Cormarion

11/12/2009 15:21:21



[...]

o me lo parece -dijo Kaytlin, la nueva escudera de la orden del Fénix que permanecía en pie ante la mesa del Consejo. La gran maestre, Jeanna de Archelon, acababa de marchar a atender otra visita que esperaba en la sala de justicia tras comentar en la sala del Consejo el asunto de la máscara astada y la posesión de Bulbaiff.
-¿Y tú que sabrás? -dijo Ania que ocupaba su lugar como maestre en la mesa.
-Sé de piedad, de honor, de valor, de justicia y de lealtad.
-Sí, seguro, no me cabe duda -dijo Ania.
-¿Qué trata de insinuar milady? -dijo Kaytlin creyendo percibir cierto sarcasmo.
-Que no tienes ni idea -dijo duramente Ania.
-Ser escudera no significa no saber nada, ni tampoco ser estúpida milady -dijo la aspirante y suspiró-. Espero que Tyr le de sabiduría para discernirlo. Si me permite me retiro.
-En realidad, sí, se supone que lo eres para aprender. Y la gran maestre se equivoca como todos.
-Un ser humano jamás deja de aprender en toda su vida milady, quizá usted también debiera ser escudera entonces.
-Puedes pensar tu solita... a veces. Nunca quise ser caballero. Mucho menos maestre.
-Entonces pudo rechazar tales honores -exclamó sorprendida Kaytlin.
-No. No pude -dijo Ania con resignación en la voz.
-Siempre se puede. Más bien no quiso por algún motivo que sólo usted sabrá.
-¿Ves como no sabes nada? -dijo Ania-. E intentas hablar como si lo pareciera. Pero no te sale bien.[/i:a409e62afe]

[...]

Cormarion

11/12/2009 15:25:24

[size=18:4ed401cb3f][color=red:4ed401cb3f][b:4ed401cb3f]II. Escudera y caballero



A[/b:4ed401cb3f][/color:4ed401cb3f][/size:4ed401cb3f][i:4ed401cb3f] solas con Kaytlin en la sala del consejo resta la gran maestre. Sopesaba las palabras de la escudera y se congratulaba por tenerla entre ellos, a la última de la Orden del Cáliz. La joven promesa tenía conocimientos sobre demonología y no-muertos y había expuesto ideas para lograr expulsar el mal del hombre llamado Bulbaiff, el que portaba la máscara astada.

Lady Ania había sido una dulce e inocente joven cuando llegó a la orden que endureció su corazón al no aceptarlo su mentor, sir Kerfen, cuando se lo entregó con un tierno beso tras la ceremonia de su ascenso a caballero de la orden. ¡Cómo le hubiese gustado a Jeanna aquella unión! Su buen Kerfen y su hermanita, como les llamaba. Lo único que deseaba Jeanna era la felicidad del prójimo, olvidando la suya propia, conservando en la memoria los momentos pasados con sir Kian, cuando ambos quedaban a solas frente al cálido hogar y disfrutaban de una suzale. ¿Cómo podía haber cambiado tanto su hermanita? ¿Tanto mal había visto que finalmente éste le devolvió la mirada y se había perdido en el abismo? ¿O fue que endureció su corazón y es incapaz de volver a sentir nada, movida sólo por los dogmas, su único refugio?

Kaytlin le recordaba a Jeanna los primeros días de Ania, humilde, obediente, sacrificada, de mente despierta y entregada a los dogmas. Ella se haría cargo de su tutelaje, al igual que lo haría con sir Theobald. Intentaría hacerles comprender el grimorio y luchar contra la corrupción de los corazones y castigar el mal allí donde se presentase. La vengadora en la diestra y el tomo de la justicia en la siniestra.

Escucharía a la joven. Hacía tiempo que no escuchaba voces amigas, voces como la del aasimar Dan, quizás muerto en Puerta de Baldur. Ahora más que nunca precisaban a un clérigo en la orden tras la muerte del Guía Espiritual. Atendería a los escuderos y escucharía sus dudas e inquietudes. Ahora, además de Gran Maestre ella debía velar por la paz espiritual de los miembros de la orden. Sería una líder fuerte a vista de todos y clamaría a la Ira del Leal. Sería una sencilla mujer en la soledad de su celda, sería solo Jeanna, la niña que soñaba con el León Dorado.


-Kaytlin -miró con ternura a la joven-. Ahora estamos solas tú y yo. Siéntate y cuéntame que es lo que te preocupa.[/i:4ed401cb3f]

Cormarion

11/12/2009 15:27:51

[size=18:818fdc7740][color=red:818fdc7740][b:818fdc7740]III. Las preocupaciones de Kaytlin



M[/b:818fdc7740][/color:818fdc7740][/size:818fdc7740][i:818fdc7740]aestra -dijo la escudera y postró una rodilla en tierra en señal de respeto-. Me preocupan muchas cosas, pero creo que las que me vienen a la memoria ahora mismo son estas:

[...]

>>También está el tema del comportamiento de la Maester Ania, la verdad me he quedado terriblemente sorprendida de su actitud, nunca pensé que un paladín en pleno derecho se podría comportar así, me temo que podría albergar mal en su alma y nuestros enemigos podrían aprovecharse de ella, una cadena es tan fuerte como su eslabón mas débil y aunque ella sea maestre y porte la capa negra, es uno de nuestros eslabones más débiles.

[...]

La iniciada en la senda del paladín se quedó en silencio en esa posición, postrada, esperando la respuesta de Jeanna.[/i:818fdc7740]


//by vardaelementari

Cormarion

11/12/2009 15:38:11

[size=18:86d62260df][color=red:86d62260df][b:86d62260df]IV. Respuestas



-Á[/b:86d62260df][/color:86d62260df][/size:86d62260df][i:86d62260df]lzate Kaytlin -dijo Jeanna sintiéndose orgullosa de las maneras de la joven. Se incorporó de su asiento en la sala del consejo-. Quiero que seas directa y sincera.


