likazu

18/05/2009 02:18:45

[color=red:b879be5dc4]Amor imposible[/color:b879be5dc4]

Preludio:



[i:b879be5dc4]Más conocido como Kelven, este elfo de pelo azulado con reflejos azabaches, suele ser serio,
de cuerpo fibroso, ojos negros con destellos rojizos y de más altura que los elfos corrientes.
Nació en Suldanesselar, donde aprendió el tiro con arco, algo de magia básica y a rastrear.
Su padre le enseñaba desde bien pequeño, no solía escaparsele nada en la distancia.
Sus ojos parecían delatarselo todo, sus oídos eran los mismísimos amplificadores del sonido.
Era diestro e inteligente, una buena mezcla en un elfo, sin duda. Almenos su padre decía eso.

A lo largo de los años, fue especializandose en todo tipo de materias, sobre todo en el tiro con arco.
Se crió cerca de una muchacha elfa, amiga de la familia desde hará incontables años.
Aquella muchacha se llamaba Azalith, y aunque ambos sentían odio el uno por el otro.
Jugaban, reñían y eran entrenados juntos, y poco a poco se fue creando un vínculo de amistad y rivalidad
al mismo tiempo. Aunque ambos se odiaban sentían un vínculo de protección el uno por el otro
enormemente sorprendente, raro era en los elfos que veían tal situación y no comprendían.

Tienen un odio acérrimo el uno por el otro, su rivalidad es inmensa, pero trabajan en grupo,
se compenetran y darían su vida el uno por el otro en un momento de necesidad.
¿Como es posible eso? Era extraño de comprender, estos pensamientos eran comunes en la mayoría
de elfos que conocían a la pareja.

Un buen día, cuando los dos volvían de un precioso lago donde habían estado entrenando
encontraron algo por el camino que hizo que sus almas y sus corazones se quebrasen.
Una caravana ardía, cuerpos inertes cerca de ella, sangre mucha sangre y rastros de batalla.

Ambos se apresuraron raudos hacia la caravana con el fin de ver y ayudar a quien lo necesitase.
Cuando llegaron, se asombraron. Los cuerpos eran de hermanos elfos, los cuales iban a visitar
a sus parientes de Puerta de Baldur y alrededores. El miedo atenazó los corazones de los jóvenes
que acababan de convertirse en adultos recien cumplido su último aniversario.
Buscaron entre ellos por si había parientes y demás. Era extraño, solo eran conocidos de vista. Aunque se temían lo peor.
Al ver detrás de la caravana, un hombre y una mujer elfa vestidos elegantemente yacían en el suelo.

Azalith corrió hacia ellos al reconocer los distinguidos ropajes de sus padres.
Kelven intentó impedirlo, pero la muchacha escapó de sus brazos y corrió hasta ellos
con los ojos inundados de lágrimas. Padre, madre. -Gritaba la elfa y de sus ojos resbalaban abundantes lágrimas-.

Kelven se acercó hasta ella, se puso de rodillas y la abrazó desde atrás para reconfortarla.
La elfa negó y apretó los puños. Pienso vengaros, haré lo mismo con los que osaron haceros esto. -Dijo la elfa con pura rabia-.

Kelven se quedó callado observándola y con los brazos rodeando a la elfa.
Un chásquido trás de él llamó su atención, cuando giró la vista vió como su propio padre se
acercaba hacia él, pasos detrás de él aparecía su madre.

Hijo mio, apartaros de ellos por el momento, los bandidos andan cerca, están al acecho de que
alguien viniese en ayuda de la caravana para atracarlos a ellos también, moveros rápido.
Kelven levantó con fuerza a Azalith mientras ésta se resistía a hacerlo, y poco a poco la alejó.
Derrepente, un sílbido sonó, y cuando Kelven giró la vista una vez en sitio seguro, pudo ver
como su padre intentaba esquivar una flecha en vano. Ésta impactó en su pecho y al momento caía al suelo.

