puxe

10/12/2010 15:06:20

[i:20e4a96351]Cerca de la ciudad de Amn…

El paso de los paladines era rápido y alentador, inspiraban confianza a cualquiera que fuese su aliado, y temor a quien fuese su enemigo.
Caminaban a paso rápido, algunos con espada y escudo en mano, otros con lanzas y montados a caballo, los sacerdotes iban a la retaguardia, lanzando plegarias en nombre de sus dioses, todos dioses benignos y paladinescos.

Eran un gran ejercito y claramente se estaban encaminando hacia una gran batalla.

De repente algo sobrevoló el ejercito entero y creó una sombra a su paso, lo habían visto claramente, sus enemigos se habían dado cuenta de que avance y pretendían retrasarlos, pero el ejercito de paladines continuaba su camino, ya que el dragon solo paso de largo. Debia de ser un lacayo del rey Ithilarx, aquel dragon negro anciano tan poderoso como un ejercito entero, todo el mundo había oído hablar de el, yacia en su cueva oculto y rodeado de sus tesoros esperando a que sus exploradores le alertasen de los paladines.

Trhixax el dragon negro que había sobrevolado el ejercito dejando una mancha de oscuridad a su paso era hijo de el dragon Ithilarx, iba directo hacia la montaña de su padre, su hogar, para informar a este del avance del ejercito.

Mi señor… - dijo Trhixax.

Los el ejercito de humanos viene directo hacia aquí, deberíamos desplegar a los guardianes y acabar con ellos antes de que pongan un solo pie en la montaña… - dijo el dragon joven.

El dragon negro anciano rugió.

Esta bien, mientras no me molesteis en mi siesta haced lo que os plazca y mermad el ejercito, son simples humanos, no saben a lo que se enfrentan… - dijo el dragon negro anciano.

Asi se hará - dijo Trhixax.

Y el dragon negro alzo el vuelo, y lanzó un rugido que se oyó por toda la montaña, y varios dragones cromáticos alzaron el vuelo hacia la posición del dragon negro.

¡Hoy correrá la sangre por los ríos, matemos a esos sucios humanos que osan atacar nuestra guarida!

Alzaron el vuelo y se dirigieron directos hacia donde avanzaba el ejercito, lanzanzo bocanadas de fuego, hielo y ácido.
Los destellos cayeron sobre los paladines, que estos rápidamente se colocaron en posición defensiva con el escudo sobre la cabeza para evitar los fuegos mágicos de los dragones. A muchos no les dio tiempo y les dio de lleno, cayeron al suelo sin vida, y quedarían en el olvido. Pero no había mas honor para un paladin que morir en la batalla defendiendo sus ideales y luchando por los suyos.

Una mujer hermosa, enjutada con una armadura con el símbolo de Tyr, la balanza de la justicia, montada en su corcel, con la lanza presta, se colocó su yelmo paladinesco para la batalla que se avecinaba.
Todos los paladines se encomendaban a su dios y los sacerdotes lanzaban sus plegarias en nombre de la triada, y dioses benignos.

Unos veinte dragones surcaban los cielos, mientras que otros combatían contra los guerreros divinos en el suelo.

La capitana Luna Lanza de plata dirigía un escuadron de caballeros montados en corcel.

Luchaban contra los dragones, pero las bestias mágicas no los superaban en numero, pero eran demasiado poderosos para ser dragones jóvenes.
Por cada dragon abatido una escuadrilla de paladines caia, era un gran sacrificio, pero no durarían mucho, pronto eso parecería un cementerio.
La única escuadrilla que quedaba en pie era la de la capitana Luna Lanza de plata, ella y otros diez paladines montados en sus caballos combatían diez dragones, uno por cada paladin.

Las multiples heridas de los paladines no los hacían retroceder, pues el fervor de la batalla y la sangre caliente los mantenía lejos del dolor para centrarse en sus enemigos y completar su cometido.

Cayeron uno, dos, tres, y cuatro paladines, mientras que un dragon huia herido.

