Andriu_ZGZ

05/01/2010 00:48:54

[i:e049fb5e6a]Recordaba muy poco de lo acontecido, notaba el cuerpo todo dolorido y no pudo más que abrir los ojos.

Allí, la multitud, la muchedumbre orca jaleaba a los vencidos, a los que fueron echados de su morada que antaño fue el baluarte del brazo de los justos.

El ruido de los gritos era ensordecedor, los orcos parecían divertirse en aquel escenario improvisado en un lugar en cualquier parte.
Formaban un circulo de varias decenas de metros de diámetro, Drazhen veía dentro de lo que podía lo que parecía ser una pesadilla dentro de su mente. Hizo un esfuerzo para levantar la cabeza y miró al frente con la esperanza de que su visión fuese solamente un espejismo.

Los días pasaron y después de la derrota en Puerta de Baldur el consejero regresó al baluarte, sabiendo del peligro que corría y de la suerte que podía deparársele.
Llegó a la entrada y dejó su caballo, no podía creer lo que veían sus ojos. El baluarte estaba completamente derruido y entre los escombros apenas un atisvo de vida.
Se esmeró por revolver entre las piedras para ver si podía hallar algún hermano caido, pero fue inútil, durante una hora recorrió trepando por los escombros con la esperanza de encontrar algo, algún indicio o la pista de alguno de sus compañeros.

Hasta que se hicieron visibles.

Eran dos chamanes orcos y varios guerreros los que le cerraban el paso, uno de ellos el lider, encaramado a la piedra que muchos han conocido y que estaba al lado del camino y utilizada por muchos caminantes para descansar viendo en la cercanía la estampa del maravilloso baluarte.
Drazhen temiendo con certeza las causas de lo que había hallado y con valentía, tomo su espada y entonando un cántico se lanzó hacia los orcos con rapidez.

Dos guerreros le salieron al paso mientras los dos chamanes conjuraban. El consejero aparto de un golpe con el escudo a uno de ellos con gran furia dejandolo a un lado en el suelo mientras con su espada paraba un ataque del otro guerrero.
Otro orco armado con una maza le salió al encuentro, desde arriba y con fuerza descargó sobre Draz, el cual parando con el escudo por encima de su cabeza se apartó un metro parando la embestida del orco anterior que le amenazaba con partirle el brazo.
Los chamanes terminaron de conjurar al tiempo que una gran mano salía de sus palmas apresando al paladín que ya había acabado con la vida de dos de los guerreros y tenía al otro con su mano en el pecho y sujetando debilmente su espada, pero decidido a atacar de nuevo.

La mano apresó a Drazhen obligándole a tirar el escudo para poder intentar desahacerse de ella. Pero por más que lo intentaba no podía.

Otro guerrero lo tuvo más fácil, se acercó por detrás y le golpeó la cabeza.


Ahora ya no podía moverse, salvo la cabeza. Sintió sus manos atadas fuertemente a las esquinas de lo que parecía ser un cuadrado de madera.
Su cuerpo parecía dibujado como de una telaraña estando estirado por sus extremidades formando una equis.
Su cuerpo estaba en el aire suspendido por las extremidades. Giró la cabeza gacha hacia un lado y vió lo que nunca pensó poder ver.
De la misma forma que él, Aline, Alanius y Jerens estaban sujetos a los cuadrados de madera.
De los tres solo vivía Alanius, del resto, Aline pendía de un brazo medio caida sobre el suelo y acribillada a flechazos, en un ejercicio de práctica es de suponer, ya que Drazhen pudo divisar a varios arqueros jactándose y riéndose de la mala puntería de uno de ellos.
Ni pensó un segundo en las posibles vejaciones que los orcos previamente la hayan podido someter y Drazh hundió su barbilla de nuevo en su cuello.
Jerens estaba desplomado hacia atras, ya que el consejero al no poder girar la cabeza solo pudo apreciar sus piernas y el mástil de un Arpón clavado en el centro de su pecho en medio de un reguero de sangre.

Sintió las plegarias débiles de Alanius que, junto a Draz, murmuraba por lo bajo. Y es que al paladín le quedaban pocas fuerzas para rezar y aunque se esforzaba para que fuesen escuchadas, apenas creía que sus salmos fuesen entendidos por su dios en alguna estrofa.

A lo lejos, una pira de pez ardiendo se ponía en un lado y justo en la linea que separaba a Alanius, a unos treinta metros en línea recta, media docena de arqueros que encendían sus flechas dentro de la pira.
Era obvio lo que iba a pasar y al consejero solo le cabía por pensar cual sería su forma de morir y que juego habían preparado para él.

En ese momento Alanius gritó.

Y una flecha se clavó en su cuadriceps femoral, ligeramente por encima de la rodilla, el dolor fue tremendo en su muslo derecho. El grito de dolor le hizo olvidar el salmo que estaba recitando y gritó a su dios implorando una maldición contra esas bestias.
Los chamanes orcos habían ideado una forma de mantener al paladin con vida sin que se desangrase como en el caso de Aline y es que la pez ardiendo atravesase su herida y cauterizandola cerrase venas y arterias temporalmente, manteniendo la sangre en su cuerpo sin que apenas se derramase.

A Draz le quedaba la única esperanza de que Nesharay, Quiara, Penco, Timo y el resto hayan podido sobrevivir para reconducir la órden.
Pero aun así no iba a ser la última visión que tuviese el paladín.

De entre los orcos una figura con capa blanca que cubría la totalidad de su cuerpo y que llevaba capucha se acercó directamente al paladín. Los orcos no habían apreciado su presencia y seguían con sus gritos y jaleando a los arqueros que ya habían clavado la segunda flecha en el hombro a alanius y que se retorcia de dolor.

