agus

03/10/2012 23:13:01

La elfa pasaba la mayor parte del día paseando por el palacio, hablando con los guardias… Incluso se había aficionado a recoger flores para hacer algún collar o pulsera. De vez en cuando llamaba a Juna, su amiga y compañera, pero evitaba hacerlo muy seguido. Sabía que la pantera necesitaba correr y cazar, no estar encerrada allí. El animal sufría estando allí dentro.

A veces salía a dar paseos muy cortos; se tumbaba en la hierba un rato y dejaba que el sol le acariciase el rostro, mientras las plantas le hacían cosquillas en las palmas de las manos. Esos momentos la hacían sentir tan viva. El calor en el cuerpo, el frescor y el olor de las flores, el susurro del viento y los árboles…

Cuando venían a visitarla Amamir o Edelgar también aprovechaba para salir de aquél sitio. Eran la escusa perfecta. Los guardias se fiaban porque sabían que estaría bien acompañada.

Pero durante estos paseos no conseguía olvidarse de su cargo. Muchas veces dudaba de quién se preocupaba más: si la guardia o los dos elfos.

Esto le molestaba. Ya no la trataban como una amiga. Ahora todo eran reverencias. Se habían olvidado de que seguía siendo la misma. Muchas veces deseaba que todo volviese a ser como antes.

Desde el día en que Ellesime murió, dejó de ser para muchos Danae para convertirse en reina.

Un día, mientras estaba con Amamir en el Estanque Sagrado hablando, apareció un elfo, un elfo solar llamado Ariador. Era agradable y lo mejor de todo es que no la trataba como una reina, si no como a una elfa normal, una más. Tal vez porque le diese igual, tal vez porque ni siquiera supiese quién era ella. Pero no le importaba, le gustaba ese trato.

Además Amamir no pareció desconfiar demasiado y eso aun le dio más seguridad. El consejero tenía buena vista para aquellas cosas… A veces era un poco exagerado pero siempre prudente.

Una tarde soleada y de brisa suave, la elfa decidió salir a pasear. Necesitaba tomar el aire, aunque a los guardias no les pareciese una buena idea. En el camino, se encontró con el elfo solar y estuvo largo rato hablando con él, escuchando historias de su vida, aficiones, etc. Más tarde se unió Amamir, y continuaron con la agradable conversación.

Era placentero estar allí, como en los no tan viejos tiempos. Al cabo de un rato de hablar le explicaron al elfo, aunque no muy detalladamente, la situación que había sufrido el bosque y los problemas que aun acechaban. Al parecer Ariador estaba dispuesto a ayudar mientras permaneciese en el bosque.

Más tarde llegó Edelgar. El druida parecía muy interesado en el nuevo elfo. Le preguntó muchas cosas… Danae se dio cuenta de que desconfiaba. Eso la disgustó un poco y aun más cuando vio con qué desprecio le hablaba Edelgar a Ariador. Hizo comentarios fuera de lugar pero Amamir parecía no darle importancia así que Danae no dijo nada pero luego Edelgar fue a más, refiriéndose a Danae.

En cualquier otro momento, a ella le hubiese encantado que él dijese que eran pareja, pero sabia con qué intención lo hacia Edel: quería que aquél elfo se alejase de ella; para protegerla claro, eso lo entendió más tarde; pero no le gustó la manera en que lo hizo.

A veces Edelgar tenía esos ataques en los que era incontrolable y orgulloso. A Danae le encantaba, pero se sentía verdaderamente mal por el trato al nuevo elfo. En sus clases de protocolo le habían enseñado que tenía que ser cordial y amable con todos y sin duda aquella situación no fue para nada cordial.

Una vez la situación se calmó, y aunque el elfo continuaba muy ofendido con Edelgar, el druida se marchó y después de un rato volvió con un bastón hermoso que había hecho él. Tenía unos dibujos tallados muy bellos, como unas flores que se degradaban hasta convertirse en estrellas y en las puntas unos detalles brillantes. El elfo se acercó a Danae y le entregó el bastón. – Toma, es para ti, sólo me habla de Danae. - Le dijo.

