ioker

23/01/2006 03:48:27

La noche estaba ya muy adelantada, mientras 4 viajeros llegaban a los dominios de la ciudad de Vado de la Daga. Alex, el hombre de la túnica gris, Nenibel y Thôram habían llegado después de un viaje movido a éste lugar. El día empezaba a clarear y veían alegres la ciudad amurallada, que los acogería para un merecido descanso; sobretodo después de la discusión que habían tenido un tiempo antes con otro grupo de viajeros, cerca de la aldea de Tirodarco. Se adelantaron un poco Nenibel y Thôram, llegando a la encrucijada del camino que rodea la ciudad y se quedaron un tiempo hablando sobre el viaje. Todo parecía tranquilo y el alba se acercaba. Pero ilusos ellos de lo que se avecinaba, pues por dicho camino, aparecieron siete figuras ataviadas con túnicas, armaduras, armas, rodeadas de magia, e incluso una de ellas (lo que parecía una mujer) portaba un látigo que emitía un fulgor rojizo. Nenibel y Thôram se quedaron mirándolos esperando a ver que ocurría. No llegaron a pensar lo que realmente hacían allí, y de cuales eran sus intenciones. Más adelante lo comprobaron.

A la orden de la mujer del látigo, moviendo hacia delante éste, los otros 6 atacaron a la pareja sin tiempo a reaccionar. Conjuros de todas clases surcaban el cielo impactando contra la pareja, apresándolos y zafándose de las magias, Thôram logró matar a una de ellas, pero el resto continuaban su ataque. Nenibel, despavorida y ante el grito de que corriera de Thôram, hizo lo propio y salió disparada. Malas fueron las acciones, pues si lo hubiesen hecho hacia la ciudad, en vez de hacia el camino que llevaba al sur, quizá podrían haberse salvado de lo que el destino les deparaba. Lucharon sin cesar hasta que lograron que Thôram cayese, mientras que a Nenibel la atraparon con magia.

El hombre de la túnica gris y Alex, lucharon contra ellos, pero viendo que les eran superiores, decidieron correr y salvar sus vidas. La lengua que utilizaban no era conocida por aquellos parajes, y Nenibel solo podía observar el cuerpo tendido, sin vida, en el suelo de su pareja, maldiciéndolos. Uno de lo que más adelante se sabría que fueron drows, se acercó al cuerpo del mago, y con una daga trazó unos signos en la frente de éste: el símbolo de la casa Oblodra. Hablaban entre ellos con esa lengua extraña, y parece que la mujer del látigo lanzó varias órdenes a los otros. Sin duda Ella mandaba sobre el grupo. Así fue que un elemental de tierra anciano apareció y cargó con el cuerpo del mago, mientras que a Nenibel la llevaban a rastras. Su destino fue una cueva al sur de la ciudad que usaban trasgos como guarida. Entraron en ella y pusieron vigilancia tanto fuera como dentro: trampas, seres convocados y algunos de ellos estaban atentos ante la posible vuelta de aquellos dos que escaparon.

A rastras por toda la cueva entraron al mago y a la druida, mientras despachaban a todos los trasgos con facilidad que allí se encontraban. Soltaron sus cuerpos en el suelo y mientras tanto conversaban en aquella lengua inteligible. El cuerpo del mago seguía sin vida, y Nenibel continuaba maldiciendo a aquellos que lo habían hecho. Una vez organizados dentro de aquella gruta, se fijaron en los dos presos que habían hecho. Una daga relució en la mano de la mujer del látigo y empezó a rajar la vestidura de Thôram. Cuando la túnica se encontraba ya desgarrada, vio como sus brazos se encontraban vendados y encima de las vendas, habían unas correas que hacían que el vendaje se mantuviera firme en su sitio. No dudó y cortó tanto las vendas como los correajes. Su sorpresa fue cuando dejó al aire el brazo izquierdo, pues no era el de un rivvin normal como ella pensaba, sino el de un muerto: un brazo esquelético que estaba soldado al cuerpo del mago. Ante su sorpresa llamó a otro de los drows que allí estaba y los dos observaron al ahora descubierto nigromante. Nenibel sollozaba y no podía alzar la vista, por lo que no vio lo que Thôram le había estado ocultando.

