kosturero

29/03/2010 14:52:20

[size=24:aff26cdd02]-I-[/size:aff26cdd02]


Me llamo Hando Ocan, y soy un drow. No recuerdo quién me puso ese nombre, o si alguien sencillamente comenzó a llamarme así. No se quienes eran los desgraciados de mis padres. No se desde cuando llevo en estas calles. Pero tengo armas. Nada más importa. No en Menzoberrazan.

Nunca encajé demasiado bien entre mis iguales. Con iguales me refiero al puñado de descastados desgraciados y sin futuro que pueblan el Braeryn. Un bocazas según unos, un bufón según otros. Muchos no tienen sangre en las venas a estas alturas como para poder seguir opinando, aunque he de decir en su favor que no estaban del todo equivocados, pues más de un problema me ha traído este piquito de oro mío. Pero, en fin, sigo vivo ¿no? Y además, ahora estoy escribiendo estas líneas. Así que siguiendo mis grandes poderes de adivinación he de decir que ante ti, lector, solo caben dos posibilidades: que seas un maldito mimado perteneciente a algunas de las grandes y nobles casas que tan justamente nos gobiernan, lo cual esta muy bien, porque quiere decir que finalmente he conseguido la relevancia suficiente como para que estés estudiando mi vida, así que, felicidades, vas a aprender un par de cosas. Si es así, atiende, toma nota y se consciente de que no todos pueden lograr esto. Mimado.

Sin embargo, siempre esta la segunda opción, y seas otro desgraciado como yo, me hayas matado para quitarme las botas, y cuando acabes estas líneas procedas a limpiar tu apestoso trasero de descastado con mi redacción. A decir verdad siempre prefería la primera opción, pero solo la Madre Tenebrosa pone y dispone, parte y reparte, decide y…en fin, creo que ha quedado claro. Ten en cuenta una cosa ante todo, el escozor que pueda provocarte el uso de estas páginas para esos menesteres siempre estará relacionado con cierto tipo de hongo que he usado al mezclar la tinta. Disfruta de la lectura tanto como la encima del hongo disfrutara comiéndose la piel de tu trasero.

Ante todo quiero aclarar que esto, lejos de ser una declaración de intenciones, esta escrito con un solo motivo, que guardo para mi, así que si en algún momento me fuera robado este diario, agradecería que la curiosidad te haga venir a mi para darme la opción de recuperar mis valiosos manuscritos. Amablemente, por supuesto.

Acabado este brillante preámbulo, y omitiendo el cómo de dura ha sido mi infancia y lo mucho que he escupido en el suelo de esta ciudad para poder soltar la cantidad de excrementos que la vida me ha hecho tragar, procederé a explicar cómo de repente, sin previo aviso, el objetivo de alguien puede verse tan claro como la luz del Narbondel. Eso si en algún momento tu objetivo no estuvo claro. El mío es sencillo: Sobrevivir mejor que el resto. Algo fácil de decir estando vivo, pero todo depende del punto de vista de cada uno, y de lo que cada uno considere vida. Y esto es porque el hecho de que la sangre corra por las venas de alguien no quiere decir exactamente que estés vivo. Puedes ser un muerto en vida, como lo fui una vez, y dejarte llevar por las situaciones que se planteen, sin decisión ni coraje y acabar tirado en una esquina medio comido por las ratas o puedes ser un no muerto con mucha energía y ganas de vivir, algo complicado de explicar. Por mi parte, me siento vivo, más que nunca y espero que la sensación continúe durante muchos años más.

Un cariñoso saludo, amigo lector, y que mis vivencias te ayuden y ayuden así a los intereses de esta gran ciudad. Mi primer consejo: En caso de duda, mátalo.





