sannla

17/09/2009 09:45:42

La “grácil Amina” había sido una de las bailarinas más afamadas entre las tribus bereberes y las ciudades sureñas adyacentes. Conocida por sus movimientos insinuantes y la belleza de su piel y cabellos oscuros, dio a su ciudad natal de Dahshur un motivo más para convertirla en lugar de peregrinación obligado para los amantes de los espectáculos y los placeres diversos.

Fue la más codiciada hasta que quedó embarazada de Eleonora. El padre, un norteño, vivió durante unos meses en la ciudad de Dahshur, visitando a la bailarina cada noche, primero en su espectáculo y luego en la intimidad de su alcoba. Una noche no apareció y ya nunca más se supo.
El dueño del burdel donde trabajaba, al enterarse de lo ocurrido, y en consideración por el dinero que le había hecho ganar (y pensando que lo seguiría ganando después) permitió que se retirase hasta dar a luz. Pero una vez Amina tuvo a su pequeña Eleonora entre los brazos, se dio cuenta que no quería que creciese en aquél ambiente.
Eleonora, de piel y ojos oscuros como su madre, había heredado extrañamente el color de cabello rojizo, tan característico del norte.

Cuando el padre de la mancebía escuchó de los labios de Amina que quería marcharse de allí con la niña, montó en cólera: Ya que no has sabido conservar tus piernas cerradas, será lo único que harás a partir de ahora.
Entonces fijó sus ojos en el bebé y pensó para sí…curioso cabello, si al crecer se hace igual de hermosa que su madre, podré sacar buen dinero de ella.
pero estará bajo mi tutela, así como tú lo estuviste cuando tus padres te vendieron.

sannla

22/09/2009 15:24:27

Los primeros catorce años de la vida de Eleonora transcurrieron entre el bullicio de Dahshur y los olores almizclados del burdel donde vivía.
Cada mañana despertaba con el canto del gallo, justo cuando Amina terminaba exhausta su jornada de trabajo con los clientes.
La pequeña “Nora” (como la llamaba su madre cariñosamente) ayudaba en los quehaceres diarios del burdel: iba al bazar a por los recados, barría y fregaba los suelos, pelaba verduras y desplumaba gallinas en la cocina…y todas aquellas tareas las hacía esperando ansiosa el mejor momento del día. Al empezar a caer el sol, Amina despertaba para comenzar a prepararse, y Eleonora podía estar con su madre un par de horas.
Era en aquellos momentos, cuando Amina hablaba a su hija de lo bonita y necesaria que era la libertad, enseñándola a conseguirla del único modo que sabía transmitir: bailando.
Madre e hija pasaban las tardes repasando movimientos y pasos de baile, aprendiendo como hacer sonar los cascabeles de sus ropajes al son de la música, o cómo acompañarse danzando de una pandereta.

sannla

23/09/2009 11:23:27

Fue una de las mañanas en que Eleonora iba al bazar a recoger los encargos de la cocinera del burdel, cuando cambió su estable existencia.
Kasib, uno de los más prósperos mercaderes de Dahshur, se fijó en aquella chiquilla pelirroja que transitaba entre las cestas de especias: esa misma tarde, el dueño del burdel recibía una firme y sustanciosa oferta por ella.
Cuando Amina escuchó la noticia, imploró que su hija no fuese vendida, pero sus súplicas parecían caer en oídos sordos.
pero no manchéis la niñez de Nora ni la separéis de mi.
El hombre, lejos de conmoverse, planteó a Amina una solución intermedia: -Si lo consigues, la niña se quedará contigo. Si no, tal fecha como hoy en un año, será vendida.

sannla

24/09/2009 21:23:06

A pesar de que Amina pasaba de los brazos de un cliente a otro, el dueño del burdel decidió sacar, de un modo sutil, a Eleonora a “subasta”. Dejó de encomendarle los trabajos que pudiesen estropear su piel y sus manos, y la puso a servir las bebidas a los clientes que acudían a distraerse con los espectáculos de la mancebía.
así, transcurrido el año pactado, tendría más de una jugosa oferta para elegir.
Cuando Eleonora se dio cuenta conforme pasaban los días, que ya no iba a poder pasar las tardes con su madre, fue en busca del responsable a pedirle cuentas. ella y su madre se merecían estar juntas como antes y así se lo haría saber a aquél hombre tan cruel.
Mas cuando lo tuvo delante y sintió el chasquido del látigo en su brazo, comprendió que rechistar no iba a reportarle ninguna mejora.
empieza a portarte como una complaciente muchacha sureña y sé siempre atenta y sonriente con los clientes. Tu vida y la de tu madre dependen de eso.

