Cormarion

28/05/2009 01:36:06

-¿Queréis que nos enfrentemos? -dijo el maestro Wilhelm un tanto sorprendido ante la petición de Elberêth.
-Claro, aunque creo que sé quien ganará es una buena prueba.


Varios se habían congregado en el mercado de Puerta de Baldur con intención de entrenarse en la arena. Lilian y el nuevo miembro del Puño Cegador, Pastor, por una parte; y una mujer y una joven muchacha por otra, Lyan y Laura. Les acompañaba Elberêth que pidió a la paladín si les podría acompañar hasta allí para poder mantener una charla con ella.

En el camino a la arena se les unió sir Drazhen, y la paladín fue formal y seria en su trato con el caballero, sus miradas se cruzaron y guardaron silencio, y por la expresión de Drazhen la paladín entendió que esperaba hablar con ella en privado y se lo concedería. Una vez en el coliseo, mientras Lilian y Pastor realizaban sus ejercicios, llegó el caballero Timo colocándose junto a su líder en las barandillas. Y poco más tarde el maestro Wilhelm.

Los dos elfos, el disciplinado monje y el arcano caído en desgracia, tomaron sus posiciones en la arena. El primero cedió la ventaja al mago dejando que tejiera sus mágicas defensas y que lanzara su primer golpe. Elberêth intentó hacer morder el polvo a Wilhelm primero con sus conjuros y después con su espada sin éxito, mientras que Wilhelm iba abriéndose paso poco a poco en la guardia del mago alcanzándole con certeros disparos con un arco que hacía aparecer flechas de la nada.


-Creo que podemos dejarlo en empate -dijo Elberêth envainando la espada y sonriendo a Wilhelm.
-No creo que tus conjuros sean eternos -dijo Wilhelm.
-¿Empate Elberêth? -gritó Jeanna desde la gradería-. Los conjuros expirarán tarde o temprano... ¿qué harás?
-¿Teleportarme? -le respondió el mago con una sonrisa.


Los magos, tal y como pensaba Jeanna, suelen ser personas de recursos y Elberêth hizo gala de los suyos tras alzar unos extraños muros parecidos a duras telarañas para refugiarse tras ellos y recuperar fuerzas, pero el mago no contaba con la increíble agilidad y la fuerza que poseía Wilhelm, que con un prodigioso salto se catapultó tras las barreras nuevamente cara a cara con Elberêth, hostigándolo una vez más sin concederle tregua.

El combate se alargaba y el sol rayaba el horizonte tiñendo de rojo el cielo y los combatientes dieron por acabado el combate sin que se nombrase vencedor o vencido.


-Curioso sortilegio. No lo había visto nunca -comentó la paladín-. Me pregunto si la vengadora disiparía las telarañas -dijo y se dispuso a probarlo y bajó a la arena.
-No lo creo Jeanna -dijo Elberêth-. Es un don divino.


Lyan por su parte había bajado a la carrera seguida de Laura a la arena a probar la fortaleza de los muros creados por el mago que acabó disipándolos con un chasquido de dedos. La mujer blandía un enorme espadón y la mostraba orgullosa ante la joven.


-¡Madre mía! Si la hoja es más alta que ella -dijo Jeanna.
-Sí. Se la quité a un gigante -dijo orgullosa Lyan.
-¡Ualaaa! -dijo Laura.


La mujer relató la historia de cómo había acabado con el gigante usando las técnicas de su maestro Fibrizo incluyendo los detalles escabrosos de la gratuidad de la violencia y jactándose de matar a los malos. Esa mujer parecía tener el corazón de un guerrero que disfrutaba matando y por su vocabulario no parecía un buen modelo a seguir para la joven y la paladín no podía permitir que siguiera intoxicando los oídos de Laura.


-Yo soy buena, mato a los malos -dijo Lyan.
-No menciones la palabra matar a la ligera -interrumpió Jeanna-. Aunque sean malos.
-¿Por qué? Es verdad. He matado muchos malos -dijo Lyan-. La palabra matar existe y significa que está muerto por que le has matado.
-De todos modos... -e hizo una pausa para rebatirle la ligereza de sus palabras pero no disponía de tiempo ahora-. Aun así, no es cuestión nada trivial. He oído que sois su tía, cuidad de ella y educadla como es debido.
-Sí, soy su tía. Siempre la he cuidado y también soy su maestra, ¿verdad? -dijo Lyan y miró a su sobrina.
-Sí, me enseña a usar armas -dijo Laura. Y pronto el escudo.
-Claro, la siguiente lección es el escudo -dijo Lyan.
-Yo os podría dar alguna clase en el ducado, si os place -ofreció Jeanna a Laura.
-¿Ducado? -preguntó Lyan a Jeanna sobresaltándose y poniéndose seria- ¿eres del pueblo de los paladines?
-Mis manos callosas son el reflejo de toda una vida al servicio de la gente -respondió Jeanna-. ¿Pueblo? Sí, supongo que os referís al ducado de Arion. Donde el Fénix anida.



//Quedan invitados a postear en el hilo todos aquellos que estuvieron presentes en la escena y posteriormente los que se vayan implicando onrol.

Relacionado con: expedientes del Fénix.

Edit: Prometo que los siguientes no serán tan largos.

Rugrim

28/05/2009 03:02:45

Su tía le había dicho que ese día combatiría contra un monje. A Laura esa idea no le hacía mucha gracia. Aún no sabía usar el escudo y tenía entendido que los monjes te golpeaban incesantemente.

Cuando llegó a la arena, el monje y Lilian estaban entrenando. Por suerte para Laura, cuando los dos monjes terminaron su entrenamiento, el arcano Elbereth reto a Willhem.

Aliviada por librarse de un combate que perdería seguro se colocó al lado de su tía. El combate empezo, pero Laura se despistó, pues a su tía le entraron unos mareos y hasta que Lilian no las ayudó no volvió a centrar su atención en el combate. Para entonces había unos muros de telarañas en la arena y bajo junto a su tía para probar su nueva espadita.

Fue entonces cuando la paladina empezó a sermonear a Lyan, diciendole que no empleara a la ligera ciertas palabras. Laura no prestaba gran atención hasta que la paladina soltó la palabra clave "Ducado".

Laura sabía como había muerto su madre, ya se lo había contado el clerigo, pero tal y como temió Lyan se enfadó al oir que la paladina era de ese castillo. Tal fue el enfado que terminó exigiendo una explicación y le será dada en el lago dentro de unos pocos ciclos como acordaron los allí presentes.

Elgatovolador

28/05/2009 14:43:07

ya era hora de que todo saliera a la luz pensaba el arcano, que meditaba en el saón de la Casa que le acogía en Baldur , iré a esa reunión , quizás sea hora de hablar con Wil de la no ya tan pequeñá Laura . . .

magma

30/05/2009 23:11:53

Laura y yo, la guerrera Lyan (quizas hayais oido hablar de mí) estabamos en el mercado de la ciudad de Baldur. Nos encontramos con Lilian y con un amigo suyo y de Wil, llevaba el mismo traje que ellos, bueno, el mismo no, uno igual.. el mismo no porque Lilian llevaba el suyo y Wil tambien tenia el suyo puesto.

El amigo de Lilian y Wil era un pastor que queria aprender a pelear. Me pareció buena idea que fusemos a la arena y hacer un entrenamiento para Laura, que luchase contra el pastor, sería su primer combate real... bueno, pero sin querer matar a nadie.

Muchos se apuntaron a ir a la arena, cuando llegué yo habia mucha mucha pero que mucha gente, y abajo, en la arena, estaban el elfo de los calcetines nuevos y el héroe Wil, querian pelear. Le dije a Laura que se fijase bien en el combate, porque seguro que podíamos aprender muchas cosas. Ellos pelearon y pelearo y pelearon, el elfo de los calcetines nuevos tiraba luces y decia cosas raras, Wil iba con un arco.. yo no sabia que usaba el arco, a lo mejor estaba entrenandose para aprender a disparar. En un momento me mareé mucho, me pensaba que estaba embarazada, pero era dificil.. porque no me habia dado besos con nadie. Laura llamó a Lilian y ella vino corriendo muy muy rápido y me dio una poción que olia un poco mal y me dijo que me la bebiese toda. Estaba mala, pero Lilian es la muy mejor amiga de Aria, y por eso le hago caso, porque entonces también es mi amiga.

Después de beberme la poción ya no estaba embarazada, bueno, Lilian dijo que no habia estado nunca, que era de alguna magia...

Fué entonces cuando miré otra vez al combate de Wil y Elbereth (también se llama así el elfo de los calcetines nuevos) y vi que ya no peleaban y que habian muchas cosas raras alli abajo, y Wil y el elfo les pegaban para romperlas. Yo también queria romper cosas, así que bajé y saqué mi espada de cortar fuet para pegarles fuerte y romperlo todo. Bajó también Laura y Jeanna, que yo no le conocía de antes. Pronto se acabaron las cosas para romper, y yo expliqué cómo habia conseguido esa espada tan grande, porque todos parecían sorprendidos por ser tan enorme. Cuando Laura mate a un gigante se la regalaré, será un premio.

Cuando conté mi gran historia, Jeanna me dijo que no tendría que decir la palabra matar ¿porque no? la palabra matar se inventó para que la dijesemos, por eso existe.

Empezamos a hablar, ella queria ir de interesante diciendo palabras raras... pues yo no pensaba quedarme por debajo, también sé inventarme palabras, o que se piensa:


[color=blue:4645c30788]Lyan - la palabra matar existe y significa que está muerto porque le has matado.

Jeanna - de todos modos... aun así, no es cuestión nada trivial.

Lyan - oh.. no, es verdad, no es urgunal.

Laura - Urgunal?

Lyan - si tramilizas es posible que rumblees *asintiendo*[/color:4645c30788]

Entonces todos se miraron raro, se dieron cuenta de que no podian chulearme con esas cosas.

[color=blue:4645c30788]Jeanna - he oido que sois su tia, cuidad de ella y educadla como es debido.

Lyan - sí, soy su tía. Siempre le he cuidado, y tambien soy su maestra ¿verdad? *mirando a Laura*

Laura- sí, me enseña a usar armas. Y pronto el escudo ¿verdad tía?

Lyan - ¡claro! la siguiente lección es el escudo.

