestro consejo. Esto... lo trataré también con ellos -el elfo asintió en silencio-. Sólo sois el mensajero Eldeth...
-Os informaré sobre la audiencia. Adiós lady Jeanna.


El elfo dio media vuelta y se marchó hacia la Arboleda. Jeanna se dejó caer en el asiento sintiéndose aplastada por la carga que debía llevar. La armadura le oprimía ahora y sentía que le faltaba el aire en los pulmones. Sentía como el dolor al clavarse las uñas al tener las manos crispadas apretadas en un puño. Su corazón estaba repentinamente lleno de furia, rencor, odio, resentimiento y culpa.

De improviso, se incorporó y se dirigió a las caballerizas. Ensilló a Furia y cabalgó al galope tras los rápidos pasos del elfo que acababa de marchar. Lo encontró en las cercanías del bosque de Wéldazh
distinguiéndolo bien de otros elfos que había en aquella elevación. Allí mismo la paladín había combatido a un general demonio de la sima en ayuda de los elfos y ni entonces le permitieron la entrada. Por lo que sabía, murieron varios elfos. Pudieron haber sido salvados quizás si le hubiesen permitido la entrada. "Todo esto es una locura" pensó la paladín.

Blandía a Isis en la diestra y el escudo lo mantenía alzado por que en el camino había tenido que enfrentarse a unos ogrillones. Ahora ante los elfos dudó por un instante el envainarla y les miró uno a uno con el ceño fruncido. Finalmente envainó la espada y descabalgó. Avanzó hacia Eldeth iniciando el ascenso a la rampa bajo la atenta mirada de los guardias elfos.


-¿Dónde está su cuerpo? El cadáver de Vasile. Lo reclamo -dijo Jeanna.
-Lo desconozco -reconoció Eldeth.
-¿Dónde? -repitió Jeanna tajante.
-El consejero de justicia se encargó del asunto -dijo Eldeth.
-¿Cómo que lo desconoce el dendravoz de la reina? -dijo Jeanna y dio un nuevo paso hacia Eldeth subiendo la rampa... al alcance del filo de su espada-. ¡Por Torm bendito! -un guardia elfo //Alith// se rascó la cabeza observando la tensión de la escena-. ¡Exijo sus exequias! ¡Su cuerpo! Para darle sepultura.
-Pensaba entregarle sus pertenencias pero me echó de su sala de justicia -dijo Eldeth
-Sí, le eché... dendravoz -dijo Jeanna. Apretó la quijada hasta doler y frunció el ceño.
-Lo comprendo.... no le guardo rencor por ello. Entiendo que haya sido un duro golpe para usted -Eldeth mostró unas telas con el emblema del Fénix a Jeanna.
-¿Por qué? -gritó Jeanna cayendo de rodillas en la rampa. El elfo se mantuvo en su sitio sin perder la compostura y buscó en un bolsillo y extrajo un par de pergaminos. La paladín haciendo acopio de su fuerza de voluntad se alzó y extendió una mano acariciando las telas que fueron las prendas que visitó Vasile.
-Dejó esto para usted -dijo el dendravoz.


Jeanna antes de tomar los pergaminos observó si eran pergaminos doblados o bien tenían lacre. Uno de ellos estaba lacrado y el otro tenía el sello roto. El dendravoz se dio cuenta de la apreciación de la mujer.


-Nos aseguramos que no está indicado el emplazamiento de nuestra ciudadela -explicó Eldeth. Por último sacó otro pergamino y se lo tendió también-. Esto es un documento que acreditaba a Vasile como consejero de Fe en Calimport.
-Lo sabía -dijo Jeanna-. Enviad un mensajero a Arion cuando sepáis sobre el cuerpo de Vasile.