Alzó la vista y vió de entre unos matorrales un grupo de bandidos con arcos y ballestas.
Una ráfaga de varias flechas y virotes fueron a continuación en dirección a su madre.
Ésta esquivó las primeras y se colocó tras la caravana buscando cobijo.
Los bandidos se apresuraron saliendo de los matorrales con una furia temible.

Se abalanzaron sobre la caravana mientras Kelven sacaba su arco y colocaba una flecha tensándola.
¡Madre, madre huye! -Gritó Kelven atemorizado-.
Su madre hizo caso, y salió con paso raudo hacia él.
Otro silbido más de una flecha cuando la mujer elfa se acercaba hacia su hijo, la flecha se clavó en el brazo
de la mujer. Y aunque iba con potencia, no la derribó y la mujer siguó corriendo.

Kelven mientras tanto disparó una flecha que abatió al atacante de su madre. Acto seguido
colocaba otra en el arco apuntando a los asaltantes guerreros que se acercaban hasta su madre.
Con un disparo rápido y preciso mató al más cercano.
Solo quedaban dos en la distancia, aunque estos ya habían desenvainado sus armas y corrían
enfurecidos hasta su posición.

Tenía tiempo de sobra para matarlos, siempre y cuando estuviera concentrado.
Cargó la flecha en el arco, lo tensó y lo disparó. Otro cuerpo bandido caía al suelo sin vida,
su madre corría alcanzando ya su posición, con su mano sana tapando su brazo ensangrentado.

Kelven cargó la siguiente flecha, dió un suspiro y la lanzó. Ésta voló cual rayo hacia el asaltante,
atravesando el entrecejo de éste.
Mientras tanto Azalith lloraba en el suelo sin importarle nada más, sus llantos hacían que la ira de
Kelven aumentase por momentos. Su madre llegó hasta su posición, un grito grave sonó tras Kelven.
Otro asaltante salía oculto trás de él, blandiendo una espada oxidada y con ella en vilo.

El asaltante pilló por sorpresa a Kelven, éste solo pudo cerrar los ojos y esperar su final,
pero derrepente, oyó como la hoja se hendía en la carne y las gotas caían al suelo.
Abrió los ojos y contempló la escena. Su madre estaba entre él y el asaltante, con la hoja hundida
entre el hombro y el cuello y suspiro unas últimas palabras mientras caía al suelo.

Protegela a ella, sé que la quieres hijo mio. Protegela. -Decía su madre mientras caía abatida al suelo-.
Con una furia incontenible, Kelven sacó una daga de su bota y antes de que su asaltante se preparara para su segundo golpe,
Kelven le clavó la daga en el cuello y le propinó cual patada que el asaltante se deslizó por el suelo varios metros sin vida.

¡Madre!¡Padre! -Gritaba con lágrimas el jóven elfo-.
Acto seguido Kelven comprobó el estado de su madre, aunque ya estaba muerta.
Corrió hasta su padre, el cual permanecía tumbado en el suelo, con un gran charco de sangre a su alrededor,
pero parecía oírsele respirar desde la distancia.

Al llegar a él contempló como la vida de su padre se le escapaba entre sus brazos.
Quierela -Dijo su padre y se quedó frío como el hielo-.
Kelven gritó de furia al cielo, cerró los ojos de su padre y se dirigió hasta Azalith.

Azalith, lo siento. -Se quedó mudo mirando a la muchacha-.
Ella se levantó y se abalanzó sobre Kelven, ambos cayeron al suelo con un suave golpe.
La joven elfa quedó tumbada encima del elfo y le abrazó.

Kelven, estos bandidos tendrán un jefe, por favor, venga a mi familia y a la tuya. Acaba con ellos.
El muchacho elfo sintió el calor del abrazo, la furia de la muerte de sus allegados y el dolor de las palabras
de Azalith. Se desembarazó de ella rápidamente y se dirigió a los cadáveres de los asaltantes.