Jeanna - yo os podria dar alguna clase en el Ducado si os parece.[/color:4645c30788]


Eso me empezó a enfadar, no sólo que se pensase que podia hacer de maestra a Laura, sino que el Ducado es el pueblo de los paladines malos... ¿ella era del Ducado? Le miré igual que a los gigantes y orcos y a todos los malos a partir de ese momento.

[color=blue:4645c30788]Lyan - ¿eres del pueblo de los paladines?

Jeanna - mis manos cayosas son reflejo de toda una vida al servicio de la buena gente. ¿Pueblo? sí, supongo que os referís al Ducado de Arion, donde el Fénix anida.

Lyan - si.. ese pueblo donde los paladines tienen un castillo con carceles...

Jeanna - ¿cárceles? eso es inevitable, señora.

Lyan - y poneis gente con cadenas y trapos en la boca. Qué señora y qué señora, yo soy LYAN! [/color:4645c30788]

Esa estirada empezaba a enfadarme de verdad

[color=blue:4645c30788]Lyan - y mi hermana se llama Aria... A r i a

Jeanna - Lyan, no comprendo vuestro enojo

Lyan - Vete de mi cuidad *le señala con el espadón*

Jeanna - pero si quereis podeis pasar y comprovar por vos misma que no se trata mal a nadie alli

Lyan - ¿A NO? si voy no será para ver otra cosa que las llamas[/color:4645c30788]

Yo había visto como habian tratado en la carcel a Aria , y a mí misma me habian tirado al suelo de la calle porque queria hablar con ella y no me querian dejar. ¡Si voy al Ducado de verdad que es para quemar el pueblo!

Al final quedamos en que cuando Jeanna en cuentre a su padre Wil nos avisará a todos, iremos al lugar de encuentro, iremos Laura, Wil, Lilian y yo por un lado. Jeanna vendrá solo con su padre. Una vez allí todos juntos le daremos las armas a Wil y haré que me expliquen qué le hicieron a Aria, si hay que pelear Wil y Lilian dan patadas y puñetazos, Jeanna y su padre no pueden ganar, y sin armas no pueden hacer cortes a Laura. Espero ansiosa el dia de verles otra vez y darles una buena paliza a esa chica y a su padre.

Cormarion

03/07/2009 15:13:28

-Sí... ese pueblo donde los paladines tienen un castillo con prisiones -dijo Lyan-, y ponéis gente con cadenas y un trapo en la boca.
-Del... castillo -balbuceó Laura a su lado.
-¿Prisiones? -dijo Jeanna sin entender a qué venía el comentario-. Eso es inevitable, señora.
-Jeanna, por qué no subís a sentaros en las gradas -dijo Elberêth ocultando su preocupación tras una sonrisa.
-¡Qué señora y qué señora! Yo soy Lyan -dijo levantando la voz la mujer-. Y mi hermana se llamaba Aria.
-Lyan, no comprendo vuestro enojo -dijo Jeanna.
-Aria... -insistió Lyan achinando los ojos-. Vete de mi ciudad -dijo y señaló a la paladín con el espadón mientras que Laura dirigía la mirada al suelo.
-Lyan... -comenzó a decir el maestro Wilhelm y no pudo continuar. Dejó que la rabia de la mujer fluyera y de que el asunto se esclareciese por fin.
-Pero si queréis podéis pasar y comprobar por vos misma que no se trata mal a nadie allí -dijo Jeanna a Lyan y después mirando a Laura, la dulce muchacha de extraños ojos-. Vos también.
-¿Ah, no? -preguntó Lyan dejando escapar una risita irónica y nerviosa, y continuó murmurando entre dientes-, si voy no será más que para ver las llamas.
-Cuando gustéis Lyan -dijo sosegada Jeanna y se quedó mirando a Laura que alzó la cabeza y le enfrentó la mirada orgullosa.
-¿Dónde está mi hermana, eh? -preguntó Lyan interponiendose entre Jeanna y Laura.
-¿Hermana? -dijo Jeanna.
-Sí. Mi hermana Aria. -dijo Lyan.
-Por favor, explicaos -dijo Jeanna.
-Yo fui vi lo que hacíais con ella -dijo Lyan con tono seco y lleno de rabia-, y cómo me tirasteis a la calle como si fuese un perro lleno de pulgas y garrapatas que muerde.
-Mi madre... -dijo Laura con voz entrecortada.
-Ahora, yo podría hacer lo mismo, ¿no? -continuó Lyan-. Matar, matar, matar, matar, ¡matar!
-Lyan, ¡basta! -interrumpió Lilian.
-A mí no me importa decir: ¡matar! -dijo Lyan mirando por un segundo a Lilian.
-Lamento oir eso y más me cuesta creerlo -dijo Jeanna y siguió mostrandose calmada-. Os escucho.
-Lyan cálmate -pidió Elberêth.
-¡Vete! -ordenó Lyan a Jeanna.
-No, ella no se irá -dijo Elberêth-. No, hasta que ella quiera claro. Aria perdió la cabeza -añadió el elfo con un suspiro.
-¿Ah, no? Pues ya quiere -dijo Lyan y Laura se le acercó y susurró algo en su oído mientras que Lilian se llevaba la mano a la cara esperando lo peor.
-Lyan... -comenzó a decir Jeanna dando un paso adelante hacia la enfurecida mujer y su amenazador espadón mostrando las manos con las palmas abiertas en actitud pacífica-. Contadme lo que haya ocurrido, hoy o cuando gustéis. Estaré disponible para vos. La verdad ha de brillar por sí misma.


La mujer guerrera blandió el espadón y se puso en guardia como si pudiese darse comienzo a un combate. Miró sus vestiduras poco apropiadas para la lucha, pero aún así parecía dispuesta a plantar batalla, mientras que la paladina iba cubierta de metal sin resquicios en su armadura completa.


-Envaina el arma Lyan -dijo Elberêth-. Nadie se va a pelear aquí.
-No me fío de esos estirados -dijo Lyan mirando ceñuda al elfo-, que en vez de estirarse ellos estiran a los demás por la fuerza. Y tú -dijo dirigiéndose a Jeanna-, ¡ja!, no digas cosas raras. La verdad no brilla ni nada de eso y todos a los que he oído hablar tanto de verdades luego han sido unos mentirosos. Vacíate para volverte a llenar, ¡ja!
-Lyan, cálmate -pidió Elberêth y empezó a tararear una tonada tranquilizadora con poco éxito pues Lyan continuó arremetiendo contra la paladín.
-Si no te mato aquí y ahora es porque con este vestido se me vería el culo -dijo Lyan señalando con el espadón, que era capaz de alzar con una sola mano, a Jeanna una vez más-. Y Aria no quiere que se me vea el culo. Lo sé porque está en el país de las hadas y me lo dice.
-Por favor Lyan, déjala, no tiene importancia -dijo Laura aferrándose al brazo de Lyan con tono suplicante.
-Si con mi muerte pudiera rectificar una injusticia bienvenida sea -manifestó Jeanna.

Cormarion

06/07/2009 13:53:10

La guerrera tenía los nervios a flor de piel, los músculos tensos, presta a saltar como un felino sobre la otra mujer y partirla en dos con el espadón. Frente a ella, la paladín no sentía temor, y se ofrecía al alcance de la amenazante arma, dispuesta a escuchar las acusaciones y a calmar la ira de quién las vertía.


-Lady Jeanna, creo que este asunto es mejor aclararlo en privado -dijo Lilian-. Veo que desconoce el asunto. No es el caso, no más muertes.
-Vamos Lyan, envaina el arma -dijo Elberêth apoyando su bastón sobre el mandoble.
-Creo que será que lo aclaréis con más tranquilidad -dijo Pastor, el último iniciado en la orden del Puño Cegador-. Además hace una hermosa noche.


Lyan miró a Elberêth, y a su bastón que mantenía sobre el espadón, y luego a Laura que miraba al elfo frunciendo el ceño.


-Nadie más que yo defenderá los corazones de las mentiras y la corrupción -dijo Jeanna.
-Si no te gusta matar, ni las mentiras y te piensas de verdad que la verdad brilla, no sé que haces en ese pueblo de paladines -dijo Lyan-. Los viejos de la calle tosen mocos y los niños se comen los mocos para ser paladines de mayores.
-Sabed que si Laura es hija de Aria hice el esfuerzo por saber de la criatura y que... -dijo Jeanna e hizo una pausa-, quise cuidar de ella. Ya veo que tiene a quién la cuide bien.


Al oír esto último Laura dirigió la vista a Jeanna, quizás viéndola con diferentes ojos, fuese curiosidad o incredulidad, era una sorpresa para la muchacha.


-¿Conociste a Aria entonces? -preguntó Lyan.
-Yo... no -respondió la paladín.
-Lyan guada eso, anda -insistió Elberêth con tono sosegado.
-¿Pues quién? -preguntó Lyan, bajó el arma clavándola en el suelo y apoyó la mano en la empuñadura rebajando el tono amenazante.
-Han sido tiempos difíciles para mí pues... -empezó a decir Jeanna, embargada por la vergüenza y sintiendo reluctancia a dar la explicación pero se había ofrecido a ello con total sinceridad-, estuve recluida durante largo en las celdas de meditación. Muchas cosas han pasado y no me he sentido digna por tiempo de llevar este uniforme.
-Vaya, vaya, ponéis en la cárcel a los vuestros -dijo Lyan.
-No es eso -dijo Jeanna-. Son las celdas destinadas a purificar nuestra alma mediante la oración hasta el día en que mi espada volvió a brillar.
-Pues espero que todos entren allí y se pudran -espetó Lyan.


Cualquier otro miembro de la orden no hubiera aguantado tales pullas, quizás ni ella misma en otro tiempo, pero había expiado su sentimiento de culpa y limpiado su alma durante su reclusión meditativa y sentía su fe renovada, más sabia y más cercana que nunca al Caballero Leal.


-Amargas palabras pronunciáis -dijo Jeanna-, no os guardo rencor.
-¡No hace falta que me guardes nada! -dijo Lyan explotando nuevamente-, tengo una habitación muy grande.
-No digas eso Lyan -le reprochó Laura a Lyan, apenas un murmullo dirigiendo una mirada triste y suplicante a su tía.
-Os digo la verdad -dijo Jeanna-, cuando supe de lo sucedido me interesé por el destino de Laura y criarla como una hija.


El ambiente era cada vez más tenso. Lyan miraba de reojo a Laura y apretó los labios; Lilian miró al maestro Wilhelm que se mostraba atento.