Tomó las telas y los pergaminos. Los guardó en las alforjas de Furia y montó en el corcel. Galopó con rabia hasta Arion para dejar atrás su tormento.[/i:9b2abbe13c]

Cormarion

13/12/2009 11:44:15

*Esta es la carta que Eldeth entregó a Jeanna. Se aprecia que el sello lacrado está roto. El sello de un fénix rampante presidía el pergamino doblado, el nombre de Jeanna de Archelon secundaba el sello en cera. Al abrirlo un cúmulo de letras totalmente regulares -no había diferencia ni alteración en la caligrafía- se presentó ante los ojos del lector. El contenido de la misma aquí se puede leer*

[i:5d5eb755d7][b:5d5eb755d7]- A Jeanna de Archelon, maestre del fénix, jinete del dragón púrpura, cormyta,

Se debe sentir confusa, no es para menos después de despedirme del último consejo de esa forma. No era mi intención mancillar nuestro sacro y periódico encuentro con mi frenética marcha pero así fue.

Mi camino me ha llevado al bosque, como podéis suponer, donde el mismo consejero Amamir Sulocaso me recibió en lo alto de la colina que lleva al bosque. Parece que le costase dar marcha atrás en el tiempo, parece que le costara comprender que vine a eliminar rencillas, a ponerme a su disposición, a eliminar el perdón inexistente y dar fuerza al concepto de justicia que ni ellos entienden. Sacrificio, parece no comprender esa palabra, pero la decisión de aceptar la alianza con ellos después de reabrir la herida que supuso mi ataque en el bosque da a suponer que aún no me habían dado su perdón.

Ahora mismo espero la decisión del consejo elfo por mi delito, mi pena merecida, no voy a esperar más a recibirla, no voy a esperar más ni a oír sandeces sobre una supuesta justicia que ni el mismo consejo conoce. Cuando vi las caras de los consejeros, la sorna con la que me habló el Dendravoz, cuando vi mientras estaba retenido como no hacían nada por eliminar a sus demonios, entendí que no me importa el final, sino el método.

No he de mencionarle como Ser Kian administró la Orden porque vos vivisteis más que yo esos tiempos, pero el recuerdo se esfuma cuando el instinto resurge y ante la situación desesperada no me abogo más que a sus palabras de alguien que no llegué a conocer, ser Jeremías:

"No tienes que seguir las ordenes de nadie que no pertenezca a la orden. Ni de un capitán, ni del gobernador, de nadie".

Lady Nyrnael puede ser elegida por Tyr para llevar su gloria allá donde vaya, pero nunca debió quedarse en el centro de mando para gobernar una batalla que debió haber luchado desde su inicio.

A otro hecho me remito y otras palabras de otro Gran Maestre que si conocimos:

"No se puede pedir el pan y el dinero del pan".

Y nadie puede pretender nuestra amistad y ayuda a la vez que defiende, excusa y protege la presencia de escoria en Faerun. Así pues, entono mi culpa por confiar en que aquella vez les ayudé ante un mal mayor. Quizá se les ocurra algún día pensar en que demasiadas veces hacen por conseguir algo que destruyen con su día a día. El pueblo elfo no tiene mi perdón porque no lo merece, ni merecen nuestra ayuda ni nosotros debemos querer que ningún representante de su consejo ni su reina porte las armas que salvarán nuestra ciudadela... quizá mi voto de pobreza tenga que ver con esto, ahora ya no importa.

Recapacite sobre mis palabras, algún día gobernará Arion. Hágalo como lo hicieron sus antecesores: honor, fuerza, valor y justicia.

Padre Vasile.[/b:5d5eb755d7][/i:5d5eb755d7]



//Añadido el anterior post para mantener el orden. A quien corresponda: Falta que se me pase el pergamino lacrado, la acreditación de consejero de Fe y las ropas de Vasile.

VardaElementari

15/01/2010 20:44:50

*un escudero informa a lady Jeanna de Archelon, Gran Maestre del Fenix que vieron a una figura de mujer, desconocida ya que no se identifico, vestia ropajes muy gastados, la cual se puso a leer los registros e historias de la orden antes de irse de nuevo*

Cormarion

18/02/2010 18:24:27

[b:f53073bd89][size=18:f53073bd89][color=red:f53073bd89]I. Enseñanzas



L[/color:f53073bd89][/size:f53073bd89][/b:f53073bd89]a mujer dejaba atrás las murallas de la ciudadela, había cruzado el portón y no había vuelto la vista atrás. Quería respirar el aire de los bosques, sentir la brisa en el rostro, montada en el temperamental corcel, Furia.


