ArkasLynvail

03/02/2010 14:16:55

//Recopilación de la historia paralela que sucedió a la quest "Perturbaciones en el plano de la Fuga" , aquí ordenados por capítulos y no por descubrimientos en el servidor como está en la sección de Rol.


[color=red:08b6b46555][size=23:08b6b46555]Preludio


En aquel lugar de negrura, muerte y destrucción su figura resaltaba como una primera pincelada.
De belleza esquisita e inhumana, la mujer andaba con sutileza y un rostro firme entre el amasijo de carne, la vegetación monstruosa de un lugar que estaba hecho casi íntegramente de energía negativa.
Este hecho era solo por una razón, la energía negativa era el mejor medio para los no muertos y es que allí, en ese rincón del abismo vivía el Lord de estas criaturas.
La mujer avanzó por las profundidades de la capa 113 del abismo, ante la mirada de los Balors, liches, vampiros o simples zombis que se encontraban con su camino.
Ella no se molestó en mirarlos, pero si lo hubiera hecho habría podido vislumbrar el rostro de aquellas pobres inmunidicias, presas de pánico con solo verla.
Un Glabrezu observó desde una distancia prudencial a la mujer y solo pudo pensar si los zombis la veían tal y como la veía él o si la veían de otra forma, sin duda mucho más siniestra.

La mujer avanzó su camino internandose en el enorme palacio de Thanatos y situandose delante del Lord de aquellas tierras el príncipe de los demonios y creador de la nigromancia, Orcus.

Aquel demonio sabía quien era, su rostro no reflejaba el miedo de sus predecesores, pero si una inquietud de no saber por qué alguien de su importancia se presentaba en su plano y sin ser avisado.

- Te presentas en mis dominios sin ningún aviso más te vale ... - Dijo Orcus con su oscura voz, para ser cortado por el tono hipnótico de la dama.
- Antes de que sueltes tus vanas amenazas tengo algo que contarte, algo que puede beneficiarnos a ambos - El demonio se removió en el asiento, y acarició la cabeza de su cetro adornada por la cabeza descompuesta de un paladín que él mismo mató.
- ¿Qué es eso que dices que puedes ofrecerme Shar? - Replicó, nombrando a la diosa por su nombre real, los demonios que estaban en aquella sala la miraron asombrados y entendieron.
[i:08b6b46555]- He venido por que tengo la capacidad de lograr dos objetos que podrían darnos mucho poder, si los usamos como es debido.
- ¿Si podrías conseguirlos por qué acudes a mi?.
- Por que puedo conseguirlos, pero si descubren mi relación con su futuro robo podría suponerme un problema, vosotros los demonios sois ajenos a los problemas de las capas celestiales, incluso tú que tienes parte de divinidad.[/i:08b6b46555]
- ¿Pretendes usarme para entretener a tus enemigos mientras tu te haces con esos objetos tan poderosos de los que hablas? - Dijo Orcus mostrando su perplejidad.
- Asi es - Dijo ella con seriedad.
- ¿Crees que soy estúpido? - Y se incorporó para hacerse sentir más amenazador.
Los dioses y sus enviados estarán suficientemente entretenidos espiandose entre ellos para serte una amenaza real, además, aquel quien más problemas te supone se verá terriblemente debilitado.
- ¿De quién se trata? - Dijo mientras se volvía a sentar y a acaricia la cabeza de su cetro.
- De Kélemvor, aquel que corta tus avances hacia las almas recién muertas, aquel que lucha con firmeza contra lo que tú creaste. - El demonio se acarició la barbilla mientras la observaba pensativo.
- ¿Y cómo pretendes debilitarlo?.
Sus adoradores poco a poco irán cayendo por mis asesinos y él poco podrá hacer, cuando le robamos esos objetos los mismos dioses querrán saber por qué permitió que pasara.
- ¿Y cómo sabes tanto y lo que podrá pasar? - Dijo y entonces la diosa le mostró un objeto, una calavera de seis astas.
- Por esto, él me lo ha contado - Sonrió y miró la calavera.
Apenas tiene poder, no es una leve sombra, muchos de mis súbditos son más poderosos que ella.
- Así es, pero mantiene parte de su esencia y conocimiento. Dos cosas muy valiosas para mi y para ti - concluyó con una pausa - Según él mismo, escribió un tomo, en el que transcribió su magia oscura y nigromántica, este tomo sigue existiendo en un lugar que conozco.
- ¿Y cómo sabes que sigue existiendo o que no miente? - Dijo el balor.
- Soy una diosa, no tiene poder ni formas para engañarme. El tomo existe por que no fue destruido, Yergal prefería mantener aunque aislado el basto conocimiento de Myrkull sobre la muerte y Kélemvor no se atrevió a destruirlo, prefirió guardarlo y poder usarlo para combatir esta misma magia.
- ¿Y para qué quieres tú ese libro? - Dijo Orcus, pues bien sabía que ese tomo le podría ser a él mucho más útil que a ella.
- ¿Quién no iba a querer la inmortalidad? ¿el poder revivir a un dios?tú mismo la buscaste y algunos dicen que la lograste.
- ¿Y en qué parte entro yo? está claro que no mandaré a mis esbirros por nada.
- ¿La muerte de Kélemvor y su trono en el plano de la fuga y sobre la muerte no es suficiente aliciente? - Dijo ella con una exageración que rompía con la hasta ahora seriedad de su rostro.

El balor miró a la diosa y sopesó la oferta, le prometía muchas ventajas, aunque no se fiaba de ella. Investigaría por su cuenta y cómo no esperaría el momento para traicionarla y poder alzarse él con el tomo y con su trono en la ciudad de los muertos.

Ambos sellaron el pacto y la diosa salió del plano con una leve sonrisa en el rostro, los demonios aunque dioses y poderosos siempre eran muy previsibles, no dudaba de que el demonio la ayudaría.
Solo con la posibilidad de que sus esbirros pudieran ir con facilidad al plano material a través de las sombras ya era un lujo por el que muchos otros príncipes habrían pagado, pero los demonios eran avariciosos, sabía que nada que le ofreciera saciaría su ambición y siempre iría a por más, por tanto, buscaría traicionarla en un momento determinado.

Pero ella estaba preparada.

ArkasLynvail

03/02/2010 14:17:32

[color=green:f1851f666e][size=23:f1851f666e]Capítulo 1: Visiones


La mujer se levantó de su cama con un fuerte grito, bañada en su propio sudor. La visión como muchas otras que había tenido desde que fuera sacerdotisa había sido terrible y no acababa de acostumbrarse.
Se vistió con una túnica de fina seda, vivía rodeada de lujos pero aquel estilo de vida no era una novedad en ella, pues había sido una princesa desde el dia en que nació.
Salió de su habitación y rápidamente dos sirvientas se acercaron para agasajarla y ofrecerla sus servicios y mostrar su preocupación.
Ella las echó con una furiosa mirada y siguió bajando hasta dar con los aposentos del archimago del templo.

- Vamos levántate - Dijo con una voz cortante.

