agus

02/02/2012 17:37:11

El día anterior Danae había ido a la biblioteca buscando los collares de perlas. Tenía intención de ir en busca de la sirena lo antes posible, y cuanto antes tuviese los materiales encima, mejor. Ahora solo faltaba encontrar a Edelgar...

Al día siguiente, delante del bosque se encontró con Amamir. Estaba más simpático de lo normal, hablaba bastante y le contó unas cuantas cosas, hecho que la dejó bastante sorprendida. Durante esa conversación apareció Edelgar, con aires de despistado, como de costumbre, con el pelo revuelto - cosa que volvía loquita a Danae - y mientras hablaban también aparecieron Celdur, que últimamente pasaba mucho tiempo por el bosque y Alith, el fiel explorador.
Después de decidir el lugar idóneo para encontrar a la sirena, se pusieron en marcha. Por el camino se encontraron con algunos bandidos, incluso con alguna criatura que Danae desconocía, pero estaba rodeada de elfos valientes y fuertes que supieron salvar la situación.

Una vez llegaron a aquella playa preciosa, en el sur de Ámbar, la elfa empezó a preparar las cosas. Primero sacó los collares que habían conseguido Eldeth y Amamir, luego rompió uno de estos para conseguir la perla que necesitaban. Edelgar había recogido unas flores hermosas por el camino que olían deliciosamente y tenía un collar que le regalaría a la sirena, guardado en un bolsillo. Mientras esperaba, saboreaba el agua del mar, disfrutaba de su frescura mojando sus pies en ella. Danae lo observaba con admiración, como solía hacerlo, pero aquel día un soslayo de preocupación se escondía en su rostro.

Sabía que si sucedía algo, siempre habría alguna alternativa, pero tenía miedo. Edelgar tenía que atraer a la sirena con un poema y enamorarla ofreciéndole los regalos que habían preparado, unas ofrendas que todos se habían preocupado en conseguir. Pero una vez hecho esto... ya no sabía qué sucedería. El druida tendría que improvisar, conseguir el corazón de la bella sirena y pedirle unas lágrimas y luego... luego nadie sabía lo que pasaría.

El plan parecía ir a la perfección. Mientras todos estaban escondidos en los matorrales, Edelgar había atraído a una sirena, que hacía unos ruiditos peculiares y graciosos, a la vez que seductores. El elfo fue lo mas galán que pudo, y no fue poco. En cuestión de un rato, la sirena había accedido a casarse con él. Parecía querer celebrarlo, y cantando con una voz armoniosa atrajo a Amamir y Danae, los cuales encandilados fueron caminando hacia el agua, pero Celdur y Alith fueron rápidos y los detuvieron. Saira también había disfrutado de ese canto, pero no pareció agradarle la idea de meterse al agua. Esa melodía era seductora pero al mismo tiempo temerosa. Nadie sabía qué podría haber pasado... por qué razón la sirena querría que los elfos entraran al mar.

Todo fue muy rápido. De repente Edelgar se iba a casar con una sirena, la cual había accedido a dar las lágrimas con la condición de que su amado viviese con ella para siempre en las profundidades del mar. Era una situación extraña, nadie sabía qué hacer, cómo reaccionar. Danae había observado la situación desde no muy lejos, esperando a que Edelgar volviese para darle las gracias, pero parecía que ese momento no llegaría. Le rogó a su dios para que Edelgar se librase de la sirena, pero no lo consiguió. ¿Qué podía hacer?

Fue caminando despacio hacia el agua, allí donde estaban la sirena y el elfo. No sabía muy bien como decirlo pero hizo lo que pudo, entre llantos y lágrimas, para rogarles que no se marchasen, para suplicarle a Edelgar que se quedase y a la sirena que le dejase marchar. Al principio, los futuros novios no parecían entender, pero la hermosa sirena comprendió lo que sucedía. Vio el dolor en el rostro de Danae y accedió a la propuesta. A cambio, la druida debería hacer algo, entregarle un mechón de su pelo. Pero Edelgar no parecía muy contento, se sintió rechazado, no entendía por qué la sirena ahora no quería estar con él. Danae, aún entre llantos intentaba hacerle entender que no podía irse, que el mar nunca iba a ser su hogar, pero Edelgar no atendía a razones... Para dolor de Danae, él quería marcharse, irse con la sirena; dejar el bosque para vivir en aquella inmensa agua salda.

La situación se torno un poco agresiva. Eldeth, que estaba al lado de la elfa intentando consolarla, se volvió contra la sirena a la vez que Edelgar y ésta se defendió. La druida, al ver la situación, se interpuso. No iba a dejar que le hiciesen daño. Esa criatura había liberado al elfo, le había devuelto al elfo que amaba. No podía dejarla morir…

Cuando todo pareció volver a estar en calma, el cuerpo de la sirena yacía en el agua... Poco a poco se convirtió en una anciana que luego desapareció dejando en su lugar algas que se perdieron entre el suave oleaje. Danae estaba indignada. Edelgar no había entendido nada, ella había ido a pedirle a la sirena que no se lo llevara por que lo amaba, no para dejarlo solo, no para volver a romperle el corazón. Y lo único que habían conseguido con eso era matar a la sirena, aparte de sus preciadas lágrimas.

Antes de marchar, la elfa le dio las gracias al cuerpo ya desintegrado de aquella mujer mayor y se marchó entre lágrimas hacia el bosque.