ArkasLynvail

23/04/2011 15:30:06

[size=24:501f4aa865][color=darkblue:501f4aa865]I. Una estela de humo[/color:501f4aa865][/size:501f4aa865]



La columna de humo se alzaba por las dunas, cortando el cielo como la estela de un cometa. El viajero estaba situado sobre una alta duna, con la tormenta de arena azotando su rostro y vestimentas. Se subió la palestina protegiéndose la piel a la altura de los ojos y observó la amplia columna de humo que estaba situada delante de él a casi un kilómetro de distancia, ésta se alzaba en el aire a más de 30 varas de altura y su olor a ceniza y muerte traspasaba la tela de su palestina. Aquel hombre no era un novicio en los viajes por el Desierto de Cálim, sabía perfectamente por dónde esperaban la mayoría de bandidos a los viajeros, también conocía las rutas de los beduinos y nativos del desierto, las cuales casi nunca coincidían con las de los primeros. No deseaba tener enfrentamientos innecesarios con los bandidos del desierto, así que decidió la segunda opción, aunque le llevara varios días más de viaje.
Era por esto, por lo que se había sorprendido al ver aquella estela de humo solitaria y en un lugar en el que no debería estar. Puede que se dirigiera hacia ella porque no había hablado con nadie en semanas. Fue por todo eso, y quizás algo más, por lo que no hizo caso a una voz interior que le instaba a alejarse de allí.

El olor a muerte y ceniza se hacía más intenso a medida que avanzaba. A cientos de metros encontró el primer cadáver, un beduino había muerto sobre los cultivos que probablemente él mismo había creado, estos estaban tan carbonizados y ennegrecidos como su hacedor. El viajero, pasó de largo sin dedicarle demasiado tiempo al cadáver, y continuó caminando entre las ennegrecidas chabolas que hacía poco habían sido el refugio de los beduinos. Los cuerpos fueron aumentando en número, y con ellos aparecían los primeros carroñeros, aunque ésta vez las llamas poco les habían dejado que devorar.

Sus ojos fueron de un lado a otro por las chabolas, y rápidamente supo que el incendio había partido de un lugar en concreto, aunque le sorprendía la intensidad y alcance que había alcanzado. Sin duda había sido magia, sólo ella podría causar tal destrucción. Se paró delante del foco, un pequeño espacio entre casas y carretas que hacía de improvisada plaza en el pueblo de los beduinos. Entre los cuerpos distinguió varios armados, entre los amasijos de hierros y piel quemada observó alfanges y armaduras de cuero curtido, sin duda estos no podían ser del pueblo, probablemente fueran bandidos. Con el pie movió uno de los cadáveres, el cuerpo crujió y los brazos y el tronco se desmenuzaron allá donde la bota había pasado, quedando sobre la ceniza sus armaduras y joyas.

Se agachó y arrancó de un dedo carbonizado un anillo con un extraño símbolo serigrafiado, lo cogió y guardó en uno de los bolsillos de su pantalón, ya tendría tiempo de preguntar en el futuro. Continuó una hora más, dando vueltas por el poblado y buscando alguna pista sobre lo que pudo suceder, pero no encontró nada. A veces, un mago dejaba algún resquicio de su conjuro, polvo de diamante, un trozo de lengua de algún extraño animal o una marca de huellas que desaparecía misteriosamente. Pero ésta vez sólo encontró muerte y cenizas.

- Ni siquiera un jodido camello. - Maldijo por haber ido a aquel lugar, nada se le había perdido allí, sólo había logrado perder varias horas más en su camino y quizás se había acercado a algún grupo de bandidos, y encima éstos tenían un buen mago de combate, era hora de volver.

Dirigió sus pasos de nuevo hacia el sur, guiándose con facilidad por la posición del sol cuando un ruido a su espalda llamó su atención. Una especie de gemido, débil, como si procediera de algún lugar lejano, tanto que dudó si simplemente lo había imaginado, pero no, a los pocos segundos se repitió de nuevo, débil y a su espalda, como el anterior.
Apartó su capa y sacó una daga de la vaina de su cinturón, mientras con la derecha iba apartando tablones del lugar donde procedía el ruido. A medida que iba quitando tablones, el ruido se iba haciendo más fuerte. Entonces descubrió una mano y con otro tablón el rostro de una niña.

Su rostro era claro y ceniciento, algo poco natural entre los beduinos del sur. Tras la capa de ceniza se veían algunas magulladuras en su rostro, pero nada grave. La niña, que no debía superar los diez años, no pareció notar su presencia pues no abrió los ojos ni dijo nada.

- ¿Me oyes? despierta...¿sabes quién ha hecho esto? - la niña se quejó como respuesta, y él quitó varios tablones más, descubriendo el tronco y las piernas de la joven, piernas mucho más magulladas que el resto del cuerpo. El hombre la observó durante unos largos segundos.
- No soy un sanador, apenas me quedan provisiones para dos y aunque te llevara a la ciudad tu destino allí sería peor que la muerte....con mucha suerte acabarías en el harén de un mercader... - Murmuró hacia la niña, aunque más se lo decía a sí mismo.
- Lo mejor que puedo darte es la piedad.

El hombre puso la daga en el frágil cuello de la niña, pero ésta no se movió. El hombre se mantuvo en esa posición durante varios segundos más.

- Si me viera así, no podría parar de reírse. - Masculló el hombre, evocando a la mente la figura de un amigo que había dejado atrás. Finalmente apretó la mano sobre la empuñadura de su daga y aceptó con resolución que la muerte de la niña era lo mejor que podría darla.

Pero entonces ella abrió los ojos, unos ojos grises que se reflejaron en los suyos, no estaba asustada, no temblaba. Ella miró la daga y luego al hombre, de nuevo, a los ojos.

Y la daga volvió a su funda.