-Mi señora -dijo Myllerne al encontrarse con ella en el camino-. Que raro veros fuera de la ciudadela.
-Sí -dijo Jeanna. Cuánta razón tiene la muchacha, pensó-. Necesito respirar, sentir el aire fresco de la mañana. Cabalga conmigo.
-¿Cual es el destino milady? -preguntó. Trazó unos símbolos en el suelo y convocó su montura.
-Berrión -dijo parcamente.
-Os sigo -dijo Myllerne obediente.


Ambas amazonas cabalgaron sin descanso hasta sobrepasar el campamento de las fuerzas de Berrion dispuestas en las afueras para detener el posible ataque del semidragón o de los dragones.


-Por aquí -indicó Jeanna. Se dirigieron a las afueras de la ciudad donde un edificio se levantaba al pie de un acantilado frente al camposanto local.


El edificio era alto y en su interior había varias gradas y asientos desde donde observar lo que pudiera ocurrir en el circulo de arena. Descabalgaron de sus monturas. Jeanna miro con dureza a Myllerne.


-Gracias por traerme -dijo Myllerne. Abrazó a su montura.
-Sígueme -dijo Jeanna con un tono seco.
-Espérame aquí -dijo Myllerne a la yegua y siguió tranquila a la gran maestre. Bajaron a la arena.
-Desenvaina -ordenó Jeanna.
-¿Con qué motivo? -preguntó Myllerne.
-Es una orden -respondió Jeanna-. ¿Hace falta más motivos para desenvainar el arma?
-Sí -respondió la muchacha-. Un verdadero caballero no desenvaina su espada más que en nombre de la verdad, la justicia o en su caso defender la vida propia.
-¿Ni aunque te lo ordene yo? -preguntó Jeanna en tono sombrío. Se llevó la mano al pomo de su espada presta a desenvainar a Isis.
-Ni aunque me lo mandéis vos -respondió Myllerne-. Los Ethos son más importantes que una orden.
-Muy bien Myllerne. No aceptarás órdenes que vayan contra los dogmas y ethos. Pero, ¿qué hay del deber? ¿de la obediencia?
-Siempre os voy a obedecer, mientras que no vaya en contra de los deseos de la Tríada, o de mis juramentos -Jeanna asintió-. Aspiro a poder se su consejera milady, y para ello debo comenzar a aconsejarme yo misma. He cometido demasiados errores por dejarme llevar por mi pasión y mi falta de atención. No quiero dejar que eso suceda de nuevo.
-Bien dicho.


La gran maestre colgó su armadura y se colocó la coraza para los entrenamientos. Al cinto se colgó una sencilla espada. Mientras se colocaba los brazales y las grebas iba pensando en lo que iba a hacer, en la siguiente prueba a la que iba a someter a Myllerne.


-Ahora... considera esto un entrenamiento -Jeanna estrechó la mirada-. Puedes desenvainar. Mediré tu nivel de esgrima -Myllerne meditó un momento, dudando.
-Tyr, si es que consideras que te fallo al desenvainar para poder atender a mis entrenamientos, por favor, perdona mi pecado y no me lo tomes en cuenta -oró Myllerne. Gesticuló un circulo a la altura de su corazón a manera de santiguarse.


Jeanna se mantenía de espaldas y asintió a sus palabras. Myllerne clavó la espada en el suelo ante ella. La gran maestre desenvainó la sencilla espada pero no por ello dejaba de translucir la maestría y la soltura con que empuñaba aquella hoja apenas equilibrada.