-¿Y por qué? -dijo entre risas Lyan.
-¿Por qué?, por que... -dijo Jeanna y se volvió a sentir azorada al sentir expuestos sus más íntimos deseos y miró a todos los presentes-, yo... también soy mujer.
-Sí, eso es verdad -dijo Lyan después de mirar a Jeanna de arriba a abajo. Laura miró con curiosidad a Jeanna-. Pero, ¿y qué?
-También quiero tener hijos -dijo Jeanna para sorpresa de más de uno-, mas mis votos... debo cumplirlos. Aria ya no la podría cuidar, ¿acaso no sería loable mi acción?, ¿no sería lo correcto?
-¿Y querías robarle su hija a Aria? -preguntó Lyan acusadora.
-Esas palabras son muy duras incluso viniendo de ti, Lyan -dijo Elberêth serio.
-Las palabras no son duras ni blandas -dijo Lyan-. Son como el aire.
-Incluso el aire puede cortar la piel, Lyan -dijo Jeanna.
-O congelarte el culo con ese vestido -añadió Elberêth-, para que me entiendas.
-En las montañas nevadas, sí -dijo Lyan.
-Estoy apenada por lo sucedido -dijo Jeanna-. Pero estoy segura que se hizo justicia.
-¿Y por qué no la soltaste pues? -preguntó Lyan.
-No fui juez ni fiscal -dijo Jeanna-. No pude abogar por nadie.
-¿Y qué hizo tan malo? -inquirió nuevamente Lyan-. Ella me dijo que no había hecho nada malo y ella es buena y no dice mentiras.
-Entonces os invito de nuevo a acudir al ducado y que exijáis ver los expedientes del caso -dijo Jeanna.
-¿Justicia? Algo le pasó tras el encierro, ¿qué le pasó? -exigió Lyan-. Si voy me cagaré en la puerta de vuestro castillo para empezar.


Reuniendo la suficiente presencia de ánimo para mantenerse calmada y oír sólo lo que de verdad importaba en las palabras acusadoras de la mujer, la paladín continuó ofreciendo las explicaciones necesarias para resolver el asunto.


-Diría que fue juzgada por el Padre con el visto bueno de sir Kian -dijo Jeanna.
-El visto bueno de Tem... ¿Kian? -dijo Lyan- ¿Él quería que la encerraran, la encadenasen y le pusiesen un trapo en la boca?
-Sir Kian -aclaró Jeanna.
-Sí, sé quien es Kian, a lo mejor sé quien es mejor que tú -replicó Lyan.
-Id, y hablad de nuevo conmigo, o con él si preferís -logró decir Jeanna tras recibir la dolorosa pulla como mujer.
-¿Kian está allí? -preguntó Lyan.
-Él... no, sus deberes para Cormyr lo han llevado de nuevo a las tierras de piedra para hacer frente a los orcos -explicó Jeanna manteniéndose en posición de firme.
-Ahora Aria está en el país de las hadas buenas, ¿lo sabías? -dijo Lyan.


Algo parecía haberse conmovido en el interior de Laura que mantenía la mirada fija y triste sobre Jeanna. Se estaba hablando de su madre y sentimientos pasados flotaban hacia la superficie trayendo un torrente de emociones. La paladín bajó la mirada mientras pensaba: quién sabe que fue de ese torbellino de fuerza pues no se encontró el cuerpo.

Cormarion

27/07/2009 23:14:11

Jeanna se entristeció sobremanera sintiendo el dolor que había en esas palabras. La inocencia de una niña se había visto truncada cuando su madre fue poseída por la locura y al parecer su tía había estado cuidando de ella y había sido puesta bajo la tutela del duque Zyrustine. ¿Qué versión le habían dado a la muchacha acerca de la muerte de su madre?, se preguntaba ahora y bajó la mirada al suelo.


-¿Qué podríais hacer ahora? -dijo Lyan. La mujer continuaba apoyada sobre el espadón clavado en la arena del coliseo y hablaba como si se pudiese comunicar con Aria allá donde estuviese ahora-, no podéis ni mirar a su hija a la cara para pedirle perdón y tampoco creo que le sirva de de mucho allí. Preferirá no veros.
-No digas eso -interrumpió Laura sobrecogida por las palabras de su tía con un hilo de voz-. Sabes que a mami siempre le gustaba verlo todo.
-Sintiéndolo mucho, y que tenga que oírlo Laura, su madre fue juzgada y sentenciada -dijo Jeanna haciendo mención a los primeros expedientes-. No debo pedir perdón y vos me habéis obligado a que ella lo escuche.


No hizo mención a los últimos pues no se celebró ningún juicio ni se dictó sentencia alguna debido a los sucesos que ocurrieron en el jardín interior del castillo y al trágico fin de Aria cuyo cuerpo se había desintegrado al descontrolarsele la canalización de la urdimbre influenciada por su estado de ánimo. De todos modos los hechos se reflejaban en los expedientes públicos.


-¿Juzgada y puesta con cadenas? Lo vi -dijo Lyan.
-Si se creyó necesario estaría justificado -dijo Jeanna-. Debo creer que así fue Lyan.
-No. La juzgaron y encerraron con cadenas y un trapo en la boca y no me dejaron hablar con ella y ya no ha venido a verme -dijo Lyan.
-Por lo poco que sé, esas medidas se utilizan contra conjuradores -explicó Jeanna-. Decidme, ¿podía conjurar?


Lyan se encogió de hombros evadiendo la respuesta aunque Jeanna ya la conocía. El maestro Wilhelm confirmó el hecho y también Elberêth, incluso Laura dijo que su madre era una hechicera.


-Me dijeron que podría hablar con ella pero no pude porque ella no pudo hablar -se quejó Lyan.
-Lamento que tu tía no reconozca y vea la verdad con sus propios ojos -dijo Jeanna a Laura-, y más lo lamento por ti.
-Tanto lamentar... ni que fuese tu sobrina. Es mi sobrina y mi hermana -dijo Lyan.
-Comprendo su dolor por lo tanto lamento lo que ha de sufrir -dijo Jeanna serena.
-No estoy segura de poder aceptar tus disculpas -dijo Laura. La muchacha se sonrojó y bajó la mirada triste y avergonzada y en un murmullo dijo para sí: ella era mi madre y todo lo que más quería.
-No las he pedido tampoco -dijo Jeanna. Se había dictado sentencia en el ducado y creía en el juicio del Padre Vasile, el guía espiritual de la orden, y en la confirmación de sir Kian. Eso le bastaba-. Sigo creyendo que se hizo justicia.
-Pues yo no -declaró Lyan-. No es la manera de tratar a nadie.
-Tenéis derecho a que se os expliquen los expedientes. El Padre es el más indicado -dijo Jeanna. Guardó silencio y miró a los presentes. Lilian tenía una expresión sombría en el rostro y Wilhelm estaba atento, mientras Laura se hallaba sumida en sus propios pensamientos.


Había anochecido y el alba les sorprendió aún en el coliseo, frente a frente las dos mujeres se miraban a los ojos, sin desviar la mirada. Los primeros rayos del sol se reflejaron en la hoja del espadón de Lyan derramando la bendición de Lathander sobre los presentes trayendo la oportunidad y la esperanza de la renovación.


-Considerad mi oferta. Es de todo derecho -ofreció Jeanna-. No hay nada que ocultar. Lo veréis por vos misma. Es todo cuanto está en mi mano.
-Ya lo vi -dijo Lyan. Dirigió la vista a la manos callosas de la paladín, entrecerró los ojos e inclinó ligeramente la cabeza sopesando la oferta o decidiendo la siguiente acción. A su espalda Laura miraba a su tía tras un ligero velo de lágrimas. Lyan rechinó los dientes.

>>No sé si fuistes tú quién lo hizo pero si no lo hicistes tú porque estabas en la cárcel piensa bien con quién estás. A lo mejor aún puedes irte de allí antes de volverte como ellos, pero mejor no vuelvas por Baldur.

-Ya lo he contado. Supe tarde de los hechos y no pude asistir a los juicios -dijo Jeanna y volvió a explicar lo mismo-. Y cuando dije celda me refiero a unas pequeñas habitaciones para orar. No son celdas. Son austeras; sólo nosotros y la triada.
-Pues si no son celdas no digas que son celdas -dijo Lyan.
-Es la grandeza del lenguaje -dijo Jeanna-. Veo que no puedo haceros comprender mis palabras.
-Me parece que no sabes hablar muy bien. Si hablases bien lo entendería todo -dijo Lyan.
-Podéis escucharme cuando queráis. Siempre seréis recibida -dijo Jeanna.
-No te gustaría -dijo Lyan.
-No es cuestión de gustos, vos tenéis una demanda, yo os escucho -dijo Jeanna.


Laura susurró algo al oído de su tía y ésta asintió. La tensión aún se mantenía en el ambiente.


-Bien. No te mataré porque pareces menos mala que antes -dijo Lyan-, pero piensa bien las cosas.
-Ninguno de los presentes te dejaría hacer tal cosa -dijo Elberêth-. El derramamiento de sangre no conduce a ningún sitio.
-Eso se podría considerar... -empezó a decir Jeanna-, pero dejemoslo por hoy.


La paladín enarcó una ceja sorprendida de la frivolidad de la mujer que acababa de anunciar sus intenciones asesinas. Esa amenaza a oídos de cualquier otro paladín habría significado una afrenta, pero su sentido de la justicia y la compasión que sentía Jeanna por aquella extraña mujer y su sobrina llenaban su corazón, y recordó las doctrinas del código de caballería de la orden: Valor, Justicia, Lealtad, Defensa, Coraje, Fe, Humildad, Generosidad, Nobleza y Franqueza.


-Soy una guerrera y hago siempre lo que quiero -dijo Lyan y escupió al suelo.
-Lyan... -dijo Wilhelm-, creo que lo mejor es que aclaréis este asunto. El Padre Vasile podrá hablar contigo. Si no queréis que sea en Arion ni en Puerta de Baldur podéis hacerlo en el monasterio.
-¿Y qué ha de decirme su padre? -preguntó Lyan.
-No es su padre, le llaman así. Es un sacerdote -explicó Wilhelm-. Un clérigo. Será lo mejor para saber lo que pasó y por qué.
-Yo también quiero estar presente -dijo Laura.
-Sí, vale. Pero no en el monasterio. Yo vivo allí también Wil. No quiero que su padre venga a mi casa -dijo Lyan.
-¿En el lago de Esmel? -propuso Elberêth-. Es un sitio tranquilo y bello.
-Vale, pero si venís más de dos... -dijo Lyan y se pasó un dedo por el cuello declarando las intenciones.
-Yo os acompañaré si queréis -dijo Wilhelm ofreciéndose a Laura.
-Wil vendrá al lago, tu padre y tú, y Lilian también vendrá -dijo Lyan y sonrió.
-Yo os acompañaré Jeanna -dijo Elberêth.
-¡No! Su padre y ella -dijo Lyan.