Así fue que la drow del latigo devolvió a la vida a Thôram, atrayendo el alma de éste de nuevo a su cuerpo. Lo miró con desprecio, pero a la vez que con duda, ya que en su mente se encontraba la duda de quién era. El que fue llamado por la mujer habló sobre él, un mago poderoso el cual había visto en el torneo de Vado, el cual con su compañero enano lo había ganado. La mujer se interesó más por aquel hombre, y decidió llevárselo, pero algo no entraba en sus planes, pues uno de aquellos drows había realizado tratos con él y no le parecía conveniente que desapareciera de esa manera de la superficie. A Nenibel le hicieron lo mismo, le quitaron toda la ropa que llevaba encima, y aquél que había realizado el tatuaje en la frente de Thôram, hizo lo propio con ella: le grabó también el Símbolo de la Casa Oblodra en su frente y luego en su pecho grabó en común las palabras Propiedad Oblodra. Luego se acercó al mago para cometer el mismo acto en su torso.

El mago despertó con su cuerpo amortajado. Tenía las muñecas rotas y alzó la vista hasta ver a aquella mujer. Ésta viendo como le miraba hizo cortarle la lengua por uno de sus súbditos para que así no pudiese conjurar. Uno de ellos se acerco y extrayéndole la lengua de la boca, la cortó. Sangre a borbotones salía escupida de la boca de Thôram al intentar maldecirlos, pero no podía articular las palabras y solo eran gruñidos descarados contra ellos. Una risa ascendió por la cueva, proveniente de los drows, al ver tal acto. Ésta era amplificada por la gruta, que generaba cierto eco. Thôram lleno de furia e ira empezó a manifestarla. Como antaño, su ojo se cubrió por un fulgor púrpura que miraba fijamente a aquella Drow. Ésta se sorprendió y asustó por un momento, pero inmediatamente mandó algo y uno de ellos se acercó blandiendo una daga contra su ojo. En vez de extraérselo, dos de ellos se liaron a patadas contra su cabeza, por lo que el mago calló incosciente. Mientras tanto, las guardias se iban sucediendo, y drows entraban y salían de aquella cueva, expectantes ante un posible ataque que nunca llegó.

Nenibel no podía moverse, ya que se encontraba atada de pies y manos, y se miraba fijamente lo que le habían hecho en su cuerpo. Lágrimas cubrían su rostro y veía como Thôram se desangraba en el suelo inconsciente. Contenía la rabia, y se mordía la lengua para no gritar. Uno de ellos se acercó al mago y le introdujo unos polvos en la nariz para que despertase. Thôram se levantó estornudando y vio como aquellos dos que le observaban le miraban con cierto aire de duda, mientras hablaban entre ellos. No entendía nada de lo que allí pasaba, y solo podía que escupir sangre al intentar hablar. Parece ser que alguno de ellos se dio cuenta de cómo se desangraba e hizo un comentario, a lo que la drow del látigo contestó con una orden, y acto seguido uno de ellos se acercó y cauterizó el corte que Thôram tenía en lo que le quedaba de lengua. Pudo hacerlo, ya que su arma estaba prendida en llamas. Un grito desgarrador ascendió por la garganta de Thôram al sentir tal dolor. Casi volvió a quedarse inconsciente, pero luchó por no hacerlo, y lo consiguió. Quería saber que pasaba.

