Jack_Botas

11/09/2012 03:10:25

Leobald Thennal, segundo hijo de los Thennal, una casa menor de Amn con tierras de montería y manzanos en la orilla este del lago Esmel; cabeza de venado en oro sobre campo de sinople por armas. En Amn la nobleza hace tiempo que fue apartada por el oro de los comerciantes de sus anteriores lugares de gobierno y guía. Los Thennal son una casa vieja, con un linaje de doce generaciones, y aunque a nadie en Amn le importa eso hoy a los Thennal sí. Los padres de Leobald educaron a los suyos en la importancia del honor, la responsabilidad y el respeto por la auténtica nobleza. Leobald creció en un familia numerosa, cálida y feliz, sin conocer el hambre o la fatiga, pero siempre fue un chico algo distante y callado. Con curiosidad por casi todo y aptitudes destacables para poca cosa, se vio obligado a tomar la espada muy joven para defender las tierras de la familia de bandidos, orcos y trasgos campan en el inhóspito este de Amn. De su padre aprendió a hacer uso del arma familiar, el mandoble. Sin ser el mejor de sus hermanos con la espada, doblaba en tesón y resignado aguante al resto. Defender a los suyos y a los vasallos de su padre lo era todo para el joven Leobald.
Cumplidos ya los veinticinco inviernos, Leobald cayó en la emboscada de unos bandidos. El ensañamiento fue tal que pasó semanas en cama, sumido en la inconsciencia, debatiéndose entre la vida y la muerte. Durante su convalecencia tuvo una revelación que marcaría el resto de sus días: se vio a si mismo desnudo, arrodillado ante un hombre con el cuerpo lacerado por terribles heridas y mirada bondadosa que le sonreía con tristeza paternal, le entregaba un escudo y lo hacia levantar con suavidad.
Al despertar su vida anterior carecía de sentido. Había sido salvado la vida por que tenia algo que hacer, una misión; debía proteger a todos los que no podían hacerlo. Ilmater le había hablado y no tenía sentido seguir en las tierras de los Thennal mientras otros sufrían en los caminos. Dejaría todo atrás y no poseería nada que no fuera herramienta para la obra del Quebrado.

Durante cinco años dio tumbos por los caminos de Amn tratando de encontrar su lugar en la misión para la que creía haber sido elegido. La soledad y las penurias del camino acentuaron el carácter taciturno del paladín errante. Los rumores de un gran número de desplazados tras al caída de Baldur llevó sus pasos a las puertas de la ciudadela de Arion donde creía poder ayudar. Lady Jeana de Tyr, castellana de Arion y gran maestre de los caballeros de la orden del Fénix le ofreció un lugar en la ciudadela y en la orden. Como escudero de Jeana ayudó a recuperar el libro de Myrcul para acabar con los levantamientos de cadáveres que tenían lugar por todo Amn y a desenmascarar una célula de la iglesia de Cyric en la vecina Ambar. La capa de los caballeros pronto descansó sobre los hombros del paladín. Como caballero en el Fénix forjaría amistades que durarían para siempre: Sir Reb de Helm, Sir Nesharay de Tyr ambos de la orden amiga del Brazo de los justos, Sir Lancel de Ilmater, Lilian Lotonegro del Puño Cegador y tantos otros.

