Vinduil

16/06/2011 00:07:39

El mercenario se encontraba sobre el pico de una montaña cerca del lago Esmel. Desde lo alto podía observar las luces de las villas y poblados a orillas del lago y posó su mirada en una de ellas, Ambar. Tenía una misión que cumplir en aquella ciudad, pero como le ocurría en los últimos años, la misión no le provocaba ningún tipo de sentimiento. En otros tiempos le hubiera resultado casi imposible borrar la sonrisa de su cara ante la excitación por la misión que iba a realizar. Esos tiempos habían quedado atrás. Estiró completamente los brazos y las alas sintiendo el viento sobre su piel y dedicó unos minutos a recordar como había adquirido su nuevo conjuro.

Hacía unas semanas que había sido contratado para un trabajo que debía resultar sencillo, entrar en la casa de un aprendiz de mago en un pequeño pueblo al este de Luskan y recuperar un libro extremadamente poderoso que el mago había encontrado por pura casualidad, nada salió como había planeado. Su idea consistía en entrar por la noche y en silencio mientras el humano durmiera, pero pronto se dio cuenta de que el mago no dormía, podía vero a través de la ventana de su casa. Eso debería haberle servido como advertencia, pero decidió que seguramente había utilizado algún conjuro para mantenerse despierto y continuar sus estudios. Decidió entonces que era mejor colarse por la chimenea en silencio e invisible y una vez dentro incapacitar al mago aunque sin llegar a matarlo. Se puso un anillo para protegerse del fuego y comenzó a bajar, pero su sorpresa fue enorme al salir de la chimenea, ya que la sala no era la misma que se veía desde fuera. Era mucho mas grande y en las paredes colgaban armas de todo tipo y cada una de ellas de una enorme calidad. Lo que debía ser una pequeña sala era en realidad un salón 10 veces más grande, lleno de mesas repletas de libros abiertos. Salió del hueco de la chimenea y buscó al mago con la mirada cuando notó que algo le golpeaba desde arriba con el yelmo. Cuando volvió su cabeza hacia el techo encontró al mago levitando sobre él con un bastón en la mano.

Mago: Vaya, un intruso. Con lo ocupado que estoy ahora, que fastidio.
V: No te preocupes, te dejaré tranquilo en un momento.

Dio un salto a un lado y comenzó a preparar un hechizo, pero el mago estaba preparado y empezó a contraconjurar. Hechizo tras hechizo quedaba aplacado hasta que no le quedó ninguno más. Entonces desenfundó su espada larga, activó la magia del broche de su capa y levitó hasta la altura del mago.

Mago: Antes de que esto se ponga más feo tengo una propuesta para ti. Seas lo que seas.
V: Que propuesta?
Mago: Como ya habrás averiguado no soy un aprendiz y esto no es una casucha. Otros como tu vendrán en los próximos días y no quiero perder el tiempo rechazándolos uno a uno. Has venido a por el libro que estoy estudiando, tardaré una dekhana en analizarlo. Encárgate de cualquier intruso sin molestarme, te dejaré vivir y podrás llevarte el libro cuando termine con él.
V: También podría llevármelo por la fuerza.
Mago: Lo dudo, pero de todas formas sería un riesgo por tu parte. Ya me has subestimado una vez. Subiré mi oferta. Entre intruso e intruso podrás leer cualquier libro de mi biblioteca.
V: Quien eres tú?
Mago: No quieras saberlo. Puedo ver tu doble naturaleza, creo que te interesará este libro.

El mago levantó la mano y de una de las mesas un libro salió volando hasta posarse suavemente sobre su palma.
Mago: Puede ayudarte a adoptar otras formas.

V: Trato hecho.

Efectivamente, durante los siguientes días varias personas entraron en el gran salón sin ser invitados y cada uno de ellos fue rechazado de la forma más silenciosa posible. Hacia el cuarto día había aprendido todo lo que el libro que el mago le había entregado podía enseñarle y empezó a ponerlo en práctica. Con cada intruso probó una nueva forma hasta que finalmente el mago terminó sus estudios.

Mago: Ya no necesito esto. Llévatelo y nunca vuelvas. Si lo haces no vivirás para contarlo criatura de las sombras.
V: No pienso poner eso a prueba.

Salió de la falsa casa con el libro que había venido a buscar y aunque había tardado mas de lo esperado se había llevado un extra en forma de un nuevo conjuro.
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Vinduil abrió los ojos de nuevo en el pico cerca del lago Esmel. Conjuró su nuevo hechizo y sus huesos empezaron a crujir para adaptarse a su nueva forma. No era doloroso, pero tampoco era agradable. Una vez el conjuro había terminado, se teleportó invisible a escasos metros de las puertas de Ambar. Tenía una misión que cumplir.