Vampire_mina

07/06/2012 15:13:39

- El Pasado -

Orel Mano Gris alzó a su hija recién nacida para que todos la vieran, era el sexto retoño que el gran jefe del clan había tenido, y como correspondía a la primera hembra de cada clan, sería entregada a Auril como sacerdotisa..- [i:433e0d06ef]Yo, Orel Mano Gris, Hijo de Bewel Mano Gris, Jefe del Clan Mano Gris; te nombro Alin Orelsdottr, mi hija, ante el clan y Auril, para que sirvas como sacerdotisa de la fe y honres al clan- Dijo Orel mientras los suyos proclamaban la grandeza del clan.

Muchos años habían pasado desde que fue entregada al templo, su primer éxito había sido acabar con su vieja tía, lo que le permitió sentarse junto a su padre como consejera espiritual del clan.

Astuta como era, no tardó en manejar la mayoría de los asuntos de su padre. Con el paso de los años, Orel se convirtió en una marioneta bajo sus órdenes y sus hermanos en sus más aguerridos guardaespaldas. Fue entonces cuando empezaron las relaciones con la Elegida, que terminaron llevando a Alin Orelsdottr más lejos que cualquier otro miembro de su clan había soñado jamás.

La elegida tenía planes, planes que llevarían la gloria de Auril a tierras lejanas, era un camino complejo, pero que dios no pide grandes sacrificios si el fin es supremo. Adoptó una forma más pequeña y frágil, menos pavorosa. Así nació Alina de Auril.


- El Presente -
Los humanos eran una raza decepcionante, eso había concluido tras pasar una buena temporada en las montañas junto a las tropas Amnianas. El destino que le habían asignado como guía espiritual.

Los acontecimientos que marcaron el declive de la sacerdotisa se precipitaron el día en el que fueron capturados unos humanos en las montañas.
Los insignificantes humanos se habían acercado mucho a la guarida de una dragona y los vigías de la Elegida habían dado el aviso, las tropas de las montañas no tardaron en cogerlos e interrogarlos.

Eran de Tethyr y alguna de sus respuestas sugería que podrían ser del lugar donde se perdió Gungyrr, la Lanza del Trueno, la última pieza para un ritual necesario que acabaría con todos los enemigos de su maestra.

Ella sabía lo importante que era aquel artefacto para la Elegida, así que fue a reportar sus hallazgos rápidamente, pero no estaba preparada para la respuesta de su maestra. Ella y sólo ella fue designada para recuperar a Gungyrr y llevarla ante la Elegida.

Debía enfrentarse a unos simples humanos y quitarles la lanza, escalaría hasta situarse junto a la Elegida, sería su mano derecha, su brazo ejecutor, su mayor aliada, incluso su superior, si podía quitarle el favor de la Diosa.

Deseosa de Poder y Protagonismo, Alin decidió que probaría con una forma más directa, al estilo de su clan. Buscó en las tierras de los humanos aliados fuertes y resistentes, capaces de subyugar a los esquivos humanos, y encontró a los ogros de las Mandíbulas Implacables justo en el corazón de su objetivo.

Habitantes de una zona montañosa y nevada, conocían el poder del frío y reconocían a Auril como su protectora. Sumió a los ogros bajo su influencia y comenzó a labrar un plan para presionar a los humanos para que delatasen a aquel que había robado lo que le pertenecía por derecho. Para aumentar el poder de sus fuerzas opresoras, Alin reclutó a los más diversos enemigos de los humanos y esclavizó a cuantas alimañas se pusieron a su alcance. Tomó como bastión una gran torre en las montañas y la transformó en un monumento dedicado a Auril, un monolito de hielo y piedra, desde el que ejercía el mando de los ogros con firmeza glacial, un símbolo de su grandeza y una oda a la misma diosa. La devoción y fe de los reunidos bajo su mirada convertían a la torre en un instrumento de su voluntad, capaz de enlazar la consciencia de los que allí morían con la suya, lo que le permitiría en el futuro poder ver más allá de sus propios ojos.

El enlace entre su ser y sus víctimas le permitía disfrutar de su angustia, de sus miedos y de su sufrimiento, le dejaba saborear cada pensamiento, sensación y sentimiento. Embriagada con la marea de placer que sentía con cada nueva adquisición, forzó más y más el vínculo.

Obsesionada con su venganza, pasaba mucho tiempo enlazada con sus víctimas, tratando de encontrar la lanza y apenas prestaba atención a los ogros, que con cada derrota se volvían más irascibles e incontrolables. Pero había algo peor, su propia disciplina estaba siendo quebrada por los acontecimientos. Su maestra se impacientaba, habían pasado meses desde que se asignara la misión y la Elegida exigía resultados. Es más, la falta de sutileza de los ogros y de sus tácticas había llamado la atención de muchos enemigos, uniéndolos en un frente común que amenazaba con derribar todos sus planes de conquista.

Todos los peligros no eran suficientes para alejarla de los enlaces mentales y cuando más cerca estaba de su perdición, su suerte cambió, ya que uno de los vinculados, un humano llamado Rurik, había dado con el portador de Gungyrr. El esquivo ladrón se encontraba en la ciudad del desierto, mucho más al sur de lo que hubiera deseado, en una tierra muy calurosa, inhóspita para los suyos. Pero su determinación no se vio afectada por las incomodidades del camino, una vez cumplida su misión el reino de Auril podría extenderse hasta los rincones más cálidos de Faerún.
Sonrió al pensar en sus elecciones, aquel Rurik había sido su apuesta principal. Pendenciero e impulsivo, apenas podía oponer resistencia a su control, no como ese otro, Lucien, que con su fe y voluntad era capaz de disolver temporalmente el vínculo en alguna ocasión.