ArkasLynvail

23/04/2011 17:23:32

[size=24:309c527ddb][color=darkblue:309c527ddb]II. Sola[/color:309c527ddb][/size:309c527ddb]



Gracias a su posición privilegiada y sus brillantes ojos grises observaba toda conversación y las gentes que la rodeaban con una curiosidad sólo propia de la gente de su edad.
La niña estaba montada sobre un viejo carruaje tirado por camellos, desde el día en el que la habían encontrado tirada bajo los cenicientos tablones de madera que eran su casa no había vuelto a andar. Por suerte eso no duraría demasiado tiempo, aquel que la rescató había pagado a un sanador para que la atendiese y curase y poco a poco notaba como las heridas y quemaduras que tenía en las piernas y las plantas de los pies iban cicatrizando. Aunque la herida que más le dolía era el no poder recordar lo que ocurrió aquel día en que murieron todos sus familiares.

Sus ojos se posaron en el hombre que la había rescatado, Asghard. Este estaba hablando con varios comerciantes que acababan de encontrar en el desierto, y como todo comerciante de Calimshán estaba regateando por sus mercancías, esta vez serían camellos o agua dijo la niña que no entendía bien la conversación, pues era en la lengua común, lengua que nunca se hablaba en su tribu.
La tranquilidad de Asghard resaltaba con la expresividad y exasperación del comerciante, que agitaba sus brazos y gesticulaba exageradamente, todo lo contrario que su salvador que lo observaba inmutable, sin ceder un ápice en el trueque. Finalmente, el mercader aceptó a regañadientes los talentos de plata y le entregó los camellos a Asghard, gritando varias maldiciones al aire.
Asghard se acercó hacia ella con una mueca de crispación en su rostro que parecía no desaparecer de su rostro, a veces la niña pensaba que ella era la causante de esa mueca. Él vestía una ropa desteñida por el tiempo en el desierto, ceñida a su cuerpo y cubierta por una fina capa marrón de tela. Su pelo era del color de la ceniza, salpicado por mechones negros que se resistían a perder su color original.

- Le he pagado casi el doble de lo que valen, todo porque tengo prisa. Debería cortarle la garganta en lugar de escuchar sus maldiciones - Mascullaba mientras caminaba hacia ella.

Asghard llegó hasta ella y cruzaron las miradas, éste observó levemente el estado de sus piernas y subió al camello. Se pasaron todo el camino callados hasta que Asghard se puso a hablar.

- No nos queda mucho camino para llegar a Calimport, una vez allí te buscaré alguien que te acoja, quizás en alguna casa de citas.
- No quiero ir a ninguna casa de citas, ni quiero que me acoja nadie. Quiero ser como tú, no depender de nadie, cuidarme sola y viajar mucho - dijo la niña, aquello provocó que fuera la primera vez que escuchara la risa de Asghard, una risa poco agradable.
- ¿No puedes bajar del camello sola y piensas en viajar tu sola por el desierto?
[i:309c527ddb]- Pronto me curaré, tu mismo me lo dijiste ya no me duele tanto.
- Hace falta más que un par de piernas para pasar sola el desierto, ¿y los bandidos?¿y el hambre, la sed?¿los monstruos? ¿qué harás con todo eso?[/i:309c527ddb]
- Los mataré - Dijo firme, lo que provocó otra carcajada en el hombre.
[i:309c527ddb]- De risa claro.
- No, me compraré una espada.
- ¿Y con qué dinero si se puede saber?[/i:309c527ddb] - Dijo el hombre, aquello hizo agachar la cabeza a la niña.
- Lo conseguiré, trabajaré y conseguiré una espada. Entonces me haré fuerte, podré ser como tu y después, mataré a quien mató a mis padres.

Ambos quedaron un instante en silencio, acompañados por el ruido de los camellos al pisar la arena.

[i:309c527ddb]- Sólo lograrás acabar como los que mataron a tu madre.
- Seré fuerte no dejaré que me maten.[/i:309c527ddb] - Protestó ella, firme.
- No me refería a que te mataran. - Dijo el hombre con voz ausente pero antes de que fuera a replicar las dunas se despejaron y vio varias columnas de humo, pequeñas y las siluetas borrosas de grandes torres.
[i:309c527ddb]- Hemos llegado, no te separes de mi en la ciudad. Si te pierdes no perderé mi tiempo en buscarte.
- No me perderé...[/i:309c527ddb]

El hombre desmontó y cogió las riendas de ambos camellos mientras cogieron un camino formado por las marcas en la arena de cientos de carretas y caravanas.
Con la guía de Asghard fue adentrándose más y más en la ciudad más grande de Faerûn, y es que por muchas historias que la hubieran contado no podía imaginarse que la realidad incluso superaran las palabras de los más ancianos de su tribu.

- ¡Has visto cuanta gente Asghard! deben ser miles, no millones. - dijo la niña observando a la gente que se apilaba en las calles, y mirando con sus brillantes ojos las gemas y túnicas de colores de los mercaderes que abarrotaban a todos aquellos que llegaban desde el desierto.
- Miles de personas, miles de mendigos.
- No todos lo son, ¡mira ese todas las joyas que tiene! - Dijo señalando a un hombre del que en su túnica estaban bordadas cientos de joyas de numerosos colores.
- Muchas joyas y ninguna es de verdad. No te fíes de lo que te muestren.

La muchacha miró sin creerse lo que decía a Asghard y lo siguió con dificultades, a veces se despistaba y casi se perdía. Por suerte Asghard aflojaba el ritmo, y pronto lo encontraba de nuevo.

Tras vender los camellos tomaron un desvío y dejaron la avenida principal de la ciudad, cruzando callejuelas de varios sabanes, la mayoría con casas pobres y viejas, mientras subía escalones de la ciudad las casas iban mejorando un poco en calidad y disminuyendo en cantidad, pero tampoco demasiado. Pronto notó el olor del mar y sintió una brisa fresca y cálida, se sobresaltó y miró a Asghard.