Gharaum se levantó sobresaltado y observó la imagen de la sacerdotisa que estaba de pie delante de él, ella pocas veces había mostrado en su rostro la preocupación incluso cuando su padre hubo muerto y el nombre de su familia se convirtió en sinonimo de muerte y traición al nuevo imperio.
Se incorporó lentamente, intentando no perder el orgullo y la compostura y observó después a la sacerdotisa.

- ¿Qué necesitais de mi señora?
- El tiempo apremia, mi diosa, nuestra diosa se me ha presentado en sueños con una misión de suma importancia que cambia todos nuestros planes.
- ¿De qué se trata? - Dijo él sorprendido y perdiendo el enfado inicial.
- Te lo contaré en el camino, ahora necesito que abras un portal hacia Anauroch, por el plano de la sombra. Haz los preparativos para el viaje será hoy mismo.
- Claro señora... ¿qué esperais encontrar allí?.
- A los umbras, iré a avisar a Dhaila tú haz tu tarea tienes cuatro horas - Dijo y sin más se marchó de la habitación.

La mujer se encaminó por los pasillos del templo de la Noche Antigua, aquel lugar era la capital de su religión, del servilismo a la diosa de la oscuridad.
Ella había pasado su fe hacía muchos años, pero siempre lo hizo por capricho y por interés. Desde la muerte de Shara (con la que nunca se había llevado bien) se convirtió practicamente en obligación, la cual se completó cuando quedó desterrada de la superficie y de la luz del sol.
En la puerta del templo estaba Dhiala, su leal sirviente. Aquel hábito blanco la hacía destacar rodeada de oscuridad, era la única que lo llevaba en todo el templo y su rostro además parecía hecho del mismo material que la tela que la cubría.

- Dama Dia'lasst, ¿puedo hacer algo por vos? - Dijo Dhiala refiriendose al nuevo sobrenombre que la habían otorgado en su ascensión a Suma Sacerdotisa de Shar.
[i:f1851f666e]- Requeriré estos dias de tus siempre excelentes servicios Dhiala, ¿sabes algo de ese grupo de sectarios asesinos?.
- ¿Los que dicen servir a Bhaal?[/i:f1851f666e] - La contestó recordando a la peculiar banda del Muzhad.
[i:f1851f666e]- Así es, ¿cómo se llamaba su lider?
- Hoord Jars.
- Bien, quiero una cita con él, debe ser hoy mismo no tenemos más que unas horas.
- Justamente iba a hablar con él esta semana, con un poco de suerte estarán en su lugar habitual.[/i:f1851f666e]
- Perfecto, en ese caso ve a por un par de magos iremos a buscarlos.

Una vez se prepararon, el grupo de Sharitas se encaminó sigilosamente por las calles del Muzhad. A través del plano de las sombras nadie que ellos no conocieran les percibirían, así en pocos minutos se plantaron en la puerta de la casa que servía de sede para la banda.
El mago observó ciertas protecciones rudimentarias que no serían activadas en su viaje sombrío, así que transpasaron la puerta y se plantaron ante el atónito grupo de mercenarios.

- Saludos mercenarios. - Dijo Lady Dia'lasst mientras su cuerpo se corporeizaba.
- ¿Quienes sois vosotros? - Dijo mientras desenfundaba una daga de su vaina, al igual que sus acompañantes.
- Ya habeis tenido tratos anteriormente con nosotros, ahora volverá a ser igual, tenemos una recompensa muy generosa con vosotros si lo haceis bien.
- ¿De qué se trata? - contestó Hood intentando no achantarse ante la superioridad mágica del grupo.
- Es una tarea divina, mi diosa sabe cómo devolver a la vida a vuestro dios, pero requiere de sus sirvientes originales.
- ¿Nos intentas tomar por estúpidos? - Dijo el lider, mucho más escéptico que sus compañeros de fechorías que parecían haber entrado al engaño de la sacerdotisa.
- No, no lo hago Hood. Y puedo demostrarte que poseo un objeto que será el inicio de la vuelta de Bhaal - tras esto hizo una señal con la cabeza y dos magos trajeron a un pordiosero de la calle. El grupo de asesinos observó cómo la maga de hábito blanco sacaba una máscara de hueso y la ponía en el rostro del mendigo.

Una siniestra risa cortó el aire de la habitación, la máscara reía como un loco mientras sus astas crecían hasta medir 40 centímetros cada una, el escualido mendigo parecía tener energías renovadas.
[color=violet:f1851f666e]- ¡Vivo, estoy vivo tras tanto tiempo! - Gritaba de júbilo el heraldo astado.
- Así es, nosotros te hemos permitido estarlo, ya no poseerás más criaturas inmundas en un patético intento por sobrevivir Myrkull, o lo que queda de él. Tu futuro te espera grandes acontecimientos, tu venida significará un cambio, una vuelta a la época anterior a la edad de los trastornos.
[color=violet:f1851f666e]- ¿Y a quién representais vosotros mortales? - dijo mientras sus cuencas se fijaban en cada uno de los presentes. Los Bhaalitas estaban apabullados por la visión de la corona de Myrkull.
Ellos ya han visto lo que necesitaban y tú por ahora también. Tras esto hizo un gesto a Dhiala que sacó una bolsa arcana y la lanzó sobre la máscara, en ese instante la presencia pareció desaparecer súbitamente.
Dialasst cogió la bolsa y la cerró con firmeza, después miró al grupo de humanos que estaba tirado en el suelo y sonrió.

- Como veis, era algo que no podía demostrar sin hechos. Si me ayudais, reviviremos a Myrkull y con su poder podremos resucitar a vuestro dios, Bhaal y muchos otros. Tendremos un poder superior a los mortales, representaremos el cambio - Dijo con firmeza, sin creerse practicamente nada de lo que decía.
El grupo de asesinos asintió sin saber muy bien que decir, Hood se incorporó.
[i:f1851f666e]- ¿Y qué debemos hacer?
- Hay dos cosas que teneis que hacer. La primera, debeis encargaros de cualquier sacerdote que represente a Kélemvor o pueda tener poderes divinos directamente de él y la segunda es encontrar un tomo de tapas gruesas y oscuras, con una calavera de Myrkull rasgada en su portada.[/i:f1851f666e]
- Bien...¿el tomo por dónde podremos empezar a buscarlo? - replicó, pero en ese momento las figuras se volvieron a tornar sombrías y les dejaron en la soledad de su habitación, con miles de dudas que asolar en su cabeza.

- Ya está... - Dijo y dió un prolongado suspiro a la vez que miraba a su sierva. Sentía atracción sobre aquella otra mujer y ella lo sabía, pero no debía liberarse a los sentimientos y menos ahora que era una Gran Sacerdotisa y tenia una tarea de suma importancia para su diosa.
- ¿Iremos a Anauroch? - Contestó su sierva.
[i:f1851f666e]- Yo sí, pero tú no. Tu tienes que hacer cosas para mi aquí.
- ¿De qué se trata?
- Debes elegir un heraldo astado, es una decisión dificil, debe ser alguien solitario y poderoso, pero que sea fácil de atraer por el poder de la máscara. Entrégasela en un frasco, transformada en líquido no atraerá las miradas de curiosos ni de sus antiguos dueños.
- Creo que tengo al candidato apropiado, hay una persona que nos debe un favor aún.
- Bien, confío en tu juicio. Recuerda ponerle un rastreador, así podremos saber dónde está para recuperarla.
- ¿Y por qué no mantener la corona en nuestro poder? sería más seguro para nosotros.
- La diosa lo quiere así, no me ha dicho por qué pero sospecho que es para su propia protección cree que habrá una investigación cuando se descubra.[/i:f1851f666e]
- Se hará como me habeis pedido.