[color=violet:86d62260df]Kaylin asientió a sus palabras con convicción y se levantó ante la amabilidad de su mentora.[/color:86d62260df]


-Ciertamente, como te dije, el Guía Espiritual de la orden se halla en el regazo del Justo -dijo Jeanna-. ¡Que Tyr lo tenga en su gloria! Necesito encontrar hombres de fe, paladines y sacerdotes que sirvan a la Tríada, sobre todo necesitamos un nuevo Guía que nos escuche en confesión y resuelva nuestras dudas en nuestros juicios. El sentido común, el conocimiento de las leyes y la contemplación de los dogmas a veces no es suficiente. Pueden presentarse ambigüedades o interpretaciones. Yo reconozco que soy falible y por eso me esfuerzo a diario para mejorar cada día en todos los aspectos y honrar así al Caballero Leal. ¡Que Tyr me otorgue sabiduría, Torm la fuerza para cumplir mi cometido e Ilmater alivie mi carga! -exclamó y la voz de la paladín resonó con eco en la bóveda de la sala donde en las vidrieras trabajadas con plomos y vidrios de colores se podían admirar diversos capítulos de las vidas de los que fueron hombres en su día y que ahora eran los poderes conocidos como la Tríada.

[...]

-Muchos son los asuntos que cargo sobre mis espaldas -dijo Jeanna y negó levemente con la cabeza cerrando los ojos por un instante. Inspiró profundamente y exhaló el aire como si desprendiese parte de la carga que la aplastaba.

>>Torm lo sabe, y he de tomarlo como una prueba de fe. Por que mi lema siempre fue: "mi fe, es mi fuerza", y me esforzaré cada día para que mi fe sea renovada a diario y más fuerte para cumplir con mis deberes, para con el ducado, para con otras buenas gentes y para con la iglesia.


[color=violet:86d62260df]Con la mirada llena de piedad la joven pensó para sí, "pobre, espero que mi ayuda, la de una aspirante a paladín sea la adecuada para quitarle una parte de esa carga, que poca no es".[/color:86d62260df]

[...]

-Cuando os dejé a solas en la sala del consejo, ¿qué ocurrió con lady Ania? Cuéntame sin tapujos pues cuando marché temí que se mostrase inflexible e intransigente. Creo que sólo yo comprendo lo que ha sufrido esa mujer, antaño una dulce e inocente joven como tú, es mi "hermanita" -dijo afectuosamente-. ¿Qué mal crees que puede albergar en su alma? Incluso los paladines pueden ver sus corazones corrompidos pero pondría la mano en el fuego de los nueve infiernos por ella. El dogma de Tyr es quien la impulsa en el desempeño de sus tareas. No esperes que se muestre jovial, risueña o amable -dijo mirando a los ojos de Kaylin-. Bástete saber que ha endurecido su corazón para protegerse. Lady Ania es así, ha perdido mucho, su familia, su vida, sus escuderos mueren, su amor la rechaza y la traiciona, no creo que nadie pudiera superar eso por muy paladín que sea, aun así sale adelante día a día, pero, nuestras vivencias pasan factura, son las que nos hacen ser como somos.

La cadena volverá a ser fuerte. Pero explícame que es lo que sucedió en mi ausencia -dijo Jeanna. Se apartó un flequillo dejando una despejada frente y alzó el rostro esperando oir las palabras de la escudera manteniendo una mirada severa.

[color=violet:86d62260df]-Lady Ania de hecho sí se mostró bastante inflexible -reconoció la escudera-. Cree que por que soy escudera no tengo la mas mínima idea de lo que es tomar una decisión o de lo que es el deber y la lealtad, mal no alberga en su alma, pero sí puede llegar a albergarla, eso que usted misma dice sobre su sufrimiento y sus pérdidas pueden ser utilizados por los demonios y nuestros enemigos para volverla contra nosotros.

Hay historias y leyendas de paladines que han caído por mucho menos y temo que el endurecer su corazón no es la solución. Eso en algún punto terminará rompiéndola por muy inflexible que ella sea, y siendo honesta eso me preocupa sobremanera, más por que siendo maestre de la orden debe ser un ejemplo a seguir y algunas de sus actitudes no me inspiran confianza como para acercarme a ella.

Sin embargo, habrá varios escuderos que sí lo harán y puede mal influenciarlos me temo.

En su ausencia, Milady, discutimos ya que aunque soy escudera tengo fe en que usted a pesar de ser humana al ser la gran maestre de la Orden tiene todo lo más posible contemplado, si no, no habría sido nombrada gran maestre, y quise defender su posición y decisiones aun ante la Maestre Ania, ya que la lealtad así lo exige.

Sin embargo, creo que está un poco renuente a su cargo, ya que ella misma me ha confesado que no quería ser caballero, menos aún maestre, cosa que también es preocupante ya que puede llegar a afectar la moral de los pocos hombres y mujeres que somos.

No quisiera ahondar más en el tema ya que no soy nadie para juzgar a una persona, y mucho menos a alguien que se ha ganado el título de maestre de la orden, lo único que quisiera decirle es que mi Maestre Ania no tiene conocimiento de que he sido nombrada escudera formalmente y no sabe que uniforme darme, espero que esta situación se arregle pronto.[/color:86d62260df]


[color=violet:86d62260df]Tras la charla va y se pone ropas mas cómodas, empuña su martillo y tomando parte en los equipos de reconstrucción ayuda en, lo que puede y sus escasas fuerzas le permiten, sin embargo pone su corazón en la tarea y no ceja en su empeño[/color:86d62260df][/i:86d62260df]

Cormarion

11/12/2009 15:49:08

[size=18:d70c18fe29][color=red:d70c18fe29][b:d70c18fe29]V. Mi hermana, mi baluarte



J[/b:d70c18fe29][/color:d70c18fe29][/size:d70c18fe29][i:d70c18fe29]eanna entró en la sala de Justicia donde esperaba encontrar a Ania. El día anterior, la servidora de Tyr había estado repasando un tomo de leyes comerciales amnianas, y ahora la encontró buscando entre los libros de consulta de los estantes. Con paso firme, la tormita, se dirigío hacia ella con una honda preocupación por la mujer que tenía ante sí y se detuvo a unos pasos, miró a la mujer que ahora vestía la capa negra de maestre por unos instantes, en silencio, antes de hablarle.