Quedaban seis y nueve dragones, no sobrevivirían a no ser que un milagro divino ocurriese.

De entre las sombras de un bosque una figura ataviada con una túnica blanca, observaba la batalla, maldiciendo a los dragones. Este sentía pena por los paladines y quería ayudarlos, pero era un suicidio acercarse lo mas minimo, asi que decidió esperar a que los dragones marchasen para después atender a los heridos, pero aun continuaba la batalla.

Cayeron, uno, dos, tres, cuatro y cinco…

Solo quedaba uno, era la figura de una mujer, Luna Lanza de plata contra los nueve dragones.

Sabia que no le quedaba mucho tiempo, así pues invoco el poder de su dios y se lanzó contra el dragón que tenía delante.
El dragón la miró furioso y la dio un zarpazo haciendola caer de su montura, y la paladina perdió el conocimiento.
Los dragones rugieron por su victoria, habian perdido a unos cuantos, pero habia merecido la pena, ademas solo sobreviven los mas fuertes en esa montaña.

Se digirieron para traerle la noticia a su líder…
Mientras tanto, el hombre de la túnica blanca se dirigía hacia el lugar de la batalla. Observaba los cuerpos de los paladines caidos en desgracia mientras lanzaba plegarias en nombre de Lazthánder buscando algún superviviente.

Se acercó a Lady Luna Lanza de plata, y la tomó el pulso, esta aún respiraba pero no duraría mucho tiempo, así pues el hombre retiró su capucha y dio a ver un rostro angelical, era una criatura pura de otro plano, él era un celestial, con unos ojos verdes y profundos miró el rostro de Lady Luna mientras le despojaba de su yelmo.

El celestial tocó a la paladina en los lugares con peor pinta y estos se curaron al instante, debía de ser un sacerdote de cierto poder…
Cogió a la paladina y buscó un medio de transporte….

A lo lejos vislumbró un corcel robusto y fuerte que debía pertenecer a algun paladin .., asi pues de dirigió hasta la posición del caballo y tomó sus riendas subiendo a la paladina, y después subió él.

El Celestial tomó una bocanada de aire y se dirigió a la ciudad de Amn…
Mientras tanto en el distrito de la fé en Amn, en la iglesia de Lazhtánder un sacerdote de pelo rojizo y muy canoso estaba rezando a Lazthánder.
Parecía ser un hombre de edad avanzada, y sus ojos mostraban muchas cosas vividas y mucha experiencia.

Al terminar sus plegarias se dirigió a su cuarto, allí estaban colgados un escudo en perfecto estado de color azul con el emblema de una garra de un águila sujetando una espada de color dorado. A su lado, estaba colgada una espada envainada en una funda de color platino con la empuñadura de color oro, y en lo que parecía un estafermo, una armadura con un símbolo dorado en forma de cruz.

Muchas personas conocían el Brazo de los Justos a lo largo de la costa de la espada, ellos siempre estaban en el lugar donde el mal moraba y luchaban prestos contra demonios, u otras criaturas malignas como dragones.

El sacerdote llamado Althiem añoraba esos tiempos, pero necesitaba un poco de paz. Él en su día fue un gran paladín en nombre de Lazthánder, pero actualmente estaba retirado de la batalla divina para servir a su dios en calidad de sacerdote.

Allí en Amn, había conocído a Elethyl, un aasimar, que servía en la iglesia de Lazthánder. Habían entablado muy buena amistad, y Althiem estaba preocupado por que hacia ya rato que había salido a inspeccionar la batalla que sucedería cerca de la región y no regresaba.

De repente de oyó el sonido de un portazo al abrirse.