Con aquél detalle, la druida se olvidó de cuán enfadada estaba con él. Se sonrojó y aunque con mucha vergüenza, le dio un beso en la mejilla. Edelgar siempre conseguía lo que quería con ella.

Desde que había ocurrido lo de Ellesime, la relación entre ellos había cambiado mucho. Edelgar se había distanciado de ella (o al menos era lo que ella sentía) y esto hacia que Danae se sintiese culpable y triste. Estaba enamorada del elfo y odiaba que éste fuese tan distante con ella, solo porque ahora fuese la reina. Al fin y al cabo, seguía siendo Danae, nada había cambiado en ella…

agus

12/11/2012 21:12:57

Los días pasaban en el bosque y poco a poco los problemas se solucionaban o parecía que iban por buen camino a conseguirlo. El problema de la desaparición de la niña ya estaba solucionado. El duque Aendryr ya estaba más tranquilo con su hija de vuelta y las heridas que había tenido en el brazo ya se habían curado.

Todo esto había empezado hacia ya semanas… Una tarde se encontró a un elfo del bosque llamado Illyndar. Parecía muy interesado en Danae y era muy atento y cordial con ella. Era agradable hablar con él, al principio.

Sin duda Illyndar era un elfo con las ideas claras, demasiado a veces. Parecía muy inflexible. Danae no podía evitar recordar a Amamir cuando oía a Illyndar hablar. Tan radical en ciertos temas y sin dar su brazo a torcer. Pero esas conversaciones eran agradables. Danae sentía que ese elfo era de los pocos que no le decían “Lo que usted diga, Majestad” .

Aun así, se acabó enfadando un poco con él. Primero sacó el tema de la Reina Ellesime. Illyndar tenia una imagen bastante diferente de la reina. Sus palabras hacia ella fueron crueles en algunos momentos. De hecho, le dijo a Danae que “tuviese cuidado, que era muy joven y que la engañarían fácilmente”.

Sin duda aquella conversación no la había dejado indiferente… Pero al día siguiente sucedió lo de la desaparición de la hija de uno de los dos duques. Y mientras los elfos comenzaban a rastrear por todo el bosque, Amamir se vio metido en el problema.

El elfo ya conocía a Illyndar, nunca quiso explicar detalladamente a Danae qué tipo de relación tenia con el elfo. Solo decía que era un elfo al que admiraba por sus ideales… Pero ya no parecían gustarle tanto. Ahora estaba verdaderamente enfadado. Los encontró Alith peleando a las afueras de Suldanessellar y por suerte los pudo separar. A partir de aquél día, Illyndar permaneció encerrado en una celda, y Amamir… castigado dentro del bosque. Ambos se acusaban de haber secuestrado a la niña y más tarde, de haber atacado al duque.

Le costaba horrores ser dura con Amamir, era su consejero y su gran apoyo desde que todo había empezado… no podía desconfiar de él. Él nunca habría desconfiado en ella. Y la conversación que había tenido con Illyndar le hacía dudar demasiado de él. Sin duda le dolía tenerlo encerrado en esa celda. Era sincero con ella, y eso le gustaba pero no podía evitar pensar que era el culpable del secuestro. No estaba segura, no tenía ninguna prueba y no lo podía juzgar precipitadamente… Ella tenía la última voz, pero ¿qué pensarían los demás? No sería justo.

Pero entonces llegaron Lucien e Isis. La humana fue la que se encargó de localizar a la niña y más tarde, acompañada de Alith, Celdur y Lucien, de ir a buscarla y traerla de vuelta al bosque. Y el humano realizó el juicio de la verdad, el que serviría para determinar si Amamir o Illyndar eran culpables de lo que se acusaban.

Lucien daba mucho miedo durante el juicio, aquél ojo… Cada vez que preguntaba algo a Illyndar y Lucien decía “Es verdad” con un tono alto y muy grave, el corazón de la elfa se encogía un poco más. ¿Amamir la había engañado? ¿Había sido él quien había raptado a la niña? No podía ser. El juicio acabó y los dos elfos habían dicho la verdad pero ninguno había raptado a la niña ni había mandado a hacerlo. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Qué pasaría entonces?