Lady Dia'lasst asintió y observó una última vez a su sierva, la dió un prolongado beso y se teleportó hasta el salón del archimago.
Tenía una ardua tarea delante, visitar la ciudad Umbra y convencer a su archimago de que tenía que ayudarla, alguien que con solo pensarlo podría acabar con ella tendría que obligarlo a servirla durante un tiempo.
La idea la hizo helar su sangre más que el tacto con el piel de Dhiala.


Cientos de metros hacia arriba, en la superficie, acechado por el intenso sol que siempre golpeaba a los habitantes de Calimport andaba pesadamente el guerrero del norte Bulbaiff, desconocedor de que alguien en las sombras seguía sus pasos, desconocedor de que pronto su vida cambiaría de golpe.

ArkasLynvail

03/02/2010 14:18:07

[color=darkred:153516af08][size=23:153516af08]Capítulo II: El ataque



- Vamos vamos no os retraseis - Dijo el hombre de túnica grisácea, que lo cubría completamente.
Frente a él una fila de cientos de fantasmas pasaban delante de él a un ritmo rápido, con una precisión implacable.
Pese a ser fantasmas cualquiera se habría asombrado y maravillado del espectáculo y precisión que tenían los sacerdotes guíando a los fantasmas por el espacio del plano y metiéndolos en la ciudadela.

Uno de los fantasmas se separó de la fila y se alejó varios metros, parecía perdido y confuso.

- ¡Eh tú!, ¡vuelve a la fila! - Dijo el sacerdote de Kélemvor, que lo siguió mientras acercaba su mano al símbolo de su dios - Vamos tienes que volver a la fila para reunirte con tu dios.

El sacerdote le puso la mano en el hombro del fantasma y empezó la letanía para obligarlo a obedecer.
Entonces el fantasma se giró y el sacerdote vió como las pupilas de sus ojos eran de un color rojizo y a su alrededor había una penumbra.

- Almas....alimento.... - Sonrió y su rostro se desencajó, su forma se contorsionó desactivando la magia que lo envolvía y cubría su verdadera forma.
Del ser aún en transformación salieron dos enormes pinzas que cortaron en dos al sacerdote de Kélemvor.
El silencio reinó durante unos instantes solo cortado por la voz de otros sacerdotes que estaban cerca.

- ¡Tanar'ri! ¡corred ponerlos tras el muro! - Dijo uno de los sacerdotes mientras empuñaba una maza de armas imbuida especialmente contra estas criaturas.

La fila de fantasmas aceleró a su paso para cobijarse por los muros de la ciudad del plano de la fuga, mientras los sacerdotes de Kélemvor controlaban el Tanari que había aparecido en el plano.
Pero entonces un zumbido enorme sacó a toda la ciudadela de su quehacer, seguido por varios truenos y una sombra que se acercaba en la lejanía de la ciudad.

Un ejército de demonios y muertos vivientes por igual se acercó a la ciudad, no había orden alguno en aquel ataque, pero su número era inmenso.
Un grupo de un centenar de sacerdotes de Kelemvor y Yergal se colocaron en la muralla y empezaron a rezar y activar sus conjuros arcanos.
Cuando la nube de demonios se acercó a la ciudad se estrelló contra un muro invisible que la rodeaba y la protegía.

- ¡Avisad al castillo! ¡son demasiados! ¡Y la muralla no aguantará demasiado! - Dijo el veterano sacerdote de Kélemvor, el joven miró horrorizado al otro lado de la muralla invisible viendo el rostro de las abominables criaturas que arañaban, golpeaban y mordían el muro invisible.

Pasaron largos minutos y entonces se abrió una brecha en la muralla, los demonios entraron en masa por la abertura pero se enfrentaron a la valentía y el poder de los sacerdotes.
Las sacudidas mágicas hicieron retumbar todos los edificios y muros de la ciudad.
El poder de los sacerdotes consumía a los demonios en una proporción de cien a uno, pero incluso tan cerca de su dios su poder no era infinito y pronto se le acabarían los conjuros. En cambio el número de demoníacos no parecía descender, sino incluso aumentar

Hergyal el sacerdote de Kélemvor golpeó el cráneo del malherido Glabrezu con su maza hasta que sintió que éste estallaba y se convertía en meras cenizas.
Observó a su alrededor y observó la catástrofe demoníaca, pero él no podía permitir que pasaran a la ciudad y devoraran las almas de su interior.
Justo entonces su compañero Jerdeed murió por los golpes del látigo de un enorme Balor.

- Maldita bestia, me encargaré de destruirte personalmente. Hergyal no olvides este nombre - Entonó la canción de su dios y su arma empezó a brillar con un tono azulado.

El Balor rugió y lanzó su enorme espadón contra su cuerpo, pero en lugar de partirlo en dos se estrelló contras las protecciones mágicas del sacerdote.
Hergyal impactó la maza en la rodilla del balor y escuchó como se rompía su hueso y calcinaba la piel del balor con su energía positiva.
Pero entonces éste al caer le sorpdendió, pues el látigo que empuñaba en su mano torpe se agarró a su pie y lo desequilibró haciéndole caer hacia atrás totalmente desprotegido ante el ataque final del Balor.

- Kélemvor perdonadme, no he podido destruir a esta criatura - Murmuró el sacerdote que iba a recibir el golpe de gracia.

Entonces algo impactó contra el Balor y se sucedió una enorme explosión. El Tanari salió despedido más de veinte metros derribando a otros tantos demonios a su paso.
El sacerdote se incorporó levemente y observó al hombre que lo había salvado.

Lucía una brillante armadura, tanto que lo deslumbrada, su rostro era sereno aunque mostraba la abominación que sentía hacia esas criaturas.
No sería mucho más alto que él, el hombre giró su rostro y lo observó, rapidamente Hergyal se echó de rodillas y agachó la cabeza.

- Perdonadme mi señor no he podido acabar con el Tanar'ri tal y como le prometí - Dijo implorante.

- Llevad las almas que quedan al interior de la fortaleza, yo me encargaré de los Tanar'ri - Dijo y observó el pasaje que se cernía ante él, millares de demonios temibles y aborrecibles.
Entonces su silueta empezó a brillar con mayor intensidad y a crecer en tamaño, hasta alcanzar la altura de unos cuarenta metros.
El dios desenvainó su espada bastarda, en un solemne gesto medido y musitó unas palabras activando la magia de "Toque Fatal".

Con una velocidad inhumana se lanzó contra los demonios y pronto las explosiones de la batalla sacudieron los cimientos de la fortaleza.
El sacerdote apenas pudo separar la vista del espectáculo y sintió una mezcla de regocijo y pavor por el poder de su dios. Pero recordó lo que éste le había ordenado y dirigió con celeridad a las almas que aún quedaban al interior de la fortaleza.