-Ania -dijo Jeanna reclamando su atención.
-¿Sí? -dijo Ania girándose hacia Jeanna.
-Dime, ¿te preocupa algo? -hizo una pausa-. ¿Quieres decirme algo? Sé que tú y la escudera... algo ha pasado.
-Nada que yo sepa... -Ania ladeó la cabeza.
-Ha dicho que tu comportamiento no fue adecuado y que es posible que el mal albergue en ti.
-¿La escudera? -preguntó sorprendida la joven-. Y lo dice ella.
-Yo pongo la mano en el fuego del infierno por ti -afirmó Jeanna con semblante serio-. Mírame a los ojos hermana -la gran maestre dirigió su escrutadora mirada a la joven y Ania miró los ojos de Jeanna enarcando una ceja-. ¿Debo mirar en tu alma? -Jeanna cerró los ojos un instante y negó.
-Sé pensar yo solita -dijo Ania-. La escudera se tiraría a un pozo si se lo dijeras.
-He visto como cambió tu carácter día tras día.
-Somos nuestras vivencias -dijo Ania y volvió el rostro.


La madura mujer llevó su mano a la mejilla de la joven y le giró el rostro dulcemente.


-¿Te atormenta la pérdida de todos? -preguntó Jeanna-. De tu familia, de Kerfen, de los escuderos que has visto morir...
-Son cosas que llevo a mis espaldas -dijo Ania.
-No las lleves sola. Todos llevamos un peso similar. Nuestros pesares, nuestros anhelos prohibidos, nuestros sagrados votos.
-Son mi carga, como paladín no debo atormentar a otros con ella.
-Eso es cierto, pero puedes hablar de ello, liberar en parte de esa carga.
-Mi vida es de Tyr. Sólo eso importa. La carga seguirá ahí, sólo conseguiría que otros la conocieran.
-He depositado mi confianza en ti. Sé que serás la adecuada como maestre. Aunque hubiera cien caballeros detrás, te elegiría a tí -dijo Jeanna con absoluta certeza.

>>Tarde o temprano... deberé hacer algo en contra de los dogmas por un bien mayor. El ducado es mi debilidad, sus gentes. Puede que me vea tentada y acepte a los calishitas. Que vaya a suplicarles.

-Como dejar huir a un delincuente -recriminó Ania.
-Es mi responsabilidad -aseveró Jeanna-., Supe de ello y me aproveché a mi favor. No detecté mal en el corazón de ese hombre y se ha comprobado que gracias a esa treta los asesinos de los sacerdotes de Kelemvor han sido apresados.
-cometió un delito... -insistió Ania, experta en leyes amnianas.
-Y yo le declaré inocente entonces -dijo Jeanna. Sacó una llave y se la extendió a Ania. La llave de la prisión de Arion.
-Aceptaré la condena que impongas si crees que he cometido delito.


Ambas mujeres se mantuvieron la mirada. Jeanna aun con la mano extendida frente a Ania. La joven suspiró y negó, y Jeanna guardó la llave.


-Quiero que tú seas mi baluarte -declaró Jeanna-. Que cuando yo no esté pueda estar tranquila de que está todo bajo buenas manos.
-¿Esto a qué viene? -preguntó Ania abriendo los ojos.
-Quizás deba ausentarme. Tú, como maestre, podrás tomar tus propias decisiones, mi hermanita.
-¿Ocurre algo? -insistió Ania. Estaba preocupada por las palabras de Jeanna.
-Tú misma has dicho que sabes pensar por ti sola -los ojos de Jeanna parecieron humedecerse pero se mantuvo firme ocultando sus sentimientos.
-Pero no soy adivina...
-Dime... ¿qué debe hacer un maestre en ausencia del gran maestre?
-Lo mismo que haría el gran maestre. Lo mejor -afirmó Ania.
-El maestre más veterano tomará las decisiones en el consejo oportunas con carácter provisional -asintió Jeanna-. Serán válidas hasta que el gran maestre a su retorno las confirme o derogue.
-...¿os tenéis que ir? -dijo Ania con un deje de tristeza-. No me entusiasma eso...
-Quiero saber que llegado el caso dejo a alguien de tu valía al mando. Tuviste el mejor maestro, a Kerfen, mi buen escudero.

>>No sé como va a acabar este asunto de Myrkul o de Bhaal. El embajador Rodrik habló de esos engendros de Bhaal. También la estirpe de ese dios del asesinato está inmiscuida. Siento que mi hora está próxima. Aquí o en los Picos de las Nubes, frente a los orcos.