[size=24:aff26cdd02]-II-[/size:aff26cdd02]

En caso de duda, mátalo. ¿A qué viene esto?, te preguntaras. Bien, no es más que una frase. Quizá no, pero empecemos por el principio, cubramos unas necesidades que si bien se pueden antojar caprichos, a mi parecer son de primer orden. Esta ciudad se mueve principalmente por un factor : el poder. Y para tener poder se necesitan tres cosas, y de ellas dos dependen de uno mismo: fuerza y dinero. Si no sabes cual es la tercera será mejor que empieces a correr por los túneles y no mires atrás, o cualquiera de las sacerdotisas de Tier Breche te lo explicaran de una manera más que expeditiva.

Un buen camino, si tienes lo que hay que tener, es dedicarte a la muerte. Tu sabras que matas, pero siempre que lo hagas, hazlo para sacar provecho. Puntualizo: el placer siempre es provechoso. Consigue habilidades, aprende, y hazte necesario. Si alguien te necesita consigues ciertas garantías. Un pago, en oro, especies o favores siempre es bien recibido en los bolsillos de cualquier jaluk sin casa. Estar al tanto de lo que sucede a tu alrededor es importante, tanto o mas que saber luchar. Si uno sabe cuándo van a ir a por él, sabe cuando retirarse a ambientes menos agitados. Conoce tu entorno y conoce el terreno. Ten siempre un plan de huída a mano, incluso cuando duermes. Y nunca bajo ningún concepto sobresalgas del resto mientras no haya una sacerdotisa delante. Si una de ellas te observa, pisotea a quién tengas al lado, es sencillo. Mientras tanto, tanto da que te tomen por tonto si tanto tonto suelto hay. Tú, a lo tuyo.

Por lo pronto, y centrándonos en estas premisas, lo primero que voy a tratar en esta “guía” es simple. Supervivencia en los túneles. Si bien hay que tener siempre un plan de huída a mano, es posible que alguna vez tengas que salir una temporada de la ciudad, y créeme que la vas a echar de menos. Los túneles están poblados por mucho tipo de cosas que te van a intentar matar de mil y una manera diferentes. Y has de conocer todas y cada una de ellas. Eso que te lo explique otro. Pero recuerda, nunca esta de más aprender a detectar el paso de criaturas, ver sus huellas, afinar el oído o incluso aprender sus olores. De cómo te libres de ellas no me preocupo. Lo más probable es que acabes esclavo de algún azotamentes, devorado por algún lo-que-sea-con-colmillos, petrificado por un basilisco o atrapado y vendido como esclavo en el Puerto de la Calavera. Eso sin contar con que lo que sea que te haya hecho correr dé contigo y te lleve de vuelta a la ciudad. Si te pasa eso, oh buen amigo, no te molestes en rezar por que la Señora que Todo lo Teje se estará partiendo de risa.

Durante algunos escarceos para conseguir comida y algunas monedas he conocido a varios tipos. He trabado con ellos cierta amistad ya que cediendo algo del botín puedes garantizarte salir vivo de muchas situaciones, así que toma nota de esto: se egoísta solo con lo concerniente a tu pellejo. Las monedas en los bolsillos de los muertos solo brillan en las manos de los vivos. Sea como fuere, y no voy a revelar ni cómo ni con quien, he conseguido unos pagos medianamente periódicos y un socio y compañero para aprender cuanto se pueda aprender de la supervivencia en extramuros.

Esto va a formar una base para algo que llevo buscando ya cierto tiempo, y posiblemente me acerque a ser aceptado en alguna de las casas y ganar cierto respeto y situación social. Si tu ya perteneces a una de las casas, puedes saltarte estos capítulos. Pero se consciente de que si es así, lo más probable es que alguien como yo acabe cortándote la garganta. Porque este libro no es más que un diario y la realidad la enseñan las calles. Al menos habiendo leído esto sabrías a que enfrentarte y podrías ver cómo siente alguien del Braeryn. La vida allí enseña muchas cosas. La muerte también.