Poco tiempo después no quedaban más demonios y el portal de entrada había sido cerrado....

ArkasLynvail

03/02/2010 14:18:59

[color=violet:d70473eb8d][size=23:d70473eb8d]Capítulo III: El robo



Se movía con celeridad, andando a pasos cortos y con la cabeza gacha. Su túnica de color grisáceo se confundía con el paisaje que lo rodeaba, ya que casi todo lo que allí había tenía ese color.
Fantasmas pasaban a su lado, correteando confusos de un lado a otro, sus compañeros sacerdotes de kelemvor los guiaban tan bien como podían y es que, su ciudad la ciudad del juicio estaba siendo atacada.

A su espalda se oian las explosiones y a considerar por el aumento de éstas Brian dedujo que su dios había llegado frente a los demonios, ésto hizo que se apresurara.

Finalmente llegó hasta unas puertas enormes de cristal, y los guardias lo dejaron pasar, él asintió con un leve cabeceo y continuó su camino por el interior de la aguja de cristal.
Bajó por la cristalina escalera hasta el fondo del palacio, allí otros dos marut lo escrudiñaron mentalmente durante un instante y finalmente lo dejaron pasar.
Bryan se alegró del conjuro arcano que lo protegía contra ese tipo de escrudiñamientos, ya que si verdaderamente el marut hubiera podido mirar en su interior habría percibido que el hombre estaba más asustado de lo que en su vida lo había estado.

Observó la sala que lo rodeaba, era circular y el techo se alzaba a más de quince metros de altura, la esfera agobió al humano aún más.
En el centro de ésta sobre un pedestal de cristal protegido por una cámara del mismo material había un tomo con una tapa oscura y gruesa.
El hombre se acercó con paso vacilante hasta el grueso tomo y lo observó durante unos instantes, las lágrimas caían de sus ojos hasta el cristal sin control alguno, por suerte para él no fue suficiente para activar la alarma que protegía el objeto.

- Lo siento...lo siento....Silvia te sacaré de allí y sino...pronto estaré contigo.
[/i:d70473eb8d]
Tras decir esto, cerró los ojos y colocó la bolsa sobre el artefacto, entonces todas las luces se apagaron.
Durante unos momentos en la oscuridad del templo solo se escuchó el lamento del hombre, pero finalmente se recompuso y cogió el libro, ya libre de las protecciones mágicas que lo ataban y salió de la torre tan rápido como pudo aprovechando la confusión.

Jadeante y presa del pánico llegó hasta el lugar indicado, uno de los pocos portales que aún no habían sido cerrados. Vio en su interior y se le heló la sangre al ver los ojos carmesíes de los demonios que al otro lado lo esperaban, con el libro en sus brazos se lanzó al interior sin pensar más que en una persona.

ArkasLynvail

03/02/2010 14:19:57

[color=brown:0b5d7a7726][size=23:0b5d7a7726]Capítulo IV: Saltos inesperados, traiciones


El sacerdote de Kélemvor cruzó el portal y nada más llegar a su destino vomitó en el suelo empedrado, su rostro estaba bañado en sudor y su corazón latía aceleradamente.
Lo había logrado, había robado el tomo de Myrkull de las dependencias de Kélemvor, tal y como había sido planeado. Pronto vería a Silvia ahora quedaba lo más sencillo debía entregarlo al contacto acordado y se olvidaría del asunto, los cambios se sucederían rápido y ella estaría junto a él de nuevo.

Esa perspectiva le devolvió las fuerzas que le quedaban, caminó sobre la arenosa ciudad del desierto, era la primera vez que la visitaba y la delicada situación no le hizo fijarse mucho en los detalles de aquella extraña cultura.
Le habían advertido de posibles rateros, por lo que fue con cuidado aquellas calles eran aún más turbias que las comunes en la ciudad de Calimport por lo que andó siempre con la mano bajo su túnica, apoyada en el pomo de su daga.
Se plantó delante de la puerta y dió dos golpes con el dorso de la mano.
Sintió la presencia al otro lado y la mirilla se abrió, un par de ojos rasgados le observaron detenidamente y formularon una pregunta secamente.

- ¿Cuando anochece?

El sacerdote observó la puerta y respondió tal y como le habían dicho que hiciera.

- Cuando todo esté dispuesto para el cambio.

La mirilla se cerró y esperó pacientemente durante unos largos segundos, hasta que escuchó el pestillo y los numerosos candados y trampas al ser desarticulados.

La puerta se abrió y sobre el umbral pudo ver a una mujer de sinuosas curvas, cara ancha, ojos rasgados y tez morena. Un bastón de ébano colgaba a su espaldas y vestía una larga túnica con una abertura que dejaba ver una de sus largas piernas.
Ésta le devolvio la mirada al sacerdote, haciendo una mueca de desprecio al ver su simple túnica de sacerdote y el símbolo de Kélemvor, con muchas precauciones y el miedo (habría dicho el sacerdote) cerró la puerta tras cerciorarse de que nadie los había visto o seguido.

La estancia tenía un fuerte aroma a incienso y especias, la mujer tenía cierta reputación de vendedora de drogas y unguentos por la zona, aunque imaginaba que pocos o nadie sabían de los turbulentos asuntos por los que le habían traido aquí.

- Aparta y gírate - Le dijo la mujer mientras echaba al lado un mueble.

El sacerdote obedeció, escuchó ruidos a su espalda de un mecanismo al ser accionado. Después oyó como una enorme puerta de piedra se movía a su espalda

- Ya puedes girarte de nuevo.

La mujer entró en el pasadizo secreto y bajó por los escalones, llevándolo a lo que parecía una sala bien protegida, donde llevaría la mayoría de sus peligrosos asuntos secretos.

¡El tomo malditasea!
- Sí sí está aquí todo fue como me dijisteis que pasaría - Sacó la bolsa donde tenía guardado el tomo y lo puso sobre la mesa de piedra, no quiso ni mirarlo, estar cerca de él incluso tapado dentro de esa bolsa le producía temor.

Ella estuvo un tiempo mirando su tapa, sin decir palabra y sin tocarlo.

- Es impresionante - Dijo mientras se secaba el sudor de la frente - Es el verdadero.

- ¡Claro que lo es! no sabeis lo que me ha costado traerlo - Gritó, llegado a este punto paciencia era lo que menos tenía.
[i:0b5d7a7726]
- Está bien sacerdote, podeis marcharos, aseguraros de que nadie os vea al salir.

- ¿Y ya está? ¿nada más?[/i:0b5d7a7726] - Dijo él atónito.

- Paciencia sacerdote, pronto los cambios que ansías llegarán y tu amada estará en tu casa como si nada hubiera pasado y habrás olvidado todo.


Él asintió poco convencido y salió de la sala, lo que menos quería era estar cerca de ese tomo, estos días se le harían largos. Pensó en rezar aunque la impotencia de no saber ni a quién hacerlo le hizo sollozar, ahora que había hecho lo que le mandaron tenía un vacío en el corazón una sensación de culpa dificil de expiar, solo la liberación de su mujer podría hacerlo y se le antojaba un imposible.