-Ahora trata de vencerme -dijo Jeanna-. Haz uso de todo tu poder. Pide el favor a Tyr o no te mereces considerarte aspirante a caballero. ¡Vamos! -acabó imperativa mientras la escudera se mantenía firme.
-Si no desenvaino mi espada para atacaros, ni aún cuando se me ordena, ¿cree usted que voy a pedir que me conceda sus dones para un entrenamiento?
-Si no lo haces te daré una paliza que no te levantarás en días del camastro -dijo intimidante Jeanna-. He dicho que lo uses.
-Y yo he dicho que no -dijo Myllerne sin inmutarse ante la intimidación.


La espada de Myllerne seguía clavada en el suelo sin que la empuñase. Jeanna se acercó y de una patada la tiró al suelo.


-No mereces empuñarla -dijo Jeanna apretando las mandíbulas y se giró en desplante.
-No, no lo merezco -dijo Myllerne. Se mantenía relajada y tranquila. Jeanna se volvió a girar de nuevo y recogió la hoja del suelo y se la ofreció a la escudera. Myllerne la tomó por el pomo y de nuevo la clavó en el suelo de la arena.
-Debemos estar preparados para la lucha -dijo Jeanna sosegada y asintió-. Ahora... (una vez más), esto forma parte de tu entrenamiento. Has de aprender a luchar. No puedo permitir que una araña o un lagarto te mate un día.
-Lo sé milady, pero si hubierais sido un enemigo de verdad mi escudo estaba listo.
-Ahora considerame un enemigo.
-Que no rompa mis juramentos no significa que entregue mi vida inútilmente.
-Muéstrame que sabes hacer. ¡Por la gloria de Tyr! ¡En guardia! -dijo Jeanna. Dio un paso atrás y adoptó una posición defensiva con la espada al frente-. ¿A qué esperas Myllerne?
-Tyr, nuevamente te ruego que no tomes en cuenta este pecado. Es para servirte mejor y para tu mayor gloria.
-¡Venga! Hasta ahora vas bien. No me decepciones.


La muchacha tomó la espada por el pomo y Jeanna esperó el ataque. La escudera saludó marcialmente a su oponente y Jeanna respondió al saludo. Ambas mujeres se miraron la una a la otra midiéndose.


-Un caballero nunca lanza la primera estocada -dijo Myllerne.
-Vamos niña -dijo Jeanna. Sonrió mordaz-. Yo también soy un caballero. Se nos hará de noche al final -Myllerne, que parecía relajada y tranquila, entrecerró los ojos, respiró profundamente y suspiró-. Considera que ya hemos entablado el combate y que esto es un asalto más.


La escudera aprestó el escudo hacia delante cubriendo su flanco izquierdo mientras que elevaba la diestra para golpear con la espada en un movimiento descendente. Jeanna giró el cuerpo sobre su pie izquierdo y golpeaba en un corte horizontal el costado derecho de Myllerne que había quedado al descubierto. La gran maestre no llevaba escudo y de haber empuñado la espada con ambas manos el corte hubiera sido mucho más profundo. Jeanna dio unos pasos atrás dejando espacio a la escudera que se llevaba la mano al costado. En los ojos de la muchacha se podía leer la sorpresa.


-Véndate, no quiero que te desangres -dijo Jeanna-. ¿Preparada?
-Sí milady.


Esta vez Jeanna tomó la iniciativa y lanzó la estocada. Cargó contra Myllerne golpeando con dureza a su escudo y no resistió el envite. La escudera cayó de espaldas sobre el suelo y Jeanna de nuevo se retiró unos pasos.