Quedaron citados en el lago de Esmel cuando el Padre Vasile regresase. Se llevarían los expedientes y se aclararían los hechos cara a cara. Aun tuvo tiempo Lyan de soltar unas cuantas frases soeces más sobre Wéldazh y Arion. Las armas las entregarían al monje.


-Como veáis, para ver unos papeles y oír de boca de su juez las acusaciones y la sentencia me parece demasiado enredo -dijo Jeanna-. Sabed que no tendría ni que pasar por éste trámite, sólo lo hago para que veáis la buena voluntad y que se hizo justicia.
-A todo le llamáis justicia cuando es lo que decidís vosotros -dijo Lyan.
-En la triada nos encomendamos y bajo su mirada actuamos -dijo Jeanna.

magma

28/07/2009 22:45:16

Lyan se había encontrado un par de veces más con la paladina. En una ocasión incluso habían compartido mesa en la taberna, por peticion explícita de su "maestro anular ¡SEÑOR!" Bifur, el cual insitía a Lyan que mostrarse amable y abierto a las buenas relaciones con los de fuera era primordial para formar parte del cuerpo del puño en Baldur. Lyan se esforzó, y , en ocasiones, incluso sentía que si se hubiesen conocido de otro modo Jeanna y ella podrían llegar a ser buenas amigas. Sin embargo se empeñaba en odiarle, sentía que se lo debía a Aria, no perdonaría a nadie de la orden del Fenix, no antes de saber lo que había sucedido y porque habían tratado tan mal a su hermana, que salió de allí enrarecida en su carácter.

El Padre Vasile no aparecía y la guerrera se impacientaba, esperando ansiosa el mensaje de Wilhelm diciendo que dia se realizaría la cita entre ellos.

"tu padre es un cobarde" dijo a Jeanna en más de una ocasion.

pastoretpastor

29/07/2009 09:49:19

En sus largas horas de meditación, con sus ropas sucias, ensangrentadas y un estado semiconsciente en el que todo parecía fluir entre estados paralelos del alma en comunión, el padre observó en segunda persona toda su vida en un guiño que podría durar una eternidad o unas simples centésimas de segundo.

Observarse fue placentero y a la vez frustrante: las lágrimas de aquella joven, los comentarios de venganza, años pasados, su espada clavada en el torso de aquella joven sin corazón... apretó su cirilio y el hierro penetró en la carne como mantequilla: no debía perder su estado de contemplación por nimiedades.

magma

06/08/2009 22:06:12

Troc, troc, troc, troc... los cascos de Rayo impactaban rítmicamente en el camino impulsándose por las combinaciones diagonales de pies y manos. Volaba elevandose un palmo sobre el suelo con su cuello encorvado, la cola ligeramente erguida y las crines ondeando en la liegera brisa. Sobre su lomo la guerrera, cubierta por placas, cotas de malla y bien probista de armas, sin las cuales más que indefensa se sentía desnuda.

A medida que se aproximaban el monasterio iba aumentando su tamaño, hasta erguirse majestuoso a los ojos de Lyan. La humana desmontó de su corcel, que liberado del peso, montura, bocado y manta se dispuso a pastar relajado. Junto al rio Lyan descubrió a Laura sentada, miraba fijamente el agua, como si los destellos del sol que reflejaba le hechizasen. Lyan se acercó y miró el profundo caudal, no era buena idea nadar alli, ella lo sabía y así se lo comunicó a su sobrina.

Laura parecía absorta, carente de la alegría que le caracterizaba, la ingenuidad de su tía no le permitía ver que Laura estaba preocupada por algo. La monje Lilian no tardó en hacer aparición también en la escena. Lilian sí se percató de que Laura andaba inmersa en sus pensamientos, y la joven no tardó en hablar y expresar aquello que tanto le preocupaba. Lyan continuaba con su monologo acerca de las consecuencias que podría tener bañarse en el rio, por eso a penas escuchó alguna frase de lo que Laura explicaba.

Al oir "Aria fue vista por ultima vez en el Ducado y ya no salió de allí" Lyan se quedó parada y en silencio. Pocos segundos despues volvía a preparar a su corcel para salir de viaje, mientras agitada se deshacía en intentos de que Lilian pospusiese sus obligaciones para poder partir ella, debía emprender su viaje de forma inmediata y no deseaba preocupar a Laura diciendo a donde se dirgía. Prometió volver pronto.


Presionó los flancos de Rayo con los talones, inclinó su cuerpo hacia delante y partió al galope tendido sin hacer caso a ningun peligro, ni gigantes, ni asaltantes de caminos pudieron hacerle frente, pues las patas del caballo se movían veloces y recorrían el camino tal y como un rayo cruza el cielo. Al llegar a las tierras del Ducado el caballo se encontraba empapado en sudor, su boca llena de espuma, agotado. Una vez frente al castillo la guerrera desmontó de un salto y exigió, no sin dejar patente su disponibilidad para desenfundar cualquiera de sus amigas de acero, que se le dejase entrar al castillo. Lyan no hablaba, gritaba, exigía, los guardias no le permitían entrar en ese estado, no sin permiso de algun superior.


Lyan tenía los ojos injectados en odio, la cara enrojecida, el sudor habia dibujado líneas siseantes en su rostro al arrastrar el polvo del camino. Fué entonces, en mitad del patético espectáculo, cuando llegó Jeanna, sosegada y correcta como siempre. Reconoció a Lyan y pidió a los guardias que la dejasen entrar, la guerrera penetró en el castillo llamando a su "hermana" Aria. ¡¡ARIAAAA!! ¡¡ARIAAA!! pretendía hacer temblar las paredes si con ello su voz llegaba a los oidos de la hechicera, a la que creía presa entre las paredes del castillo. Ante los gritos de la guerrera se presenció Dan, el caballero de larga melena rubia que "reconocía que Lyan le habia salvado", por esta razón ella le tenia en buena consideración. Tanto Dan como Jeanna se armaron de paciencia con la guerrera y la condujeron hasta la sala donde se vio por ultima vez a Aria. Lyan contempló los considerables desperfectos que había sufrido el lugar, Jeanna y Dan se empeñaban en culpar a Aria de esa ruina, aunque no lo hacían con rencor ni reprochando nada. Lyan observó bien la sala, orgullosa de que si eso lo había hecho Aria, sin duda había llevado a cabo un gran trabajo.

Cormarion

06/08/2009 22:15:18

¿Quién era aquella mujer?, pensaba Jeanna. Había combatido a los exploradores orcos junto a ella a las puertas del baluarte de los Justos, aunque no luchó contra los huargos debido a algún tipo de antigua promesa, habían luchado en la puerta del Dragón en Baldur durante el asalto orco, había compartido jabalí e incluso bromeado con ella merced al pacificador Bifur, al que parecía apreciar mucho. Y sin embargo... no era capaz de hacerle comprender lo ocurrido. Debía esperar al Padre pero no por mucho más. Por el bien de las gentes de Arion. Aún la recordaba en los límites del ducado con su espada inmolada en llamas haciendo oídos sordos a las órdenes de Bifur quien al final la hizo razonar y envainar la espada.


-Yo no voy a ir a tu pueblo -había dicho Lyan.
-Ya me lo dijiste -había dicho Jeanna-. Déjalo Bifur, cuando esté preparada que venga.
-Eres libre de no querer venir -había dicho Bifur-. No sé qué asuntos habéis tenido con el Fénix. No puedo juzgarlos. Pero son buenas gentes que creen en la justicia.
-Maestro Anular, ¡SEÑOR! -había saludado Lyan y salió al galope con su montura de vuelta a Baldur.


[...días más tarde...]


El caballo estaba empapado de sudor, su boca llena de espumarajos, resollaba sin aliento. Sus riendas en la mano de la guerrera que estaba fuera de sí y se desgañitaba a voces con los guardias que custodiaban la puerta del castillo.

-¡Que me dejéis pasar! ¡Dejadme pasar! ¡Sé que está aquí! -gritaba Lyan alzando un puño amenazante.
-¿Qué ocurre aquí? -dijo Jeanna. Había llegado de su paseo diario con Furia y escuchó el revuelo desde las cuadras.
-¡Ariaaaa! -continuó Lyan. Los guardias dieron un paso adelante al ver a la maestre, descruzaron las alabardas y la dirigieron contra la guerrera para apresarla. Dan salió en esos momentos por la puerta también atraído por el escándalo.
-¡Lyan! Basta ya -ordenó severa Jeanna-. Pasa por favor... y hablaremos de una vez por todas.
-Sé que la tenéis aquí... -dijo entrecortadamente, con una voz más grave de lo normal debida a la rabia contenida, apretó los dientes y miró fijamente a Jeanna a los ojos-. Me la pienso llevar conmigo... a casa. ¡Dejadme pasar, ya! -volvió a gritar a los guardias dispuesta a todo.
-Ven, por favor -dijo Jeanna. Serena y tranquila le ofreció una mano para que la cogiese y le acompañase al interior del castillo-. Todo está en orden, Dan. Esta es Lyan Davis, valiente guardia del Puño Llameante.
-Llévame a dónde está -dijo Lyan pero rechazó la amistosa mano.


Entraron en el castillo, dejarían de lado los papeles y hablarían de Aria en la capilla. Lyan buscaba con la mirada cualquier recoveco con el ceño fruncido y se fijaba en los parroquianos que oraban, siguió a la paladina que realizó una genuflexión ante el altar de la Tríada, y luego se dirigieron al lugar en el que se extinguió la vida conocida de Aria. Aún se podían observar los desperfectos, pues no había sido reparada, escombros a un lado, rastros de fuego, rayos, magia... lo que pasase allí.


