Ilinoth

18/04/2009 02:59:18

Mathander practicaba cómo de costumbre, cerca del desierto de Calimshán, a sólo unos pasos del lugar donde las Montañas de la Marcha clavan sus raíces en lo profundo del desierto.

Aquel lugar le confería cierta intimidad para canalizar la magia, concretamente el fuego mágico que apenas le suponía esfuerzo para dominar.
Lanzaba proyectiles ígneos de diversa forma y volumen, con una facilidad pasmosa y lo hacía indistintamente de igual forma tanto a los titánicos desfiladeros que se cernían sobre su cabeza cómo a las inmensas dunas que el viento calishita había formado con el paso de las dekhanas.

Flechas y orbes explosivos de fuego mágico creaban leves desprendimientos al estallar contra la dura roca y se precipitaban desde la cima de los desfiladeros creando unos estruendos que parecían más bien los alaridos de la gran cordillera de la Marcha al ser herida.

Los montículos de arena que formaban el cordón dunar eran inmesos y su grandeza apenas quedaba fracturada por los proyectiles, pero Math no reparaba en ello, sino en el resultado de las explosiones al finalizar, pues la polvorienta mezcla de arena, ceniza y viento formaba extrañas formas a veces bien definidas, creyendo ver piras de llamas arder en el viento una vez finalizados sus sortilegios e incluso genios ardientes que durante el caos de ceniza,hollín y arena parecían decirle gestualmemte, moviendo sus dedos índices..., vén... acércate.


La búsqueda de los orígenes de su fluido vital había sido infructuosa y andaba penosamente desde hacía mucho tiempo tratando de escudriñar algo en él, significativo o con el más mínimo indicio de lógica que pudiera explicar el don innato que desde su nacimiento, atesoraba y tales experiencias le conferían un pequño atisbo de esperanza en la interminable búsqueda que había emprendido desde su infancia.