Reb

25/06/2008 14:04:24

Nadie se había dado cuenta...

Fueron unos días increibles, frenéticos. Con pocas horas de diferencia, acudió a las minas de la locura por el preciado mineral. Aunque bien escoltado, como siempre, eran momentos de ansiedad. Desde que un elfo le cortara las manos y cayera prisionero de unos drows, Sem vivía con ojos en el cogote. Solo estaba tranquilo cuando trabajaba, absorto en su arte.

El arte... ...la artesanía... nada importaba sino eso... No desea poder, ni renombre, ni cargos, solo progresar en el arte. Siquiera dinero, que para el era un medio, no un fin. Pero ahora...

Nadie se había dado cuenta... ni el propio Sem... pero...

Luego tuvo que entregar un pedido. Pensaba que no salían con vida. Menos mal que le pidio ayuda a Cristina. !Que lugar tan increible, tan cercano y lejano a la vez! Cobraron y obtuvo algo muy preciado que no pensaba, seguro que le sacaba partido. Menos mal que Cristina mantuvo la calma en todo momento. Se despidieron en la cofradía.

Nadie se había dado cuenta... ni el propio Sem... pero horas antes...

Unas horas antes sucedió algo que Sem, discreto por naturaleza, por vocación y por profesión, apenas comentó a algun cercano. Había conseguido la ultima maestría en el metal que le quedaba, la de las armaduras. Aun tenía que aprender un poco mas de alguna rama de la ebanistería, pero un ciclo había terminado. La cima se veía con claridad y se podía calcular el tiempo que le quedaba para alcanzarla.

No hubo celebración. No colocó ningun cartel en el gremio anunciándolo. El gran maestro, Regal, no fue avisado de ello. Lo aprendices de Sem apenas lo notaron, al ver sus obras a la venta en el mercader artesano. Nadie abrío una botella de buen vino. No había sonrisa en la cara de Sem.

Nadie se había dado cuenta... ni el propio Sem... el menos que nadie. Pero desde hacía unas horas, el inmaculado mandil del preciso y correcto artesano, respetuoso de las leyes por la seguridad que le daban, educado y pulcro con todos... lucía una mancha.Esta vez, por primera vez en su larga vida, Sem no la había advertido.