sannla

27/09/2009 10:31:11

Los días en aquella nueva situación se hacían eternos e insostenibles para madre e hija.
Cada noche Eleonora debía ser atenta y complaciente con los borrachos que llegaban a ver los espectáculos. Manos ávidas y torsos sucios y sudados intentaban que la chiquilla se sentase en sus rodillas, o la agarraban de forma impropia mientras servía las jarras de licores.
Tuvo que aprender a sonreír por fuera mientras por dentro su ser se henchía de odio hacia el vil esclavista. Pero lo peor de aquello era, sin duda, que después de tan duras noches, al llegar al amanecer a la cama, su madre aun estaba con algún cliente.
Transcurrieron siete meses de aquél modo, hasta que una mañana…
Eleonora abrió con sumo cuidado los cortinajes de la alcoba de su madre. Amina no había dejado de toser en toda la noche, y llevaba varios días con náuseas intermitentes.
El esclavista la había aislado por mera precaución, para que no contagiase a las otras mujeres, pero cuando Eleonora pudo ver el estado en que se hallaba su madre, supo que la muerte era cuestión de poco tiempo. Su sedosa piel morena se estaba tornando levemente amarillenta, y cada vez que tosía, parecía resonar en su interior un enorme vacío cavernoso.
Los días no hicieron a Amina mejorar, la tos trajo expectoraciones sangrientas, y cuando el curandero la visitó, quedó bien claro que la mujer no pasaría de aquella semana. Tan gran sobreesfuerzo por sacar más y más dinero para superar la oferta de Kasib había mermado las fuerzas de Amina, contrayendo una grave enfermedad.
Así fue como Eleonora quedó huérfana antes de cumplir los quince.

sannla

28/09/2009 16:06:52

No podía soportar ni un minuto más. Cogió de la cocina un cuchillo, y escondiéndolo como pudo entre sus escasas ropas, se encaminó a la alcoba del esclavista.
Éste, que dormía profundamente tras una noche de vino y dados, ni siquiera oyó entrar a Eleonora. Sólo cuando sintió el filo helado del cuchillo en su pecho abrió los ojos en una mueca de terror y gritó dando la alarma.
No hubo pánico para la chiquilla, que con la mirada cegada por la rabia asestó aún cuatro puñaladas más al cuerpo, cada vez menos vivo, del hombre.
Pasos metálicos se escucharon por el pasillo. Los guardias del burdel habían oído gritar a su señor y poco tardarían en llegar.
Eleonora salió corriendo todo lo rápido que le permitieron sus piernas, pero manchada de sangre como iba, no pasaría desapercibida.
A las pocas horas, todo Dahshur sabía lo acontecido, y la guardia de la ciudad la buscaba por asesinato. La buscaron en cada una de las alcobas de las muchachas, por el bazar, en cada casa, comercio y establos. Pero a nadie se le ocurrió pensar que pudiese haber salido de las inmediaciones urbanas, pues fuera de Dahshur sólo había una cosa: desierto.

sannla

10/10/2009 12:00:05

La mayor de sus suertes la conoció Eleonora en el desierto.
Tras un día de vagar a ninguna parte, entre arena ardiente y un sol de justicia, su pequeño cuerpo comenzó a desfallecer.
Con los ojos entrecerrados por el desmayo y la arena, vio como se aproximaba desde la lejanía un gran convoy: caballos y camellos cargados de bultos y cestas, un par de carros que tiraban de sendas jaulas con un león y una pantera, media docena de caravanas adornadas con pinturas brillantes. A la cabeza, un hombre joven seguido de cuatro más, todos ellos vestidos con ropajes ligeros de viaje.
Nora se creyó presa de un sueño al ver acercarse todo aquél espectáculo. No pudiendo resistir el calor y la sed, se desmayó.

Notó algo húmedo en los labios que la hizo revivir. Al abrir los ojos vio una mujer joven recubierta de alhajas y tatuajes que le sostenía la cabeza. Justo a su lado, de pie, el hombre que presidia la comitiva la miraba con ojos escrutadores.
-¿Qué opinas Layla? –preguntó a la mujer.
- parece que no ha sido una chiquilla problemática. Tal vez una ladroncilla, quién sabe, aunque tiene el cuerpo bien trabajado para su edad.
Entonces dio de beber a Eleonora y le preguntó seguidamente: hacías acrobacias? bailabas?
Eleonora asintió con un tímido movimiento de cabeza.
El hombre volvió a escrutarla con sus negros ojos y sentenció: Layla, tú te encargarás de ella hasta que lleguemos a la próxima ciudad, si vale, se quedará con nosotros, sino la dejaremos allí.
La sureña acató las palabras y ayudó a incorporarse a Nora. Viendo que la adolescente poco entendía aun, le dijo susurrante: no temas a Faysal, yo sé que vales, aquí tendrás tu nueva familia.