M_v_M

29/12/2009 16:27:15

Fueron varios días de meditación y reflexión los necesarios para que el joven paladín de Torm, Vandel Sangreluz, llegara a comprender lo que estaba a punto de hacer.

Cuando estuvo preparado, salió de aquella capilla que le habían dejado a tal efecto. Una pequeña población norteña, una pequeña iglesia en honor a la Tríada.

Ataviado con su mejor armadura, impoluta, y con el tabardo y la capa con los símbolos divinos debidamente lustrados a conciencia, se acercó al altar del templo.

Desenvainó su cimitarra, también cuidada a la perfección para el acto, y la clavo en el suelo, arrodillándose.

La sangre se le agolpaba en la cabeza, palpitaba como si ese ritmo fuera el que iba a marcar el resto de su vida... Así era, de alguna manera.

El corazón, henchido de determinación.

Tomó aliento y recitó las palabras que separarían al paladín que era del paladín en que quería convertirse. Cerró los ojos.

-Yo, Vandel Sangreluz, humilde devoto y servidor de tu causa, mi señor, me dispongo a obligarme a los votos que he elegido, honrándome y honrándote al cumplirlos durante el resto de mi vida, jurando sobre ella...

El elfo alzó la cabeza y abrió los ojos ante la luz que entraba por los ventanales de la iglesia, hablando con más firmeza en su voz, a la misma luz.

-¡Juro el voto de abstinencia! No probaré sustancia embriagadora de mi mente, de mis juicios ni de mis actos, pues el deber de servirte es superior a las tentaciones mundanas que a diario podrían nublarnos...

Volvió a tomar aliento para continuar su proclama.

-¡Juro el voto de castidad! Pues ninguna mujer es merecedora de desviar mi camino, que siempre seguirá tus directrices. No necesitaré de compañías, pasajeras o duraderas, la tuya colma y acaba con cualquier sensación de soledad.

El sacerdote que velaba los votos empezaba a mostrarse sorprendido por el coraje y la convicción del muchacho, pero aún no había terminado.

-¡Juro el voto de pobreza! Nada me faltará teniéndote conmigo. No atesoraré más oro que el necesario para alimentarme y pernoctar. Toda moneda que exceda ese destino, será donada a las iglesias de la Tríada, a los desamparados, a cumplir y hacer cumplir tu dogma. No atesoraré bienes que no pueda utilizar, y no llevaré conmigo nada que haya comprado, pues el oro demasiados odios y pasiones espolea.

En esta ocasión, bien tuvo el clérigo motivos para asombrarse. Pocos se atrevían a jurar tal voto.

-¡Juro el voto de veracidad! Los engaños son las artimañas de nuestros enemigos, tretas que un servidor tuyo jamás debería plantearse ni siquiera como medio de alcanzar un bien mayor. Jamás faltaré a mi palabra una vez dada, jamás ocultaré mi identidad ni la tuya. Pues quien incumple o miente, también lo hace en tu nombre

El elfo paladín se levantó y tomó su espada curvada, la cimitarra que su padre atesoró, poniéndola enfrente de sus ojos.

-Como último voto, uno personal. Juro que conseguiré convertirme en todo un maestro con la cimitarra, en tu nombre. Que no utilizaré más arma que este tipo de espada para impartir justicia en tu nombre, y que adiestraré a todos los que quieran seguir mis pasos en su arte, cuando yo mismo alcance mi meta...

Envainó la espada.

-Por estos votos juro, y por ellos quedo ligado hasta el momento de mi muerte

Cerró los ojos y suspiró profundamente, colmado de orgullo por sus decisiones.

Sólo las palmadas admiradas del sacerdote en su hombro, consiguieron sacarle de ese pequeño trance.