-¿Y yo me tengo que quedar? ¿Cómo? -preguntó Ania con cierta rabia contenida-. ...no pensarás que yo me quedaré en este mundo entonces, ¿no?
-Estoy siendo egoista y protectora. ¿Quién defenderá a estas gentes? ¿Los monjes? ¿Los enanos? ¿El mago del sombrero picudo? Sólo nos tienen a nosotros. Estas tierras pertenecen a la orden. Si no hay orden... estas tierras pertenecerán de nuevo a Amn. Este es el hogar de la Tríada. Mientras un caballero se mantenga aquí el Fénix vivirá.
-Yo no puedo llevar la orden... -dijo Ania.
-Mírate Ania. ¿Por qué dudas de ti misma? ¿Necesitas una vara para medirte?
-No soy diplomática -dijo la joven-. No quiero ese poder... Prefiero ser una figura anónima que viaja por justicia.
-Los tiempos cambian. Dime, ¿acaso se es más auténtico siendo diplomático o mostrando lo que de verdad se piensa? Eso, que tú llamas ser borde. ¿Quién es más sincera? ¿Tú o yo?

>>Me das una lección de humildad con tu gesto. Cumples con tus votos, con el ethos. Dime entonces.

-Solo acepté ser maestre por que necesitabas ayuda... -reconoció finalmente Ania-. ¿Llevar yo la orden?... Si quisiera gobernar me habría quedado en casa.
-No me engañaba -dijo Jeanna y su mirada fue la de una madre que mira a su hija cuando escucha la confesión de algo que ya conocía-. Lo sabía y sabía que no te negarías. Descargué mis deberes contigo.
-Tampoco quise ser caballero y ya mantuve en su día una charla -anunció Ania.
-¿Que charla? ¿No querías ser caballero? -preguntó Jeanna sorprendida ante el desconocido hecho-. Dime.
-No -dijo Ania. Suspiró largamente-. Kerfen me obligó... me hizo sentir culpable. Cuando Kian lo supo... pues fue peor.
-No te debería haber obligado. Se debe proponer al escudero cuando se considere listo. Una cosa es superar las pruebas de conocimientos y esgrima, y otra cosa es estar mentalmente preparado para formar parte de la élite. Comandar hombres. Mandarlos a morir. Yo pasé por ese miedo como dragón púrpura. Entrené muchos hombres que luego vi morir. ¿Es eso lo que te preocupaba?
-No. Me era indiferente un título. Sencillamente no lo quería. No le veía sentido pues seguiría haciendo lo mismo.
-Lo sé. Pero debe existir un régimen militar.
-Como ese elfo que se llama duque de Baldur. No hay Baldur, nunca fue un ducado.
-Los títulos de la orden son eso. Distinciones en el rango de mando de las fuerzas. Sabes que siempre he considerado como igual a un paladín que se inicia como escudero que a un paladín que fuera gran maestre. Pero, ¿Comprendes que debe existir una cadena de mando?
-Sí -afirmó Ania sin dudar.
-No es ningún título nobiliario. El tratarnos como sir o lady es la demostración del respeto, el saber que esa persona comanda a hombres. Hombres que pueden morir.


[...][/i:d70c18fe29]

Cormarion

13/12/2009 10:27:04

[size=18:b6301d0f48][color=red:b6301d0f48][b:b6301d0f48]VI. ¿Cabalgarás junto a mí, Ania?



-N[/b:b6301d0f48][/color:b6301d0f48][/size:b6301d0f48][i:b6301d0f48]o es un título como el de un Señor, Barón o Duque... -continuó Jeanna.
-Entiendo -dijo Ania.
-Vienes de una familia noble. Renegaste a ella por tu devoción, ¿verdad? -preguntó Jeanna.
-Sí -respondió Ania.
-No querías hacer ostentación de títulos cuando llegaste y fuiste tratada como una más -afirmó Jeanna-. En la senda del paladín todos somos hermanos. Cabalgamos juntos -y Ania asintió ante estas palabras-. ¿Cabalgarás junto a mí Ania?, ¿a mi lado?, ¿me aconsejarás y me mantendrás alerta de los peligros que no sea capaz de ver?, ¿de las intrigas a las que me enfrento?, ¿serás mi guía?
-Guía... -dijo Ania-. Yo no guío muertos.
-¿Qué quieres decir con eso Ania? -preguntó Jeanna.
-Que si morís no seré gran maestre -respondió la maestre.
-Llegada la hora decidirás. De momento deséame larga vida hermana -dijo Jeanna. Ladeó la cabeza y sonrió afable.
-¡Larga vida gran maestre! -exclamó Ania.
-Ania... sé que eres un modelo de paladín de Tyr. Conozco su dogma. ¿Conoces tú el de Torm? ¿Sabes cuales son los deberes?
-Lealtad, Deber, Honor...
-...Cumplir los deberes para con la iglesia, la familia, los superiores y la buena gente -acabó Jeanna-. Quiero que los recuerdes además de que veles por los de Tyr. Vela por la fe en la Tríada, por tus hermanos de la orden, por tu gran maestre y por el ducado.
-¿No puedo ir yo a morir? -pidió Ania suplicante-. Se perdería menos.
-Tonta -dijo suavemente Jeanna a Ania mientras la abrazaba.
-Lo digo con sinceridad -dijo Ania sin corresponder al abrazo-. Soy más prescindible que vos.
-Yo digo que nadie va a morir. No hasta que hayamos perdido la fe y la esperanza. Nos enfrentaremos juntas a todo -dijo Jeanna y finalizó el abrazo-. Nada de medias tintas. Vela por mí...
-¡Ains! -suspiró Ania.
-...por que veo que mis juicios pueden no ser correctos y puedo faltar a los dogmas.
-Yo soy demasiado estricta -reconoció Ania.
-Sé mi balanza. Mi balanza moral. Que me mantenga siempre en el lado de lo justo -pidió Jeanna-. Por eso no quise decirte nada.
-Sí, gran maestre -aceptó Ania con firmeza.
-Era un peso que debía cargar yo. Debí haber confiado en ti. No haberme callado.
-Hacerle más caso a una escudera... -recriminó Ania-, que no sabe opinar por sí sola. Si yo hubiera sido la gran maestre os habría acusado a vos.
-No pequemos de orgullo -declaró Jeanna-. Ya te he dicho que considero por igual del primero al último paladín. Debe ser escuchada, formada, instruida. Yo me encargaré.
-Ella acaba de llegar... que llevo aquí años... aunque fuera paje... yo...
-Seguirías siendo una borde, ¿verdad? -dijo Jeanna-. A mí no me importa pero se puede tomar como una falta de respeto...
-Pues que se aguanten -dijo Ania.
-...Y el respeto forma parte del código.
-Digo lo que pienso. De hecho Earar quería quejarse de mi a ti. Le dije que era un egoísta que solo conservaba el título por que ello le ayudaba a sus fines.
-Que presente sus quejas correspondientemente. Yo decidiré -dijo Jeanna-. Recuerda el código de caballería: Valor, Justicia, Lealtad, Defensa, Coraje, Fe, Humildad, Generosidad, Nobleza y Franqueza.
-No dice Amabilidad, así que los cumplo de sobra -dijo Ania y se apartó un mechón de la cara-... y dice Franqueza... así que...
-Lo sé. Algunos se olvidan... estoy contigo. Pienso lo mismo de Earar pero no se lo diré.
-Yo es que no soporto ser falsa... -declaró Ania.
-Has de ser sincera.
-Lo soy... aunque sea para mal.
-Por eso te pido que a veces tengas que callar. Por que ese mal puede traer males mayores, ¿comprendes? A veces he de tragar con eso.