Buscó con la vista a Nenibel, pero uno de ellos al ver lo que hacía le dio un puñetazo en la mandíbula, por lo que se estuvo quieto. Comentarios y risas se oían por la estancia, pero algo preocupaba más que nada al mago. Aquellos dos que no paraban de observarle y hacer comentarios. ¿Qué querían realmente? Pronto lo descubrió. Todos se pusieron a hablar, pero cuando la señora lo hizo, el resto se calló. Parecía que se los iban a llevar, y en su inframundo los torturarían hasta la saciedad. Pero no calló tal breva, ya que uno de ellos hizo unos comentarios a los que contestó la señora asintiendo con desgana. Hablaban del mago, y de Nenibel también, parecían decidir qué harían con ellos.

Fue así que uno no paraba de mirar lascivamente a la druida, mientras que el tatuador se acercó a Thôram y puso la mano sobre su brazo izquierdo. Dijo unas palabras, y la jefa del grupo asintió. Entonces, poniendo un pie en el cuello de Thôram, empezó a estirar de su brazo hasta que los tendones se desgarraron y lo arrancó. El mago no pudo hacer otra cosa que soltar un grito desgarrador de dolor, mientras su ojo parecía que se iba a salir de su órbita ante tal acto. Nenibel oyendo esto se quedó despavorida mirándolo y se desmayó. Acto seguido, Thôram hizo lo propio al no poder aguantar aquella tortura. Pero aun no había recibido suficiente dolor, no. Pues uno de ellos se acercó a su mano y blandiendo su espada, cortó de cuajo su mano diestra a la altura de la muñeca. El que realizó los tatuajes le lanzó el brazo de nomuerto a la mujer e hizo unos comentarios que duraron varios minutos. Parece que querían que la gente se enterase de lo allí sucedido, pues los dejaron con vida en aquella cueva. La mujer no contenta con el brazo, sacó de la mochila del mago su libro de magia, y se lo guardó. Todos los conjuros que eran conocidos sobre Faerun, quitando de aquellos que solo los grandes arcanos, con un gran esfuerzo y dedicación, los conjuros perdidos, también llamados épicos, ahora estaban en su posesión, y podía aprenderlos de dicho libro.

La tortura se extendió aun más. Nenibel recobró la conciencia, pero Thôram seguía tendido en el suelo, sin brazo ni lengua ni mano. Así fue que alzando sus cuerpos contra el techo, mientras las risas aun continuaban, dejaron clavados en él a la pareja, utilizando sus propias armas para hacerlo. Mirándolos durante unos segundos se rieron de ellos mientras veían como la sangre goteaba desde sus cuerpos al suelo. Luego marcharon de nuevo a la llegada de la noche. Todo un día fue de torturas. Al lado de la pareja se encontraban también clavadas la mano y lengua del mago, chorreantes aun de sangre.

Nenibel miraba con ojos tristes y llenos de lágrimas el cuerpo demacrado de su pareja. No sabía qué hacer para sacarlo de allí hasta que una idea acudió a su mente. Se transformó en elemental de aire y así pudo zafarse de lo que la clavaba contra el techo. Quitó lo que apresaba a Thôram y lo bajó lentamente al suelo. El cuerpo de éste estaba lleno de sangre y sudor. Consiguió que despertara, pero él parecía encontrarse en otro mundo. Le acariciaba el rostro e intentaba que le mirara, pero Thôram tenía la vista perdida. Nunca había sufrido tales actos de barbarie y ella suplicaba para que volviese en sí. No recibía ayuda alguna de él para intentar sanarlo. Su cuerpo estaba inmóvil y todo lo que Nenibel intentaba era en vano. Así fue que ella le abrió la boca, y le introdujo la lengua (rescatada previamente del techo junto con la mano), sin que él opusiera resistencia. Clamó a las fuerzas de la naturaleza y consiguió restablecer la lengua del mago. Volvió a intentar que Thôram le mirase, pero seguía perdido en su mente en blanco. Le ordenó que levantase el brazo para restaurarle la mano, e inconscientemente él lo hizo. De nuevo consiguió que las partes cercenadas de su cuerpo se juntasen como antaño estaban.