-¡Vamos! ¿Dónde está tu equilibrio? Planta bien los pies en el suelo -recriminó Jeanna-. USA todo tu poder. PIDE a la Tríada su favor. HAZLO y me vencerás -dijo Jeanna intentando persuadirla.
-No -respondió tajante Myllerne. Parecía que algo había cambiado en ella. Ya no veía a Jeanna igual mientras se incorporaba del suelo-. No escucho las palabras de demonios que quieren tentarme para apartarme de mi camino.
-Ese no es el camino. Si quieres ser fuerte has de usar TODO cuanto esté a tu alcance -dijo Jeanna tentadora haciendo uso de la mentira en la prueba.
-No quiero ser fuerte. Quiero ser sabia.
-¡No me vales entonces! -dijo Jeanna elevando la voz.
-Pero le valgo a Tyr.
-Tyr no está aquí ahora. Estamos sólo las dos.
-Está en mí.
-No lo veo.
-Yo soy su sabiduría. Sus palabras fluyen por mis labios, su valor late en mi corazón.
-Son palabras. ¡Recibe mi ira!
-Son actos. Cosa que nunca comprenderás demonio.
-Soy un demonio -dijo Jeanna. Se sentía satisfecha. Finalmente había despertado algo en la muchacha. Había conseguido que no considerase a quien la tenía delante como un superior sino como el peor de sus enemigos-. He fallado y he caído.
-Ahora deja a milady, Tyr te lo ordena -dijo Myllerne y levantó su simbolo sagrado.
-¡Morirás aquí! -dijo Jeanna mintiendo de nuevo.


La escudera escuchó la amenaza y envainó su espada. Jeanna con la mano libre se quitó el yelmo y lo arrojó al suelo violentamente haciéndose la enfadada.


-¿Y bien? ¿No lloras a Tyr? -preguntó Jeanna-. ¿Ni le pides su poder?
-No -respondió Myllerne-. Un caballero mantiene su palabra hasta las últimas consecuencias.
-¡Desenvaina de nuevo! No atacaré a alguien desarmado... ¿o sí? -dijo Jeanna. Se giró en un nuevo desplante-. Te lo pondré fácil. Golpea -esperó y la escudera se mantuvo firme en su sitio. Jeanna se giró de nuevo y sonrió pícara-. ¿Tienes miedo?
-No. Pero si tuviera que morir para salvar un alma moriré a gusto.
-Soy el enemigo. ¿Me rindes tu espada?
-No.
-¿Te dejarás apresar?
-Tampoco.
-¡Lucha entonces! ...
-¡Estoy luchando!
-...o serás una esclava, te fustigaré, te arrastraré por el suelo de los pelos...
-No todas las luchas se ganan a punta de espada.
-¿Con que esas tenemos? -Jeanna envainó la espada. Se guitó los guanteletes y alzó los puños desnudos amenazantes-. Quieres que use mis puños, ¿eh? No hay ningún alma que salvar aquí, solo estamos tú y yo -Myllerne se mantenía tranquila-. Un paladín de Tyr y un enemigo de la iglesia, o un demonio...
-No sois nada de eso.
-Sí que hay un alma que salvar después de todo, ¿sería tu alma la que está por salvar? ¿será acaso la mía? -dijo Jeanna y se relajó. Se acercó unos paso a Myllerne.
-Considerame como tal para el ejercicio. Si no fuera un demonio, ¿cómo sabrías que soy corrupta?
-Por vuestros actos.
-Bien dicho. Debes mirar los corazones, escrutar el área, no solo las personas son corruptas o malvadas, también los lugares y objetos. Todo lo malvado desprende un aura negra.
-Lo sé.
-Es como un pozo.
-Pero es un don de Tyr y hay que usarlo sabiamente.
-Muy bien dicho. Cuando sepas que el corazón es corrupto entonces puedes castigarlo rápidamente. No castigaremos por que sí.


La muchacha se sentó agotada y dolorida. Dejó el escudo en el suelo y se aflojó los correajes de la armadura. Jeanna se acercó a ella con cara de terrible enojo pero con un brillo en sus ojos. La escudera no se inmutó cuando la gran maestre alzó la mano para abofetearla.