Rebuscó en ellos algo que le diera pistas. Todos ellos parecían bandidos comunes, pero todos llevaban en su cuello un amuleto despectivo.
Un amuleto con una calavera, cogió uno de esos amuletos y lo metió en su zurrón. Miró a su madre y al bandido cercano a ella.
Se acercó hasta el asesino de su madre y le registró.
Un amuleto aún mayor de una calavera, unos planos y una carta. Guardó las pertenencías de al parecer
el líder de los bandidos.

Se acercó hasta la chica y con suaves palabras dijo.

Azalith, debemos ir a la árboleda, debemos informar de este suceso, necesitamos ayuda para enterrar
a nuestros hermanos.
Sé que es doloroso, pero dejemos los llantos para después, ahora debemos enterrarlos e investigar. -Dijo con dulzura Kelven-.

La muchacha se limpió las lágrimas de los ojos y se levantó asintiendo.
Fueron a la arboleda, pidieron ayuda y prepararon el funeral para sus parientes y hermanos elfos.

Azalith y Kelven ya no eran los mismos, habían dejado de ser críos totalmente, la pérdida de sus familiares era la responsable.
Kelven llevó los enseres del líder bandido a uno de los sabios de la árboleda.

El viejo y sabio elfo, le explicó las referencias del amuleto. Un amuleto de una deidad maligna.
Cyric... -Decía el viejo sabio mientras ojeaba los planos y la carta-.

Estos planos aparte de estar hechos con tinta normal, también tienen oculta una localización mágicamente y escondida a ojos ajenos. Creo que podré describirtela. ¿Vengarás a tú familia joven muchacho?-Decía el viejo con tristeza en sus ojos-.

Sería mejor que les dieses luto y no hagais nada ambos. Pero si es tú decisión, te diré el paradero.
Aunque has de saber, que estos amuletos representarán a alguna organización. Y toda organización tiene un alto líder.
¿Cual es tú decisión joven Kelven? -Dijo con parsímonia el viejo-.

Vengaré a nuestras familias y hermanos, es mi decisión. Los mataré a todos como hicieron con mis parientes. -Dijo Kelven con la voz llena de furia-.

El viejo marcó en el plano el camino que debía seguir para llegar a su localización. Y se despidió de él dándole algunos objetos para el camino.
Comida, ungüentos mágicos, vendas, flechas y demás pertenencias.

Kelven preparó todo para el camino, y antes de marchar se dirigió a buscar a Azalith para ver el funeral de sus familias y hermanos elfos.
Ambos se quedaron juntos, inundados de tristeza viendo tan bello funeral. Entrelazaron sus manos y se miraron con amor. Ambos se querían más que a sus vidas y lo descubrieron en la matanza.

Una vez terminado el funeral, Kelven contó sus planes a Azalith, está asintió temerosa.
Iré contigo Kelven, soy tan fuerte como tú, vengaremos a nuestros familiares juntos. -Decía con rabia la muchacha-.

Kelven se quedó mirándola y sonrió. Correrás peligro a mi lado, déjame hacer esto solo, si muero a nadie le importará, pero almenos moriré intentando vengarlos. -Dijo Kelven negando-.

¡¿Cómo puedes decir eso?! Si que importas a alguien, más de lo que crees. Esa persona soy yo...
Kelven, te qui...te quiero, y por eso iré contigo. No soportaría perderte a ti también ahora que sé lo que siento por ti.
-Dijo Azalith con lágrimas en los ojos pero con una sonrisa en su rostro-.

Kelven asintió inseguro, y acercó sus labios hasta los de Azalith fundiéndolos en un beso.
Azalith se preparó y se reunió con Kelven. Ambos partieron hacia su destino.
Corrían raudos por los caminos y senderos, cada cierto tiempo paraban a descansar y a reponerse.

Hasta que llegaron a unas ruinas bien iluminadas.
Observaron desde lejos, pudieron ver fogatas y antorchas colgadas de las pocas paredes que en pie quedaban.
Oían la juerga de los bandidos borrachos que quedaban en pie a esas alturas de la noche.
Kelven miró el mapa, era la zona marcada en él. -Pensó para sí-.