>>Eldeth espera ahí fuera. Nos volverá a decir que la alianza está acabada. Intentaré hacer que el consejo elfo entre en razón pero primero he de convencerle a él. No puedo dejar a Arion desvalido y sin defensas. ¿Comprendes que me expongo incluso a la mentira?

-Yo me callo si habláis vos. Pero que no me pregunten a mí.
-Si quieres... podemos hacer algo. Te colocarás a su espalda y afirmarás o negarás a lo que yo diga. Me indicarás si crees que me equivoco en una decisión. Adviérteme con una negación.
-Está bien.
-Haz pasar a Eldeth -pidió Jeanna. Mientras Ania se dirigía al recibidor del castillo, Jeanna trataba de recomponerse después de la charla. Creía que ahora ella y su hermanita estarían más unidas si cabe.[/i:b6301d0f48]



//Gracias anbu por ésta y otras escenas compartidas... aunque Ania sea un "tiesto" como dices.

Cormarion

08/03/2010 23:32:25

[size=18:5f19dfcd81][color=red:5f19dfcd81][b:5f19dfcd81]VII. Hermanos y hermanas



-R[/b:5f19dfcd81][/color:5f19dfcd81][/size:5f19dfcd81][i:5f19dfcd81]eunidos estaban en la sala del consejo lady Ania, ser Tomas, Leobald y Myllerne. Todos en pie esperaban la llegada de lady Jeanna para que presidiera el consejo de la orden. Graves asuntos debían ser tratados. Un granjero había sido decapitado en Arion y varias reses habían sido degolladas, y existía una prueba que les llevaría al culpable.


-...pero esperábamos a lady Jeanna. Me gustaría hablar con ella de algunas cosas -dijo Leobald, siervo del Quebrado y aspirante a caballero. Se mantenía en pie ante la mesa del consejo. Sólo se permitía a los caballeros expresarse en los consejos como dictaba el grimorio pero esperaba ser oído. Los escuderos ni siquiera tenían cabida en un consejo y no se les permitía sentarse en la mesa de los caballeros en la cual por orden jerárquico se sentaban entorno del gran maestre.
-Sí... es importante -afirmó Tomas, el caballero que había regresado hacía un par de días y se había encontrado con que aquellas tierras no tenían paz ni parecían haberla tenido en su larga ausencia.


Myllerne, paladín y clériga del Justo, aspirante a caballero y encargada de los oficios menores de la capilla del castillo, había dejado la armadura de placas en la habitación de los escuderos. Por su condición de aspirante no se les exigía llevar la armadura o uniforme alguno, salvo el escudo de la orden como único emblema de la misma. Se mantenía apoyada sobre una de las altas columnas que sostenían la bóveda, cruzada de brazos y con gesto serio.


-Mi lady -dijo Leobald cuando entró Jeanna y realizó una reverencia.
-Jeanna -dijo con confianza Tomas con una afable sonrisa en el rostro.
-Podéis sentaros [/i:5f19dfcd81]hermanos[i:5f19dfcd81] -dijo Jeanna. Quería resaltar que los allí reunidos, en aquella sala, tenían todos la misma condición a los ojos de la tríada. Hermanos de fe, santos guerreros, que iban a tratar los problemas que les atañen como tales, y daba a entender que escucharía a aquellos que no debían tener voz en un consejo. Leobald buscó la mirada de Jeanna esperando que le diera permiso para continuar o bien ésta quisiera añadir algo antes-. Continuad por favor.
[b:5f19dfcd81]-Mi lady, sé que solo soy un escudero -dijo Leobald-, pero ruego ser escuchado en cuanto he de exponer. Entiendo que este no es un Consejo oficial puesto que ambos escuderos estamos presentes.
-Continuad por favor -pidió Jeanna.[/b:5f19dfcd81]


[...]