//esto lo escribe todo el pj en primera persona, no es un manual a seguir...al menos, no uno aconsejable :twisted:

kosturero

13/04/2010 17:44:13

[size=24:46e13e7363]-III-[/size:46e13e7363]

Nada en esta vida es tan seguro como la muerte. La muerte de cualquiera, la tuya propia, tanto da una que otra. Aún recuerdo mis primeros pinitos, de cómo conocí al Rojo y de cómo espalda con espalda luchamos y derramamos sangre hasta conseguir pertenecer a una de las casas. A cual, te preguntaras. En fin, supongo que no esta de más que lo diga, asi que, cuando me devuelvas este libro no tendré inconveniente en explicartelo.

Nunca, nunca, nunca, nunca nunca nunca nunca nunca, decidas que entrar en una fortaleza donde moran mas de medio centenar de ilícidos es buena idea. Menuda aventura aquella. De hecho, creo que aún guardo alguna secuela. Cada vez que evoco aquellos tiempos, un escalofrío me recorre la espalda.

Déjame que te otorgue con el relato de aquello.

Tras hacer un par de trabajitos sin importancia para las sacerdotisas del Tier Breche me encontré con mi socio, Rojo. Un tipo tan serio como una estocada en la espalda, algo que de hecho adoraba practicar, aunque eso sea otra historia. El caso es que allí estaba él, envuelto en esa maldita capa roja, con una mano en el estoque y cara más seria de lo habitual. Si cabía la posibilidad de que pudiera estar más serio. De hecho, creo haberlo visto sonreír una vez, aunque no estoy seguro de si era eso o la parálisis que esos azotadores de mentes le habían provocado...¡Los azotamentes! Malditos bastardos...

La cosa es que, todo orgulloso y con el pecho hinchado a mas no poder, le comenté que muy posiblemente una de las casas de la ciudad se había interesado por nuestros servicios, tras haberles revelado cierta información. Ah...me sentí importante por un segundo, es cierto, sensación que desapareció cuando él me comentó que otra casa, dos puestos mas alto en el consejo, nos había ofrecido un trabajo. Que me arranquen las uñas si no se me cambió la cara. Tan solo teníamos que entrar a la fortaleza, hacernos con un pedazo de cerebro anciano y llevárselo a la señora de la casa. Nada complicado para dos buscavidas como nosotros, por supuesto. Nos haríamos invisibles, andaríamos sigilosos, nos ocultaríamos en escondites donde los escondites se esconden. Pero esos malditos ilícidos leían la mente, maldita sea. Cuando llegamos a la altura de las murallas, ya nos estaban esperando. De hecho, creo que llevaban un rato haciéndolo. Debimos haber llevado pasteles.

Con el arco que le regalé, Rojo comenzó a disparar ráfagas de flechas a diestra y siniestra, mientras yo hacía lo propio con la ballesta. Un puñado de enanos grises conjuraban desde las almenas tratando de disuadirnos, pero eramos más que insistentes. Uno, dos, tres..no recuerdo cuantos cayeron, quiza veinte de esos brujos dieron de bruces contra las rocas, los cuerpos llenos de penachos. Sabíamos que no iba a ser tarea fácil, pero no podíamos dejar pasar esa oportunidad.

En silencio, abrimos las puertas para entrar y alli nos encontramos con la cruda realidad. Y esa realidad no tenía otra forma que la de dos enormes moles seguidas por un ilícido que, tan seguro de su victoria como equivocado, quisieron darnos la bienvenida. Fue todo un detalle por su parte morir sin salpicar demasiado. Ya bastante tenía con haber tenido que cambiar mis pieles por culpa del corrosivo escupitajo que aquella Bebilith me lanzó...pero eso es otra historia.

Avanzamos entre un ejército de Azotamentes, de esclavos y de moles sombrías. No esperábamos tal recepción, pero no eramos mancos, ni veníamos de manos vacías pese a no haber llevado dulce alguno. Bien defendidos con unas pociones que habíamos comprado unos ciclos antes comenzamos el combate serio. Y menuda locura.

