Vanzone

19/12/2009 04:53:51

Capítulo 1 – Rescate Improvisto.

El buitre se cernía sobre el acantilado, con su mirada fija y postrada en única y exclusivamente de la presa, como aquel trofeo que justamente está pensando y dispuesto a apoderarse, de manera desafortunada, cómo si se tratase de un cara o sello de una moneda lanzada al aire de Tymora, las cosas pueden tomar un giro en diferentes direcciones y tensionarlas de improvisto, en este caso, la suerte no acompaño a este animal carroñero de la depresión emergente en la caliente y tórrida duna, un fallo en su descenso provocó la desestabilización y descontrol, golpeándose contra una roca, mientras la caravana esclavista se desplazaba recién por la trayectoria.

El conductor sugirió detenerse, los sollozos y lamentos emergían aún de los vitrales laminados y forrados de manera que no se pudiera oír ni levantar sospecha que pudiese poner en peligro la “mercancía”, dudando de qué pudiera afectar la integridad, alarmado e impaciente el bandido contrabandista que lideraba la caravana manifestó su desacuerdo con la desidia y parsimonia del conductor del primer vehículo de explicar que estaba ocurriendo…

- Pero qué diantres, ¡Pedazo de mequetrefe! ¡No te pago para hacer paradas repentinas, te pago para que nos lleves al destino indicado de la entrega! – Esbozó titubeante, tal líder frágil y indeciso, dichoso y moralmente egocéntrico-

- No hay razones de que formar un alboroto, mi señor, las tormentosas colmeneadas de aire caliente y arena deslizándose por la duna han hecho ceder a ese carroñero intrépido que usted contempla ahí sangrante frente a la roca – Replico explícito el carruajero, sin nada de prisas y con un tono de voz muy por debajo, deleitándose de la agonía final del animal que aleteaba con sus últimas fuerzas –

- Viejo inútil y inepto, ¡No necesito que me digas que hacer!, ¡Haz que esta cosa se ponga en marcha ahora mismo! – Entre un ataque de histeria el contrabandista pateó con todas sus fuerzas al cadáver del animal que terminó exhumándole naturalmente los órganos por el canal de la boca, revelándose tripas y hígados sobresalientes-

Pero mucho antes de que pudiera, no muy estrepitosamente, sino más bien arrancar desaforado y frenético el convoy experimentó una inusual medida que dejó atónito a todo pasajero que estuviera involucrado o dentro de este, el viento en ese instante sopló más fuerte, no muy seguro de lo que estaba ocurriendo, puesto que su panza rugía en ese momento, auténtico manifiesto de holgazanería, el conductor alzó por primera vez sus asequibles y dormitantes ojos sobre las la arena, que había ya cubierto todo su alborotado cabello grasoso y descuidado, lo último que contempló antes de ver esa tromba emergente de el horizonte espeso torbellinesco, fue oír cómo se desquebrajaba la madera del mecanismo de acción de la parte delantera del vagón, donde se encontraba atolondrando, en cuestiones de microsegundos, se dibujó una figura con ímpetu y decisión, increíble, pero cierto.

Era un gnomo, de piel tosca y con sobre exposición a altas concentraciones o reacción tóxica, puesto que su piel se contraía para dejar mostrar unas rosetas de color carne, probablemente, por encima, se notaba que se trataba de un acto hostil, aunque quién sabe…

La tensión creció, y no mucho tiempo transcurrido, un charco de sangre, y en alarmantes cantidades, barrió por completo la arena adyacente del primer vagón desquebrajado, los contrabandista inmediatamente se ensañaron con el responsable de esas trombas fulminantes, el gnomo, quién les roció de algún tipo de ácido que acabo por comerse todo su tejido y piel, en ese momento se escucharon los gritos de su última puesta en pie, al igual que cuando una hiena divertida y excitada por juguetear con su presa, chilla de la emoción, por el contrario, esto era una expresión de inmenso dolor y sumisión completa a la muerte inevitable.

Entonces retiró sus gafas de color pardo de sus ojos en forma de felino, se trataba de un ermitaño de la alquimia que tendría una mala racha y un serio problema de alteración en su estructura física aparente, apresurado y entre un murmullo sus manos brillaron seguido de que el cerrojo del segundo vagón se separaba del mango de la cerradura, y agradecidos numerosos elfos le mostraron su inmensa gratitud, entre ellos, una pareja se encontraba fielmente resguardando un manto que preveía calor a un bulto, sí, un bebé, era lamentable que pudiese generarse condiciones de esclavitud y más cuando una criatura depende de la formación de los sujetos que en este caso hasta hace poco se encontraba en este estado.

Conmovido, el gnomo fijó y mostró sus sentimientos de alegría y nostalgia al ver tal escena, lastimosamente, la felicidad no dura por siempre y como si se tratase de un silbido, una estructura de hierro medio oxidado penetró en la cabeza del padre del bebito, alborotadamente, los ahora fugitivos y antaño esclavos huyeron despavoridos por lo que implicaba un segundo ataque repentino a manos de otro grupo de refuerzos de los contrabandistas, la madre con el ser aún aferrada a él, proporcionándole el calor de su pecho, no podía contenerlo, era demasiado, entró en inmediato estado de shock, y otra flecha impactó contra su cuello..

El alquimista errante se aproximó a la escena y conjuró una especie de escudo protector, que hizo ajenos aquellos disparos, desviándolos de su blanco, tomo con cuidado el manto que arropaba al bebé y corrió por la depresión, ocultándose entre unas barrocas chozas que significaban el alzamiento de las murallas de piedra maciza de Calimport, resguardado por un mecanismo anti-magia y unos inamovibles guardias de la Élite Calishita, a la entrada de la compleja y bulliciosa ciudad, el alquimista colgó de un gancho la manta junto con el bebe a su cinturón y lo envolvió con su larga y dura capa, casi semejante a un tronco de roble común y primitivo.

Valido de la excusa de una prominente gordura, se dejó colar por los senderos de la activa Calimport, en dirección a los barrios bajos, el Khanduq…