[b:5f19dfcd81]-¿Os he de recordar como trató a un detenido? -reprochó Ania a Jeanna.
-Esa orden ha luchado y combatido al mal una y otra vez -replicó Jeanna sin dar crédito a lo que oía-. ¿Esas eran las formas?
-Si en el pasado cometieron errores los dioses les han perdonado. No podemos dejar de notar eso -apostilló el aspirante Leobald.
-Sir Kerfen me golpeaba -explicó Ania-. Nunca me quejé.
-La Tríada lo juzgue. Yo solo puedo repudiar ese acto -dijo Jeanna.
-¿Kerfen hizo qué? -exclamó un incrédulo Tomas.
-Una colleja oportuna, de vez en cuando. A base de palito aprende el burrito -dijo la maestre.
-Entiendo -dijo Tomas.
-¿Crees que la letra con sangre entra? -preguntó Jeanna a Ania.
-Habéis ofendido a lady Myllerne, eso dista mucho de ser cortés Maestre, con todos los respetos, ¿que pretendéis enseñarla con esto? -dijo Leobald.
-Hummm no tengo por que ser amable... -dijo Ania.
-Se ha ido por que cree que aqui no aprenderá nada ni nada tiene que aportar -dijo Jeanna airada.
-Está en lo cierto. Cree que ya lo sabe todo -afirmó Ania.
-Todo lo que le hayas enseñado... que debe ser mucho -dijo Jeanna con ironía.
-Nada, no se deja... -se excusó Ania-. Es como hablarle a una piedra. Sólo que la piedra replica y cree saber más que tu... No es normal que una escudera me discuta... cuando yo llevo más años aquí y más años a mis espaldas... vivido más que ella... Su sitio es el Brazo, no el Fénix.
-Vas a conseguir que todo mi trabajo se hunda, todas las enseñanzas que yo le he impartido sobre humildad y coraje sean vanas -dijo Jeanna conteniéndose.
-Sir Kian no la habría admitido -dijo Ania tranquila.
-Palabras muy duras Ania... -dijo Tomas. Negó con la cabeza pensativo.
-Sinceridad -declaró Ania.
-Y Orgullo -añadió Jeanna.
-¿Orgullosa yo? -preguntó Ania asombrada al no esperarse aquello.[/b:5f19dfcd81]
-Puesto que tú también te eriges por encima de todos y todo -espetó Jeanna a Ania.
-Recordad por que estoy aqui gran maestre. No peco de orgullo -se defendió la maestre. Ser Tomas contemplaba la escena y dirigió la mirada a Leobald que se mantenía en silencio-. Será mejor que nos dejéis a solas -dijo a los dos hombres.
-Quizás debierais discutir esto en privado, no creo que Leobald... tenga por que ver esto -sugirió Tomas.
-Gracias, es lo mejor -dijo Ania.
-Vamos, busquemos a Myllerne -indicó con un gesto Tomas a Leobald.
-Os mandaré llamar -dijo Jeanna.
-Bien -dijo Tomas.
-No os preocupéis por mi Sir. Mi corazón está con la orden, nada de esto saldrá de esta sala, pero... con todos mis respetos... la disciplina puede aprenderse, el valor en un corazón puro no, y Myllerne tiene uno de los corazones más limpios que he visto a fe mía que si -dijo Leobald. Con eso había expresado su opinión entre los continuos roces entre la maestre y Myllerne. Aquel caballero de Ilmater se había ofrecido a ayudar a Jeanna para reconducir el temperamento de la apasionada aasimar.
-La chica cae bien y yo no -soltó Ania.
-¿Esto es habitual? -preguntó Tomas. El caballero nunca había visto que nadie en un consejo dejara la sala sin que hubiera finalizado. Desgraciadamente Ania y Jeanna sí vieron como Vasile abandonaba el último consejo celebrado para no volverlo a ver nunca más. Tomas tampoco nunca había contemplado una escena tan poco apropiada entre caballero y escudero.
-Kian no habría consentido que los escuderos fueran sin el peto... -añadió Ania en su defensa. Myllerne había dejado la sala por que se había sentido insultada, que no era querida en la orden ni tenía lugar en ella. La maestre le había dicho que su lugar era entre las filas de los caballeros del Brazo de los Justos, y la impetuosa muchacha le había dicho antes de marchar que antes confiaría en Earar que en su maestre- ...ni habría consentido a los escuderos tanto -acabó diciendo. Esto dolió profundamente a Jeanna puesto que Ania no aceptaba escuderos ya que al parecer se le morían todos y ella como única caballero debía hacerse cargo de Leobald, de Pellinor, de Myllerne, de Elliane, de Nathaniel y también seguramente de Andrew. Ania le estaba recriminando ser laxa y condescendiente en sus enseñanzas y había nombrado a su amado Kian. Ania sabía lo que Jeanna sentía por el caballero ya que habían hablado sobre ello acogida en confesión por la maestre.


Demasiado trabajo, tareas y deberes se imponía Jeanna sobre sus espaldas. Su Fe era su Fuerza y mientras la mantuviera sostendría la carga sobres sus hombros a pesar del vacío que sentía en su alma. Había confiado y se sentía más sola que antes. Los santos varones dejaron en la sala a las hermanas para que aclararan el incidente antes de que esto fuera a más.


-Esto está dejando de ser una orden militar para ser un grupito de amigos con espada como lo es el Brazo -empezó Ania nada más oír cerrarse la puerta-. Por eso Kerfen se fue. Por eso el Padre murió...[/i:5f19dfcd81]


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Cormarion

09/03/2010 22:58:40

[size=18:40f30567e6][color=red:40f30567e6][b:40f30567e6]VIII. Reproches



-...u[/b:40f30567e6][/color:40f30567e6][/size:40f30567e6][i:40f30567e6]na chica muy simpática, eso nubla sus fallos -continuó la maestre refiriéndose a Myllerne-, y me hace parecer a mí la equivocada.


[/i:40f30567e6]Equivocada[i:40f30567e6], pensó Jeanna. Había querido negarse a la evidencia ya que consideraba que los fallos de sus caballeros debía aceptarlos como propios. El silencio se hizo pesado en la sala y la tensión era palpable entre ambas mujeres. Jeanna sabía que su hermana aún no había acabado. Aceptaría todo lo que dijera. Era su hermana, su caballero, su maestre.