Althiem se dirigió hacia la puerta corriendo y vió a Elethyl con una bella mujer en sus brazos herida.
Althiem – dijo el aasimar.
Necesito tu ayuda, prepara una cama para tumbar a la señorita y unos vendajes, a sufrido grandes heridas y está muy débil.
Althiem asintió y cogió a la mujer y la llevo a sus aposentos.
Allí permaneció durante semanas, recuperandose de sus heridas, pidiendo fuerzas a Tyr para clamar venganza y justicia por los caidos en la batalla.
Elethyl y Althiem la estuvieron observando como avanzaba progresivamente en sus heridas y pronto cicatrizarían, eso le alegraba a Elethyl y lo entristecía a la vez, por que seguramente no volvería a saber de ella jamás, ella había despertado en él interés, sobretodo la admiraba por su valor y coraje para enfrentarse ella sola a los dragones y caer si hiciese falta en el combate.

Pensó que tal vez debería pasar un tiempo a su lado.
Y asi lo hizo, aprendió mucho de ella y sus convicciones, del código del paladín y del honor que conllevaba servir a un dios en pleno cuerpo y alma, y entregarte a él .

A Althiem le recordaba él de joven, sólo que con un sentido de la justicia más afilado, pues ella servía a Tyr, el dios de la justicia y el deber.
Con el tiempo Luna se enamoró de Elethyl, y Elethyl de ella, pues él había sido su salvador, fue un amor de primera vista, supo que ella iba a ser la mujer de su vida y él el celestial de su vida.
Y de esa unión nació Aedan, un pequeño y prometedor Aasimar, fruto del amor de la paladina y el celestial.

El muchacho fue entrenado en las artes de la batalla como su madre.
Aedan siguió los pasos de su madre, la senda del paladín, tomando la senda de Tyr, el dios de la justicia y el deber, como su madre.
Desde que tiene memoria siempre le a fascinado el camino que eligió su madre y cuando se iba a la cama, su madre le contaba una de sus batallas en las que casi siempre salia victoriosa y con todos sus hombres volvían para celebrarlo dando gracias a los dioses de la Tríada y aliados de estos.

Un tiempo más tarde…

Como de costumbre, Lady Luna se dirigía al distrito de las criptas para llevar unas flores a los caidos de aquella batalla contra los dragones.
Estaba apunto de anochecer, normalmente Lady Luna habría ido antes del alba, pero ese día tenía unos asustos que tratar con su orden, la orden de caballeros del muy radiante corazón.

El asunto trataba de que no admitían a su hijo como escudero en la orden ya que sólo aceptaban Paladínes de raza humana y servidores de la tríada.

A Lady Luna eso no le preocupaba, pues su hijo Aedan aún tenía mucho que aprender y saber, pues sería bienvenido en muchos lugares, pero rechazado en muchos otros.

Diez años después…

Aedan ya era un paladín hecho y derecho en servicio de la iglesia de Tyr, era su caballero sagrado. Había aprendido mucho sobre los sacerdotes de la iglesia y había entablado una grata amistad con Althiem, el sacerdote de la iglesia de Lazthánder.

Mientras tanto en la orden del muy radiante corazón..

Lady Luna se encaminaba hacia la orden del muy radiante corazón, pues había sido llamada.
Esta rozaba ya había entrado en la cuarentena pero aún seguía siendo bella a pesar de sus arrugas y alguna que otra cana en su bello cabello.
Abrió las puertas con decisión y se dirigió hacia una sala con una especie de mesa cuadrada con diez sillas, y diez paladines sentados en ellas.
Ella se puso justo en medio de la sala en pie, y realizó una amplia reverencia.

Salve señores, he acudido a vuestra llamada – dijo Lady Luna.
Salve Paladina Luna – dijo uno de ellos.
Asi es, has sido llamada, imagino que que te harás a la idea de por qué estáis aquí, ¿no es así? – dijo este de nuevo.
Es sobre las noticias del sur, ¿verdad?, he oido que hay un ejercito de gigantes venidos de la colina del Tejarn.. – dijo Lady Luna.
Así es, y te pedimos que cojas a tus mejores hombres, os armeis, os pertrecheis de alimentos y pociones curativas y os encamineis dentro de una luna hacia allí. – dijo otro de ellos.
Lady Luna asintió realizando una amplia reverencia.
Asi lo haré, que la gracia de Tyr caiga sobre vosotros – dijo Lady Luna.
Y que contigo sea uno – clamaron todos a la vez.
¡Por la tríada! – claramaron todos incluida Lady Luna.