Cuando la orden del Fénix comenzó su decadencia y las espadas comenzaron a faltar, Sir Leobald recogió el testigo como creía su deber. Defendería Arion y sus gentes de todo mal. La ciudadela sería un faro del bien en la oscuridad que parecía cernirse sobre el territorio. La usurpadora Ilkara había asesinado al Consejo de Amn y había tomado el control del gobierno con oscuras artes y aliados mostruosos. Durante estos días Leobald maniobró con discreción para crear la Alianza del Norte contra Ilkara: un consejo de aventureros y dirigentes de Ambar, Ghrodor y Arion. El Fénix negó vasallaje a la nueva reina y está envió a sus ejércitos de mercenarios y ogros a asediar Arion. Fueron meses difíciles pero aguantaron y prevalecieron gracias a la ayuda de los enanos y a las provisiones que la reina Zaranda de Thezyr les hacia llegar secretamente a través de portales mágicos. Roto el cerco la Alianza del Norte entró en crisis y se disolvió cuando Ambar decidió unilateralmente su anexión a Thezyr. Los enanos tenían problemas en sus túneles y abandonaron la superficie.
La única manera de hacer frente a la amenaza de Ilkara era bajo la protección de Zaranda, así pues Arion pasó a formar parte de Thezyr unas semanas después.
Sir Leobald, baron de Arion, comprendió que la inestabilidad en el norte y la falta de compromiso de sus aliados eran un problema para la lucha contra Ilkara. Así pues sus acciones desde entonces fueron encaminadas a tratar de posicionar hombres de confianza en puestos de responsabilidad. Durante la guerra de Ambar contra los drow, Sir Leobald descubrió la mascarada del señor que había hecho suyo el castillo del Paso de Dientecillos y reclamó la fortaleza para el Zaranda. En lugar de gestionar directamente el enclave nombró Guardian del Paso a Sir Nesharay de los Justos, quien tenía unas inmejorables relaciones con el rey Rugrim de Ghordor, amigo de ambos. La comunicación con Darromar nunca habían sido tan seguras.
Cuando Zaranda propuso a Sir Leobald la guía de Ambar como barón, esté aceptó de manera temporal, pues conocía a los ambaritas y sabía que su espíritu independiente necesitaba un dirigente electo para estabilizar el gobierno local. Durante su gobierno trató de corregir direcciones equivocadas del anterior gobierno enfriando as relaciones con Calim y persiguiendo el mal sin ambigüedades. Mientras tanto su ojo estaba puesto en un joven paladín local, Lucien de Helm. Sir Leobald alimentó la reputación del ashimar nombrándolo Capitán de la Guardia Escarlata y aconsejándolo cuando lo consideraba oportuno. El paladín hizo honor a tal cargo, como se esperaba de él. Pronto se ganó la simpatía de los ambaritas y cuando hubieron de elegir Consejo, Sir Lucien fue la primera opción.
Junto a varios aventureros descubrieron el emplazamento de la Armería de Netheril que los ogros habían estado buscando y la sellaron de modo que el enemigo no pudiera encontrarla.
El norte nunca había tenido unos gobiernos más estables, con paladines como barones y guardianes. Después de la frustrante disolución de la Alianza del Norte, por fin había tejido una red de aliados poderosos y sólidos.
Sin embargo Ilkara tampoco perdía el tiempo. Piratas, sus nuevos aliados acosaban Ambar y un nuevo ejército comandado por Aline de Auril tomó las Estrial. Berrion estaba aislado y sufría los envites del enemigo, solo estaban condenados. Sir Leobald encabezó las tropas de Arion y en compañía de las de Ambar formaron un ejército para abrir el paso de las Estrial. Tras días de lucha en la que todo parecía perdido vencieron al enemigo junto a la reina Zaranda en los picos de las Estrial.

Tras unos meses de calma, Ilkara, humillada por sus derrotas, desplegó toda la fuerza de Amn y los siniestros poderes que representa. Nada fue suficiente para parar lo que vino. Dragones blancos, tormentas de hielo, clérigos de Auril, ogros de las nieves y otros monstruos en cantidades tales que las mermadas tropas de Ambar, Arion o Berrion poco podían hacer. Tras mese de esfuerzos y sacrificios para proteger Arion y hacer de la ciudadela una referencia del bien en el norte Sir Leobald pidió ayuda a Zaranda para que abriera los portales y poder desalojar Arion a tiempo. El último de los Fénix fue también el último en dejar la ciudadela cuando los dragones hicieron temblar los cimientos de la ciudadela y el hielo hizo presa en cada criatura viviente. Nada se podía hacer. Morir allí defendiendo unas piedras que ya nadie adoraría habría resultado tan inútil pretender coger la luna. Levantarse, ese era su don, el Quebrado lo había elegido, ahora sabia por qué. Arion fue reducido a ruinas, junto a Berrion y Ambar.