Mientras tanto bajo el interior de la tienda, en unas catacumbas de algún antiguo imperio de Coramshan, Jazhnira seguía su exaustivo análisis del libro, poco tiempo estaría en sus manos ella solo era una contratista que había dado con el paleto perfecto para robar el tomo.
Quien la pagaría (y mucho) vendría esta noche y tenía que tenerlo en perfectas condiciones, eso no significaba que como maga le produciera enorme curiosidad un tomo de tal valor.

Tras unas horas de arduo trabajo fue a dormir, pero algo la impedía conciliar el sueño.
Las cortinas rasgaban haciendo un molesto ruido que impedía su concentración, las voces de la calle no parecían parar. Y parecía escuchar un contínuo martillar....el martillar, Jazhnira se centró en aquel ruido seco que parecía venir de las profundidades.

- ¡Las catacumbas! - Pensó paranoica y con la blusa bajó a toda prisa, en la puerta de piedra como había ordenado estaba su custodio fantasmal.

- ¡He oido ruidos del interior! - Le dijo mientras abría la puerta.

- Nada ha pasado señora, he estado vigilando.

- ¿Es que no oyes nada? - Dijo ella molesta los ruidos parecían aumentar poco a poco.

Abrió la puerta de piedra y bajó las escaleras, el ruido era atronador, parecía que un gigante estuviera dando con un martillo en la roca y las paredes temblaran por cada golpe.
Sintió el frio colarse en sus huesos, excesivo frio. Llevaba solo una fina blusa pero nunca había hecho una temperatura igual.

Y allí estaba, sobre el pedestal aún cerrado, el libro. Nadie lo había tocado, todo en la sala parecía en orden, la estantería, los portales activos hacia sus otros clientes de productos mágicos (por supuesto solo de ida), sus unguentos.
La vista se paró de nuevo en el libro y se acercó a él, pensó que sería hora de meterlo de nuevo en la mochila, quizás el libro estuviera intentando llamar la atención y apenas faltaban horas para que llegaran los compradores.
Entonces sus páginas se abrieron y una enorme ráfaga de aire tumbó a la maga al suelo, llamas salieron del libro que empezó a levitar producto del propio temporal que se había levantado.

Voces fantasmales empezaron a escucharse en la sala y todo empezó a volar de un lado a otro peligrosamente, algunos impactaron contra el cuerpo de la maga otros frascos chocaron contra las paredes.
Bolas de fuego, escarcha y rayos de energía negativa salían del libro, sin orden y control.
La maga pensó que sería su final si una de esas la daba no lo contaría, en un gesto instintintivo lanzó un virote arcano sobre el libro y éste salió despedido contra uno de los portales de la cámara, desapareciendo de su vista.

Todo se tranquilizó y pasado un par de minutos se incorporó, miró en el suelo pero no vió el tomo, entonces preguntó a su sirviente.
[i:0b5d7a7726]
- ¿Dónde ha caido el libro? [/i:0b5d7a7726]- Dijo ella mirando el suelo.

- Por el portal el virote lo mandó por los aires hacia él. - Dijo él con su voz atemporal.

- ¿Por cual de los portales? - Dijo mientras se alisaba la túnica.

- Por ese - La mano espectral señaló uno de ellos.

- ¡¿Ese?! - Dijo ella, el pánico la atenazaba de golpe, sus piernas flaqueaban. Entrar por el portal e invadir los terrrenos de aquella criatura la producían mucho más temor que cualquier asesino que seguro mandarían los compradores del libro.

- ¡Tengo que irme, vendrán de un momento a otro! - Con rapidez cogió lo indispensable y se teleportó lejos de allí.

Se escondería de cualquiera, siempre lo había hecho, lo más duro sería vivir otra vida, lejos de Calimshan su tierra, ahora la tocaba olvidarse.




Muy lejos de allí en unos anchos túneles, el tomo estaba allí solo, su inmenso poder perdido en un túnel vacío, lejos de poderosos magos que levantarían ejércitos de no muertos.
Heraldos de dioses que lo custodiaran, ese no era su destino pensó la identidad mágica del tomo, ¡no podía serlo!
Entonces se escuchó un monótono y rítmico ruido, el sonido de un bastón que repiqueteaba sobre la piedra.

El anciano se paró delante del libro y lo observó meticulosamente.

¿Tiene el ancho justo verdad? ya no cogeará más mi mesa, nunca más.

El tomo intentó demostrarle sus quejas, hacer arder su mente por su ofensa, pero nada logró, aquel mortal si es que lo era, era muy poderoso y su voz quedó lejos no más que un grito en la lejanía.

Ese no podía ser su destino, se repitió.

ArkasLynvail

03/02/2010 14:21:47

[size=23:5fb9b06f7b]



Toc, toc, toc.

Los ecos del martillo retumbaron por toda la sala que se había enzarzado de nuevo en una acalorada discursión.

-Debemos continuar con el juicio para esclarecer los asuntos relacionados con el tomo de Myrkul.

- No tengo por qué ampararme en tu "justicia" Tyr, no tienes poder sobre mi y no tengo por qué aceptar tus resoluciones - concluyó el dios de la tiranía.

- No he sido yo el que se ha nombrado juez de este acto, la mayoría de los dioses me han nombrado a mi para que dirija el juicio y también la investigación sobre el paradero del tomo. Por tanto has de aceptar su resolución. ¿O pretendes provocar a nuestro señor de nuevo? - Dijo Tyr severamente, Bane apretó su guantelete y masculló por lo bajo volviendose a sentar en su lugar.

Todos los dioses quedaron sentados excepto uno, Kelemvor estaba delante de Tyr con las manos a su espalda y con el semblante serio, su brillo y poder no le reflejaban como antes dando muestras de las pérdidas de poder que había sufrido últimamente.

- Bien Kélemvor, si ya has terminado de contarnos lo que pasó puedes sentarte - Dijo Tyr y miró entre los dioses presentes buscando al siguiente que debía hablar, ésta se incorporó sola sin ser llamada y se acercó hasta el lugar de Kelemvor.

Las sombras danzaban alrededor de su silueta femenina y su semblante no mostraba expresión alguna, mientras andaba algunos dioses murmuraron por lo bajo a su paso.

- Bien Shar sabes por qué has sido llamada aquí - Dijo Tyr mientras se pasaba los dedos de su mano buena por su largo bigote.

- Quereis saber por qué he permitido el paso de los demonios por mi plano, por ello supongo que soy sospechosa de todo lo que está sucediendo - dijo la diosa y miró de soslayo a Kélemvor que ahora estaba sentado.

- Así es, podeis explicaros entonces, ¿por qué permitís el paso de demonios al plano material y al plano de la fuga? - Dijo Tyr mientras se recostaba en su trono.

- La pregunta no sería esa dios de la justiciasino el por qué no iba a hacerlo.