Al notar que su cuerpo se restauraba, Thôram salió de su ensimismamiento forzado y la miró sin decir palabra alguna. Se llevó la mano recuperada al hombro izquierdo donde antes estaba el otro brazo. Nenibel veía la escena y no podía hacer más que llorar por todo lo que les había pasado y le abrazaba con fuerza contra su cuerpo para intentar calmarlo. Dijo que ella podría devolverle aquel brazo amputado, que volvería a estar completo, pero ella no sabía realmente qué había estado pegado a aquel hombro, pues en ningún momento dirigió la vista a esa parte del cuerpo del mago. Thôram se negó, y dijo que ya se las arreglaría más adelante. Ahora debían salir de allí. Pero ante la insistencia de su pareja y su estado traumático, algo fue revelado en aquella cueva…

Después de una intensa charla, decidieron ir a descansar de todo aquello. Salieron de la cueva y encontraron de camino a Vado a Alex y Joganth, el líder de los paladines. Éstos dos los acompañaron hasta una posada, donde Thôram les contó lo que allí había pasado a medias tintas, mientras Nenibel dormía en la cama. Cuando no pudo más, el mago se retiró a dormir junto a la mujer que amaba.


//PD: esto ocurrió ya hace varios días, pero no he tenido tiempo hasta ahora para escribirlo. Felicitar a todos aquellos que estuvieron en la escena, pues fue algo como para no olvidar... Un saludo a los Oblodra: CABRONES! xD

Joganth

24/01/2006 23:31:43

Todo estaba extrañamente tranquilo en Calimport. En la siempre bulliciosa entrada no había nadie, ni tan siquiera ese guardia del parche ni gente sentada en el oasis. Saliendo de la ciudad hacia el bastión, Joganth encontró a Alexandra sola y bastante nerviosa. Ella le habló de un ataque en als cercanías de Vado de la Daga a su grupo entre los que figuraban Thôram y Nenibel.

Ante la preocupación de Alexandra, Joganth decidió asegurarse del paradero de los dos desaparecidos. Siguiendo los indicios de la mujer, el paladín envió a dos arcontes a investigar: uno de ellos fue al cercano bosque de Weldazh, donde solía estar Nenibel, mientras que el otro fue a insvestigar en las cercanías del Vado. Este último dio con una cueva en la que había sangra....mucha, mucha, mucha sangre. Techo y suelo, paredes y rebordes: todo impregnado de sangre. Y entre toda esa sangre, un símbolo.

Joganth se puso en contacto mágicamente con su amigo y aliado Anen Went, que seguramente conocería el extraño icono. En efecto, el drow lo identificó con asombro como el emblema de la casa Oblodra. Joganth le había oido alguna vez hablar de esa casa, y nada bueno. A la luz de los descubrimientos, Joganth y Alex partieron veloces hacia la cueva.

Cuando llegaron, vieron para su alivio que Thôram y Nenibel salían por su propio pie de la cueva. Aunque el alivio se desvaneció cuando al acercarse pudieron contemplar la horrenda escena: Thôram estaba completamente amortajado, tenía tatuajes repartidos por el cuerpo y le faltaba uno de sus brazos. Nenibel...se encontraba también muy chocada y aunque Joganth no pudo ver gran cosa, había sido marcada también en el rostro.

Joganth, impresionado, se acercó a sanarlos, pero estos rechazaron la curación. Insistieron en que solo querian llegar al Vado y descansar. Tras acompañarlos, Thôram pidió a Joganth que no dijese nada sobre ellos, y rechazó una vez tras otra los ofrecimientos de Joganth por curarlos.

Por la mañana, ambos bajaron a la planta baja de la posada donde encontraron a Joganth dormido sobre una mesa con una botella tapada. Joganth entregó la botella a Thôram: era un elixir para calmar el dolor. Tras escoltarlos hasta Calimport, el paladín y sus acompañantes se despidieron.

Pero algo no iba bien...