Informó de la situación a su maestra, dando detalles de sus movimientos y de la fuerza que había conseguido reclutar, pero le ocultó su dependencia del vínculo telepático, pues no quería mostrar ninguna debilidad ante la Elegida. Al no recibir respuesta en varios días, Alin empezó a desconfiar y a creer que algo no iba bien. Una vez más se vio arrastrada por la marea de los enlaces, tratando de averiguar con sus pequeños espías si algo había pasado. Pero no fue así, su maestra se presentó el cuarto día, montada en un ciclópeo e imponente dragón. –¿Qué estas esperando? ¿Aún no tienes en tu poder la lanza?– Fueron las únicas palabras de su maestra. Alin volvió a contarle los detalles de su descubrimiento, de la campaña contra las fuerzas humanas y sus planes para recuperar a Gungyrr. Su maestra ejercía un extraño control sobre ella, su porte y su semblante eran tan duros como el hielo y su voz contenía el poder de Auril, cuando hablaba sus palabras eran las de la Diosa, de forma que se vio incapaz de ocultar sus secretos y confesó las incursiones en la mente de sus enemigos. Con un gesto, la Elegida le cedió a uno de sus dragones escoltas, Alin sabía, sin mediar palabra entre ellas, que tenía que hacer, sabía que los humanos no podrían resistirse a una orden directa de la Dama de Hielo. Cabalgando los vientos en su nueva montura bajó hasta el campamento de los humanos y les dio un ultimátum, a sabiendas de que el portador había formado parte de los acuartelados en más de una ocasión, pero la salvación de sus vidas no parecía motivación suficiente para los humanos, en especial para esos malditos guerreros de la fe. Los odiaba con cada una de las fibras de su cuerpo. La aniquilación de su frágil campamento no destruyó por completo su determinación y los tercos humanos seguían sin entregar la lanza.

Conociendo la decepción que el fracaso de la fuerza había causado en su maestra, Alin decidió jugárselo todo a una última carta. El tiempo que había pasado compartiendo las emociones de los humanos le había mostrado algo, los machos humanos sentían predilección por las hembras estúpidas e indefensas, una debilidad que sabría explotar muy bien. Rogó a su maestra y rezó con fervor a su diosa para que le permitieran adoptar una forma nueva, esta vez totalmente humana, capaz de engañar hasta a los mejores observadores. Sabía que perdería todo su poderío físico, pero confiaba en que sus dones divinos serían suficientes para recuperar el artefacto que tanto ansiaba por conseguir.

Cuando la transformación estuvo completa se dio cuenta, quizás demasiado tarde, de que una parte de ella quería experimentar la sensación de ser humana de primera mano, sentir sin las limitaciones del vínculo todos aquellos sentimientos que había vivido de manera embotada. Quería ser uno más de ellos de forma real, tal vez permanente. Aquella revelación instantánea la dejó amedrentada, ¿conocerían la Elegida y su Diosa los deseos más profundos de su corazón? ¿Habría hablado más de la cuenta bajo el influjo de la presencia de su maestra? Tenía que ponerse en movimiento, disimular el tiempo suficiente para conseguir la lanza y recuperar el favor, perdido o no, de su maestra y su diosa. Si se llegaban a conocer esos absurdos pensamientos sería un deshonor para su casta y su clan, perdería hasta su alma. Escondió lo más profundo que pudo todos estos pensamientos y se presentó ante la Elegida con solemnidad y altanería, máscara que casi es destruida por completo cuando su maestra la obsequió con una acompañante, símbolo claro de su caída en desgracia y de su falta de confianza, era imposible que conociera su secreto. ¿Imposible?

Los sucesos se precipitaron aunque logro llegar a la ciudad del sur, el maldito humano fue hueso duro de roer, hizo todo lo que en sus manos fue posible, pero fallo. Getifilihenze la Dragona, fue compañera y verdugo, la devolvió a aquella prisión de Hielo a afrontar su derrota, Alin había fallado y ahora debía pagar las consecuencias.

La Elegida esperaba en lo alto de la montaña rodeada de los restos del ejercito que Alin había reclutado pero esta vez los controlaba ella, les ordeno acabar con su vida para redimir la ira de Auril. Los Ogros obedecieron. Alin se teleportó a lo más alto de la Torre aun tenia a unos pocos gigantes que le eran fieles… ¿o no? Aun asi sabía que poco iban a aguantar a la marea de Ogros que pugnaban por entrar. No tenía ya a donde ir.

Sus pensamientos vagaban lejos, hasta que se dio cuenta que no la habían dejado escapar, le habían dado una salida digna que pagaría con su sangre. Este era el precio que cobraba Auril por los errores, Este era el precio por haber dudado.

Lo último que vieron sus ojos fue la espada de el paladín, Lucien así se llamaba aquel que se resistía, aquel que la libero sin saberlo de toda la carga que pesaba en su interior

-El Futuro-

(En Algun punto de Faerun al Norte ….)

[i:433e0d06ef]Bien, esta vez le recibiré.