Tras un par de minutos, me encontraba desorientado. Seguía a Rojo por incercia, dando cuenta de cuanta cabeza con tentaculos se ponía por delante y, sin embargo, pese a que estuvimos alli horas, el tiempo se me pasó muy muy rápido. Supongo que en algún momento debí perder el rumbo.

Finalmente, las cosas comenzaron a torcerse. Un grupo enorme rodeó a Rojo y uno de esos malditos trató de meter sus tentáculos en sus orejas. Yo de aquellas no entendía demasiado para que querrían hacer tal cosa y lo más sensato era evitar que se tomaran demasiadas libertades. Usé un cetro que guardaba para este tipo de casos y de la nada apareció una enorme armadura con una espada tan grande como yo y entre ambos despejamos el camino y sacamos a rojo de su romántico encuentro. Por la cara que tenía deduje que habría preferido que o besara un troll.

En el interior pudimos saquear a esas bestias que, asombrosamente, tenían un arsenal importante repartido en cofres por todos lados. Casi me parto la espalda de cargado que iba, gracias a la Dama Tenebrosa por hacerme llegar a esas pociones de fuerza. Pero no todo podía ser tan sencillo.

En medio de toda aquella locura en la que se convirtió, una de esas cosas debió de alcanzarme, porque apenas recuerdo que pasó antes de encontrarme frente a la sala de un cerebro tan grande como asqueroso. Sigue a Rojo. Mata a todo lo que no sea Rojo. Hemos venido buscando algo. Era lo único en que podía pensar, lo demas era todo ruido, gritos, susurros y pellizcos, escalofrios y fatiga...y todo a la vez. Espero que solo fuera una de esas cosas la que me tocara, nunca me fueron los grupos grandes.

El gran cerebro. Si, era grande, daba asco, olía a muerto...aunque realmente, lo que estaba muerto, ademas de mi compañero, era un ilícido que se movía con dificultad, pero que me zarandeó contra las paredes usando su mero pensamiento igual que si se sopla una voluta de humo. Tuve que huir, viendo el panorama,pero claro, no iba a dejar que las cosas quedaran asi, ni mucho menos. Ese tipo me había herido donde mas duele, en el orgullo, y por mis manos tenía que pagar, por supuesto.

Corrí hacia una esquina y me escondí. Tomé la última de las pociones y me curé como pude. De hecho, me bañé directamente con las pociones que tenía, ya que el pulso no daba para mucho más. Revisé mi mochila, mis armas a la espalda, todo correcto. Ahora era cuestión de mantener la distancia, y disparar a esa cosa con...con la ballesta que se me había caido a un par de metros de Rojo. Claro, si las cosas fueran sencillas no tendrían valor.

El caso es que valor fue lo que necesité para hace rlo que hice. Eso y un cabreo monumental. Cogí de mi capa una varita y comencé a convocar felinos. Con ellos atraje uno a uno a los guardaespaldas del muerto, que no podían ubicarme mientras duraba la pocion, hasta que quedamos solo nosotros dos. Bueno, de hecho, una vez vi que los guardaespaldas, inexplicablemente se lanzaban contra la pantera dejandome campar a mis anchas decidí que necesitaba un estoque que acompañara a mis hachas y fui corriendo a levantar a mi socio. Las palabras fluyeron raudas mientras el pergamino se deshacía en mis manos, y alce a rojo tan rápido como pude. Solo tuve tempo de gritarle, no recuerdo siquiera que le dije, cuando el tipo muerto de los tentáculos, Ulitharid, según aprendí mas tarde, se nos encaraba.

Una última pantera a su espalda y decenas de golpes mientras nos golpeaba una y otra vez con su pensamiento y el muerto tomo consciencia de eso, estaba muerto y era como debía seguir.