-Golpearme no te quitará la sensación de vacío -dijo Myllerne. Jeanna cortó el gesto y le pellizcó un moflete. Sonrió afable a la muchacha y le limpió las manchas de su cara.
-Lo has hecho muy bien Myllerne -Jeanna no hubiera golpeado nunca a la muchacha. Era una nueva prueba y también la había superado. Se sentía satisfecha. Reparó en el escudo de Myllerne-. Dime, ¿por qué no llevas el escudo del Fénix?
-Nork me regaló este escudo, y apenas iba hacia Ambar cuando os encontré. Es cuatro veces mejor que el que llevaba.
-Manda grabar el emblema -dijo Jeanna. Se acuclilló frente a la mochila y sacó unas vendas. No había querido golpearle tan duro pero había valido la pena.
-Sí milady.
-Has actuado bien. Primero cuando te ordené desenvainar sin motivo alguno, no lo hiciste y me pediste la razón.
-Casi me convence milady. Me costó bastante trabajo mantenerme centrada.
-No me has fallado. Los ethos y dogmas están por encima de todo. Te debes a Tyr y sirves a la Tríada...


[...]

Joganth

03/03/2010 00:38:59

[i:ff1ccd6742]Desde el día en que así se decidiese, Locksley el monje rojo ha estado colaborando con las obras de la ciudadela, además de instruir a los niños en filosofía y ayudando en alguna que otra cosa.

La satisfacción que había de dar al ducado tras el juicio expeditivo por espionaje así lo demandaba.

Y sin queja alguna, aceptaría su responsabilidad.[/i:ff1ccd6742]

Cormarion

07/03/2010 02:21:38

[i:b49e31afb1][...]


-¿Qué dijiste antes? -pregunto Jeanna.
-He dicho muchas palabras -respondió Ania.
-Queréis hacer feliz a todo el mundo, contentarlos a todos, os falta el valor de plantad cara, de decir: ¡No! -recordó Jeanna.
-Eso dije -replicó Ania.
-Es culpa mía -dijo Jeanna. Se quitó la capa roja de gran maestre con un único movimiento.
-¿El qué? -inquirió Ania frunciendo el ceño.
-Estaré en la celda de meditación -dijo Jeanna. Sus hombros cayeron relajados aliviados de la carga que soportaba.
-Claro.
-Quedas al frente de la orden. No saldré de allí a no ser que sea algo de gravedad -ordenó Jeanna.


[...][/i:b49e31afb1]

Jack_Botas

13/03/2010 16:50:21

Un nuevo Caballero del Fénix

La capa nívea descansaba en el taburete de la celda de oración plegada con esmero. La capa de los Caballeros del Fénix. Hacía ya casi dos años desde que Leobald contemplara por primera vez las murallas de Arion, desde que jurara lealtad a Lady Jeanna, la Gran Maestre de la Orden. El Fénix había crecido desde entonces cuando apenas ella y Lady Rosanegra, Maestre de la Orden, eran los únicos caballeros en el baluarte. Sir Tomas había regresado de su tierra para cumplir con la palabra dada y Sir Pellinor, la Hermana Myllerne y Sir Nathaniel aspiraban ahora al honor que le acababa de ser conferido hacia pocas horas por la Gran Maestre. Con lentitud reverencial ajustó las últimas piezas de la armadura. El fénix de gules sobre campo de plata gobernaba la pechera, donde las escamas de acero lacado arrojaban reflejos perlados a la luz de las velas.
La Orden había cambiado desde su llegada, pero no todos los cambios habían sido a mejor. Las relaciones con los aliados peligraban y con ellas la seguridad de todos cuantos había jurado proteger, aquellos que habían encontrado un nuevo comienzo tras los muros de Arion. Leobald recogió la capa de caballero y la posó sobre sus hombros. Había sido jurado caballero por la mano de Lady Jeanna, ante la presencia la Hermana Myllerne, Sir Nathaniel y Sir Wilhem del Puño Cegador. Los Padres habían consentido con su gracia. Ahora, esperaba ser escuchado.
El caballero veló sus armas en una oración queda.
-Dios Quebrado, dame valor para soportar y entendimiento para encontrar las palabras.
Tras bendecir el guantelete en bronce, deslizó dentro de él la mano derecha. Se santiguó y se irguíó en silencio. Ciñó su espada al costado y abandonó la celda.