- Explicaros[/i:5fb9b06f7b] - Dijo Tyr, cansado del juego de la diosa.
[i:5fb9b06f7b]
- El plano de las sombras es un plano de transición, cada plano tiene su función y yo permito la suya siempre y que se pague un precio, no me fijo en quién o qué me lo pide [/i:5fb9b06f7b]- explicó la diosa - [i:5fb9b06f7b]el pacto que he sellado con el lider de los demonios me impide que pueda delatarlo.

- Pactar con demonios....es algo peligroso incluso para un dios [/i:5fb9b06f7b]- La reprendió Tyr entre los murmullos de los demás dioses, Shar no se movió de su lugar.

- L[i:5fb9b06f7b]o sé pero ese no es el asunto a tratar, me habeis venido a preguntar si robé el tomo de Myrkul o si soy quien guía a esos demonios.

- ¿Y es así?[/i:5fb9b06f7b] - Dijo Tyr.

- No, no lo es no he robado el tomo del dios oscuro ni soy quien dirige a los demonios contra el plano material, no sería muy inteligente mandar demonios contra mis propios siervos sabedora de que perderé poder con su muerte.

Tyr evitó mostrar su disconformidad ante la lógica de Shar, que solo pasaba por sus ansias de poder, sabía que había dicho la verdad (no habría podido mentir en este lugar) pero también sabía que conjuros así no eran nada para Shar y que es posible que algo de relación en los hechos tuviera, aunque no fuera ella la responsable.
Miró a Kelemvor y pensó que al dios le quedaría por sufrir aún más, el juicio se intuía aún largo y el tiempo del señor de los muertos se iba acabando.

ArkasLynvail

03/02/2010 14:22:14

[size=23:9174ac431d][color=darkred:9174ac431d]Capítulo VI: Enviados[/color:9174ac431d][/size:9174ac431d]


Los rayos del sol cruzaban por los amplios ventanales reflejandose por la amplia sala del castillo del Fénix.
La sensación cálida de sala no servía mucho a los paladines que visitaban aquella habitación, pues la vista de los símbolos y rostros de aquellas estatuas siempre recordaban a sus viejos amigos caidos en batalla, todo por sus ideales.
El joven limpiaba en ese momento la estatua de mármol que representaba al antiguo gran maestre Sir Arthur de la Magne, el gran maestre pensó el chico y no pudo menos que sonreir levemente esperando algún dia tener la mitad del respeto de lo que había tenido aquella criatura en la gente.
Entonces un rayo más fuerte de lo normal le cegó momentáneamente, molesto por que no podía trabajar bien se acercó al ventanal con la intención de correr las cortinas. Cuanto más se hubo acercado el joven más cegado estaba, hasta que un momento cuando nada veía más que un fogonazo de luz se hizo la visión, no sabía como pero pudo percibir todas las siluetas, rendijas y rasgos físicos de la criatura que emitía aquella luz.

Una sensación de sobrecogimiento embargó al joven, unida a una paz sobrenatural que le provocó un nudo en la garganta.
Salió de su ensimismamiento cuando la criatura alada sobrevoló hasta la repisa de la ventana y se apoyó en el vierteaguas.
El joven cayó al suelo, tirando el cubo de agua al suelo. Algo que le habría quitado el sueño otros dias, ésta vez no le importó.

Como si una ráfaga de aire fuera, las cortinas se abrieron solas sin que el ente las tocara y con el ruido metálico de su armadura completa el arcángel hizo su entrada al castillo, dando un salto final y poniendose a la altura del joven y las estatuas.
Portaba un yelmo y su armadura de oro y plata estaba bordada con símbolos divinos, el chico había estudiado las antiguas escrituras pero apenas entendió una frase suelta.
El arcangel observó pausadamente la estatua de los maestres caidos, con reconocimiento y finalmente posó su mirada atemporal en el joven que estaba postrado en el suelo.
Cuando éste escuchó la voz del ajeno le pareció que la escuchaba con el corazón y no con los oidos:

- Preséntame hasta Lady Jeanna, es importante, la tormenta se acerca.

[color=blue:9174ac431d]
....En un lugar donde la mente humana no podría imaginarse ni en sus peores pesadillas....
[/color:9174ac431d]

El Glabrezu paseaba con tranquilidad por el estrecho pasillo entre dos inmenos acantilados que estaban en contínuos desprendimientos.
Siempre le había gustado al Glabrezu aquel paseo, conocido como el estrecho de la tortura, ya que a sus lados era donde otros demonios y siervos de su señor ponían en práctica sus crueles torturas la mayoría ni siquiera imaginadas en el plano mortal por aquellas viles criaturas.
Los chillidos de las mujeres y hombres que habían tenido la desgracia (o el castigo) de caer en aquella capa siempre sembraban paz en el espíritu de Herkrie.

Entonces recordó que su señor le esperaba y que era mejor no hacerle esperar, se apresuró por los largos paseos hasta dar con la fortaleza de éste y se adentró en el lóbrego lugar, hasta postrarse a sus pies, como siempre había hecho.

El ser oscuro miró a su súbdito de reojo, ya que estaba ocupado torturando a un paladín que uno de sus siervos lo había enviado para él.

El Glabrezu confuso se quedó en su sitio sin saber si debía o no lanzarse a hablar y si ésto enfadaría o no a su siempre irritable y peligroso señor.
Las dudas del Glabrezu enfurecieron a su amo que soltó al paladín y agarró del pescuezo al ser de cuatro brazos.

- Habla, ¿has hecho lo que te pedí? - Dijo y sus ojos rojos centellearon amenazadoramente.
- Sí, me he presentado a ellos a todos ellos - Dijo como pudo, sacando fuerzas para hablar.
- ¿Les has mandado la tarea?¿Han descubierto algo?
- Siguen su trabajo tal y como ordenaste...están atacando todos como pediste y algunos através de los agujeros sombríos, pe...pero hay algo más uno de tus súbditos ha descubierto algo..
- ¿Algo sobre qué? - Entrecerró los ojos y parecieron una única rendija carmesí.
- Es sobre el tomo...al parecer.....- Dijo el Glabrezu y continuó con su explicación hasta que las risas de su amo lo hicieron parar.

El Señor Oscuro subió por su trono, si es que se podía llamar así e indicó al glabrezu que se acercara, en uno de los "brazos" del trono había clavada una bola de cristal hecha de zafiro, el oscuro le indicó que observara.
En su interior se podían ver alternativamente a dos personas, cada una en sus quehaceres, sin alguna idea de quienes o qué podían estar espiándoles en aquel momento, ajenos del peligro que se cernía sobre ellas.
El señor hundió sus garras en el cuello del Glabrezu que cayó agonizante a los pies del trono, pero éste ya no pensaba en su súbdito sino en como presentarse ante ellos, y en la entretenida sorpresa que les podría dar...



[color=blue:9174ac431d]De vuelta al plano material, de camino a Arion...


Las nubes bajas hacia el oeste amortiguaban el sol de la media tarde, y la fría brisa acariciaba agradablemente al gran maestre. Estaba sentado con las piernas cruzadas, las manos sobre las rodillas con las palmas vueltas hacia arriba. Mantuvo los ojos cerrados, dejando que su mente se centrara en su interior mientras relajaba conscientemente su cuerpo, usando su respiración rítmica como cadencia para lograr una completa concentración.