-Aquí fue Lyan -dijo Jeanna.
-¡Ariaaaa! -gritó Lyan fuera de sí.
-Estalló, se desintegró, un torbellino, no sabría decirte -dijo Jeanna y cogió a la guerrera fuertemente por los hombros para que la mirase a la cara. Lyan le miró a los ojos, en los suyos se apreciaba un leve temblor-. Aria no está entre nosotros.
-Pues, ¿donde está? Llévame con ella -pidió Lyan-. Tú en el fondo no eres tan mala como los demás.
-Como tú dices, está en el país de las hadas -dijo Jeanna.
-No es verdad, está aquí -dijo Lyan.
-Lyan, por favor -dijo Jeanna y no pudo evitar apartar la mirada de Lyan llena de pesar-. Comprende de una vez. Aria vino cegada en un acceso de furia o locura, atacó al Padre, que trató de mantenerla a raya y fue herido de gravedad, pero fue devorada por su propio poder mágico. Ya no está con nosotros, ni siquiera puede decir que haya muerto pero puede que su alma se unió a la magia y vive en ella.
-Ella... ella sabía contar el cuento de la niña fea que no quería que le viesen y se hizo invisible. Está en el país de las hadas. Quiero ver su cuerpo sin vida, tu padre al igual se enfadó y la encerró -dijo Lyan sin aceptar la verdad.
-No, Lyan, tienes mi más solemne palabra -declaró Jeanna. Cogió la mano de Lyan y la sostuvo entre las suyas-. Es la verdad.
-No está muerta, no está muerta... nadie está muerto, seguro, si nadie ha visto su cuerpo muerto -repetía Lyan-. Ya le dije que no debía venir sola a hacer la última misión antes de ser guardias.


La paladín hizo que se sentase en el pequeño jardín interior desde donde se veían a su alrededor los daños causados en la explosión. La guerrera era puro nervio, se merecía un descanso, reflexionar y asumir los hechos. Ahora se revelaba ante ellos una nueva verdad que desconocían.


-Sentaros, por favor Lyan, y esclareceremos los hechos que condujeron a tan trágico fin, nada deseado -ofreció Jeanna. La guerrera tomó asiento.
-Dime, ¿cuál era esa última misión? ¿qué había que hacer? -preguntó Dan.
-¿Y si está debajo de una piedra? -dijo Lyan zafándose de la pregunta y miró a Dan de reojo por el cual parecía no tener desprecio. Jeanna se sentó junto a Lyan atenta a la respuestas de Lyan.
-Yo mismo lo recogí todo -dijo Dan-. Cuéntame. Dime cuál era esa tarea o misión antes de ser guardias tu hermana y tú. Puedes contármelo, te prometo que guardaré el secreto.
-Pues... ¿pues qué iba a ser? ¡Íbamos a quemar el pueblo de los paladines! -dijo con rabia mientras apretaba los puños.

[Editando]

El escudero puso una mano tranquilizadora sobre el hombro de la guerrera mientras Jeanna hacia acopio de toda su fuerza de voluntad para no mostrar sentimiento alguno y dejó que continuase Dan ya que parecía que la mujer confiaba en él.

Dan le preguntó acerca de quién les encomendó la misión y afirmó que no la mandaba nadie excepto sus maestros y Jeanna recordó las palabras de Lyan acerca de un antiguo maestro que le había regalado un diario, enseñado a luchar y a cubrirse con armadura para no dejar ninguna parte del cuerpo expuesta.

Reconoció que la idea era suya y de Aria exclusivamente afirmando que los paladines eran malos. Los brillante ojos y el tono dorado de la piel del aasimar embobaban a la guerrera que mantenía una mirada de niña inocente.


-Nosotros somos todos iguales, hijos de la Tríada, un Corazón y una Fe -dijo Dan y puso su mano sobre el pecho de Lyan.
-Esas tetas son mías -proclamó Lyan enarcando las cejas malpensada.
-Lyan, aquí nadie va a hacerte daño -dijo Dan.
-¿No?, ¿no me pondrían cadenas y un trapo en la boca? -preguntó Lyan.
-¿Y en Baldur no te encerrarían si hicieras algo malo? -replicó Dan.
-Yo no hago cosas malas, yo voy a ser guardia -contestó Lyan.


Entonces repararon en que la armadura de la guerrera estaba aboyada en varias partes y que tenía varios moratones recientes en su cara. Dan le palpó las heridas que parecían contusiones y los moratones parecían marcas de gruesos dedos que le hubiesen aferrado con fuerza. Lyan contó que se lo había hecho un... que no sabía aún que era su amigo.


Dan volvió a preguntar sobre si Lyan mantenía su deseo de hacer daño en Arion y contestó que solo quería llevarse a Aria a casa, con Laura y con su hijo Izan que estaba de viaje en un sitio raro y que le irían a visitar para regresar todos a casa, e insistió en que se dejase libre a Aria creyendo que aún estaba oculta en el castillo.


-No sabemos siquiera que fue lo que pasó aquí, te acabo de decir que nada me gustaría más que veros juntas, a lo mejor se rompió ella misma -dijo Dan tratando de explicar la verdad nuevamente a la mujer. Jeanna, conciliadora, de dio unas afectuosas palmadas en la espalda.
-Aria ya no está aquí. El poder que contenía se hizo muy grande y explotó. Quizás se mezcló con la magia -dijo Jeanna.
-¿Se convirtió en otra cosa? Ella sabía contar el cuento del niño que quería volar y ser más grande que un árbol -dijo Lyan.
-Eso creemos. Se hizo algo así como una luz mágica -dijo Dan-. Si conoces algún mago en el que confíes quizás podría ayudarte con eso.

>>¿Sabes cuando bebes cerveza y se te llena la tripa de aire? Pues lo que pasó con Aria fue como eso pero en vez de cerveza con magia.

-Haces eructos y pedos -contestó Lyan. Les miró entre extrañada y contrariada-. ¿Aria es un pedo?


Como explicar aquello a la guerrera, de mirada inocente, de forma que le fuese inteligible. Le debían una explicación así que Jeanna pensó en algo sencillo, algo que un niño podría entender.


-¿Has hecho pompas de jabón Lyan con una caña? -preguntó Jeanna.
-¿Eso qué es? -preguntó Lyan.
-Cuando lavaba la ropa de niña en el río hacía pompas de jabón. Frotaba la ropa sobre una piedra lisa con un jabón y en el arroyo se formaba espuma donde la corriente era suave. Cortaba una caña, la limpiaba por dentro, la metía en el agua jabonosa y luego soplaba... hacía pompas de jabón -explicó Jeanna recordando su infancia junto a su padre Faethor.

>>Padre se ocupaba del campo y yo ayudaba, antes había sido un mal hombre, pero conoció a madre, se casaron y fue un hombre bueno. había sido un bandido en Los Valles.

-¿Ahora es cobarde? -preguntó Lyan.
-Ahora está muerto. Fue clérigo de Torm, nos mudamos a Tantras... -se sinceraba Jeanna.
-Por eso no venía -interrumpió Lyan volviendo a confundir al padre Vasile con el padre de Jeanna.
-...luego llegó el cataclismo, la era de los trastornos. Padre, Faethor, dio su alma a Torm cuando Bane llegó a la ciudad... entonces quedé sola en el mundo... pero me acompañaba el León Dorado -dijo Jeanna vaciando su alma con lejanos recuerdos.
-Vaya, ¿como a mi Rayo? -preguntó Lyan-. Yo de pequeña tenía un perro blanco y negro.
-Supongo, Él me guió en sueños -dijo Jeanna-, y oía voces sí.
-Eso es porque eres paladín -dijo Lyan.
-¿Eso te lo explicaron tus maestros? -preguntó Jeanna.
-No, eso me lo contaron gentes de Calimport. Los paladines oyen voces en su cabeza -dijo Lyan y se llevó un dedo a la sien dándose unos golpecitos-. Los paladines son unos estirados que oyen voces en su cabeza y que dicen que son sus dioses y les hacen caso.
-Lo usual... -dijo Jeanna torciendo el gesto-. ...Pompas... me hacían sonreír, las lanzaba al aire pero debía tener mucho cuidado porque si soplaba muy fuerte se rompían y explotaban.
-¿Un día puedo hacer? -preguntó curiosa Lyan.
-Claro, Lyan. Entiendes lo que quiero decir. Aria hacía pompas con su magia pero un día esa magia se rompió y con ella se fue Aria -explicó Jeanna.
-Entonces le diré a Izan que aria es una pompa de jabón rota ahora y que la busquemos -dijo Lyan.
-De jabón no, ...de magia -recalcó Dan.


La mujer explicó a su manera quien era Izan y Ward Davis. Según la guerrera, Izan era muy valiente y un héroe, pero estaba enfermo por que no hace caso a las madres y no se toma los caldos y sopas para curarse del constipado. La mujer insistió de nuevo en recorrer el castillo para buscar a Aria.


-Entonces, ¿podemos mirar todo el castillo a ver si encontramos a Aria? -preguntó Lyan.
-Si Izan dice que sabe buscarla, que venga y nos cuente como -dijo Dan.
-Pero vamos a mirar en el castillo... -insistía Lyan-. A lo mejor es una pompa rompida.
-Te mostraré los calabozos y verás que allí no está... pero tu insistencia quiere decir que no me crees -dijo Jeanna.
-No, no visteis a donde se fue. A lo mejor ella se ha escondido y tiene miedo. ¿Una pompa tiene piernas? -dijo Lyan.
-Una pompa rota ya no regresa más. Sólo queda agua y jabón de nuevo y con suerte harás otra pompa pero no la misma -aclaró Jeanna.
-Si encuentro a Aria... ¿le querréis castigar y poner un trapo en la boca otra vez? -preguntó Lyan como si fuese una pregunta clave.


Dan aguardó la respuesta de la maestre, Lyan tampoco apartó la vista de la paladín y Jeanna reflexionó mirando aquellos ojos inocentes de la guerrera.