- ¿Qué fue eso?
- ¿El qué?
- ¡Frío!
- No es frío, es el mar.
- ¿El mar?
- ¿Es que estás sorda? Siempre me haces repetir las cosas.
- ¡Nunca he visto el mar déjame verlo!
- Ya te aburrirás de verlo. Ahora cállate, no nos queda mucho para llegar a la casa de Jasha.
- ¡No quiero estar en ninguna casa de citas!
- Yo te dejaré allí y sino quieres puedes marcharte, pero eso ya es tu problema.

La niña se quedó mirándolo callada, furiosa.

- Necesitaré que me digas tu nombre de una vez, lo querrán saber.
- Yo ya no tengo nombre.
- Pues un apodo - Le dijo y aquello pareció despertar curiosidad en la niña.
- ¡Janyra! - Dijo finalmente la niña.
- ¿Cómo la maga?
- ¡Sí!
- No eres muy original - Dijo y suspiró.

Giraron un recodo y se encontraron frente a un hombre armado. Este los miraba con gesto amenazador, era grande y ancho, más gordo que corpulento. Sobre él había un hediento olor a ron y sudor y en su mano diestra asomaba una enorme maza con varios clavos puntiagudos sobresaliendo de ella.
Él hombre cruzó su mirada con Asghard y después hacia la niña, la mirada la hizo recular y quedarse tras Asghard.

- Vaya vaya, ¿parece que tenemos compañía eh Kalash? - Dijo el hombre y echó una mirada a su izquierda, tras un par de cajas había un hombre de aspecto desaliñado tirado en el suelo, borracho.
- Pero qué niña más bonita - Dijo y se acercó hacia ella, ladeando la cabeza para evitar el cuerpo de Asghard.

Este dio un paso lateral haciendo que el hombre casi se chocara contra él.

- Mmpf...¿y tú quién eres? - Dijo el hombre mientras levantaba su maza amenazadoramente.
- Asghard, un simple comerciante. Vengo desde Memmon en un largo viaje, por favor, mi hija y yo tenemos prisa.
- Asghard.....sí, yo soy Braaltas y este Kalash legionarios del ejército de su emperador el Qysar.

Asghard conocía bien a los legionarios, milicianos que no habían pasado las pruebas de la academia de guerra en su mayoría y habían sido contratados como mercenarios de bajo coste en caso de asedio o guerra. Pero cuanto esta había pasado, todos habían quedado sin trabajo.

- Es un honor - Dijo finalmente, escupiendo cada palabra - Ahora si nos disculpáis como os dije, tenemos mucha prisa. Mi hija está hambrienta.
El caso es que no puedo dejar que os vayáis.
- ¿Por qué no? - Janyra observó que se le agotaba la paciencia.
[i:309c527ddb]- Pues porque esta es mi calle, como ...legionario que soy. La he defendido y ahora reclamo lo que merezco a quien pase.
- En ese caso volveremos por donde hemos venido mi señor, no queremos mancharos con nuestra presencia vuestra calle.
- No seas listillo, págame y podrás marcharte. [/i:309c527ddb]

El hombre levantó la maza y casi rozó con la punta de ésta en el pecho de Asghard, cuando pensó que Asghard se lanzaría contra él finalmente, éste pareció aflojar la tensión de sus músculos.

-[i:309c527ddb] Está bien, te pagaré. ¿Cuanto es el peaje?
- Dos monedas de oro.
- No tengo tanto dinero, ¿estáis loco?
- ¿Me harás cachearte estúpido, y a la niña también?[/i:309c527ddb] - Dijo mirandola, aquello pareció enfurecer a Asghard, pues el hombre casi reculó en su sitio.
- Bien, os daré todo lo que tengo, es lo que he vendido por los dos camellos que me trajeron aquí y por lo que vine a vender.
[i:309c527ddb]- ¡No le des nada Asghard!
- Vaya con la niña, qué protestona. Deja a los mayores hacer, cría[/i:309c527ddb].

La niña vio impotente como Asghard entregaba casi todo su oro a aquel hombre borracho y gordo.

- Bien...como me entere que me has ocultado algo iré a por ti y a por la niña, estúpido. Ahora márchate por donde has venido, no tienes suficiente dinero para cruzar pero seré magnánimo y no te daré una lección.

Asghard y Janyra volvieron por donde habían venido y tomaron otra calle, esta más concurrida, estuvieron un buen rato en silencio hasta que la niña no pudo aguantar más.

[i:309c527ddb]- ¿Por qué les distes el dinero?
- Porque iban armados.
- Tú también, tienes una daga y una espada escondida en la mochila.
- Vaya, así que además eres una fisgona y ladrona.
- No te he robado nada y tú eres un cobarde. Esos hombres estaban borrachos.[/i:309c527ddb]

Asghard la miró durante unos segundos, aquella mirada hizo recular a la niña.

[i:309c527ddb]- Los cobardes suelen aprovecharse de los niños indefensos. Así que cuidado con lo que dices.
- Podrías haberlos dado una lección...[/i:309c527ddb] - Murmuró la niña.
- O podrían habernos matado. Eso es tiempo pasado, hemos llegado.

Asghard, se agachó y sacó de su bota una bolsa que por su tamaño parecía repleta de monedas, se subió la capucha por el rostro hasta que casi le tapaban los ojos y llamó al pomo de la puerta.

Una muchacha más desnuda que vestida abrió rápidamente con una sonrisa extraña en sus labios y miró a Asghard de arriba a abajo, pero la sonrisa le desapareció cuando la vio a ella.
Asghard y ella entraron y él estuvo hablando durante largo rato con una de las mujeres que parecía la encargada de aquel local, durante la conversación la mujer la miró varias veces y por mucho que se esforzó no logró escuchar nada de la conversación.

Finalmente ambos se acercaron a ella.