-Continúa -dijo Jeanna. La maestre continuó en silencio sin añadir más reproches-. Vamos.
-No. Ya acabé -dijo Ania.
-No fuistes así. Kerfen te hizo así, te enamoraste y te rechazó, corriste tras él el día de su marcha y ahora pareces culparme -recriminó Jeanna-. Manchas el nombre del Padre al decir que se fue por que ya no sentía que esto era su hogar.
-Se dejó matar -dijo fríamente Ania-. Sintió que su vida ya no valía la pena.
-Se entregó a la justicia y la aceptó.
-¿Tras tanto tiempo?
-¿Crees que no me culpo por ello? -Jeanna se puso en pie y dio un golpe sobre la mesa alzando la voz.
-¡No enmendáis esos errores! -dijo Ania alzando la voz también.
-¿No crees que no siento que yo le empujé con mi empeño en conseguir una alianza con los elfos? -dijo Jeanna ahora llena de pena y de culpa-. Yo les he perdonado.
-No es a ellos a quien les guardo rencor. Cumplieron con sus leyes.


De nuevo el silencio se apoderó de la sala y las dos mujeres se sostenían la mirada. Una reprobatoria, la otra suplicante.


-Dímelo a la cara -espetó Jeanna.
-Queréis hacer feliz a todo el mundo, contentarlos a todos, os falta el valor de plantar cara. De decir ¡NO! -dijo Ania.
-Esa chica que ha salido por la puerta me lo ha hecho ver hace días y no lleva mucho aquí, y tú, mi caballero, mi maestre, me lo dices hoy.
-Esa chica ni tiene derecho ni juicio para decir nada.
-He aceptado de ella aprender de mis errores, ser más inflexible. Esa chica es un paladín, no le quites valor a eso.
-Es una niña impertinente que se cree la reina del baile.
-Y para eso la formamos.
-¡No se la puede formar! Cree que lo sabe todo.
-Nadie dijo que tenemos que escoger el camino fácil. A eso se le llama Coraje.
-La chica será más feliz con el Brazo. Es una orden de "amigos" con espadas.
-Es más fácil echar al perro con pulgas que quitárselas, ¿verdad?
-No es su sitio.
-Te quitas un problema de encima.
-No es mi problema.
-Quizás yo debiera ir al Brazo también -dijo Jeanna frunciendo el ceño.
-No puedo cuadrar un circulo.
-No todos somos iguales. Tú tenías su empuje, su coraje, te pedí que me sirvieras, que no me dejaras caer... es cierto soy blanda. No soy dura -dijo Jeanna liberándose-. Lo acepto. No creo que sir Kian al que has mencionado te permitiera seguir en la orden y yo en cambio te quiero a mi lado.
-A él no le habría hablado así. No tendría ni la necesidad.
-Eres mi hermana más querida... -empezó a decir Jeanna.


Llamaron con urgencia a la puerta de la bóveda del Consejo. Se presentó un joven guardia jadeando y se inclinó respetuoso ante las dos paladines. Traía un mensaje.

-Traigo un mensaje del aspirante Leobald. Informa que salen apresurados tras una pista, un rastro, junto con sir Tomas, la aspirante Myllerne y Dylan -dijo el guardia. Jeanna asintió y despidió al guardia. Ya le informarían a su regreso. Ellas tenían su propia búsqueda aquí mismo.
-He buscado excusas... -reanudó Jeanna pero fue nuevamente interrumpida por otro guardia.
-Mi señora, la aspirante Myllerne informa que posiblemente ponen rumbo a los Dientecillos -dijo el guardia y se retiró.
-Te he dejado hacer en completa libertad y al hacerlo me he encontrado más sola -dijo Jeanna-. Yo no puedo llevar todo el peso.
-Es vuestro deber -dijo Ania. Jeanna no se esperaba eso. Su maestre parecía desentenderse de sus responsabilidades y lo dejaba todo en sus manos.[/i:40f30567e6]


...//...

Cormarion

02/04/2010 22:26:20

[size=18:5ddc583316][color=red:5ddc583316][b:5ddc583316]IX. El vacío de la culpa



L[/b:5ddc583316][/color:5ddc583316][/size:5ddc583316][i:5ddc583316]a paladín se debatía en una lucha de sentimientos en su interior. Debía enfrentarse con la realidad. Los actos nos definen en un mundo de grises, donde no debe haber lugar para las medias tintas.


-En unos días probaré a Leobald y si la Tríada lo quiere será caballero. Propondré a sir Tomas ser el segundo Maestre pero antes le permitiré que forme a un escudero, Nathaniel -informó Jeanna-. Él es hombre de acción y no de palabra -Ania asentía a los planes-. No querrá el puesto como tampoco lo querías tu, hermana.

>>Te pedí que no cambiases tu carácter. Te pedí que fueras sincera. La sinceridad duele, sobretodo si quien te escucha no cree que esa sea la verdad. ¿Crees que ha sido correcto esto? Íbamos a tratar asuntos muy graves.

-Empezó ella -respondió Ania seria.
-¿Qué fue lo que dijo que te molestó tanto? -inquirió Jeanna-. Ella no ha conocido la etapa con el Brazo al igual que Leobald.
-Que se fiaba del Brazo más que de mi -respondió la maestre.
-Ellos solo ven que éstos parecen implicarse, ¿por qué motivos lo diría? -preguntó Jeanna.
-Meter las narices -dijo Ania.
-No te tiene respeto. No cree que lo merezcas -espetó Jeanna frunciendo el ceño.
-Y todo por que no soy amable... -dijo Ania.
-No se humillará ante ti por que tus palabras le parecen vacías y sin peso -afirmó Jeanna.
-Quizás sea que no quiero tirármela como los demás... humpf -gruñó Ania.



