renacido

08/12/2009 20:45:10

Jart Welten nunca faltaba a su palabra.

En silencio y malhumorado salía de aquella oscura sucia y maloliente tienda en la que un mago calimshita se reía aún de él. Empezó a recordar las últimas horas de aquella jornada de trabajo desastrosa.

En aquella misma tienda el mago le había dado una bolsa para que la trajese llena de nudillos de esqueleto. No había ido muy mal su tarea de recolección hasta que un maldito necrófago le causó una herida en el cuello, una maldita herida infectada que lo había debilitado. Había salido de la torre de khanduq a trompicones justo después de vomitar mientras colocaba una trampa y que una súcubo lo fuese persiguiendo por los pasillos. Al menos, había salido con vida.

Atravesó la mitad de la ciudad a tumbos, oculto bajo la capa en el seno de la noche, desorientado y rezando a todas las divinidades por su ayuda, cualquiera podría haberlo matado para robarle sus botas en aquellas ciudad sin compasión. Tras unos minutos que parecían rozar la eternidad consiguió entrar en la casa de la Mesura. Sabía que el clérigo lo ayudaría, y sí, lo hizo, claro que lo hizo tras quedarse con su mejor anillo y todo el dinero que tenía encima, sumaba todo un importe cercano a lo que cobraría con el trabajo del mago.

Y aquí llegaba lo bueno, la tienda del maldito mago. La bolsa había estado colgada en su cinto todo el día, a la salida del templo aún estaba allí, notaba su peso y su volumen abultado y de pronto desapareció. Justo cuando cruzó el umbral de la puerta aquella bolsa que pendía de su cinto se había esfumado. Evidentemente el mago decía que no sabía nada del tema, pero que si no tenía los nudillos no le pagaría, empezó a reirse de él, a increparlo. Jart no era tonto, estaba en la tienda de un mago y el mago se encontraba a una distancia prudencial, suficiente como para conjurar cualquier cosa que lo mandase a los infiernos.

Se giró y se encaminó hacia la puerta pensando en que ese mago cobraría por su engaño, su vida sería un buen precio.

Jart Welten nunca faltaba a su palabra.

renacido

09/12/2009 23:13:08

¡Conseguido! Después de dar vueltas de taberna en taberna, la solución había llegado del oasis, una conversación con mal pie había terminado con la respuesta que buscaba: un objeto del asesino. Así que eso era todo, la cosa era simple, el asesinado no debía reconocerlo y el asesino no debía dejar nada personal... para lo cual el fuego y el ácido eran amigos incondicionales y encontrarlos no era complicado.

Después de todo no hacía falta ningún adivino, aquella mujer versada en la magia le había respondido. Las cosas se volvían más simples.

renacido

11/12/2009 18:41:47

Aire y arena. Esfumado.

Tras el desconcertante festejo de nomuertos del oasis y de los gritos de la calavera de encontrar al mago, Isabella se había obcecado con la historia de Jart. Habían atravesado los callejones de Khanduq dando vueltas y más vueltas hasta que al final Jart reconoció la muesca que habia dejado en el marco de la puerta de la tienducha. La puerta estaba desvencijada, así que pudo entrar en sigilo con el arma en la mano.

La habitación apestaba a moho y a viejo, por las diversas grietas de la casa se había colado viento del desierto arrastrando piedras desmenuzadas en mil pedazos.

Ni rastro del mago, ni rastro de magia. Nada.

Aquello era un grave inconveniente para sus planes.