REO-Auron

03/07/2008 17:06:27

Paralelamente al rinconcito literario, y en base a ciertas promesas que he ido haciendo, me gustaría abrir un hilo dedicado a relatos cortos: historias de vuestros personajes, o relacionadas con ellos, que no tienen por qué guardar continuidad unas con otras ni tener mayor trascendencia.
Tan solo pequeñas situaciones, ocurridas en el servidor o no, que os apetezca contar.
Porque aunque no lo parezca, no son las grandes historias las que definen personajes, sino las pequeñas cosas.

Decidí abrir un hilo nuevo en lugar de utilizar el rinconcito literario ya que veo aquel más orientado al verso, y este a la prosa.

En función del interés, y si los moderadores lo ven oportuno, podría abrirse otro hilo para comentarios y así mantener este limpio.

REO-Auron

03/07/2008 17:07:50

Prometí un prólogo, pero prefiero faltar a mi promesa. Espero que esto sea compensación suficiente.






-¡Vamos, muévete más rápido y no me pierdas de vista! –gritaba el elfo oscuro entre carcajadas.

La estrafalaria figura giraba de un lado al otro de la sala lanzando cuchillos sin parar. En el extremo opuesto, otra figura realizaba un ejercicio similar. Los cuchillos no iban dirigidos al objetivo, sino que era éste el que intentaba alcanzarlos todos al vuelo y devolverlos a su lanzador.
La actividad era frenética, aunque el extraño drow sin pelo y coloridos ropajes apenas demostraba cansancio. No le ocurría lo mismo a su rival, que jadeaba y sudaba con profusión, empapando la simple camisa sin mangas que llevaba puesta.

-¡Aún no me has dado! Más holgura en ese juego de piernas, evalúa mi posición constantemente y no dudes en tirar a matar –seguía aleccionándole el elfo calvo. –Y por la Reina Araña, olvídate de los tirantes de la camisa si se te empiezan a caer. ¡Un rival sacará más partido de tus descuidos que de tus encantos al descubierto!

Entre jadeos, la joven asentía sin cesar en su endiablada danza. Además de la camisa y un pantalón igual de simple, no llevaba nada más. Sus oscuros brazos se extendían sudorosos hacia las voladoras dagas, mientras aprovechaba la inercia del desplazamiento y el liso suelo para deslizarse sobre los pies descalzos.

El entrenador sabía que lo estaba haciendo bien, y de hecho una de las dagas le habría alcanzado de no ser por su capa mágica multicolor, que confundía la posición del portador. Aún así, sabía que debía seguir presionándola. Siempre había detalles por pulir, y no es aconsejable alabar a un aprendiz ni engordar su ego demasiado pronto. Sobre todo entre elfos oscuros.

Con una imperceptible torsión de muñeca, extrajo de su brazal otro par de dagas de las cuales no se dio cuenta la aprendiza. Nadie se habría dado cuenta. Mientras, siguió lanzando el resto de dagas con normalidad, pero entre ellas usó la otra mano para arrojar las cuchillas ocultas.
Percibiendo un brillo en la otra mano, la joven arqueó una ceja con extrañeza mientras seguía con el ejercicio, para a continuación darse cuenta que el brillo describía una trayectoria directa a su corazón. Improvisando en una milésima de segundo, aprovechó los pies descalzos para escurrir cada uno en un sentido. Su elasticidad le permitió abrir las piernas lo suficiente para caer y que la daga pasase sobre su cabeza. Entonces se dio cuenta de que una segunda daga iba a hundirse en su pecho y cerró los ojos en un acto reflejo, como para negar la inevitable perdición.

Pero lo único que sintió fue el aplauso de su entrenador, que se acercaba a ella sonriente. No había rastro de las dos últimas dagas.

-Sensacional, querida. Tienes talento –dijo el drow tendiéndole una mano para ayudarla a levantarse. –Aunque aún hay margen para mejorar.
-Jarlaxle, ¿a qué ha venido eso último? –dijo ella enojada.
-Una pequeña sorpresa. Comprobarás que en combate real todo son sorpresas –contestó con la misma sonrisa.