Aquello colmaba el vaso de su paciencia. Jeanna cerró los puños clavándose las uñas en las palmas e hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no abofetear a Ania. No sería como ella. Inspiró varias veces profundamente y contó hasta diez.


-No tiene voto de castidad -dijo Jeanna.
-Olvídalo... -dijo Ania.
-¿Envidias su juventud? ¿su cuerpo de doncella? -preguntó Jeanna. Tarde. No podía olvidar lo que ya había dicho. Ania no quería a Myllerne por algún motivo.
-No... -negó Ania. Mostró una expresión de desagrado y de cierto enfado ante las preguntas.
-No sé que hacer contigo Ania -Jeanna negó con pesar.
-¿Perdón? ¿Hacer conmigo? -Ania no creía haber hecho nada mal y la miraba incrédula-. Ah,... que resulta que el problema soy yo...
-Ya no lo se. Quiero que seas sincera pero para mí -dijo Jeanna enfrentándose a sus decisiones pasadas.
-Más vale una sonrisa falsa... que la sangre derramada... -dijo Ania con una sonrisa-. Así os va -aquello le sentó a Jeanna como si la apuñalasen.
-¿Crees que yo quería ser Gran Maestre? -preguntó Jeanna. Quería que comprendiera que al igual que ella no quería títulos ni alabanzas, sólo ser una digna sierva del Caballero Leal.
-No creo -respondió Ania.
-Alguien debe ser la cabeza visible. Estoy expuesta -explicó Jeanna.
-Solo digo que pienses bien... quien está aquí por más que sus propios motivos. Y si soy un problema me iré -dijo Ania y se puso en pie.
-¿Qué me dijiste antes? -inquirió Jeanna. Negó a la última frase de su hermana.
-He dicho muchas palabras -dijo Ania.
-Dijiste... "queréis hacer feliz a todo el mundo, contentarlos a todos, os falta el valor de plantar cara, de decir ¡NO!" -le recordó Jeanna. Aquellas palabras la habían hundido y el vacío que crecía en su interior seguía extendiéndose. Aceptó el vacío, aceptó la culpa. Debía probar a Ania. Tendría que saber lo que representaba dirigir la orden, cargar con el peso de la responsabilidad. Esperaba que su hermana no le fallase ahora en esta prueba.
-Eso dije -afirmó Ania.
-Es culpa mía -dijo Jeanna. Llevó una mano al broche de la capa roja, símbolo de su rango como Gran Maestre, y con un solo gesto se la quitó y echó sobre el brazo-. Estaré en la celda de meditación.


Ania calló unos instantes. En ausencia del Gran Maestre ella debería dirigir la orden y tomar decisiones aunque luego pudiesen ser revocadas. No se esperaba la decisión de Jeanna pero con su silencio no negó que la Gran Maestre tuviese la culpa del rumbo de los acontecimientos y de la marcha de la orden. Jeanna aceptó su silencio como su juicio. Era culpable. Se sentía culpable por haberla nombrado maestre. Culpable por haberla dejado hacer y decir y no haberla reprendido a tiempo. Culpable de pretender establecer nuevos lazos con el exterior, de mejorar las relaciones, de establecer nuevas alianzas. Culpable de desear lo mejor para las gentes del ducado. Culpable de ser piadosa. Culpable de lidiar entre intrigas y someterse a los juegos de las diplomacias. Culpable de los actos de sus hermanos. Culpable...


-...Claro -dijo Ania.
-Quedas al frente de la orden. A no ser que ocurra algo de gravedad -dijo Jeanna-. Pasadme informes a la celda.
-Todo estará bien -asintió Ania-. No, ¿de qué sirve estar en la celda si os paso informes?
-Tienes razón. Cuando salga quiero ver que la familia ha crecido y tener un caballero -dijo Jeanna.
-A mi no se me da bien la familia... Veré que puedo hacer -dijo Ania.
-Cuidarás de todos ellos.
-Es lo que hago.
-De todos -recalcó Jeanna sabiendo que Ania no quería a Myllerne en la orden y que no consideraba ni a Leobald ni a Pellinor merecedores de ser nombrados caballeros.
-Moriría por cualquiera. Soy borde. Eso no me quita ser paladín.
-Alto -mandó a callar a Ania viendo por donde iría la conversación-. Algo parecido dije de Myllerne. Ella sigue siendo un paladín. Recuérdalo. Todos tenemos nuestra forma de ser.
-Es una pena que no la considere digna de respeto.
-Yo la estaba encauzando enseñándole disciplina y respeto. Te lo encomiendo.
-Yo no puedo enseñarle nada. Ve en mi una enemiga.
-Lo harás.
-No puedo. Soy mortal, tengo límites -dijo Ania y salió de la habitación.
-No te dije que te retirases -dijo Jeanna.
-Seguía hacia la celda -dijo Ania deteniéndose en la puerta de la sala del Consejo.
-Cada día nos esforzamos, es nuestro Deber perfeccionarnos en todos los ámbitos -dijo Jeanna.
-Yo cuido de esta casa. No he dormido desde el asesinato. Vamos Gran Maestre... sigamos.
-No hasta que me jures por el Justo que te esforzarás...
-Siempre lo hago.
-...que conseguirás que todos sean caballeros.
-No puedo hacer imposibles -dijo Ania. Aquello le sentó como un jarro de agua fría-. Y no puedo mentir.
-Te rindes -espetó Jeanna. Nuevamente Ania daba muestras de falta de Coraje.
-Ninguno me parece digno, lo lamento.
-Y yo que creía que era la débil y tú la fuerte -reprochó Jeanna.
-En sus corazones veo el desprecio.


De nuevo el guardia interrumpió a las mujeres que se medían la una a la otra. Informó que sir Tomas, Leobald y Myllerne habían regresado y esperaban en el hall del castillo.[/i:5ddc583316]


//Editado VIII. Hermanos y hermanas.