- Janyra, ¿así quieres que te llamemos no?Asghard me ha dicho que no quieres estar con nosotras, que quieres viajar y valerte por ti misma. No te preocupes por eso, nosotras no vamos a obligar a quedarte. Pero si te quedas, aprenderás cosas que te servirán en el futuro, cosas como pelear y poder valerte por ti misma y cuando quieras, puedes marcharte.
[/i:309c527ddb]
La niña la miró con desconfianza y observó el gesto frío de Asghard.

[i:309c527ddb]- Está bien....pero me iré cuando quiera.
- Cuando tú quieras, la puerta está abierta.[/i:309c527ddb]
- ¿Y tú qué harás? - Dijo la niña mirando a Asghard.
- Yo iré al Bazar a buscar a mi cliente. Aquí nos separamos, buena suerte a ambas.

La niña lo miró pero él evitó su mirada y sus ojos se le irritaron solos, algo que la molestó sobremanera, no había llorado ni siquiera el día que murieron sus familiares. Asghard abrió la puerta y se marchó. Como todas las cosas que le habían importado.

La habían dejado de nuevo sola.

ArkasLynvail

06/05/2011 14:13:14

[size=24:e76f299369][color=darkblue:e76f299369]III. Tras la ventana.[/color:e76f299369][/size:e76f299369]


[u:e76f299369]Parte I.

En el fondo de la bañera, Janyra se olvidó de Asghard. Nunca había pensado que un baño en agua caliente aromatizada pudiera ser tan relajante y placentero. Alargó el baño durante dos horas, cuando salió la piel de sus manos y pies estaba muy arrugada, más propia en una persona 70 años mayor que ella. Las chicas del burdel la habían preparado también la ropa, ésta era escasa pues no solían tener a niñas de su edad allí, se colocó un pijama, las mangas sobresalían en las manos y pies, cubriéndoselas, aunque a ella no le importaba. Aquella tela, fina y aterciopelada era mucho más cómoda incluso con sus mangas que las pieles con las que solían arroparse en el desierto.

Bajo la protección de las sábanas, recopiló mentalmente los hechos que la habían llevado hasta allí. Entonces, en aquel lugar, imágenes y sentimientos que creía olvidados sacudieron su cabeza como un látigo.

La llegada de unos hombres a lomos de camellos, encapuchados, armados, sabía que eran peligrosos. Escuchó gritos, sintió miedo, vio el filo de una espada cortar la garganta de una mujer, conocía a aquella mujer. Sintió más miedo y entonces dolor, todo desapareció.

Abrió los ojos y sintió que una mano firme y férrea tapaba su boca para que no pudiera gritar. Sus ojos, se encontraron frente a frente a los de Asghard, grises y etéreos como los suyos. Cuando éste se cercioró de que lo había reconocido aflojó la presión sobre su boca, y la mandó callar llevándose un dedo a los labios. La mirada de Asghard varió de ella a la puerta de la habitación, en mitad de la oscuridad la niña tardó en darse cuenta de qué pasaba, cuando lo hizo observó el picaporte de la puerta moviéndose lentamente de un lado para otro. Asghard se movió con la velocidad y el sigilo de un felino, saltando de un lado a otro de la cama, y escondiéndose junto al vestidor.

La puerta se abrió, tras el umbral había dos figuras ocultas por las sombras de su capucha. Unas largas capas negras cubrían toda su figura, exceptuando las hojas de las espadas que portaban, el brillo que produjo ésta cuando avanzó hacia Janyra en absoluto silencio la hizo sobrecogerse y lanzar una pequeña exclamación.

- Está despierta - Murmuró el primer asesino.
- Date prisa entonces.

El que iba detrás, realizó un extraño movimiento con los dedos y el grito que iba a producir Janyra se evaporó por la magia del silencio.

Entonces Asghard saltó sobre el primero de ellos, que cayó al suelo sin oposición como si una montaña se hubiera derrumbado sobre él. Después se incorporó con una rápidez que la niña no creía posible, lo suficientemente rápido como para detener la estocada que el segundo asesino le había lanzado a su espalda. La daga y espada chocaron una primera vez y una segunda. En la oscuridad de la sala el filo de sus hojas era lo único que distinguía la muchacha, eso y los extraños brillos multicolor que producía la empuñadura de la daga de Asghard cuando la luna brillaba sobre ella.
El duelo duró durante unos minutos más, con decenas de giros y estocadas ambos eran sin lugar a dudas los mejores espadachines que hubiera visto, pero poco a poco Asghard le recortaba terreno a su rival, sus ataques eran menos fuertes y sus paradas, más lentas. Hasta que llegó el golpe final, la daga se hundió en su estómago y el encapuchado dejó caer las armas al instante, con los ojos exorbitados miró a Asghard, la mirada la mantuvo cuando calló al suelo y murió.

- Tenemos que irnos de aquí - Dijo Asghard con tensión, mientras limpiaba la daga en la capa de los asesinos y revisaba sus pertenencias.
[i:e76f299369]- ¿Quienes son Asghard? ¿Por qué intentaron matarnos?
- No lo sé...pero llevaban siguiéndonos desde que entramos a Calimport.
- ¿Las chicas están bien?[/i:e76f299369] - Dijo con voz temblorosa.
- No hay tiempo de pensar en ellas...nos vamos.

Asghard la hizo bajar por la ventana y cargó a sus hombros mientras éste saltaba por los tejados de la ciudad, a una velocidad sorprendente, sus pies siempre se apoyaban en el lugar adecuado, en varias ocasiones a la niña casi se le escapaba una exclamación de sorpresa, cuando pensaba que caerían.
Tras recorrer numerosas calles y cruzar varios sabanes bajaron al suelo y callejearon durante un largo rato más, sin que ambos dijeran una palabra.

