H_a_p_l_o

21/01/2010 01:35:46

- No Dhavros, aún no, debo ajustarla correctamente o te estorbará en vez de defenderte.

Empezaba a impacientarme mientras Revant, mi padre adoptivo, terminaba de ajustar las piezas de la armadura. Pero debía reconocer que aquel monton de piezas de acero me dejaban más libertad de la que había esperado. Se notaba que el herrero local, un viejo amigo de Revant, la habia adaptado cuidadosamente a su dueño.

- Bien, creo que con esto bastará. Vamos coge tu dichosa hacha y comprueba que tal te mueves.

Cogí el hacha sin hacer mucho caso del sarcasmo y me dispuse a efectuar unos movimientos de prueba. Levante el hacha y realizé un movimiento de corte lateral. Un poco lento, pero menos de lo que esperaba... Comparado con mi jubon de cuero aquello era mucho más agobiante. Revant me había explicado que debía moverme aprovechando los propios caminos que marcaba la armadura, no debía forzarla sinó adaptarme a ella.

Durante una hora continué dando tajos arriba y abajo intentando comprender como aprovechar aquel trozo de metal que me habían colocado encima. Poco a poco notaba como los golpes eran más precisos y aunque cansado debía reconocer que no era tan malo como pensaba.

Al cabo de una semana me había acostumbrado al peso y podía medirme con cualquier recluta de la guarnición. Cuando aún vivía en el poblado siempre me habían considerado un tipo grande y fuerte pero un poco torpe, así que el hecho de llevar aquella armadura tampoco es que restase demasiada a mis movimientos y a cambio me protegía bastante bien. En fin, tendré que darle la razón al viejo... me lo va a estar recordando un mes.

Despues de todo llevo ya 10 años viendo en su casa desde que me encontraran medio muerto en la jungla y algún gusto tendré que darle. Lo de la armadura no está tan mal al fin y al cabo pero eso de entrar en la guardia de Puerto Nyranzaru. Eso es pedirme demasiado.

H_a_p_l_o

21/01/2010 02:22:15

- ¿Estás seguro Dhavros?

- Si padre, sabeis que no dejaría pasar esa oportunidad solo por capricho.

El hombre mayor asintio con cierto pesar pero no parecía haber reproche en su gesto. Se acerco a su hijo y le puso una mano en el hombro. Y no fue un gesto descuidado pues el joven le sacaba más de una cabeza.

- Esta bien hijo mío, te conozco y sé que tu naturaleza no se sentiría a gusto si aceptase ese puesto. Es solo que a un padre le gusta pensar que sus hijos tienen un buen futuro y tu sabes que para mi eres como mi propio hijo.

El joven bajó un poco la mirada y habló con cierto pesar.

- Lo sé padre y yo siento lo mismo, pero ese barco no me llevaría a buen puerto. Sé que vuestro viejo compañero de armas, el capitán Jarif me aceptaría de buen grado en sus filas. Pero vos sabeis tan bién como yo que no sirvo para la vida militar. No me importa ayudarles cuando es menester pero la disciplina militar es demasiado estrecha para mi corazón.

- Si hijo mío, es solo que ya no me queda mucho y cuando los viejos sentimos que llega el termino de nuestro viaje tendemos a entrometernos en las travesías de otros.

El anciano volvio lentamente a su silla y miró fijamente a su hijo entre orgulloso y melancólico. Al final se palmeó la pierna y se dirigio al joven con repentina energía:

- Está bien Dhavros. Te he enseñado lo mejor que he podido y has sido un buen alumno. Aprendiste a leer y escribir a pesar de que no te gustaba la idea y dejaste que este viejo te enseñase a luchar como hubiera entrenado al vástago que nunca tuvo. Y aunque sigues teniendo ese estilo tan peculiar tuyo - el anciano sonrio - que hace que te olvides con frecuencia de la técnica, defenderé ante cualquiera que tu arrojo y valentía en la lucha lo compensa sobradamente. Así que ahora me ha llegado el momento a mi de confiar en el hombre que se ha criado bajo mis ojos y dejaré que decidas libremente tu camino.

El anciano paró un momento a tomar aliento. No era tan viejo como aparentaba pero como en tantos otros soldados los años de luchas habían dejado su huella. Y Khult como pocos lugares da tantas oportunidades diarias de demostrar que la vida puede ser muy peligrosa.

- Sé que tu corazón siente el deseo de conocer mundo y ver con tus ojos las maravillas que te han relatado tus amigos marinos. No intentaré detenerte pues mi propio corazón sintió eso mismo hace ya muchos años y nunca lo he olvidado del todo. Pero vayas donde vayas no olvides nunca de donde vienes, mantén tus pies en el suelo y actúa con honor.

El joven miró al anciano con ojos brillantes y asintió sin decir palabra. Luego se llevo el puño al corazón y selló así su promesa.