Probablemente, nadie podría volar sobre una alfombra mágica con los ojos cerrados, pero Kane, antiguo Gran Maestre de las Flores en el monasterio de la Rosa Amarilla, no se preocupaba de asuntos triviales como el modo de conducirla. Con frecuencia, abría los ojos y se acomodaba adecuadamente, pero consideraba que a menos que un dragón se cruzara en su camino estaba completamente a salvo.

Sobrevoló por todo el camino de comercio, kilómetros y kilómetros en un viaje de peregrinación que había hecho por el único motivo de una visión que había alterado su sueño.
Y es que nada hecho o relacionado con el hombre llegaba a causar impacto alguno sobre Kane, pero ésta vez no se movía por la voz del paladín Gareth, sino guiado por una visión divina.
Continuó planeando y pasó junto a una gigantesca torre que salía de la misma tierra, arqueada en su estructura que la hacía visiblemente vulnerable a las ráfagas de viento.
Pasó cerca de los soldados de las murallas de la ciudadela del fénix, pero tampoco abrió los ojos para observar la atónita mirada que éstos le dedicaban, continuó su camino más allá de la torre mágica, más allá de la ciudadela y subió hasta la colina guiado por la punta de un edificio que se unía con las bajas nubes, allí era donde se dirigía.

Con el pensamiento, Kane orientó la alfombra mágica hacia el árbol, efectuando un aterrizaje suave sobre el suelo que circundaba el monasterio. Permaneció sentado, las piernas cruzadas, las manos sobre los muslos con las palmas hacia arriba, su amado bastón regalo del propio Bahamut en su regazo y esperó paciente a que alguien del monasterio lo atendiera.
Algunos niños curiosos que habían salido de la fortaleza siguiendo al hombre volador lo vigilaron desde una larga distancia, pero en el tiempo que allí estuvo no se movió un milímetro de su posición.

ArkasLynvail

03/02/2010 14:22:49

[color=green:8c227af4ed][size=23:8c227af4ed]Capítulo VII: El juicio segunda parte.




-¡Silencio, silencio! - gritó el dios, la sala estaba sumida en el caos, gritos, discursiones, cada dios valía sus intereses e ideas.
- ¡Esto ha llegado demasiado lejos! Kélemvor ya ha escuchado su veredicto, y nada más me liga aquí - Dijo Tempus mientras se incorporaba.
- Debemos debatir qué hacer con el tomo, ¡no podemos provocar otra debacle! - Alzó la voz Tymora.

La discursión continuó durante unos instantes, todos los dioses estaban enzarzados en sus luchas, solo uno estaba distante, Oghma alejado de los demás transcribía los hechos en un grueso tomo con una absoluta tranquilidad que no le hacía variar ni un ápice el texto de su pluma.

pese a que algunos parece que lo han infringido - dijo lanzando una mirada furibunda a algunos de los dioses de la oscuridad.
El golpe del martillo de Tyr volvió a resonar en la sala.

- Hemos venido aquí por el juicio de Kélemvor, y el veredicto está listo - Dijo Tyr y Kélemvor se incorporó de su asiento.
- Viendo que no se ha percibido implicación de otro dios en el robo señalamos a Kélemvor como único responsable del robo, habiendo así fallado a su deber de mantener el tomo de la Oscuridad dentro del plano de la fuga se te considera culpable. Y por tanto la pena será de estar 50 años confinado en la Aguja de Cristal de la que no podrás salir físicamente.
El veredicto produjo un estallido de protestas tanto por un bando u otro que pedían más o menos pena, algunos dioses volvieron a sumirse rápidamente en la discursión sobre el tomo.

- Debemos cooperar o acabaremos en una guerra y lo que es peor, Ao acabará cansandose de nosotros. No creo que la próxima sea tan "comprensivo" - Dijo Mask.
- Claro, seguro que estás interesado en que no metamos mano. Así podrás actuar con mayor facilidad como siempre has hecho con falsedades y argucias - Dijo Torm y la zona volvió a estallar en discursiones.

- ¡Debemos cooperar!, no mandemos ningún enviado más. Dejemos que los mortales decidan por nosotros qué ocurre con el tomo - Dijo Lazhander.
- Estoy de acuerdo, sino no llegaremos a ningún sitio - Dijo Shar que se había mantenido en un segundo plano en mitad de la discursión.
- Es mayoría entonces - Contestó Tymora, que miró con gesto fruncido a la diosa de las sombras, extrañada y poco confiada de estar de acuerdo con ella.
Los dioses continuaron discutiendo pero poco a poco parecieron estar de acuerdo.

Cortemos su paso o perderemos todo - Dijo él mientras miraba a Shar y Mask.
El grupo de dioses miró a la diosa, imaginando que daría una negativa.
- No puedo prohibirles su paso o estaría faltando a mi trato, pero nada dijo que no dejara pasar a cierto grupo que pudiera acabar con ellos en mi plano. Claro que, ¿qué ganaría yo dejando pasar a quienes se han mostrado como mis enemigos a mis puertas?, ¿como sé que no me atacarán nada más permitir su paso? - Los dioses que formaban la triada la miraron con recelo.
- Nos comprometemos a no hacer nada más que acabar con los demonios y nos iremos si es lo que quieres tienes nuestra palabra - Dijo Tyr.
- Nada me asegura de que no os aprovechareis cuando pase todo de esto, quiero la palabra de que ningún servidor de la triada o de los dioses que se impliquen en esto pueda pasar en 50 años por mi plano.
Los tres dioses se miraron, no les gustaba ceder a sus chantajes pero la situación lo requería, Torm masculló algo ilegiblemente y se dió la vuelta.
- Así será, tienes nuestra palabra siempre y cuando se demuestre que no has tenido relación alguna con el robo del tomo. - Dijo Tyr.
- Así será pues - Dijo Shar y las sombras la rodearon hasta que la hicieron desaparecer.
Los demás dioses acabaron dispersandose y Oghma acabó poniendo punto y final al capítulo del juicio.

ArkasLynvail

03/02/2010 14:23:20

[color=olive:2b0b96ac84][size=23:2b0b96ac84]Capítulo VIII: Juego de Dioses



El clérigo se encontraba en un cuarto pequeño y sucio lleno de camastros. Tumbado e invisible esperaba ansioso a que llegara el momento adecuado para actuar. Había vigilado el lugar durante algunos días antes de decidirse a actuar, sabía que ningún guardia protegía a esos pobres inútiles que utilizaban los dormitorios comunales de Calimport.
Las horas pasaron y lo único que se escuchaba eran ronquidos, había llegado el momento. Sabía que la gente gritaría presa del pánico, pero lo había planeado bien. Sumió la sala en un silencio mágico y salió de su escondite. Desenfundó una espada con aura roja y gritó en su mente:
"¡Por Naratyr y Thanatos, por mi Señor Orcus, vuestras almas sufrirán por toda la eternidad en el Abismo!"
Sin perder más tiempo cortó una a una las gargantas de los durmientes, podía sentir que el sacrificio estaba dando resultado. Cuando no quedó nadie vivo en la sala abrió la puerta y repitió la misma secuencia en el pasillo y las otras salas, no sin antes bloquear la salida al exterior; silencio mágico, cercenar gargantas. Niños, mujeres, ancianos, no importaba.
El clérigo continuaba la labor como un autómata, algunos se despertaban llegando a ver la máscara de su asesino, uno incluso resistió el silencio mágico y se dispuso a luchar contra el atacante. Pero éste era un experto espadachín y acabó con él en poco segundos.
Minutos más tarde todo había terminado, no quedaba nadie con vida en el lugar. Convocó a un sirviente muerto viviente y le ordenó apilar los cuerpos en el centro del pasillo. Mientras tanto juntó los cadáveres de los niños y los transformó en zombis ordenándoles alimentarse de los otros cadáveres y atacar a quien entrara en el lugar. El asesino miró la sangre que bañaba el suelo:
"Todavía no es momento de desvelar el nombre de mi Señor."
Dibujó una calavera con la sangre y desapareció del lugar con su objetivo cumplido.

