REO-Auron

19/05/2005 14:33:36

Los ciclos de Narbondel se sucedían en aparente tranquilidad. Se respiraba calma en Menzoberranzan desde hacía muchos ciclos, o al menos toda la calma que el corazón del poder drow puede alcanzar.

El último ciclo fue diferente. Durante el período que un rivvin llamaría "noche", algo alteró la falsa tranquilidad de la ciudad.

La penúltima casa sirvió de escenario para una representación sangrienta, una obra que no le es desconocida a ningún drow.
La casa estaba flanqueada por todos lados con cadáveres de miserables kóbolds, caídos en una lucha fratricida. Los peones son prescindibles.

La visión del exterior de la casa no era nada comparado con el dantesco panorama del interior. Multitud de cadáveres de soldados se apilaban en las salas. La sangre salpicaba los muros, miembros cercenados por doquier, torsos inertes chamuscados descansaban en los corredores.

La capilla principal no era una excepción. Formando una especie de círculo se agrupaban las principales sacerdotisas de la casa. Y la matrona.
Por lo que podía observarse, era fácil adivinar que las sorprendieron mientras realizaban los ensalmos y rituales que les permitiesen resistir la ofensiva mental que desde otra casa estaban realizando sacerdotisas de mayor poder.
También era fácil adivinar que Lloth no estuvo de parte de las sacerdotisas defensoras.
Sus cadáveres estaban casi irreconocibles. Mutiladas y desfiguradas por el efecto de la magia utilizada en el lugar, todo parecía obra de un sádico demente.
La cabeza de la matrona no estaba por ninguna parte. Había sido decapitada limpiamente con un certero tajo.

No había supervivientes.

Horas más tarde, podía verse al archimago Baenre salir del recinto de la casa Aleanrahel de vuelta a su estudio.
Mientras el mago retornaba a sus quehaceres, la matrona Aleanrahel y sus hijas se jactaban del éxito de la operación en la capilla principal.
Y Kayleena Aleanrahel estaba sentada en sus aposentos, contemplando su nuevo trofeo: sostenía una cabeza por los cabellos y susurró:

-Tan fea muerta como en vida... - pronunció mientras sonreía divertida.

Ensartó la cabeza en una pica y la dejó junto al resto de trofeos.

-El primer escalón. Uno menos hacia la gloria.-pensó mientras deslizaba sensualmente la lengua a lo largo de la hoja de su sable.

Y la aparente calma continuó...