M_v_M

05/10/2006 16:51:46

A lomos de su caballo negro azabache, Moreese Vállorac seguía vagando por el desierto. Sin fuerzas, sin esperanza...sin ganas de hacer nada.
El dolor de su brazo izquierdo se volvía más agudo por momentos, lo que presagiaba una nueva recaída, que necesitaría de otro ritual de cura para ser disminuido... De otro riesgo.

La plaga, la Urdimbre, los paladines, el mago que se hacía llamar Kandhelthor, el acertijo... Nada de eso ocupaba sus pensamientos. Ya tolo le parecía indiferente salvo ella... Por increíble que pareciese el nigromante había vuelto a encontrar la sensación que tiempo atrás había perdido; había vuelto a enamorarse.

Los deseos de una vida apacible y lejos de todo peligro habían comenzado a invadir sus pensamientos. Y desde luego, la ciudad de Cálimport no podría facilitarle ese tipo de vida, ni tampoco una cura para la lengua de Glauka.

Fue por eso que, cuando llegó a sus oídos la noticia de que los paladines habían encontrado el ritual que acabaría con la enfermedad, un último chispazo de esperanza le iluminó: si se producía la cura, Earyl al fin podría recomponer la lengua perdida de su amada Glauka, y facilitar el inicio de su nueva vida...

"A medianoche, en el cruce de caminos del desierto", fueron las palabras de Kandhelthor...

Horas antes de que llegase el momento, Moreese se encontraba rodeado de curiosos y voluntarios, en su papel, ya conocido, de líder involuntario. En otra situación le molestaría ser el centro de atención, pero en aquel momento necesitaba de toda la ayuda posible... Era su última gran acción antes de esfumarse de aquella ciudad infame.

Una vez satisfechas las preguntas de todos los que allí se congregaron, vio a Glauka entre el gentío, recomendando al mismo que se fuese encaminando al lugar de encuentro.

De la mano de la chica, llegó al cruce de caminos, donde el misterioso mago les recibió a todos y aceptó a los arcanos que Vállorac había llevado allí: Laus, Arkas, y un par de iniciados voluntarios.

Al rato fueron llegando los paladines, el siempre unido grupo de enanos, y todos los enfermos que desplazarse allí con su propio pie pudieron. Todos alrededor de un círculo que Khandelthor había habilitado para la ejecución del sortilegio, que necesitaria de la ayuda de más magos y hechiceros que le cediesen parte de su poder.

Vállorac prestó toda su atención a los preparativos, ya que desde un primer momento le resultó extraño que un conjuro arcano tuviera la facultad de curación... Le sorprendió no reconocer ni un sólo matiz de los gestos del mago, nada le resultaba conocido en ese rito... Y eso que seguramente, el nigromante era el mago con más conocimiento mágico de todos cuanto allí se encontraban, a la zaga, quizá, únicamente de Khandelthor.

Pero lo que hizo que empezara a sospechar de manera infundada, fue que cuando los magos allí convocados se dirigían a sus puestos en el círculo mágico, aparecieron unos encapuchados, uno por cada arcano, que ocuparon su lugar... Y el tono autoritario repentino de Khandelthor...algo no iba bien, lo presentía...

Hizo sendos gentos con la cabeza y la mirada, antes de aportar su poder al ritual; uno a Glauka, para que se mantuviese alejada, y otro a Wilhelm, que era el más poderoso que estaba cerca del mago... para que, si en el caso de las cosas se pusiesen feas...

El conjuro comenzó, siendo aparentemente exorcizadas las presencias malignas en los cuerpos de los enfermos... Aunque todo ese poder se estaba concentrando en Khandelthor...algo que, por suerte, hizo reaccionar pronto a Vállorac.

Justamente una milésima de segundo después, la risa del mago loco y el estruendo de la explosión mágica que se produjo cruzaron como un trueno el aire calmado del desierto.

En cuanto abrió los ojos, Vállorac corrió entre la confusión hacia Glauka, llevándosela en dirección a la ciudad, sin mirar a los cuerpos de los allí presentes, que habían sucumbido ante la explosión.

Corrieron hacia la ciudad, él concentrado en no perder los nervios ante tal situación, y ella ahogando un grito que nunca se produjo...Llegaron a la ciudad, donde Moreese avisó a la guardia, que se puso inmediatamente en marcha, obteniendo así permiso para coger el último barco que salía de allí, en dirección a Aguas Profundas...

Tras la vertiginosa y dramática escena, en la que seguramente mucha gente hubiera muerto, que apenas había durado unos minutos, Moreese y Glauka miraban en silencio el horizonte en aquel barco...

Se alzaban dos pilares de luz, y el humo salía de todas partes de la ciudad, mientras que un eco de batalla se repetía infinitemente en la eternidad...

Los enanos, Laus, Zack, Arniman, Arkas, los paladines, sus sirvientes Harek, Alanel, Pielpétrea..., Earyl, Desiree, Wilhelm... Estarían entre todo ese caos...

...Pero Glauka estaba a su lado, y ambos estaban sanos y salvos. Y él bien sabía que eso importaba más que todas las almas de todos cuantos muriesen aquella noche...

Había sido la gota que colmó el vaso... Y ahora los dos se alejaban de allí, en dirección a un futuro mejor... En el que ninguno de los dos tuviera que temer por la vida del otro a cada día que pasaba...

Vállorac era consciente de que, o alcanzaba un medio para lograr la vida eterna, o le quedaba muy poco para que su existencia acabara... Y ahora, más seguro que nunca, pensaba que el resto de su vida, le quedara el tiempo que le quedara, lo quería pasar junto a ella...

Horas después, en la posada de Aguas Profundas, Glauka aceptó la propuesta de matrimonio del arcano...

Una vez dormida ella, Vállorac, en un impulso curioso, se teleportó al desierto...Allí vió sombras humanoides, cadáveres por doquier...

Negó levemente, sonriendo, y volvió a teleportarse junto a ella, ambos en paz en la cama de la posada...

"Mi tierra está donde estés tú"...Susurró el mago a la bella joven que, dormida, esbozaba una dulce sonrisa, con el anillo de compromiso en uno de sus largos dedos...