Esa misma noche Elethyl y Luna discutían en su casa, en el distrito feudal, el de los nobles, pues Lady Luna provenía de una familia noble, aunque solo poseía la casa, pues todo el oro que tenia su familia fue donado a la iglesia de su dios como ofrenda.
Tengo un mal presentimiento querida.. – dijo Elethyl.
¿Por q ue pensais eso, amado? – dijo Lady Luna.
No lo sé, pero no sé si deberiais ir a esa batalla mañana… - dijo Elethyl.
He de ir, es mi deber, tu te quedarás cuidando de Aedan, y no le digas ni una palabra sobre esto, pues irá tras de mí. – dijo lady Luna.
Elethyl asintió a la vez que esbozaba una sonrisa…
Ya recuerdo por que me enamoré de ti – dijo este.
A la mañana siguiente al alba, Lady Luna partió con sus mejores caballeros, y dos de los mejores sargentos de la orden y se encaminó hacia las colinas que los gigantes habían tomado, y nunca se supo nada más sobre ellos, el ejercito de gigantes había sido aniquilado por los paladines, aparecieron un cuerpo a dos de ellos, pero los demás no fueron vistos.

Elethyl se entristeció al saber que su mujer había muerto, y tuvo que contarle la noticia a Aedan, ninguno de los dos lloraron, pero una parte de ellos murió con la paladina.
Una tarde Aedan iba como de costumbre a visitar a su querido amigo Althiem, en la iglesia de Lazhtánder y junto a él estaba Elethyl, su padre.
Padre…, Althiem… - realizó una amplia reverencia mirando a los dos.
Ambos asintieron al instante.

Althiem ya rozaba los 60 años, pero aún asi se mantenia atletico, pero a pesar de ello, sus facciones humanas mostraban perfectamente su edad y su pelo canoso con pequeños destellos rojizos.
Elethyl, han surgido unos problemas en mi ciudad y he de partir…
Aedan asintió sin rechistar, pues él sabía que era su deber partir hacia su hogar natal tarde o temprano.., además su madre ya no estaba entre ellos, y Aedan era ya un hombre.

Yo también he decidido partir de estas tierras – dijo Aedan.
Quiero viajar por el mundo y llevar la palabra de Tyr, ayudar a los indefensos y dar justicia a los malignos – dijo Aedan.
Siempre supe que tarde o temprano partirias… - dijo Althiem.
Quiero hacerte un presente, quedate mi vieja armadura, mi espada y mi escudo, te servirán de gran ayuda.
Aedan asintió
Gracias Althiem, será un buen recuerdo – dijo Aedan.
Si alguna vez das con alguien que lleve el simbolo del Brazo de los Justos. Hazle saber que Althiem está bien, y que cada noche os bendice con una plegaria a Lazthánder. – dijo Althiem.
Lo haré Althiem, y volveré a verte creeme, no dejaré en el olvido nuestra amistad, cada dia al alba me acordaré de ti – dijo Aedan.
Aedan abrazó a su padre y después a Althiem, y se dirigió camino hacia los establos para coger a su corcel.
Un sin fin de aventuras le esperaban fuera de la ciudad, y un sin fin de peligros. Pero él estaba dispuesto a enfrentarse a ellos…
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puxe

24/12/2010 08:46:26

[i:7d87d380b1]Pasó un tiempo y Aedan encontró su nuevo hogar.

Una ciudadela llamada Arion, llevabada por los Paladines de la orden del fenix.

Más tarde se unió a estos como escudero de la orden en servicio del Gran Maestre Leobald.

No eran muchos, y era necesario que se mantuvieran unidos...

Aquí comienza el principio de su nueva historia...[/i:7d87d380b1]