Es aquí mi amada Azalith. -Dijo escondido tras la maleza-.
Habrá que planear algo, ¿No, señor inteligente? -Respondía burlona Azalith-.

Kelven sonrió ante la burla de su amada Azalith y acaricio sus cabellos.

Bien Azalith, quiero que te escondas entre los arboles, se te dá bastante bien.
Quiero que dispares tus flechas desde los arboles sin ser vista. Dispara a los que queden en pie, están borrachos y apenas se enterarán.

Yo los distraeré, combatiré cuerpo a cuerpo, y me ocuparé de las vidas de los ya dormidos.
Todo depende de tus disparos amada mia.
-Dijo Kelven con suavidad y un tono amoroso en su voz-.

Azalith asintió y corrió entre los arboles y la maleza buscando una buena posición.
Kelven desenvainó su estoque y una pequeña daga. Se preparó consecuentemente y cuando pudo ver a Azalith en posición, con un gesto la batalla empezó.

Kelven iba matando poco a poco a los bandidos mientras las flechas de su amada silbaban por todas las ruinas haciendo caer a montones de bandidos.
Estos, borrachos como una cuba apenas se enteraban y pensaban que todo era a consecuencia de la juerga.
Desenvainaban sus armas y combatían torpemente mientras sus vidas se escapaban.

Cuando todos los que quedaban despiertos estaban muertos, fueron matando a lso dormidos y a los que se alertaban por el ruido producido.
Habían matado una veintena tras la batalla, no quedaba ninguno, o eso pensaban.

Ambos se reunieron dentro de las ruinas y se elogiaron por el buen trabajo.
¿Crees que quedarán más amado mio? -Dijo Azalith-.
No lo sé, pero, espera...¿Crees que ahi habrá más? -Dijo Kelven mientras observaba una pequeña entrada a una cueva ruinosa-.

Azalith se quedó perpleja.
Creo que hemos matado a secuaces...no he visto a nadie que pareciera un líder.
Solo pequeños cabecillas de grupo, esa cueva ruinosa puede darnos la respuesta.-Dijo ella segura de si misma-.

Ambos se adentraron por la extraña cueva, símbolos extraños y calaveras adornaban las paredes de la misma.
Se quedaron asombrados ante tanta pintura y decoración, y poco a poco se internaron hasta el final de la cueva,
donde aguardaba una gran sala con mesas, sillas y un gran trono con una inmensa calavera encima del mismo.

Creo que es ahí, preparate, creo que hay alguien. -Dijo Kelven colocando una flecha en su arco-.
Ambos se acercaron sigilosos apuntando con los arcos, y cuando llegaron a la sala una voz sonó causando eco.

Malditos flacuchos, ¿A qué habéis venido? ¿Venis a vengaros?¿Verdad?
-Decía la extraña voz-.
La figura se alzaba del trono y se erguía firme frente a él.
Kelven y Azalith apuntaron con sus arcos hacia la siulueta.

Venimos a matarte, como pago por las vidas de nuestros familiares.
Tu crimen será castigado maldito loco. -Dijo Kelven con rabia en sus palabras-.

Acto seguido disparó su flecha en dirección hacia la silueta, y un segundo después la flecha de Azalith hacia lo mismo. Momentos antes de impactar, la silueta azló una mano y un escudo mágico le protegió de las flechas. Éstas se quebraron y cayeron al suelo en pedacitos.

¿Esque acaso no comprendéis que no podéis hacer nada contra mi?¿Pareja de enamorados? -Dijo la silueta burlonamente-.

¿Enamorados?¿Y tú que sabes?-Dijo la pareja al mismo tiempo-.

Yo lo sé todo pequeños, y como recompensa, no os mataré. -Dijo y empezó a reir frenéticamente-.

Kelven y Azalith volvieron a disaparar sus flechas contra el magó, pero esté las detuvo de la anterior manera.
El mago empezó a susurrar unas palabras, mientras reía y apuntaba con sus manos en dirección a la pareja.