La capucha se pegó al rostro del paladín y le murmuró al oido.

- Ya no te queda mucho,... Sir Drazhen Northend.


./.. continuará[/i:e049fb5e6a]

Andriu_ZGZ

09/01/2010 02:48:54

[i:aa3d87615c]Alanius, carecía de fuerza para quejarse. Llevaba siete flechas clavadas en el cuerpo y el dolor era insoportable.

Mientras tanto, los arqueros orcos se deleitaban con la puntería de uno de ellos, que había acertado en plena rodilla del clérigo.

- Los dioses no han visto con buenos ojos que dejáseis la órden a su merced, ellos te necesitaban en el baluarte.- murmuró la figura de capa blanca a Draz, observando de vez en cuando a los chamanes que miraban la escena con extrañeza.

- Mi deber estaba en defender Puerta de Baldur, ¿quién sois?.- Replicó Drazhen, con algo de energía en su voz.

- Puedo salvarte tu alma de las garras de Gruumsh, pero no tu vida, ¿sabes lo que va a suceder ahora?.

- No..., sea lo que sea, estaré dispuesto a aceptarlo.- Contestó Drazhen, ya muy débil por la paliza previa a la que fué sometido.

- Dos de los clérigos fanáticos, aquellos que se arrancaron el ojo para mayor gloria de su dios han pasado horas velando las glorias de la batalla de Puerta de Baldur de uno de sus grandes guerreros. Lo llaman el ritual de la lanza sangrienta.
No tardará en plantarse delante de tí, debidamente tatuado para este ritual y te arrojará una lanza a tu cuerpo. Una vez muerto Sir Drazhen, te será arrancada y ofrecida a su dios.- Explicó con todo detalle.

- No tengo miedo a eso que decís, asumiré ese dolor y sus consecuencias.
- Dime, ¿Dónde está el resto de la órden?.
- ¡Que es esto, un interrogatorio antes de morir!, intento gritar Drazhen.

- Tu alma será salvada de gruumsh y ascenderá, para encontrarse con Torm, es una salida completamente digna.
Los dioses han puesto a prueba a tus hermanos, alguno de ellos ni siquiera ratifica su apoyo a la órden.- recriminó la figura.

- Es responsabilidad mía.- dijo el consejero.

- Hasta la órden del fenix, te ha dejado de lado Drazhen.- bajó el tono de su voz.
Torm no apoya un nuevo resurgir de la órden bajo tu mando, hay dudas, no hay firmeza y no hay signos que entre tus allegados esto vaya a cambiar.

El gran guerrero orco apareció de repente, era grande y musculoso, de unos dos metros de altura que portaba una lanza con diversos grabados a lo largo de ella.
Los orcos rieron la suerte del prisionero y levantando los brazos, el guerrero clamó a los chamanes tuertos ser digno de tal ritual.

- Sir Drazhen, muere con dignidad, deja que otros hagan el trabajo. salvaré tu alma y podrás descansar en paz.- dijo la figura.

- ¿Y los demás?, los salvarás también.

La figura miró los cuerpos de los tres paladines. Alanius ya estaba muerto, expiró con los ojos abiertos mirando al cielo. Lllevaba quince flechas clavadas y su expresión fue de gran sufrimiento.
Al fin y al cabo la vida de un clérigo puede reducirse a eso, a morir como un martir en sacrificio de los demás, aunque en este caso la defensa del baluarte frente al destacamento orco con valentía fue válida para que su alma descansase en brazos de los dioses.

- Su servicio fue excepcional, murieron por lo que son y la luz de sus almas resplandecerá junto a los grandes celestiales que sirven a sus dioses.- explicó el celestial.

El celestial se separó de Drazhen. En ese momento una gran lanza impactaba en su pecho, sin duda, disparada desde el brazo de aquel guerrero que trajo de calle a los defensores de la ciudad de Puerta de Baldur.
La lanza impactó justo en el corazón de Drazhen, el paladín con un grito sordo, se echo por inercia hacia atras. El golpe de la lanza atravesó su cuerpo y dejó al consejero inclinado y sujeto con las cuerdas y mirando al cielo con los ojos abiertos, mientras un reguero de sangre encharcaba a su alrededor.

En la oscuridad de la muerte, un escudo giraba verticalmente sobre si mismo. Era el escudo del brazo de los justos, que en un momento dadocaía y se rompía en mil pedazos.

Poco después, el paladín sentía verse flotando sobre aquel escenario, por encima de su cuerpo, alcanzó a ver a los orcos, que gritaban de júbilo, al ver que la lanza desaparecía y en la frente del gran orco aparecía la marca del ojo de Nisrek, un tatuaje en la frente que significaba que Gruumsh estaba complacido y que concedía al gran orco parte del poder de este dios.

Un celestial portaba el alma del consejero y otros más el de sus compañeros fallecidos en la ejecución, lo ultimo que pudo ver, es la figura de capa blanca descubriéndose ante el cuerpo del consejero.
El celestial le dijo a Draz, que aquel con el que había conversado era su padre y que Torm había permitido que en sus últimos instantes pudiese estar con él.
El alma de Drazhen fue llevada a los cielos dejando para siempre el mundo y las gentes de Faerun.

Al lado de su cuerpo, Andriuth, se quitó la capa que le cubría el cuerpo y se dejó ver ante toda la muchedumbre. Algunos dicen que los orcos le atacaron, no pudiendo hacerle frente dada la fortaleza y condición del celestial. Otros en cambio, vieron como recogía el cadaver de su hijo, ante la atenta y sorprendente mirada de los orcos y se lo llevó con él, a fin de darle sepultura digna.

Lo que si está claro es que ambos se reunieron con Torm, con la esperanza de que tal vez Drazhen llegase a ser un celestial más.

FIN.[/i:aa3d87615c]