Kentara

23/08/2008 20:37:51



Kentara

23/08/2008 20:38:13

[i:7bef06f8c7] E

Del Libro Del Orbe, por Naam.



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Permanecía bajo las primeras luces que irradiaba el astro solar, aturdido por el despertar, mientras sus dedos se entrelazaban en la aspereza de los dos guantes de cuero que envolvían sus en apariencia frágiles manos y cubrían hasta el final de la muñeca.

La espalda estaba arqueada de forma involuntaria, ante la molestia del suelo terroso, y dibujaba a la vista una incómoda postura que pronto corrigió con un tosco movimiento del tronco.

Ahora sus ojos observaban algo más que el cielo profundo y cautivador, tenían ante sí una escena llena de árboles hierbas y alguna que otra piedra.

En esa noche, la lluvia había caído sobre el bosque y ahora su recuerdo lo impregnaba todo. Las piedras tenían varios tonos de grises, oscurecidas por el agua, y los árboles estaban húmedos, su corteza viva y sus hojas eran de un verde intenso. Algunas gotas caían entre las ramas, y el rocío de la mañana bailaba en la hierba mecida por la brisa.



Su cabeza, su mente, estaba en otra parte. Reflexionaba sobre su último viaje al norte a través del camino de comercio. Éste le había acompañado durante todo el trayecto, con su marrón terroso, sus charcos rodeados de barro marcado por las huellas de las carretas, los carruajes, las pisadas o los cascos de los animales.

Su destino fué la ciudad de Athkatla, la mayor de Amn y centro de toda la burocracia que él juzgó como excesiva e innecesariamente cargante. En ella descubrió en cierto modo lo que había ido a averiguar, y se maravilló una y mil veces ante tantos contrastes y posibilidades. Pensó que, si Puerto Calim en sus buenos tiempos había sido lejanamente parecída, cuando esta lograse reconstruirse sería el lugar que clamaría por ser su hogar persiguiéndole si fuera necesario por todo Faerûn hasta que se rindiese a ella.

Sus botas de piel, de manufactura élfica, raspaban con furia contra los adoquines de las calles en un andar vigoroso y de rumbo incierto. Sus ojos recorrían la amplitud que abarcaban, y lo hacían contínuamente en un ir y venir, en un observar, en un sorprenderse y en un pensar. El gentío, el bullicio... las voces entremezcladas y el sonido del golpear de las mercancías o el ruido de las piezas de oro, plata, cobre o platino al intercambiarse a puñados de manos a manos... todo aquello era nuevo.

Era por así decirlo un desfile de sensaciones para sus sentidos, la vista se recreaba continuamente. El oído se nutría entre tanta información y acababa por no escuchar nada. El olfato se extremecía al oler las especias, los animales, los excrementos, la comida recien preparada, la gente... todo aquello le abrumaba y le hacía disfrutar. Definitivamente los bosques habían dado tanto de sí, habían ofrecido tanto y hace tanto que se habían quedado cortos...


La curiosidad le llevó por las calles y las plazas hasta una edificación de piedra blanca con pilares en la entrada. Una construcción fuerte y robusta, no muy alta pero sí ancha, con adornos tallados en la roca sobre la entrada en una linea continua que recorría las cuatro paredes, dos más largas y otras dos más cortas.

Una fuente manaba del suelo en la entrada, con agua cristalina que fluía de las bocas de varios peces de piedra, y en el centro de esta un símbolo se reflejaba entre el agua limpia y siempre en movimiento.
El símbolo mostraba un bello rostro de perfil izquierdo, y había sido incrustado en la fuente pues parecía ser de oro y reflejaba con gran brillo la luz del orbe solar.

http://img169.imageshack.us/img169/5387/waukeensymbolqr1.jpg



Entró por las puertas, tras subir tres escalones bajos de la misma piedra que formaba el edificio, y las atravesó observando la madera con la que estaban hechas. Madera exótica, de buenos y ancianos árboles, también tallada con motivos y detalles que reunidos conformaban una caótica escena digna del cubil de cualquier dragón pues todo se limitaba a monedas, joyas, cálices y otros objetos de gran valor.

En el interior, un pasillo dirigía a una amplia sala con paredes llenas de tapices, todos ellos relacionados de una u otra forma con las riquezas. Algunos mostraban imágenes de mercaderes comerciando, otros de mercantes llenos de cajas. Algunos simplemente ofrecían la visión de monedas de todo tipo y de todas las regiones, joyas, gemas, todo tipo de manjares para el gusto y para la vista... en definitiva era una expresión sublime de riqueza ostentosa.

Llegado a la sala, se encontró con un lugar amplio y sencillo, hasta que reparó en los detalles. Tres finas lineas de oro puro recorrían el diámetro de la sala, reflejando la luz que entraba por las cristaleras y brillando intensamente en un juego de luces hecho expresamente para que el visitante bajase la vista al suelo. El techo estaba pintado al fresco, con una temática similar a la de los tapices aunque menos cargante y dejando predominar un rango de colores amables a la vista, pero vivos también. Esto hacía que el visitante se viese superado, sin saber cómo reaccionar ni dónde mirar...al suelo, al techo, las paredes...

Al fondo vió un altar muy largo, y un lugar donde los visitantes se postraban y metían las manos entre sus ropas para luego irse.
Esa acción se repitió en muchas ocasiones hasta que él llegó al lugar y pudo comprobar de qué se trataba. Vió en el suelo un pozo ancho, iluminado por fuego mágico, y vió también que en el fondo descansaban muchas monedas de distintos tamaños y materiales.
Un orador hablaba mientras la gente repetía el gesto, los visitantes más modestos se conformaban con lanzar una pequeña moneda de cobre que se hundía hasta el fondo.

Él observaba con una calurosa sonrisa de amabilidad al clérigo, que relataba contínuamente pequeñas historias o fragmentos de ellas con una única enseñanza, moraleja, o temática en común... simplemente el comercio, la riqueza.



-¿Qué deidad es esta, que dirige con sus gestos un dominio que ejerce tal seducción...?-

Kentara

25/08/2008 21:47:10

[i:10d53e639d]De cortos brazos de nervio y músculo,
Gran Heroe Kobold.
Llegó a la cueva en el crepúsculo,
Gran Heroe Kobold.

Indómito guerrero y gran aventurero,
Gran Heroe Kobold.
La vida del elfo salvó con esmero,
Gran Heroe Kobold.


Elegido de Kurtulmak es ese luchador,
que vivirá por siempre en el Drukari.
A su muerte le recordarán y sobre él cantarán
bardos de todos los reinos y tierras de Faerûn.

Hablarán de su gesto amenazador,
que hará temblar a todo el Clangor.
Sobre sus azañas y aventuras escribirán,
hasta los eruditos de Calimshan.[/i:10d53e639d]







Esta pequeña improvisación se escucha ya de la voz de varios bardos de poca talla, que adornan historias de ficción con un Kobold llamado Fikol como protagonista. En algunas el kobold salva algún pueblo de manos de una tribu orca, en otras vence a un poderoso dragón... incluso en una, se habla de la intervención fugaz de este kobold en una de las batallas más sonadas del impenetrable este... del que poco se sabe y mucho se dice.

Todos estos rumores y canciones, historias y gestas, parecen nacer de un único elfo que las ha dado a conocer y ha contratado a varios bardos para extenderlas.