- Asghard...¿por qué dijiste que tenías que saber si me buscaban a mi o a ti?
[i:e76f299369]- En cuanto llegamos nos descubrieron, sabían que íbamos a venir aquí y cómo éramos. El ataque a tu aldea...no fue normal, esos tipos buscaban algo, pero no sé el qué. Quizás viste algo que no debías haber visto.
- Justo antes de que llegaras recordé algunas imágenes...hombres encapuchados, como los que nos atacaron. Mataron a la gente de la aldea.
- ¿No recuerdas lo que dijeron?
- No...[/i:e76f299369]

Ambos se callaron cuando otros dos tipos pasaron junto a ellos, sus ropas no eran muy diferentes de las de aquellos que los habían intentado matar unos minutos antes, pudo ver la tensión en Asghard y cómo les dedicaba una mirada amenazadora mientras se cruzaban.
Cuando los vieron suficientemente lejos, reanudaron la conversación.

- Por eso no ataqué a esos hombres, tenía que saber si me buscaban a mi, o a ti por lo de la aldea, tenía que hacer con que nos separábamos y ver hacia dónde se dirigían después.

La niña hizo una mueca y lo miró, pero éste la hizo detenerse. Golpeó con los nudillos varias veces sobre una puerta maciza, el tiempo pasó y Asghard miraba a su alrededor, cuando se dispuso a volver a llamar una voz resonó a sus espaldas.

- ¿Siempre apareces tan tarde?

Por detrás de ellos donde antes había la misma fachada vieja que continuaba por toda la calle ahora habían aparecido tres medianos salidos por una puerta secreta oculta por un tapiz que simulaba al resto de la calle.
Quien había hablado era una mediana, la única que no iba armada en el grupo de tres.

- Aparezco cuando te necesito, no importa la hora. - Replicó al rato Asghard.

La mediana la miró durante un rato, observándola detenidamente.

[i:e76f299369]- No me digas que es tu hija.
- No, no lo es. Ahora pasemos dentro, nos siguen. Tengo que mostrarte algo.[/i:e76f299369]

La mediana asintió y los guiaron al interior de la puerta secreta, el último mediano corrió el tapiz, sumergiéndola de nuevo en las sombras.

ArkasLynvail

06/05/2011 14:22:27

[u:986cdd6ea5]Parte II.


Los guardias paseaban junto al riachuelo que cruzaba los muelles y que hacía a su vez de divisoria entre un sabán y otro. Para ambos era la primera patrulla del día.

- Jamahk, te dejo aquí, volveré en un par de horas, voy a echar un ojo por aquella zona. - Dijo el guardia, mientras señalaba unos callejones al este, como en todos los muelles la mayoría de los callejones estaban plagados de almacenes, tabernas y burdeles.
[i:986cdd6ea5]- ¿Necesitas ayuda?
- No, no hace falta, voy a comprar unas cosas para la fiesta de mi hijo va a ser su primera boda.
- Vale, te veo luego por aquí no des mucha vuelta sólo. Podrías tener algún problema con algún borracho.
- No me ofendas, un borracho estúpido sería el mejor inicio posible para el día. Hace mucho que no entreno con la espada.[/i:986cdd6ea5]

Ambos rieron y se separaron. Cuando el guardia se cercioró de que su compañero estaba lejos aceleró el paso, no tenía ninguna intención de comprarle ningún regalo a su hijo, ni de compartir guardia con él. Se dirigía a Los Ojos, un burdel donde era un asiduo, al menos hace meses, porque llevaba varias semanas sin visitarlo, cosa que pensaba remediar en ese mismo instante.

Golpeó con el nudillo dos veces a la puerta, y miró a los lados, asegurándose de que nadie le veía entrar con el uniforme en el burdel. Nadie respondió y cuando se dispuso a volver a llamar observó el picaporte de la puerta, éste había sido arrancado.
Cogió impulso y cargó sobre la puerta con una fuerte patada que no opuso demasiada resistencia, astillándose y abriéndose a su paso. El guardia entró con la cimitarra desenvainada y mirando de un lado a otro. La sala estaba sumergida en las sombras, con todos los candiles apagados y las cortinas corridas.

Algo en el suelo casi lo hizo caer, cuando miró al suelo observó el cadáver de una muchacha, tendido sobre el suelo sobre un charco formado por su propia sangre. Delante de él, unos metros por delante había un montón mayor, formado por varias muchachas, asesinadas como la anterior y apiladas una sobre la otra. Un hormigueo en la nuca lo hizo girar en redondo, con la cimitarra y el escudo de la Amlakkar alzados.

Delante de él había una figura encapuchada, sus ropas negras estaban rasgadas y los jirones de tela colgaban como si una bestia la hubiera desgarrado con sus zarpas. Sus manos tenían un color ceniza y estaban tan arrugadas como las de un anciano, a excepción de las uñas, negras y alargadas. Bajo la capucha vio sus ojos, rojos como la sangre y que despedían un aura antinatural.

¡Suelta ese cuerpo!

El ser hizo caso a las órdenes del guardia y lanzó el cuerpo de otra mujer al montón de cadáveres que había apilado en el centro del sofá.

[color=indigo:986cdd6ea5]- ¿Qué hace un guardia en un burdel a estas horas de la mañana? -Preguntó el ser, con una voz antinatural que parecía venir de un lugar lejano.

- ¡Eso no te importa a ti!

El guardia se lanzó a la carga, lanzando una estocada directa al corazón de la criatura, que no se movió un ápice. La cimitarra se hundió de lleno en el ser, pero lo traspasó como si fuera una nube de polvo, dejando una estela a su paso y dividiendo su silueta en dos.
La criatura, volvió a materializarse cuando el guardia lo hubo traspasado y se giró para mirarlo de nuevo.

- Qué diablos eres. - dijo y se dirigió corriendo hacia la puerta.

La criatura apareció delante de él y ésta vez sí, era material, lo golpeó en la sien y lo hizo caer al suelo, atontado y manando sangre de su nariz.