Nos curamos, cortamos un par de pedazos de aquel cerebro y su dolor nos recorrió todo el cuerpo. Aquello bien parecía un grito de auxilio y si nosotros lo habíamos sentido, los demas en la fortaleza también lo habrían hecho. Cómo corrimos.

Salimos a la carrera mientras los esclavos nos buscaban, y los pastores, por llamarlos asi, tropezaban con los cadaveres de sus hermanos. La confusión apenas les duró un minuto, pues pudimos notar, como delataban nuestras miradas, que nos habían localizado y movían a los esclavos en nuestra dirección, que venía a ser más o menos lejos, y deprisa. El hecho de oir el escándalo del centenar de criaturas que corrían detras nuestra también decía algo, pero es menos interesante.

En el camino de huída finalmente me vi asaltado por más de lo que podía manejar y de repente una neblina blanca se apoderó de mi. Lo siguiente que recuerdo es a Rojo tirando de mi hasta que recobre el conocimiento. Otro pergamino gastado. Si seguíamos así tendriamos que volver al Puerto de la Calavera y bien poco me gustaban lso túneles con esos muertos pululando por ahí.

Menuda sorpresa nos llevamos cuando vimos a Calanthe, nuestra magnífica señora, luchando sola con una docena de criatuas en las puertas de la fortaleza. Avivamos el paso y cruzamos las puertas y las atrancamos, y antes de marcharnos tuvimos que deshacernos de mas enanos grises que volvían a llamar elementales de agua dispuestos a quitarnos la sed para siempre. Pero ambos compartíamos dos cosas: el vicio por respirar y el gusto por quitar el vicio a otros. Y esos duergars estaban realmente viciados.

Salimos por los túneles cercanos mientras Rojo atrasaba su avance con el arco, hasta que, cansado de correr, mi giré y descargué en los túneles toda una serie de explosiones usando un par de varitas más. Nosotros nos salvamos por un pelo, y ellos tardarían semanas en despejar el túnel. En nuestra cabeza, los pensamientos volvieron lentamente a su cauce habitual, y emprendimos el regreso a Menzoberrazan.


Por lo tanto, querido lector, recuerda algo que es bastante importante y que se puede sacar en claro de todo esto: Solo no vas a durar mucho.

kosturero

26/04/2010 15:23:27

//Esto no va en el Diario, pero no voy a abrir dos hilos para el mismo pj :P\\


-¡Ahora resulta que tenemos nombre!.

El cazador sonrió mientras terminaba de ajustarse el correaje de sus nuevas ropas. No eran tan cómodas como sus viejas pieles, ni mucho menos y para colmo, parecían haber sido perfumadas...aunque dadas las circunstancias, cualquier cosa que no oliera a rothè le parecía perfumado.

Hinchado el pecho de orgullo desde que un par de horas antes relataran la escaramuza con los ilícidos, el bajito y fornido drow revisó sus pertenencias, al entregarle uno de los guardias la mochila y las armas que le habían sido requisadas al entrar. Muchas de sus pertenencias ya no le serían de utilidad, si bien poseía un par de artefactos bastante mejores que los que la casa les había ofrecido. Sin embargo, una segunda puerta dentro de la armería le llamó la atención aún más si cabe, embelesado por la belleza de lo que para él se antojaba un palacio. Quién sabe, algún día vería que había tras ella, si bien sabía que tenía que controlar esa curiosidad suya.

El camino que hasta ahora se había ido labrando estaba avanzando a buena velocidad. Seguro de que haber entablado aquella amistad con el llamado Kell le había ayudado, se preguntaba si no sería una traba en el futuro. Rojo podía esconderse de maravilla entre las sombras, más allá incluso del espectro infrarrojo, camuflando incluso su temperatura corporal, y aunque Hando no comprendía en absoluto cómo lo hacía, buscaría sus propio medios para conseguir una habilidad tan útil como siniestra.

Melee Maghtere les esperaba con los brazos abiertos y un par de dagas en sus manos esperando que cometieran el más mínimo error. Hando estaba emocionado.