_Honor_

04/08/2011 13:11:01

[color=darkblue:2fc6252ef7]"Eligiréis a un campeón que se enfrentará a uno de los siete."


La voz del fantasma resonó por las amplias galerías de Nedheim, fuerte, autoritaria. Pero a los aventureros no les transmitió poderío, sino tristeza, una infinita y profunda tristeza.

El ser había quedado atrapado, junto a su legión de gigantes de escarcha para custodiar durante milenios la abandonada Nedehim, ciudad de secretos nunca encontrados. Y así debía ser, pues Nedehim era el objetivo primordial del ejército de Sozhilis, el caudillo ogro que asolaba el sur de Amn y en especial la ciudad que descansaba sobre sus cabezas, Ambar.

La caballería del Fénix había partido desde los muros de Arion, la pequeña cuadrilla estaba formada por el castellano Sir Leobald, el caballero Sir Lancel y la escudera Maira, aunque no tardaron en unírsele el sacerdote William de Sune. Entre los cuatro partieron por el recién liberado camino de comercio hacia la ciudad de Ambar, una ciudad joven y ascendente que intentaba diferenciarse del resto con unos ideales libertarios que fomentaban la igualdad entre razas y personas. No tardaron mucho en llegar a la villa, con una arquitectura única, la ciudad de Ambar estaba edificada a ambas orillas del río Esmel, la arquitectura élfica y humana se entremezclaban en una perfecta sintonía mostrando orgullosa sus altas murallas, su espigada torre de hechicería élfica y el imponente edificio del consejo.

Allí fue donde los consejeros Estenion e Isk vestidos con ropas negraescarlatas les contaron los peligros que les atenazaban. Habían dado con la famosa Nedheim, el sueño de los ogros, el secreto de la profecía.

Sin embargo necesitaban su ayuda, en su última visita dieron buena cuenta de los peligros que allí habitaban, un ejército de gigantes fantasmales, incansables, provistos de poderosas armas mágicas. Todos y cada uno de ellos tenían un fin, impedir la entrada en la armería. Y así debía ser hasta el fin de los tiempos. Así fue pues como los consejeros buscaron la ayuda de los exorcismos del Fénix, los caballeros y el sacerdote de Sune habían dado su palabra de ayuda y de que mantendrían en secreto la revelación que les había sido dada.

Descendieron por senderos siniestros, donde la lealtad de unos y otros se debilitó. Sin embargo estaban allí, frente al enorme guardian. Su figura era translúcida, dejando ver parte de la estructura marmórea de la ciudad. El guardián medía más de cinco metros de altura, con más de cien kilos de mitrhill en su armadura y un enorme martillo con la cabeza de un león rugiente en su extremo.

El guardián les había dicho que si querían cruzar tendrían que derrotar a su guardián en un duelo honorable, campeón contra campeón. Él ya lo había elegido, lo sabía desde hace milenios. Pero los mortales tuvieron que debatir.

- Caballeros del Fénix, vos sois los mejores guerreros. Alguno de ustedes deben de ser nuestro campeón. - Dijo Estenion.
- Sir Lancel, de entre los dos vos sois el mejor con la espada. Que la triada te de fuerzas y valor, hermano - Vaticinó el castellano.
- Así sea.

Sir Lancel descolgó su enorme escudo de su espalda con el grabado de un fénix rodeado de llamas, con la mano libre desenvainó en un lento movimiento su enorme espada bastarda, las partes metálicas de su armadura resonaban por las catacumbas.

Frente a él apareció una copia del guardián, tan alto que su cabeza rozaba las vigas, con su reluciente cota de mitrhill y el enorme martillo entre sus manos etéreas. El paladín se inclinó ante el gigante para saludarlo, como debía el código.

- Sir Lancel del Quebrado, caballero del Fénix por la gracia de la tríada. Yo soy el campeón que debiera derrotarte. A ti te saludo, fantasma de Nedehim, honremos a los dioses con una lucha justa.

Tras decir esto la espada del paladín emitió un brillo en principio tenue que fue aumentando más y más a medida que canalizaba el poder divino, su escudo también lo hacía emitiendo una energía zumbante y pesada a su alrededor. El gigante se limitó a asentir solemnemente y flexonar las piernas, en disposición de ataque.

- ¡Por Ilmater!

La carga del caballero fue rápida y firme, seguido por la estela plateada que producía su espada, Sir Lancel esperaba que el gigante intentara bloquear el golpe, quizás le subestimaría por ser un humano, sabía que su arma ahora podría despedazar una pieza de roca si chocara contra ella. Pero el gigante no bloqueó, sino que esquivó el ataque con una increíble velocidad dada su enorme estatura y golpeó con un barrido lateral la espalda del paladín. El golpe hubiera roto todos los huesos de su espalda si no fuera por sus custodias divinas quienes bloquearon la mayor parte del impacto, con un gruñido el caballero empezó a moverse con velocidad también, evitando las descargas del martillo.

La lucha se acrecentó por minutos, el suelo estaba teñido de sangre de ambos contendientes y la lucha no podía estar más igualada. A un lado el grupo se mordía las uñas y observaba con respiración contenida el resultado del combate.

Un enorme golpe del martillo hizo añicos las defensas divinas del paladín y abolló su escudo cargándolo contra su hombro. Malherido, Sir lancel cayó contra el suelo sin resuello y lanzó a un lado su escudo ahora inutilizado, su rostro estaba bañado de sangre.

- Habéis sido uno de mis mayores rivales, gigante de Nedehim. Una gran lucha, pero es el momento de darla fin, vidas dependen de mi victoria. - Dijo Sir Lancel mientras se incorporaba pesadamente y cogía la espada con ambas manos, el gigante no contestó pero en su mirada se percibía su deseo de ser liberado.

- ¡Ilmater!

Alzó la espada apuntando al techo y esta empezó a brillar con una luz aún más cegadora, cada vez más y más hasta bañar toda la sala, Lancel sentía la energía acumulada en su espada presta para ser descargada, sólo necesitaba tocar a su enemigo y descargar toda esa energía contenida. Con un grito de guerra cargó contra el gigante, éste intentó evadirse en el último instante tal y como había hecho la primera vez, pero Lancel lo había adivinado adelantándose a su movimiento apareció a su costado y descargó el golpe de la espada en las costillas. Una descarga de luz cegó durante un instante a todos.

Cuando recuperaron la visión el gigante había desaparecido, destruido por la energía divina contenida en la espalda y Sir Lancel yacía en el suelo, agotado y sin energías. El castellano corrió presto a su auxilio y lo mismo hicieron los demás.

Entonces el caballero escuchó la voz del guardián, impasible, carente de sentimientos.

[color=darkblue:2fc6252ef7]- Habéis derrotado a nuestro campeón, pero aún os quedan seis guardianes más para liberarnos.

Seis gigantes más aparecieron, rodeando al grupo de aventureros. Vestían armaduras de cuero con piezas metálicas, con espadas, hachas y martillos. Y se alzaban imponentes como las enormes estatuas de un templo.

Lancel escuchó el grito de guerra de Sir Leobald, las silenciosas espadas de Estenion al rozar el cuero de sus vainas, el grito de la impetuosa escudera y las férreas palabras arcanas de Isk y entonces, se sumió en las profundidades de su sueño.