“Eso ya lo sé”, pensó ella. “¿Y que tengo talento? He tenido mejor entrenamiento que el de la mayoría de elfos oscuros…”
Jarlaxle, adivinando sus pensamientos a través de su expresión agria, le dio una palmada en el trasero para sacarla de sus cavilaciones.
Ella dio un respingo y sacudió un manotazo al aire para defenderse de la mano agresora.

-Venga, pequeña, no te ofusques. Ya te he dicho que eres buena, ¿no te vale con eso? Se nota que tu maestra no sólo te enseñó a defenderte, sino que también aprendiste de ella otras cualidades.
“O las heredaste”, dijo Jarlaxle para sus adentros mientras se colocaba su llamativo sombrero.

Ella hizo caso omiso y empezó a dirigirse hacia la salida de la sala de entrenamiento. Jarlaxle la miró detenidamente. Tenía el pelo largo y plateado, y lo llevaba en esta ocasión recogido en una coleta, ante lo cual Jarlaxle no pudo evitar sonreir. Sus ojos eran orbes de un intenso carmesí. Físicamente, era de complexión alta y atlética, de cuerpo bien torneado, aunque eso entre las elfas oscuras no destacaba. Era bastante guapa, de unos 20 años, el atractivo de un rostro joven e ingenuo. Pero sus orejas, aunque acabadas en punta como las de cualquier elfo, eran algo más cortas. Su piel era ligeramente más clara que la de Jarlaxle, aunque conservaba el brillo de ónice de los drow. Por separado no llamarían la atención, pero para un observador atento estas cualidades eran un claro indicio de la herencia de la joven.
Tomado por sorpresa, Jarlaxle vio que ella le miraba sonriendo.

-Gracias por ocuparte de entrenarme ahora que no está mi madre, Jarlaxle –agradeció la semidrow.
-Ni lo menciones, querida. Todo por mis asociados y sus allegados –contestó él con su irresistible sonrisa. –Además, tengo cierto interés en ti. Ya sabes que esto es una organización mercenaria y siempre ando a la caza de diamantes en bruto. Sobre todo uno engendrado y entrenado por tan buena maestra –agregó.
-¿Sabes cuándo volverá? –inquirió la chica.
-Lo ignoro. La misión les iba a llevar a ella y a maese Hune bastante lejos, a las tierras de la Piedra de Sangre –afirmó pensativo. –Ciertas consecuencias de la Plaga, a pesar de haber sucedido hace tantos años, nos siguen causando algunos problemas. Pero descuida, es sencilla para ellos y no tardarán demasiado –le tranquilizó él.
-No estoy preocupada. Es sólo que… la echo un poco de menos –dijo con un suspiro. –Bueno, voy a lavarme y a descansar. Adiós, Jarlaxle.
-Hasta luego, pequeña Leylara –se despidió haciendo un aspaviento con el sombrero.

“Desde luego, siempre es sorprendente ver cómo evolucionan las vidas y qué caprichoso es el destino”, pensó el líder mercenario, que ya tenía suficientes siglos y experiencias a su espalda como para que nada le sorprendiese.

ArkasLynvail

03/07/2008 20:16:46




Una tarde calurosa en Calimport, como habían sido muchas otras durante este largo verano. La gente iba y venía por los numerosos puestos, golpeandose contínuamente y andando a gran velocidad. Los mercaderes gritaban y iban de un lado a otro, ofreciendo sus productos por precios exorvitados. Medianos correteaban por la calle, la mitad de ellos parecían niños para un extranjero inexperto, pero un ciudadano de Calimport sabría distinguir perfectamente los dedos gruesos de esos pequeños ladrones.

No parecía nada raro en la ciudad y menos en el "barrio", nada excepto dos figuras altas de atuendo rojizo y armadura plateada.
Los caballeros lucían su emblema con sobrevia y orgullo por las estrechas calles del Khanduq, torcieron la esquina que daba a la ronda del tunante y se adentraron en la posada el camello escupidor.
Fuera de la taberna los correteos cesaron, las puertas se cerraron pero muchos ojos observaban desde el más pequeño escondrijo hacia aquella taberna.