Cyric, dame la gracia de maldecirlos -Dijo y conjuro una maldición-.
De vuestro amor yo me reiré, en vuestra desgracia yo triunfaré, y vuestro amor jamás verá la luz.-Terminó su conjuro-
Una explosión de humo inundó la sala, y cuando se disipó, Kelven se levantó del suelo.
Miró donde estaba anteriormente Azalith, y solo pudo ver una hembra de pantera tumbada en el suelo inconsciente.

¡¡¡Maldito!!!¡¡¿Qué la has hecho?!!!-Dijo Kelven mientras colocaba dos flechas en su arco-.
¡¡¡Devuelvela a su estado, vamos!!!

El mago negó y se mofó de los elfos.
Kelven con una furacunda irá disparó ambas flechas, volaron juntas silbando a una velocidad estrepitosa,
el mago activo su escudo, y paró una de las flechas, al no darse cuenta de una segunda, lo desactivo en el mismo momento
que la primera impactaba contra el escudo, y un segundo después la segunda flecha se hendía en la carne del mago. Le había impactado en el pecho a la altura del pulmón derecho.

El mago se sorprendió al ver su error, tosió sangre y cayó de rodillas al suelo, parecía su fin, pero con una sonrisa
sacó un objeto de su túnica, lo activo y se activó un conjuro de teletransporte.

¡¡¡Mierda!!! ¡¿Porqué?!-Gritaba Kelven entre lágrimas mirando a Azalith-.
Mi amada...maldito mago.

Se acercó hasta Azalith convertida ahora en pantera, la levantó aún insconsciente, cogiendola con sus fibrosos brazos y salió de aquel lugar.
La llevó hasta un bosque cercano y cuidó hasta que despertó.
Cuando Azalith despertó, miró a Kelven y agitó la cabeza asustada.

Se miró las pezuñas y se echó al suelo con agonía.
Kelven miró a la pantera y con la cara llena de lágrimas se apróximo a decir.
Azalith, amor mio, te prometo que te sacaré de ésta, encontraré la forma de hacerte volver
a la normalidad. Necesito que me esperes aquí, iré a la arboleda a por las pertenencias de mi familia.
Iré a por todo lo que me sea de utilidad y a recoger los recuerdos de nuestras familias.

Esperame aquí amor mio, volveré y comenzaremos la búsqueda de tu salvación.
Kelven hizo lo propio, llegó a la arboleda de noche, fue sigiloso para que ningún conocido
le viera. Recogió las pertenencias de ambas familias, se despidió de sus padres difuntos y de los de
su amada, y partió rápido hasta el bosque donde dejó a Azalith.

Se reencontró con ella, y descansaron el resto de la noche.
Cuando amaneció se dispusieron a ir a buscar su nuevo destino, eliminar la maldición.
Tras ochenta años de búsqueda por muchísimos pueblos y ciudades buscaron la cura para la maldición.
Kelven aprendió a hablar común ya que el mismo lo sabía, o aprendía a hablar común, o
su destino se vería enormemente parado.
Tenía que hablar con los humanos y demás razas, el común era la lengua predilecta,
y así tuvo que aprenderlo para sonsacar información.

La mayoría de la información era divagaciones, y mentiras en busca de chantajes.
Otra parte era suministrada en pequeñas porciones de información que Kelven apilaba
poco a poco.
Ochenta años han pasado ya, Kelven ha decidido volver a sus tierras, regresar
para buscar información donde había pérdido todo.

Odiaba a Cyric, odiaba al maldito mago y se avergonzaba de volver a su tierra así.
Pero no le quedaban más opciones.
Su amada seguía con él, y es lo único que importaba a pesar de que tuviese forma animal.
Su destino seguirá al llegar donde todo empezó.
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likazu

03/06/2009 20:26:05

[size=18:c022c94cfb][color=red:c022c94cfb]El sueño del Dolor:[/color:c022c94cfb][/size:c022c94cfb]


[i:c022c94cfb]Amanecía en el bosque, los elfos se aglutinaban en la colina del Camino del comercio.
Parecían partir, pues a unos cuantos orcos había que matar.
Eramos pocos, pero con una buena estrategia.
Recorrimos el Camino del Comercio a paso lento, reuniendo más elfos que habían salido a explorar por los sitios cercanos.