Y pasó el tiempo...

Le gustaba aquel lugar, era tranquilo y silencioso, nadie se acercaba por allí. Entró en la sala y saludó con una pequeña reverencia.
"Ha salido a la perfección. Los calishitas no se dieron cuenta hasta que ya era demasiado tarde, ni siquiera estaban en la ciudad cuando comenzó el ataque." - Dijo él hacia una sombra que había en el rincón de la sala.
Con una voz inerte y profunda su interlocutor contestó.
- No se podía esperar menos de Myrkull. ¿Cuantas habéis conseguido? - Dijo él observando como el antiguo dios de los muertos salía de entre las sombras y mostraba su rostro.
[color=violet:2b0b96ac84]
El Heraldo Astado dejó la amenaza en el aire, como siempre solía hacer.
- Unas pocas mas y podremos intentarlo. - Replicó él con un tono en el que intentaba evitar la furia del dios en el que tras sus frecuentes reuniones había determinado como poco paciente.

- Estoy haciendo todo lo que está en mi mano.
Myrkull transfirió las armas al receptáculo y el clérigo sacrificó las almas en un ritual ahí mismo. El antiguo dios quería verlo para asegurarse de que lo controlaba todo.
Una vez terminado el ritual ambos salieron del lugar.
- Conseguiré las que faltan y así obtendré la forma de usar el conjuro para localizar el tomo.


El clérigo se marchó de allí pensando por primera vez que estaba jugando con fuego.

Unas semanas después...


Una vez más observaba un lugar esperando su oportunidad para atacar. Una posada en el camino del comercio, sin protecciones visibles y con huéspedes suficientes para cumplir el cupo. Allí no hacía falta el silencio, no hacía falta la sutileza. Conjuró varias protecciones mágicas y entró sin ningún otro cuidado. Convocó a un sirviente para que bloqueara la puerta y gritó bien alto en abisal:

-¡Por Naratyr y Thanatos, por mi Señor Orcus, vuestras almas sufrirán por toda la eternidad en el Abismo!

Su espada de aura roja en la mano derecha, su escudo con el símbolo de su señor en la izquierda comenzó a masacrar a los presentes. Apenas tardó unos segundos en acabar con los que se encontraban en la primera planta. Colocó a su sirviente bloqueando las escaleras que llevaban al piso superior y subió. Allí encontró mas víctimas, pero sobre todo encontró un humano, del que debía ser un guerrero con experiencia.
El humano era mucho mejor en combate cuerpo a cuerpo que el clérigo, pero no podía sobrepasar las protecciones mágicas que le cubrían. Aquel hombre sabía que era cuestión de tiempo, sabía que iba a morir, pero decidió seguir luchando. Sacrificaría su vida para dar tiempo a los demás a escapar, un acto que ni el depravado clérigo pudo ignorar.
Cuando todo hubo acabado, buscó al único que consiguió escapar gracias a aquel guerrero.
El joven huía corriendo hacia el bosque que parecía engullirlo, pero detrás de un enorme roble no le esperaba refugio, el sacerdote salió de su manto de invisibilidad y lo golpeó hasta dejarlo inconsciente..
- Dio su vida por ti y tu huiste como un cobarde. Vivirás para demostrar con tus actos que su sacrificio fue en vano.

Dejó una poción de curación en el suelo y se marchó.


Y entonces empezó el ritual....


Con un enorme dolor de cabeza, el clérigo oscuro gritó a Myrkull que permaneciera en silencio. De no haber estado protegido por tantos conjuros probablemente no hubiera salido con vida del ritual. Tras disculparse ante el antiguo dios le contó todo lo que había averiguado, que no era poco.



- Mientras no sea mi vida....- Instintivamente el clérigo dio un paso atrás.

Las carcajadas de Myrkull resonaron en toda la sala, que ahora presentaba un aspecto lamentable. Las estatuas habían sido derribadas y en las paredes podían verse grandes agujeros. El antiguo dios de la muerte había estado muy furioso.

- Al Heraldo parecía que le divertía la situación.
- Quizás penséis que ya no tengo nada mas que ofreceros. - respondió él.
- Contestó mientras entrecerraba las rendijas rojas que formaban sus ojos.
- No soy uno de vuestros siervos es cierto, pero habéis comprobado que soy útil, muy útil. He conseguido lo que nadie había conseguido hasta ahora.

- Tengo la forma de hacer que el otro mago abandone la ciudad.

Quizás necesiteis de mis habilidades otra vez en el futuro. - Dijo el sacerdote y Myrkull asintió.

- La piedra, claro.- El clérigo respiró tranquilo y le tendió la mano con la piedra.
El Heraldo la agarró y apretó con fuerza su mano provocandole un gemido de dolor.
- Dijo mientras se acercaba más al sacerdote.
- Está claro que no será así. Si yo lo se, mi Señor lo sabe.

- Lo mismo que Myrkull y en realidad no hay razón para que los dos no puedan conseguirlo.

Lo que el libro puede otorgaros y no hay razón para que.... - Un terrible dolor le invadió, Myrkull apretó mas la mano rompiendo algunos de sus huesos.
-El antiguo dios golpeó al clérigo con una enorme fuerza y violencia dejándolo al borde de la muerte. Lo único que lo mantenía con vida eran algunos objetos mágicos que poseía. Entonces la corona empezó a brillar y en cuestión de segundos absorbió casi toda el alma del clérigo, llenando todo el espacio que el poderoso artefacto podía designar a esas tareas. Una pequeña porción de su espíritu permaneció en el cuerpo y sus objetos mágicos curaron rápido sus heridas. Unos segundos después el clérigo pudo levantarse. Se quedó quieto mirando al Heraldo.
[color=violet:2b0b96ac84] - Dijo mientras extendía su mano.
Sin decir nada se la entregó y permaneció en silencio, esperando órdenes como un zombi, sus ojos casi carentes de vida.
[color=violet:2b0b96ac84]- Permanecerás aquí hasta que yo lo diga.[/color:2b0b96ac84]

Sin decir más, Myrkull abandonó la sala.

El sacerdote miró su salida, cuando abandonó el lugar miró la sala y musitó.

- Debo descansar, debo estar preparado para cuando el amo me necesite.