-Dijiste que quemarías el castillo, Lyan, ¿mantienes ese propósito? Dime la verdad -dijo Jeanna.
-Earar y mi maestro me han dicho que no haga esas cosas. Mi maestro me ha dicho que los guardias no hacen esas cosas -dijo Lyan.
-El Duque, a pesar de las diferencias con el Fénix, es sabio y Bifur es de noble corazón y un valeroso maestro -dijo Jeanna pensando que la guerrera en realidad no había respondido a su pregunta.
-Tiene una cocinera que me hace comida cuando quiero, aunque vaya por la noche, o cuando sale el sol, o si me entra hambre mientras duermo -explicó Lyan sin que viniera al caso, como siempre.
-¿Y bien? ¿Mantienes esa misión de quemar Arion o hacer daño a sus gentes? -volvió a preguntar Jeanna.
-Yo no -contestó Lyan tras pensar un rato. Dan la miraba severo.
-¿Laura? -preguntó Dan.
-¿Laura? Ella no -contestó Lyan.
-¿Y quién querría hacernos daño? -preguntó Dan. Jeanna miró a Lyan estudiando su expresión. La guerrera apretó los labios y se encogió de hombros.
-Yo ya no quiero quemar el pueblo de paladines -dijo Lyan y esbozó una sonrisa curiosa, inquietante.
-Tus intenciones... parecen haber cambiado -dijo Jeanna-. Levántate, Lyan. Antes te mostraré algo más.


Por más que quisiera creer a la guerrera tenía unas responsabilidades con las gentes de Arion. No enseñaría las dependencias privadas a Lyan a menos que...

magma

07/08/2009 00:05:43

Jeanna se esforzaba en hacer comprender a Lyan lo que había ocurrido, Aria se había presentado allí con las emociones a flor de piel, enfurecida, perdió el control de su enorme poder y ... ¡puf! todo estalló y Aria desapareció. La guerrera no concebía que se diese a nadie por muerto sin un cadaver, si habia desaparecido debía estar en algún otro lugar, pero jamás muerta. Parecía inútil esperar que la cabeza de aquella mujer pudiese servir para poco más que portar un yelmo, por esa razón Jeanna buscó el modo de explicárselo de forma sencilla y graficamente. "Aria desapareció como una pompa de jabón al romperse, pero en vez de jabón ella es una pompa de mágia" la guerrera no sabía lo que era una pompa de jabón, así que a pesar de todo se esforzaba por imaginar cualquier forma extraña como si de una mutación mágica se tratase. Parecía que la ira de Lyan y el empuje inicial con el que había arremetido al principio se habían calmado, aún así, insistía en que el castillo le fuese mostrado, ya no solo por si tenían presa a Aria, sino por si al ser ahora una pompa se había ocultado asustada por lo ocurrido.


Jeanna y Dan no comprendían porqué seguía la guerrera insistiendo así en que todas las estancias le fuesen mostradas, cada rincón, cada piedra...

"no has visto como quedó todo? siquiera nuestro clérigo fué capaz de contener su poder y se salvó de milagro"

Lyan observó una vez más la estancia llena de escombros y paredes surcadas por resquebrajaduras. Sus ojos pequeños, redondos y negros parecían escudriñarlo todo. Fué entonces cuando de sus lábios escapó un pensamiento en voz alta:

"Aria... ¿porque viniste a hacer la misión tu sola?"

Los otros dos pudieron oír y comprender sus palabras, quedando intrigados y, en cierta medida, desconfiados, pues ya conocían a la guerrera de otras ocasiones. Tras varias insistencias lograron que Lyan les confesase de qué misión se trataba, y estupefactos asimilaron que no era otra que ir a quemar el pueblo, con ancianos y niños dentro si era preciso. La mujer lo había dicho como si tal cosa, como si no fuese algo tan grave. Los dos paladines se miraron preocupados, pero contuvieron sus emociones y preguntaron a la mujer, que pese a sus años se comportaba como una criatura:

"pero... pero ya no vas a hacer daño al Ducado .. ¿verdad?"

Lyan negó con la cabeza. Los otros dos le repitieron otra vez la pregunta, deseaban una respuesta oral de esos finos labios.

"Yo no" respondió Lyan y sonrió como el niño que se zafa de una reprimenda diciendo una verdad con truco. Jeanna y Dan volvieron a mirarse, no parecía mentir, sin embargo cabía la posibilidad de que aquella mujer les ocultase algo. Jeanna prefería estudiar su alma antes de mostrarle todo el castillo, de dar a conocer toda la estructura inmensa del que era su hogar y el de muchos.

La paladina tomó la iniciativa después de eso y propuso a Lyan que le siguiese para mostrarle el castillo. La guerrera le siguió sintiendo que se iba a cumplir su petición. Tras atravesar un par de estancias entraron a un pasillo no demasiado ancho aunque bastante largo. Habían puertas dispuestas a su derecha cada pocos metros, Jeanna abrió la primera e invitó a Lyan a pasar.

"Esta es la celda donde estuve yo" le hizo saber a la guerrera. Lyan contempló la estancia, austera hasta lo inimaginable, pues decir que no había allí nada sería decir que había demasiado.

"No tiene ventanas" observó Lyan impactada por tratarse simplemente de una sala redonda con paredes y suelo de fría piedra.

"No, no hay" le corroboró Jeanna.

"Que haciste para que te encerraran aquí?" preguntó Lyan curiosa, pues debía ser algo realmente grave.

"No hice nada, vine voluntariamente"

La guerrera era incapaz de comprender sin explicaciones porqué alguien entraría en una sala como esa por sus propios desesos, así que la paladina le explicó con palabras sencillas que lo había hecho porque su espada había dejado de brillar, debía encontrar a su dios allí para que la espada recobrase su brillante luz. Lyan le miró un poco de lado, el ceño semifruncido, pues no comprendía porqué ese Dios era tan cruel con quienes pretendían servirle, ni como un Dios haría un viaje tan largo para ir a parar a ese lugar. Lyan creía mucho más oportuno quedar con los demás en una taberna, donde la comida y la bebida eran abundantes, y uno podia reir hasta caer desmayado de embriaguez en el suelo. Apretó los lábios y evitó preguntar más a cerca de ese Dios aguafiestas.

La espada de Jeanna brillaba intensamente, Lyan deseaba una igual, y estaba convencida de que se la iban a entregar en el Bastion. Fué entonces, cuando hacía estos comentarios a Jeanna, cuando la paladina pidió a Dan que saliese de la estancia, quedando solas las dos mujeres. El semblante de Jeanna ahora se había vuelto serio, inquietantemente frío, como si algo de suma importancia y decisivo fuese a ocurrir. Lyan, que había bajado la guardia ante un trato amable hasta el momento, le miró preguntándose qué pasaría por la cabeza de esa mujer.

magma

07/08/2009 00:29:33

"Lyan" empezó a decir la paladina " ¿me dejarías ver tu alma? ¿tu corazon? ver si es puro, si no ha sucumbido a la oscuridad del abismo"

Lyan había reconocido estar en el infierno, pero aseguraba que su alma y corazón permanecían intactos "yo soy buena, no mato animales" repetía una y otra vez " yo soy buena, mato a los malos"
Sin embargo, esas afirmaciones no parecían suficientes a Jeanna, que con su espada en mano, iluminando la estancia insistía en ver el corazón de la guerrera y su alma. Lyan empezó a ponerse tensa, no le cabía duda de la locura de aquella paladina y no estaba dispuesta a dejarse matar tan fácilmente. Sin perder de vista a Jeanna, su espada y sus pies... atenta a cualquier movimiento para ser capaz de responder, esquivarle o atacarle si fuese necesario, Lyan, con la adrenalina a por las nubes respondía cada vez que no pensaba dejarse abrir el pecho, no sin luchar, y quie nadie vive si se le extrae el corazon o el alma. Sus convicciones eran férreas, Earyl se lo había explicado claramente en su día.

La paladina se encontraba en mitad de la pequeña sala, de espaldas a la puerta, de frente a Lyan.

"no estás retenida, puedes marcharte cuando queiras" le aseguraba a la guerrera que, incrédula, tomaba sus palabras por una estratégia para abatirle en cuanto bajase la guardia o se acercase tratando de alcanzar la puerta. Las dos muejeres estuvieron así unos minutos que a Lyan se le hicieron horas, por suerte Dan, cansado de esperar afuera y quizas preocupado, abrió la puerta y cruzó el humbral. Lyan confiaba en él, pero cabía la posibilidad de que estuviesen compinchandos.. sin embargo, ningun noble caballero no devolvería el favor de salvar la vida a quien te la salvó previamente. La guerrera se sintió aliviada.

Jeanna desistió y salieron todos, viendo el resto de celdas y regresando a la capilla. Allí Dan pidió a Jeanna que se alejase, pretendía llevar a cabo él el cometido que a Jeanna le había sido negado. Dan explicó a Lyan que las tres estatuas, que a sus ojos eran tres guerreros colosales, eran la Tríada. La guerrera se sorprendió de que tanta gente le hubiese hablado de la triada y al final fuesen tres estátuas. Dan le comunicó que no eran estátuas simples, sino que tenian poderes... y que si le dejaba se lo mostraría. La curiosidad de la guerrera le hizo acceder rápidamente. Dan cerró los ojos, pronunció una plegaria y luego volvió a mirar a Lyan. Ella prefería no preguntarse que estaba haciendo aquel hombre que sin embargo era algo distinto al resto, serían cosas de paladines, y a los paladines... solo podian comprenderlos los paladines.

"tu corazón es puro" le dijo Dan sonriendo. Lyan asintió, pues era evidente, ella lo habia dicho muchas veces ya. "El lo ha visto y me lo ha dicho" Dan señaló a una de las enormes estátuas... Lyan quedó fascinada, pues aesguraría que ni se movió ni abrió los ojos, y había visto su corazon.. sin abrirle el pecho. ¿Cuántas cosas podría ver esa estátua gigantesca? imaginarlo podia llegar a asustar al más valiente y a ruborizar al más... avezado.

Tras conocer la notícia Jeanna y Dan mostraron el castillo al completo a Lyan, quien no dejaba de gritar el nombre de su hermana, y buscar por todas partes. Sin embargo no encontró nada parecido a lo que imaginaba era una burbuja rota de mágia. Aria estaría asustada y Lyan deseaba encontrarla para poderle ayudar y para volver a estar juntas.

Completada la visita los dos paladines acompañaron a Lyan a la puerta del castillo, donde le conducirían a Rayo, que había sido atendido con todos los cuidados y mimos. Lyan partió con su caballo refrescado, con la convicción de que Aria seguía viva, aunque cambiada, y que la encontraría allí dónde estuviese. Se dirigía a Baldur, pues las promesas deben cumplirse y no podia demorarse más en su regreso, pero pensaba partir en busca de su hijo Izan, él sabría encontrar una pompa de magia rota, estaba segura.


