Joganth

16/02/2005 16:30:28

Hasta donde alcanzan mis memorias, el Valle de la Sombra nunca fue un lugar paradisíaco. Interminables guerras con los elfos oscuros, zhents y ese horripilante bosque en el que se dice habitan criaturas espeluznantes.

Sin embargo, los valletanos vivíamos en una relativa tranquilidad, y nunca
vimos todo aquello como algo que pudiera llegar a preocuparnos. El Salón del Alba es el templo más grandioso levantado a Lazhander en todo Faerun y nuestra mayor defensa. La gente cuenta que un regimiento comandado por uno de sus paladines nunca será derrotado y que resplandece en medio del fragor de la batalla. Recuerdo el día en el que llegué por primera vez al Salón del Alba. Admiraba a aquellos caballeros que luchaban por nuestra tierra y los veia como grandes heroes a los que nunca podría compararme.
Uno de los grandes sacerdotes mencinó algo de mi extraordinaria habilidad para las artes sanadoras, e insistió para que estudiase en el templo para desarrolarlas al máximo, pues semejante don solo puede obedecer a una voluntad divina.

Debo decir que fue una de las mejores etapas de mi vida: aprendí acerca de multiples rincones de faerun y su historia, sobre las razas más
inimaginables y sobre cosmología y saber planario. Pero sobre todo,
disfrutaba sanando a los demás.

Recuerdo que se solicitaba continuamente apoyo del Salón del Alba para la guerra, y yo tuve que acudir en varias ocasiones. Mi cometido era dirigir la tienda de la curación y ayudar a los guerreros que resultaban heridos.
Recuerdo una batalla especialmente dura: los drow habian traido consigo
bestias de su mundo subterraneo. Con semejantes fuerzas, aquel paladín
robusto que dirigía a las tropas fue herido gravemente, no sin antes
llevarse por delante cinco de esas criaturas. Sin su dirección, nadie sabía
que hacer, los que no huian plantaban cara sin esperanza ninguna. Fue
entonces cuando lo noté por primera vez: era el momento de pasar de remendar a cortar.
Tomé la espada y me puse al frente del ejército, y extrañamente todos se
unieron y parecieron recobrar el valor y saber lo que debian hacer. Más de 70 bestias y otro tanto de elfos oscuros fueron derrotados ese día. No lo podía creer, no podía comprender como podía haber dirigido a un ejercito tan mellado y vivir para contarlo y aun más, haber vencido.

Cuando llegué a la tienda de la curación, estaban atendiendo al caballero
herido. Cuando despertó sonrió y me dijo:

"El Señor del Alba ha sido claro: Hoy ha nacido un paladín".