[color=indigo:986cdd6ea5]- Tú no has visto nada.
- Claro que he visto - dijo atontado, mientras se tapaba la sangre que le salía de la nariz - vendrán aquí, la Amlakkar, los magos y los sacerdotes del Sol, van a destrozarte maldito hijo de puta.
[color=indigo:986cdd6ea5]- Tú no has visto nada...aquí solamente hay un burdel cerrado, todos se han ido.
- ¿Pero qué diablos dices? - El guardia se sacudió la cabeza y se incorporó, tambaleante y con la espada en mano se dirigió hacia la puerta, la figura no hizo ademán de volver a impedírselo.
[color=indigo:986cdd6ea5]- Nadie tiene por qué entrar aquí y molestar. Tú te encargarás de ello, tú no has visto nada y éste lugar se ha cerrado, sus dueños se marcharon.

El guardia se tambaleó hasta la puerta, llevándose las manos a la cabeza atontado, intentando evitar esos ojos rojos que lo perseguían. Al llegar a la puerta se giró para mirar de nuevo al encapuchado.

- Sí, yo no he visto nada...aquí nadie debe molestar, sus dueños hace mucho que se marcharon.

ArkasLynvail

18/05/2011 01:16:48

[color=indigo:e61e5707bc][size=24:e61e5707bc]V. La muerte de un asesino[/size:e61e5707bc][/color:e61e5707bc]



[i:e61e5707bc]- Sea lo que sea, es cosa mía. Ellos creen que la tengo yo e irán a buscarme a mi.
- Es un suicidio y lo sabes, no puedes salir ahora a las calles te encontrarán y te matarán.
- No me gusta huir, y llevo demasiado tiempo haciéndolo.[/i:e61e5707bc]

La mediana miró al asesino, el asesino que se había hecho llamar Asgard desde que había dejado atrás a su intrépido amigo drow llamado Jarlaxle y a su no menos peculiar compañero enano Athgorate.
En su viaje se había encontrado con una extraña devastación que lo había hecho rescatar de las catacumbas a una joven niña que había perdido prácticamente la totalidad de su memoria y que se hacía llamar Janyra. Pero ahora estaba exactamente en el punto que más odiaba, sintiendose perseguido, con un enemigo más asentado que él en una ciudad a la que llevaba demasiado tiempo sin visitar y cuya única esperanza era la mediana que tenía delante, Dwavhel Tiggerwillies, y ésta última acababa de decirle que se enclaustrara en su guarida, con la niña.

[i:e61e5707bc]- No pienso acabar como Dondon.
- No hay otra opción, espera que la tempestad pase y cuando el asunto esté menos reciente quizás puedas salir...con tu habilidad no te verán venir.
- No sabemos ni quienes son, hemos recabado muy poca información, incluso con todos tus contactos. No, necesito salir y atraerles a mi, sino, nunca podremos saber más sobre ellos.
- Dame más tiempo.
- Te he dado mucho, el suficiente para saber que has agotado todos tus recursos.
- ¿Y qué harás con la niña?[/i:e61e5707bc]

Aquella pregunta cayó a Artemis por sorpresa, siempre había actuado por su cuenta y no estaba acostumbrado a tener que pensar en el cuidado de otra persona, había compartido viaje durante mucho tiempo con Jarlaxle, pero aquello era diferente pues, sabía que el drow siempre lograba apañárselas por su cuenta.

[i:e61e5707bc]- Es el único favor que te pido y pediré, después podrás pedirme cualquier cosa. Pero necesito que la escondas.
- Yo no puedo...sabrán tarde o temprano que la has llevado hasta a mi, pero la llevaré a alguien que si puede, del que no sospechen.
- Confío en ti.[/i:e61e5707bc]

Esta vez fue la mediana quien se sorprendió, miró a Artemis fijamente y vio en sus ojos que no mentía, con el tiempo ambos habían llegado a hacerse amigos, incluso tras tantos años sin verse. Dwavhel se acercó y lo estrechó en un fuerte abrazo, después observó cómo el asesino se giraba ondeando la capa y salía por la puerta secreta, que daba a uno de los callejones de la ciudad.

Artemis recorrió el suelo arenoso del anillo exterior de la ciudad, allí donde los pobres, mendigos, prostitutas y enfermos se apiñaban en cada rincón. Pero ninguno de ellos, astutos y vigilantes reparó su presencia pues ésta era apenas imperceptible. Sigiloso como un gato caminaba y corría aprovechando cualquier sombra, obstáculo o tejado para recorrer las calles sin ser visto ni percibido. Pasó cerca de numerosos vigías de cofradías importantes, pero ninguno reparó en su presencia, siguió caminando largo rato. Esperando, alerta y en tensión. Sabía que tarde o temprano su enemigo invisible se presentaría y tendría que estar preparado.

Un hormigueo le recorrió la nuca, una extraña sensación de incomodidad, de sentirse observado. Rápidamente se giró y observó el callejón donde estaba, éste estaba aparentemente vacío, sólo percibió a un anciano muchos metros al final de éste apoyado tranquilamente en un escalón que daba a una avenida principal.
Cerró los ojos y se concentró en todos sus sentidos, escuchó el piar de las gabiotas, notó el olor del mal, el crujir de la madera de los barcos y el grito lejano de los marineros. No había nada, no escuchaba nada cercano. Pero aquella sensación no desaparecía, entonces lo supo. Magia.

Cruzó los brazos bajo su amplia capa y apoyó las manos en la empuñadura de su espada y daga mágicas, mientras flexionaba muy levemente sus piernas, entonces lo oyó justo a su espalda e instintivamente saltó en una voltereta lateral rodando por el suelo en el instante preciso que una espada silbaba y cortaba parte de la tela de su capa y rasgara el aire justo donde antes estaba él.
Artemis se giró en posición defensiva para observar a sus atacantes, quienes lo miraban totalmente sorprendidos por su maniobra.

- Increíble. ¿lo has visto Martith? - Dijo el hombre que lo había asaltado por la espalda y había cortado un pedazo de su capa.
- Debe llevar algo de magia, ¿sino cómo nos ha podido detectar? sólo es un mortal - Dijo el compañero a la par que desenvainaba dos espadas gemelas de excelente manufactura.