Mientras recorría el camino hacia el norte, disfrutando de la lluvia de sangre que desprendían los gigantes bajo sus acometidas, el temblor del suelo en sus caidas, recobrada su "estabilidad" la guerrera Lyan pensaba en lo más profundo de su cabeza y con una convicción estremecedora:


(El pueblo de los paladines también quieren que Aria vuelva y ayudarle, no son tan malos... ya no quiero romperlo. Bueno.... cuando le enseñe a ser mi amigo le llevaré a Weldazh... con un poco de suerte pegará a Hash y matará a la elfa alta y mentirosa)

La guerrera sonrió mientras cortaba el cuello de su último contrincante.

Cormarion

25/08/2009 10:48:01

-Como una pompa de jabón -dijo Jeanna a Lyan.











//Editado el anterior.

Cormarion

01/09/2009 21:05:57

Lilian encontró a la paladín haciendo la guardia de un miliciano a las afueras de Arion. ¿Una maestre se dedicaba también a esos menesteres propios de subordinados? En efecto, así lo haría. No tenía ni idea de qué iba a poder hacer ella sola si se presentase la devoradora niebla. La Tríada proveería. Recorrería los caminos desde los Picos de las Nubes hasta el puente de Esmel hacia al norte y hasta los límites de Weldazh al sur para ofrecer protección a los viajeros.

La maestra reconoció que ella misma había escoltado a gentes por el camino que se había tornado tan peligroso últimamente. Traía noticias del sur y debía tratar con la que parecía ser la única cabeza visible de la ordén del Fénix con autoridad. Hacía tiempo que no veía a sir Kian o al otro maestre, sir Thearos.

Un jinete espoleaba su montura con ferocidad dirigiéndose hacia ellas y al llegar a su altura tiró fuertemente de las riendas deteniendo en seco al poderoso semental. Jeanna reconoció enseguida a la montura y al jinete. Rayo y Lyan Davis. Se preparó y armó de paciencia para comprender a la guerrera de inocente mirada. ¿Vendría de buenas o de malas esta vez?


-Yo iré a Baldur, a ver a Laura, después... iré a buscar a mi hijo Izan -dijo Lyan al oír que las otras mujeres iban al norte, hacia el monasterio.
-Me gustaría verla y saber como se encuentra -dijo Jeanna.
-Está bien ya -afirmó Lyan.
-Parece que el tratamiento de Elberêth produjo algún resultado positivo -dijo Jeanna.


Empezó a llover, pequeñas gotas que traían consigo una suave melodía al caer sobre la hierba del camino y las hojas de los árboles. Lyan levantó la vista hacia el cielo, parpadeando porque las gotas le caían sobre los ojos, manteniendo la mirada en las nubes. Las tres mujeres, con paso tranquilo, se dirigieron al norte, pero al llegar a la altura del desvío hacia Arion unos minotauros las emboscaron. Formidables enemigos que no tenían que ver con los que había combatido en las praderas de Mir. Lyan sufrió profundos cortes en su enfrentamiento y tuvo que ser rescatada por las otras dos. Sangraba profusamente, tenía la armadura rota y abollada por todos lados dejando ver las heridas en el cuerpo de la mujer que apenas se mantenía sobre su montura, y su vista se nublaba. Con premura Jeanna tomó las riendas de Rayo en una mano y con la otra dirigía a Furia hacia el hospital del Sagrado Corazón, en Arion, escoltada por Lilian.

Entre las dos llevaron a la mujer, dejando tras de sí un reguero de sangre, a una de las habitaciones ante la atónita mirada del secretario del Hospital, miró por encima de sus monóculos y reconoció a la maestre. No pondría pegas ni pediría explicaciones, Jeanna ya le informaría después del ingreso. La desproveyeron de la armadura, soltando los partes con cuidado para evitar dolor innecesario, y aplicaron vendas cortando la hemorragia. Había perdido mucha sangre. Limpiaron las heridas y se fijaron en una que no parecía reciente, presentaba un enorme moratón alrededor y no parecía hecha con el filo de las cortantes hachas de los minotauros sino más bien producida con un arma contundente. Era como los moratones que Jeanna vio ayer en el rostro y cuello de la guerrera.


-Lyan este golpe no es reciente -dijo Jeanna a Lyan que abrió los ojos pero parecía atontada-. No es de las hechas por los minotauros.
-Los de la cara, me dijo que fue jugando con un amigo -dijo Lilian-. Creo que se trata del semiogro del que me advertiste.
-Sí,... es... aun no lo sabe... -dijo Lyan. Le pesaban los párpados y cerró los ojos.


La herida era fea. La hombrera de la armadura estaba partida en ese punto, hecha trizas y se le había clavado en el hombro de Lyan profundamente. La herida se le había abierto durante la lucha al mantener el peso del escudo.


-Se los vi la pasada noche -dijo Lilian.
-No entiendo. ¿Quienes son? ¿Y qué es eso de la cara? -preguntó Jeanna. Examinó el cuerpo de Lyan y halló numerosos hematomas-. Ayer ya tenías esos moratones Lyan. ¡Por Torm!
-Si... ayer... si... son... de... un.. amigo -dijo Lyan con gran esfuerzo.
-Parecen de... como si fueran de ese gigante del monasterio -pensó Jeanna.
-No... no, Garmin es bueno... no... fue... fue... el otro... le... le voy a enseñar a ser mi amigo -dijo Lyan.
-Garmin no haría eso -dijo Lilian.
-Yo... yo sé donde está la ciudad de los elfos... -dijo casi en un susurro Lyan quedándose medio dormida. De tanto en tanto sonreía embobada entre sueños.
-Esos moratones de la cara... parece como si le hubiesen aferrado con unas manos grandes -dijo Jeanna.
-Un semiogro fue lo que dijo -dijo Lilian.
-¿Un semiogro? ¿Fue tal vez ese del que os avisé Lilian? -preguntó Jeanna.
-Es posible, aunque también dijo que tenía dos cabezas -respondió Lilian-. La verdad es que fue una explicación algo confusa.
-Alguien muy fuerte sin duda. Rompió la armadura y la incrustó casi hasta el hueso -dijo Jeanna.
-Habrá que estar atentos -dijo Lilian.
-Debo ir a la capilla a rezar y que me conceda la gracia de sanar a Lyan -dijo Jeanna.


Dejó a Lilian limpiando las heridas de la mujer y fue a postrarse ante el altar de la Tríada.


-¡Oh, Torm! escucha mi plegaria. Concédeme de nuevo la gracia de sanar para que pueda curar a esa mujer, Lyan. Escucha a tu fiel devota que te lo ruega. Hazme herramienta tuya y permíteme que la alivie y la sane -oró Jeanna.


Regresó a la habitación ahora imbuida con el divino poder de la curación en sus manos y las impuso sobre Lyan. Una suave luz emanó cálida de sus manos y las mantuvo sobre su cuerpo. Las heridas se le cerraron con visible rapidez y los moratones desaparecieron pero estaba débil por la pérdida de sangre. La mujer debía descansar en el hospital.


-Necesitas reposar las heridas, para que la curación sea breve, luego deberás comer ligero y tener descanso. Mañana nos explicarás quién te hizo daño -dijo Jeanna a Lyan con suave voz.
-Ahora descansa -dijo Lilian.
-Doyne, el herrero te reparará la armadura, y pondrá herraduras nuevas a Rayo. Le cuidaremos bien en el establo -dijo Jeanna. Un auxiliar trajo en una bandeja un plato de caldo.


Antes de irse a dormir, Jeanna y Lilian hablaron sobre la presencia de minotauros en el camino, y de un par de sierpes con las que se había enfrentado Lilian.


-Parece, quién lo podría pensar... que todo tipo de criaturas se dirigen hacia el norte como si acudiesen a una llamada -dijo Jeanna.
-Y yo no traigo buenas noticias del sur -dijo Lilian.
-¿Aliados de los orcos? -preguntó Jeanna.
-Esperemos que no. Que lo que dijo el maestro sea cierto y sea una mala coincidencia -dijo Lilian.

>>Fui a hablar con Isabella y con el tal Herur, por lo que me dijisteis de su expedición.

-En mala hora los mencioné -refunfuñó Jeanna.
-No. Hicisteis bien. Van a tomar cartas en el asunto -dijo Lilian-. No podemos permitir que vayan en solitario.
-Ya no me fio de esa gente -dijo Jeanna.
-Esa Isabella está perseguida por un asesino que quiere venganza. Quizás ella tiene sangre en sus manos -dijo Jeanna-. Es territorio calishita, están en su derecho de ir a esas ruinas.
-Sea como sea, Herur es un seguidor de Oghma -dijo Lilian.
-¿De Oghma? -preguntó Jeanna.
-Han accedido de cierta mala gana a una reunión para coordinar esfuerzos -explicó Lilian.
-Dejé una misiva para ellos, la maestra de la escuela de magia de Calimport y Herur -dijo Jeanna.

>>Noelia, una ayudante debería haberles dicho mi nombre y donde me pueden encontrar, aqui en Arion.

-Sí, la conocí, una mujer muy callada -dijo Lilian.

[...comentarios, paladines, calishitas, lo habitual...]

-No acudiré a Calimport -zanjó Jeanna. Hizo una pausa y se lo pensó nuevamente-. O sea que ya han iniciado las indagaciones pero pocos resultados o conclusiones se extraen me parece -dijo Jeanna.
-Así es -dijo Lilian-, tienen teorías pero no son más que eso.
-Destino... ¿qué destino pueden reclamar a los vivos esos no-muertos? -dijo Jeanna-. Unirse a ellos...

>>Aún así son tierras calishitas. Si vamos a indagar también imagino que hará falta permisos, quién sabe. No quiero que nos tachen de saqueadores.

-¿Donde se celebraría la reunión entre ellos y los paladines de los Justos y el Fénix? -preguntó Jeanna.
-Donde convenga -dijo Lilian y cantó el gallo.
-Vayamos ahora a ver como se encuentra Lyan -dijo Jeanna.


La paladín dejó la armadura de la guerrera a un lado de la cama completamente reparada para sorpresa de Lyan al verla en buenas condiciones, sin rastro de abolladuras.


-¿Cómo te encuentras? -preguntó Jeanna a Lyan-. Doyne reparó la armadura. Estuvo toda la noche trabajando y le cambió las herraduras a Rayo.
-Mi maestro Fibrizo decía que para un guerrero su armadura es como el tesoro más importante -dijo Lyan-. Gracias. ¿Cuánto dinero es?

magma

01/09/2009 22:43:21

Lyan salia convencida al fin de que los paladines no tenian apresada a Aria, sino que su hermana se había convertido en pompa y estaba escondida o perdida, asustada.