No tardaron en salir los paladines, con gesto serio observaron el ahora desértico barrio mientras agarraban con tal fuerza la empuñadura de su espada que sus nudillos se pusieron blancos.

Una silueta negra apareció ante ellos, con movimientos gráciles apartaron la capucha de su cabeza, dejando ver su pelo platino y unos ojos almendrados que les observaban bajo la protección de una máscara de metal.
El elfo enmascarado se cruzó de brazos, las amplias mangas de su camisa se apartaron lo suficiente para ver que el elfo era tullido, sus delgados brazos terminaban en muñones.

- ¿Dónde creeis que estais? - Gritó el elfo tras la protección de su máscara.
¿Ocurre algo? - Contestó en tensión el paladín - solo paseabamos, nos íbamos ya, no pretendemos molestar.

El elfo envió dos significativas miradas a su derecha, pero los paladines no vieron ni escucharon nada.

- No nos gustan tus preguntas paladín, y mucho menos que altereis el orden de nuestro barrio. Y como imagino que no entregareis por las buenas esas plateadas armaduras, tendré que quitároslas por la fuerza.

Mientras conversaban una silueta se posaba de sombra en sombra, acercandose cada vez mas a la pareja de desconfiados paladines. La madera del tejado no crugía, su existencia era la de un fantasma, él no era nada más que una pequeña ráfaga de viento.

El diálogo cesó, el enmascarado chocó sendos muñones y de sus manos salieron dos largas cuchillas, convirtiéndose en peligrosas armas, los paladines, desconfiados rápidamente sacaron sus armas y buscaron una salida de aquella encerrona.

En ese momento escucharon pasos, pero no eran capaces de distinguir de donde provenían. Tras esto el paladín más veterano logró ver como el elfo hacía un casi imperceptible gesto con el brazo que aún ocultaba bajo los pliegues de su túnica.Entonces se quedó ciego, no había luz en aquel barrio infernal. Entonó una y otra vez con fuerza la voz de su dios. Pero la justicia no tenía cabida en las calles de Calimport.

Los ruidos de pisadas cesaron, el asesino se lanzó hacia su primera presa. No tenía los ojos abiertos, no podía ver nada bajo la oscuridad mágica. Pero no necesitaba de su vista para saber donde se encontraban.
A la luz del sol el asesino habría tenido las de perder, pero él estaba acostumbrado a luchar a ciegas, tras la oscuridad, donde él siempre había vivido.

En cambio los paladines estaban separados e indefensos, el primer y menos experto paladín cayó como un muñeco ante el ataque del asesino. Daga y espada en mano se lanzó hacia su segundo oponente que se centraba en defenderse ante su clara desventaja. Varios cortes finos, en las articulaciones bastaron para que el paladín apenas pudiera mantenerse en pie. Entonces, sin más, dejó de estar ciego.

El globo de oscuridad cesó y pudo ver a su atacante, provisto de una armadura ligera de color oscuro, una larga capa que terminaba en la capucha que cubría su rostro. Aguantó las primeras estocadas, su dios le hizo sobreponerse al dolor que sentía en las extremidades, manteniendose en pie. Su dios le permitió vivir un par de segundos más.
La espada finalmente atravesó su pecho y el paladín observó como el arma le arrebataba la vida y de sus labios salió un susurro, su última plegaria a Tyr.

Se hizo el silencio....los cuerpos sin vida de los paladines yacían en el suelo. El asesino desapareció del lugar mientras el elfo encapuchado se encargaba de los desperdicios.



Ajenos a ellos, una figura delgada observaba la escena tras su bola de cristal. Con una amplia sonrisa tapó su bola con una manta negra. Se ajustó su turbante amarillo y salió de su habitación, hacia los aposentos de su Bajá.

El Bajá Pook.