sannla

13/01/2010 18:41:41

Anochecía en Lointain: el viento helado mecía las copas de los árboles frutales y los campesinos recogieron sus atillos para volver al marquesado.
Luces a través de las ventanas, fuego en las chimeneas de las casas y familias sentándose a la mesa.

Se escuchó a lo lejos el aullido de un lobo, y el joven Gilles, apoyado sobre la baranda pétrea del balcón de palacio, despertó de sus ensoñaciones al oler los ricos asados que se estaban sirviendo en el comedor.
Dedicó una mirada más al horizonte, sólo una más, fijándose en el portentoso monasterio que se alzaba colina arriba, cercano al límite entre Lointain y Sheol. Agudizó sus oídos intentado escuchar los cánticos de las novicias, pero no oyó nada.
-no dejes enfríar el jabalí.
Gilles tomó asiento, pero su cabeza aun se encontaba lejos que aquellas viandas. Mordío un primer bocado de aquella carne roja y especiada cuando...
Las puertas del comedor se abrieron en un estruendo: las novicias, miseñor, alguien ha...

sannla

14/01/2010 17:53:26

La comitiva encabezada por el hijo del marqués cabalgó hasta las mismas puertas del monasterio.
El edificio azulado se encontraba sumido en el más absoluto silencio, el cual sólo fue perturbado por las pisadas de los corceles sobre el pavimento.
La madre abadesa, con el rostro desencajado y las manos aun temblorosas salió a recibir al joven Gilles.
- oh, miseñor, qué terrible suceso...- y su mirada se dirigió al suelo empedrado, como queriendo escapar de aquella conversación.
- ¿cuántas han sido, madre? ¿están todas vivas?- espetó el joven sin ningún tipo de cortesía palaciega.
La anciana asintió y volvió a bajar la mirada: vivas, sí, lo están pero...miseñor, sus cuerpos...

sannla

16/01/2010 21:46:46

La madre abadesa que gobernaba el monasterio de Lontain rozaba los ochenta años. De cabellos absolutamente blancos y tez amarillenta, nada en ella recordaba a la joven y peliroja Geneviève que había ingresado en clausura tantos años atrás.
Como muchas de las novicias, la actual madre abadesa provenía de familia acomodada. Era costumbre que las novicias fuesen de estirpe nobiliaria o pertenecieran a familias de comerciantes o artesanos influyentes.
Su primo, el actual marqués de Lontain, fue quien la nombró abadesa al fallecer su antecesora en el puesto. Desde aquél momento, Geneviève, consciente de su poder y responsabilidad, había gobernado con mano férrea el monasterio, manteniendo virtuosas a cadauna de las muchachas entrantes, y encargándose de su educación y formación espiritual.
La vida allí fue siempre acomodada, ya que cada novicia aportaba una dote considerable al entrar en la hermandad. Los vastos terrenos que circundaban el monasterio, donados en gran parte por el propio marqués, las abastecían de cualquier producto, proporcionándoles abundantes excedentes con los que comerciar.

Pero aquella noche, al descubrirse lo que había acontecido en el monasterio, oculto a sus escrutadores ojos durante más de un año, Geneviève flaqueó por vez primera cuando el joven Gilles acudió en persona a pedir explicaciones.

sannla

18/01/2010 11:17:30

Karine de Lointain salió del marquesado siendo una adolescente problemática.
Desde sus primeros juegos eligió las espadas y las peleas, sin sentir un mínimo interés por hacer bordados o jugar con muñecas. Su madre, maestra de la escuela del marquesado, se desesperaba cada vez que volvía hecha un andrajo y llena de heridas.
-eres como un torbellino, pareces...pareces la versión juvenil de la diosa de la destrucción!
Karine se reía ante las tonterías que su madre espetaba desesperada, metiéndose en nuevas peleas cada día sin importarle nada más que la satisfacción que sentía al verse vencedora del resto de chiquillos del marquesado.
Sólo una personita ataba a Karine a su lado tierno y responsable, su sobrina recién nacida, la indefensa Gabrielle.
-Y cuando sea más fuerte aún, nada te va a pasar. Y sonreía con aquella boca desdentada propia de una chiquilla de siete años.

Tiempo después, en una mañana nublada de primavera, llegó al marquesado un aventurero buscando reposo. Las historias que contaba en la posada, atrayeron enseguida a los hombres con ansias de fortuna y a Karine, que con dieciseis años tuvo claro que aquello sería su nueva vida.
Un par de meses después, cuando el aventurero partió en busca de nuevas hazañas, la madre de Karine encontró una nota de despedida sobre su almohada.
Necesito marcharme y vivir en mi piel esas batallas, madre. No mandeis a buscarme, yo os haré saber que estoy bien a través de cartas. Sólo dos cosas os ruego: no me guardeis rencor, pues mi estima por la familia no es menor al marcharme; y tened especial cuidado de Gabrielle.