Al salir del Ducado empezaba a llover, y unos minotauros enormes con biceps gigantescos les emboscaron. La guerrera, cegada por la lluvia que le habia entrado en los ojos por mirar directamente a las nubes, tuvo el tiempo justo de reaccionar para hacerse con su espada y el escudo. Sin embargo su hombro izquierdo seguía profundamente lastimado por el golpe que el semiogro le habia propinado, a penas si podia cubrirse y eso le llevó a que el hacha de uno de los minotauros le alcanzase el hombro, endiendole parte de la hombrera en una herida reabierta y perfeccionada por el filo del arma.

Lyan trataba de luchar, pero las múltiples magulladuras no le permitian hacerlo en las condiciones ni con la precisión que la situación precisaba. El resultado fue una enorme perdida de sangre y casi de la conciencia. Suerte que Lilian y Jeanna estaban junto a ella y pudieron librarle de la muerte. Tras derrotar a todos los minotauros la llevaron al hospital, sin dejarle dormirse.

Cormarion

03/09/2009 03:02:53

Un auxiliar, diligente y presto, llamó a la puerta y pasó trayendo el desayuno. Algo de fruta fresca, un tazón de leche, unas hogazas de pan, mantequilla y miel de romero.


-No cobramos Lyan -dijo Jeanna-. Pero el hospital aceptará una donación si quieres.
-¿NO? -dijo Lyan abriendo los ojos, sólo si quiero, pensó y rió pícara y miró que comida le traían. La guerrera tenía cara hoy y parecía con apetito-. Vale.
-Tienes mejor aspecto hoy -dijo Lilian.
-Cuéntanos -dijo Jeanna mientra Lyan se zampaba todo como si se lo fuesen a quitar-. ¿Quién te hizo los moratones de la cara?
-A mí me dijo que era un gigante pero en pequeño, como un ogro pero menos grande -explicó Lilian.
-Sí, sí, aún no sabe que es mi amigo -dijo Lyan-. Yo le voy a enseñar.
-¿Fue un semiogro? -preguntó Jeanna-. ¿Comía lobos en el puente de Esmel?
-Sí -respondió Lyan como si tal cosa-. No sé, comía carne seca que le daba yo.
-Si es el que pienso tiene miedo de las luces, y puede que del fuego, al menos las hogueras no le gustan.

>>¿No te dijo... buga-buga... Lyan?

-Sí, pero no sé que significa -respondió Lyan.
-Uhm... -murmuró Lilian-. ¿Es el mismo? Y del fuego sí se asusta... esa elfa sacó una antorcha y empezó a correr, yo estaba un poco mareada.
-¿Y te llevó a la cueva del gusano, Lyan? -preguntó Jeanna.
-Me llevó a una montaña -dijo Lyan. Quizás a las minas..., pensó Jeanna.
-El guerrero de la sonrisa y la elfa le asustaron y me dijeron que les siguiese, me hacia... bueno... a mí no por que soy guerrera pero... -contó Lyan y calló mirando con complicidad a Lilian.

>>Si no fuese una guerrera... me dolería el hombro y la cabeza y las costillas... no podía coger el escudo y la espada pesaba más. Pero el guerrero de la sonrisa me ayudó y me llevó a un sitio para curarme.

-¿Te golpeó ese gigantón? -preguntó Jeanna.
-No lo sé... de repente se puso oscuro y cuando me desperté estaba volando y era como si... como si me cogiesen por la cabeza y me moviesen rápido... como un río con ramitas. Y luego estaba mareada.. y luego... estaba en la espalda para abajo... y él corría.
-Eso explica los moratones de la cara -dijo Lilian.
-Sí, es el mismo. Corre muy veloz y es muy fuerte -dijo Jeanna-, aunque en principio no parecía malvado. Quizás haya más de uno.
-Si le perseguían el caballero de la sonrisa y la elfa entonces habrá que vigilar. No deben ser difíciles de rastrear -dijo Lilian.
-No lo sé, pero si le das carne seca te sigue -dijo Lyan.
-Eso está bien saberlo. Quizás lo podamos usar de cebo. Sería buena idea llevar una antorcha o un farol a mano -dijo Jeanna.

>>¿Será malvado? ¿Te hizo daño queriendo Lyan?

-Un poco, pero yo quiero enseñarle a ser mi amigo -respondió Lyan. Se incorporó y se empezó a poner la armadura. A duras penas podía mover el brazo izquierdo que movía con mucho trabajo.

-Ahora he de rezar, vístete mientras, estaré en la capilla -dijo Jeanna dejándola a solas. ¡Qué mujer tan esforzada!, pensó Jeanna.

pastoretpastor

05/09/2009 11:08:46

Tras descansar al este partió a la ciudad de Baldur y observó el grotesco espectáculo que allí se representaba: decenas y decenas de cadáveres de una lucha cruenta entre orcos y la defensa, atraído quedó por el puente en llamas, desmoronado y mirando a la otra orilla le pareció que la noche era cuanto menos bien cerrada.

Unos cuantos candeleros atrajeron su atención y marchó a lo que parecía un embarcadero, pero el barquero no tenía intención de levar anclas, así que volvió donde la catástrofe se produjo. Atrajo unas cuantas víctimas y les dio el merecido descanso del guerrero (Que Tyr les guíe) y buscó la manera de pasar al otro lado.

Sin perder tiempo alguno, preparó un conjuro que conocía desde tiempo ha y nunca había utilizado. Sus plegarias se ensalzaron en un sacro cántico por encima de las tranquilas aguas, lanzó el botafumeiro inscrito con lujosas escenas de antiguas guerras en las que canarcontes comandados por un solar luchaban codo con codo contra hechiceros diablillos y súcubos que venían en desorganizado tropel contra ellos. Un ruido extraño, de vacío abierto, provocado por el choque inexistente traído por la divinidad entre el grial y el instrumento ahumante hizo como si se rompiera un cascarón.

Se giró y vio a un hombre embutido en armadura que le comunicó que era su aliado. Los arcanos siempre miran más sobre el terreno -pensó- y este le trajo la forma de cruzar el río por el lado más estrecho.

La luz llegó y con ella Lady Jeanna, informó de lo sucedido y recogió media docena de cuerpos que seguían flotando por el agua dulce. Mientras los enterraba, un hombre con ropajes naranjas les indicó que deberían haber informado a los duques, pero la fosa ya estaba cerrada.

Una batalla perdida, pero tendrían tiempo para reparar los daños. Al menos los materiales...

//Un sortilegio está activo alrededor del puente que une la ciudad de Baldur con el sur. A no ser que se diga lo contrario (la niebla actúe sobre él eliminando sus efectos o los DM´s digan que ya no tiene efecto) durante un mes (en tiempo de juego) no podrán pasar por el puente los PJ´s con alineamiento a dos pasos de LB en las dos partes (de la L y la B, pej: un CB o un CN), los PJ´s con alineamiento contrario tendrán irrefrenables ganas de irse (pej: CM o NM). Si hay dudas, referirse a magia roleada divina: Interdicción.

Vinduil

06/09/2009 16:04:44

Un mensajero llega a la fortaleza de la Orden del Fénix con una carta y la entrega. En el sobre puede leerse: "Para el señor Vasile"

[i:484fe47a57]Necesitamos con mucha urgencia que vuelva a Puerta de Baldur para disipar el conjuro que lanzó con intención de ayudar. Por desgracia nos está creando demasiados problemas y tiene que ser eliminado lo antes posible.

Firmado: Duque Zyrustine[/i:484fe47a57]

magma

08/02/2010 13:36:20

Habían transcurrido varios meses. Lyan se había recuperado de sus heridas y su armadura lucía más que nunca en un estado de perfección desbordante.

La notícia de la muerte del padre Vasile había llegado a los oídos de la guerrera causándole una tremenda rábia, pues estaba convencida de que el hombre había muerto para evitar encontrarse con ella y saldar la deuda que desde su punto de vista tenía.

(Los paladines no tienen palabra y son unos estirados) refunfuñaba la mujer.


Una tarde Laura y Lyan cavalgaron juntas para dar un agradable paseo. Llegaron a la playa, un lugar que a Lyan le parecía abrumador, pues el mar era de agua salada y la arena hacia cosquillas en los pies. Al anochecer encendieron una hoguera y hablaron de varias cosas. En un momento Laura le preguntó a su tía a cerca de su madre y de si tenía algún otro tío, abuelo o abuela, o si por el contrario Lyan era toda la família que tenía. La guerrera sonrió, explicó a la muchacha muchas cosas a cerca de cómo había conocido a Aria, de Ward, el padre de Laura y su hermano, de sus abuelos y de todo lo que conocía de la vida de Aria desde su infancia, pues las dos mujeres habían compartido casi cada minuto de existencia durante muchos años.

- La mamá de Aria era un señora muy alta y muy muy guapa que sabía curar a la gente. Un día se fueron a vivir la mamá de Aria y tu mamá a una cueva-

Esta idea hizo reir un poco a la guerrera, luego prosiguió

- no tenían ventanas!- *risita* - y tenían que hacer pipí en el campo - *más risita* - pero a tu abuelita le gustaba vivir allí. Después fueron mucho de viaje, para una ciudad, para otra, hasta que al final llegaron a Calimport y la mamá de Aria se perdió. Aria entonces conoció a mucha gente y también a tu papá, el maestro de tu papá era Wil, que es un héroe, y Ward luchaba igual , haciendo así y así y así, dando patadas y puñetazos y poniendo cara de serio -

A Laura parecía agradarle recibir tanta información, Lyan había comprendido que la joven necesitaba formarse una idea de todos aquellos con quienes por azares de la vida no había podido compartir momentos propios.

- Viva a lo mejor está la mamá de tu mamá, pero será muy viejita. -

Los ojos de la guerrera se abrieron mucho al darse cuenta de una cosa.

- oh! tu abuelita a mí no me conoce, y no sabe que Aria está en el pais de las... además casi seguro que no sabe ni que Aria se casó y que tiene una nieta. Si vamos a verla hemos de llevar algo que Aria siempre llevase, algo que su mamá sepa que es de Aria para que se crea lo que le decimos y que es verdad -