Darromar acogió a los refugiados y ofreció las tierras seguras de este de Thezyr a los que quisieron ir. Un nuevo comienzo para todos. Un lugar donde encontrar su sitio.

Jack_Botas

24/11/2012 14:29:58

Darromar, la bulliciosa ciudad capital de Thezyr hervía de actividad a ambos lados del Ith. Hacía más de dos meses desde que Leobald cruzara sus muros para quedarse. Los comerciantes hacían negocios en los muelles del río y gritaban sus mercancías. La festividad de Verdor tocaba a su fin, pero las guirnaldas de las calles aun recordaban los bailes y la música. Aunque no para todos. El barrio de Las Caravanas había sido puesto en cuarentena para erradicar el foco de peste que desde hacía días había hecho presa en sus gentes. Leobald había pasado los días de cuarentena con ellos, ajeno a bailes de sociedad y sonrisas impostadas. Había problemas serios y sentía su deber estar al lado de los más débiles. Había escasez de alimentos y siempre había alguien sin escrúpulos que se aprovechaba de la situación. El caballero había hecho algún amigo y había visto de primera mano la usura miserable que algunos eran capaces de ejercer.
Había donado el oro que le quedaba a la iglesia de Ilmater de la ciudad para paliar los gastos derivados de agua, comida y ropa limpia para los afectados. Ahora era un noble pobre, pero el oro nunca tuvo importancia para él y lo creía bien invertido. Se había dejado casi la mitad de su fortuna persiguiendo a la pequeña Mari Louis Whettins en los caminos sin resultados y nunca lo sintió por el oro.

Los recuerdos del caballero volaron dos meses atrás. Mari Louis Whettins, la hija de los nobles Whettins de Cabo Velem, a quien había tomado bajo su protección como ahijada. La encontraron junto al cadáver de su nana y el carro calcinado por atacantes que perseguían a las víctimas de licantropía. Entonces no sabía quien era y la niña estaba demasiado traumatizada para nada. Muerto el licántropo Iacram parecía haber superado la maldición del cambio, pobre muchacha. Solo lamentaba no haber contribuido a eliminar el problema de ese asesino de niños, pero entonces la creía recorriendo los caminos del norte. Perros, rastreadores, todo había sido inútil y muy caro. Entonces no podía saber que su ahijada era prisionera de Iacram y los suyos. La guardia, algunos nobles y unos elfos amigos de la corona dieron con ella y el monstruo mientras Leobald estaba en los caminos. Gracias al quebrado. Todo fue un poco confuso y el hecho de que el padre Leb, que lo había estado ayudando con la educación de Mari Louis y su primera transformación desapareciera en medio de todo aquel embrollo no había ayudado. Esperaba que el clérigo se encontrase bien. De cualquier modo, Mari Louis debía de estar a salvo en Velem, con su familia. Se propuso visitaría prontamente, se sentía en deuda con ella y no había podido despedirse si quiera. Había mandado una carta a los Whettin donde les relataba lo ocurrido, les trasladaba su felicidad por que todo hubiera salido bien y les pedía permiso para apadrinarla. Había cogido cariño a la niña, nunca tuvo hijos y sabía que nunca los tendría.

Un pilluelo le tiró del pantalón devolviendo al paladín a la realidad. El niño tenía la cara sucia pero sus ojos negros eran grandes y brillantes. Le pidió una monedas para comprar algo de pan mientras se agarraba el estómago. Leobald partió con él su última ración, suficiente para uno pero demasiado poco como para revenderlo en el mercado negro. El caballero se preguntó por qué el resto de los nobles no estaban resolviendo esto en vez de celebrando el Verdor. La nobleza de Darromar, no estaba seguro de querer formar parte de ello, pero quizá no hubiera alternativa.