Ambos llevaban las mismas ropas de color blanco y negro, ajustadas y con una falda oscura cortada por las piernas para permitirles una mayor capacidad de movimientos. Llevaban el rostro totalmente oculto y en la creciente oscuridad de la noche pudo observar que ambos tenían los ojos rojos. Entonces recordó el comentario del segundo de ellos, refiriéndose a él como mortal.

- ¿Qué tipo de cosa se supone que sois? - Dijo Artemis mientras buscaba con la mirada a más. Seguro de que esos dos habían aparecido a su espalda por medios mágicos.

Otras dos siluetas aparecieron en lo alto del tejado, llevaban las mismas ropas que los anteriores.

[i:e61e5707bc]- ¿Dónde has dejado a la niña?
- ¿Para qué la queréis? además, no me has respondido a mi pregunta.
- Solo somos siervos de nuestro hacedor.
- ¿Hacedor? ¿y dónde está ese hacedor vuestro?
- Si mueres, lo sabrás. Pero si nos dices dónde has dejado a la niña, Artemis Entreri, nada te pasará.
- Vaya así que sabéis quién soy, ese hacedor vuestro está bien informado.[/i:e61e5707bc]

Entonces una tercera voz apareció a su diestra, del portal salió una figura enorme de casi dos metros de altura, y llevaba una túnica similar a la del resto, pero ésta totalmente negra.

[i:e61e5707bc]- Él todo lo sabe Artemis, te conoce bien y desde hace mucho tiempo.
- Eso no es difícil, no he hecho mucho para que no se sepa de mi.
- Él conoce tu soledad, la antipatía que ha rodeado el misterio de Artemis Entreri todos estos años, desde que apareciera en tu vida Drizzt Do'Urden, te conoce a ti y a Shanali.[/i:e61e5707bc]

Aquello fue para él como si lo hubiera golpeado en pleno rostro. No debió disimular su reacción porque aquello provocó una amplia sonrisa en aquella criatura de piel grisácea.

- Sí, te conoce bien y sabe perfectamente lo que buscas...únete a él, únete a nosotros. Entréganos a la niña.

Artemis lo observó durante unos instantes y entonces bajó los hombros y las armas.

- Está bien, llevadme a vuestro líder.

Aquello pareció satisfacerlo, pues le hizo un gesto y se volvió.

Entonces Artemis cargó. Se lanzó en un ataque furioso ante las sorprendidas criaturas derribando a un primero de ellos y cayendo con tanta fuerza sobre él que su cabeza resonó cuando impactó contra el suelo.
Sin perder el tiempo se lanzó a por su segundo oponente que estaba alzando la espada intentando defenderse de la furiosa acometida. Pero no fue lo suficientemente rápido, la garra de Chaaron cercenó su brazo provocandole un chillido sorbenatural.

Rápidamente giró sobre si mismo evadiendo con una voltereta los virotes que salían despedidos desde el tejado y dejó correr en el aire su capa con la intención de poder frenar el avance de los proyectiles. Hizo una mueca de dolor cuando uno de los virotes impactó en su pantorrilla derecha y deseó con todas sus fuerzas que no fueran como los virotes drow o todo estaría perdido para él.
Cobijandose en el punto muerto que le daba la fachada respecto a los arqueros del tejado alzó sus armas a la defensiva esperando la embestida de su líder, pero éste lo único que hizo fue coger a uno de sus subordinados y lanzarlo de nuevo contra él, para su sorpresa tanto el primero al que había aplastado el cráneo como el segundo al que había cortado un brazo se lanzaron contra él blandiendo sus armas como si apenas nada hubiera pasado.

- Muertos vivientes....no hay cosa que más odie... - Murmuró Entreri mientras saltaba a uno de los barriles evadiendo la primera estocada y bloqueaba la de su segundo enemigo.
Aprovechando su altura saltó sobre éste y lo golpeó de nuevo en la cabeza, hundiendo su bota en la herida que le había provocado antes.

Con el rabillo del ojo vio a su primer enemigo, quien con un sólo brazo lanzó un tajo horizontal con la intención de cortarle ambas piernas, pero Entreri fue más rápido y dio un salto mortal hacia delante a la vez que le atacaba con las armas en el aire y caía en perfecto equilibrio a sus espaldas.
Su segundo brazo cayó al suelo al ser cercenado de nuevo por la Garra de Chaaron, la daga enjoyada sin embargo se hundió en la espalda del enemigo y hizo su macabra tarea, absorver la energía vital de su enemigo para poder curarlo. Entonces rápidamente Entreri sintió la energía negativa que el arma le traspasaba del muerto viviente y tuvo que soltar rápidamente el arma que cayó al suelo con un chirrido metálico.

Escuchó a su espalda la risa burlona del líder de los espectros. Pero no tuvo tiempo para replicarlo, esquivó a duras penas el embite del primer espectro y la segunda flecha que caía desde el tejado hasta él.
Entonces agitó en el aire su espada, dejando una cortina de ceniza tras de si mientras daba volteretas en el suelo como una peonza. El espectro confuso agitó las manos intentando apartar la cortina de ceniza que se había creado a su alrededor, pero cuando logró disiparla fue demasiado tarde, sólo llegó a ver un filo rojo como la sangre antes de que éste cercenara su cuello y separara la cabeza de la parte inferior de su cuerpo.

Sin tiempo para pensar recogió la daga del suelo y la lanzó contra su lider, la daga no llegó ni a darlo a tanta distancia, pero le dio el tiempo suficiente para saltar y agarrarse al borde del tejado apoyándose en la viga e impulsare como un péndulo para dar una voltereta que lo hiciera caer sobre el tejado donde lo esperaban los dos ballesteros, quienes para su desdicha aún lo buscaban por el callejón cuando este giraba en el aire y caía a escasos metros de distancia.
Las ballestas lentas en la carga pero rápidas en el disparo le dieron a Artemis las décimas de segundo que necesitaba para cercenar los miembros de ambos espectros y lanzarlos al patio.