Hasta llegar cerca del Campamento Orco...allí varios hermanos más se habían apuntado a la batida.
Orcos y más orcos, es lo que nos esperaba si entrábamos en su campamento.
No había tiempo que perder, ni tiempo de pensar, una rápida estrategia, segundos después de los preparativos nos dispusimos a entrar.

Kelven descolgaba el arco de su espalda a la vez que cargaba una flecha en él.
Se internaba junto a sus hermanos en aquel bosque, aquel campamento Orco.
A pocos metros de la entrada ya se podía vislumbrar el humo de las fogatas, y el fétido olor de los orcos.

Dieron la orden, las flechas sílbaron por todo el campamento, impactando en su objetivo.
Palmo a palmo avanzabamos, matando todo aquel orco que nos encontrábamos.
Nos internamos en su cueva, su guarida.

Dentro fue colosal, dieron la alerta y los orcos cercanos se aproximaban por detrás, por delante teníamos más orcos...era un suplicio, combatíamos y combatíamos, sin poder apenas respirar.
El druida conjuró unas palabras que hicieron que brotes de plantas enmarañarán a muchos de ellos en la entrada de la cueva.

No nos quedaba otra, teníamos que avanzar, las enredaderas no tardarían mucho en ceder.
Avanzamos sin descanso, a plena carrera, disparando las flechas de nuestros arcos, y golpeando sin cesar con las diversas armas.

Llegamos hasta la última sala de aquella asquerosa caverna, la batalla se tornó difícil, un líder orco estaba allí agrupando sus tropas. Para el orco era un día duro, pues acababamos de líquidar a gran parte de su tribu.
Nos deshicimos de todos los demás, ahora solo quedaba él, moviendose raudo hacia todos lados hacha en mano.

Golpeaba sin parar a todo lo que se movía, desde lejos le cosía a flechas, flechas que no daban un gran resultado, ya que algunas las esquivaba y las que no, su gruesa armadura las paraba.
Uno de los hermanos cayó por el hacha del líder orco, pero acto seguido éste caía por la espada de un horror acorazado.

Teníamos una baja...¿Qué podríamos hacer? -Pensó Kelven-.
Ya sé, estos orcos han de tener algo curativo...seguro.
Y corrió hacia los cofres, divisó varias trampas en los cofres cercanos, pero en ese...no había detectado ninguna.

Clack, el mecanismo se activó y la caja salió por los aires, un rayo eléctrico se disparó alcanzandoló a él primero y a un hermano que iba trás de él.

Ambos quedaron insconscientes en el suelo. Cuando despertaron, se encontraban en la colina tumbados, por lo visto un clérigo humano los había salvado de la muerte.

Kelven miró sus manos con dolor, pues habían quedado chamuscadas. Al oír los gemidos de dolor, una silueta negra y oscura se abalanzó desde los árboles de que daban paso a la arboleda.

La pantera salió corriendo hasta él, y se tumbó a su lado, lamiendole la herida. Ésta se estaba despellejando y las manos poco a poco iban quedándose en carne viva. Kelven quedó insconsciente y fue llevado al templo.

Despertó allí, el hermano clérigo que allí moraba, le curó las manos para que de momento no sintiera dolor, le proporcionó unos ungüentos y le mandó vendarse.

Después de ésto, Kelven se acurrucó en pleno césped, acompañado de su pantera, la cual estaba preocupada. Cerró los ojos y descansó.[/i:c022c94cfb]







[i:c022c94cfb]Nooooooooooooooooo -Se despertaba Kelven de aquella horrible visión entre gritos-.
Miró a la pantera y esbozó una leve sonrisa de aprobación.
Después miró sus manos y negó.[/i:c022c94cfb]