Jadeando, se fijó en su alrededor. Y observó que pese al ruido que habían montado tan cerca de un barrio como los muelles nadie se había acercado, observó el horizonte y vio un extraño contorno borroso en él, magia nuevamente. Maldijo para sus adentros, debía haber un mago escondido lo sabía, y él había sido quien había montado toda la emboscada.
Debajo de él, el lider del grupo aplaudía con tranquilidad, sin importar el ruido que causara.

- Bravo Artemis, luchas mejor aún de lo que me habían contado. Incluso a tu edad, aunque según me dicen, ¿eso ya no es un problema para ti, me equivoco? - Sonrió ampliamente, mostrando unos afilados colmillos.
- Te has equivocado al venir sólo con tus hombres, y no haber atacado cuando ellos lo hicieron.

Artemis saltó desde el tejado y cargó contra él con ambas armas por delante aprovechando la fuerza de su salto y esperando que el vampiro desenvainara sus armas para bloquearlo.
Pero para su sorpresa éste no lo bloqueó sino que lo esquivó a una velocidad sorprendente y contraatacó desenvainando su espada a la altura de la cintura, Artemis hizo la parada perfecta pero entonces sintió la fuerza del arma de su enemigo y cayó hacia atrás, aturdido.
El vampiro sonreía mientras balanceaba su arma dejando una estela blanquiazul en el aire, y entonces cargó de nuevo contra Artemis, con fiereza aprovechando su fuerza y velocidad sobrenatural.
Artemis bloqueaba con la espada y la daga cada estocada, intentando reducir el daño que hacía cada impacto del arma, sin demasiado éxito pues al cabo de cinco paradas sus brazos estaban totalmente entumecidos y cada vez se movía más lento, aún renqueante por la herida en la pantorrilla y la descarga de energía negativa, en cambio, el vampiro seguía acometiendole con idéntica fuerza incapaz de agotarse.
Entonces llegó el instante, una parada demasiado tarde le obligó a bloquear la espada enemiga únicamente con la daga enjoyada, demasiado poco para la fuerza del vampiro y el arma combinadas, el arma salió despedida y la espada le hizo un profundo corte que le recorrió el hombro hasta la cadera, logró evitar que lo partiera en dos pues en el mismo instante estaba rodando hacia un lado.

- El combate llega a su fin, pensé que el legendario Entreri me duraría más. - Dijo el vampiro con sorna.

Jadeante, sangrando y tapándose la herida del pecho sintió que el curso del combate llegaba a su fin, observó a su enemigo, su sonrisa de superioridad, su arma mágica y apretó con fuerza los dientes hasta que le castañearon. Si caía, se llevaría antes a ese ser y borraría esa estúpida sonrisa del rostro.
Cogió uno de los barriles con ambas manos y lo lanzó contra el vampiro, quien sonriente sólo agitó la espada haciendo astillas el barril y esparciendo sus restos por el suelo. Entreri se lanzó contra él con rapidez, gritando y agitando la Garra de Chaaron, creando cortinas de ceniza a su alrededor.

- ¡Esa técnica no funcionará conmigo!

Artemis hizo una voltereta hasta aparecer a la derecha del vampiro y lanzó una estocada al aparente desprotegido costado de su enemigo, pero el vampiro lo esperaba tal y cómo había dicho, bloqueó con precisión la estocada y con un impulso lanzó la Garra de Chaaron por los aires.
Entonces la mano libre de Entreri se lanzó con rapidez y hundió el puñal en el estómago de la criatura.

- Vaya...muy listo Entreri..despistarme para coger la daga. Buena táctica...pero no pudo ser más estúpida, ya viste lo que pasó antes con la daga...su magia...no me hace ningún efecto.

Entonces la sonrisa de la criatura desapareció y sintió una terrible oleada de dolor, miró la sonrisa del asesino, y sus ojos se desorbitaron aún más.

- La da...la...- Miró a su diestra y vio en el suelo la daga enjoyada. ¿pero entonces? ¿qué era lo que le clavaba el asesino?

Su cuerpo empezó a contraerse, su fuerza a desaparecer y cayó sobre sus rodillas, derrotado. Fue entonces cuando pudo ver una enorme astilla de madera asomar su estómago, en forma de estaca. La misma astilla que él había creado al partir en cientos de trozos aquel barril.

El asesino escuchó una última maldición del vampiro, antes de que éste se hiciera simple ceniza, igual que el resto de sus compañeros. La ceniza se esparció por el aire a la vez que el conjuro desaparecía y quitaba la ilusión en la que el grupo había ocultado el duelo.
Tambaleante, recogió su espada y su daga y observó el arma que había dejado el vampiro, aquella poderosa espada mágica. Se acercó a ella y tocó su filo, pero entonces, esta salió disparada y se clavó en su vientre, desgarrando la tela y la carne de su estómago. Apenas pudo proferir un grito ahogado de sorpresa y cayó al suelo mientras el mundo parecía darle vueltas.

Vio a un anciano a lo lejos, acercarse al verle caer y vio como éste llamaba a más gente, seguramente para alertarles del herido.

Entonces su vista se paró en una de las paredes, en ellas pareció ver una figura grabada en la pared, una especie de dibujo de una criatura espectral con túnica y una calavera grisácea. Estaba seguro que eso no estaba allí antes, extendió una mano hacia la criatura intentando agarrar aquel dibujo de la pared.

Al fin y al cabo ya lo había pensado, sabía que el mago tenía que estar por allí, pues era quien había montado toda aquella emboscada, su hacedor.

Ese fue su último pensamiento antes de que la figura en la pared y la espada mágica desaparecieran, ese fue su último pensamiento antes de que su vida, expirara.