Andriu_ZGZ

26/09/2005 23:26:59

//Bueno, que aqui está escrita una de las primera aventuras interesantes de este palaca, espero que os guste, se admiten todo tipo de críticas.
De momento ahí va el Preludio, antes de la gran aventura.

PRELUDIO

La espesura del bosque evitaba que los rayos del sol penetrasen en aquel oscuro paraje. Era el bosque de Mir, un lugar legendario, oculto entre el desierto de Calimshán y las llanuras de Tezhyr.
Me introducí en aquel lugar, pensando en las diferentes situaciones en las que me vería entrometido, pero que me aportarían la experiencia necesaria para afrontar retos más difíciles y poder valorar en la medida de lo posible, los diferentes conflictos que en torno a la naturaleza me podrían surgir.

El mediodía era plácido e invitaba a descansar en un claro rodeado de árboles. Además la hojarasca y la hierba que crecía en aquel lugar proporcionaban una comodidad inusual para un terreno tan complicado como peligroso.
Empecé a dejar mi petate y me dispuse a preparar algo de comer. Tan solo tenía algo de carne y otras raciones mediocres para varios días, pero lo suficiente para calmar mi apetito durante media jornada.

No me fijé en ese instante en la figura de color verde que acechaba desde la espesura.

Me sorprendió por el flanco izquierdo, a unos cuatro metros, de estatura alta y con figura humana pero con cabeza de reptil, no dudó en intervenir. Pensando que por mi naturaleza humana podía ser una amenaza, desenvainó su sable y se dispuso a atacar.

La primera embestida fue terrible, no llevaba desenvainada el arma y me llevé un empujón por el costado que me dejo tendido a dos metros. El hombre lagarto elevó el sable dispuesto a partirme en dos, pero giré sobre mi mismo y el arma impacto en el suelo; posteriormente di un golpe con el pie en una de las piernas de la bestia que perdió el equilibrio y cayo de espaldas, con lo cual tuve tiempo para ponerme derecho y desenvainar a “gladiadora” y colocar mi escudo en mi brazo izquierdo.

Todo ello a la vez, la bestia y yo nos levantamos al mismo tiempo. Comenzó la esgrima, en aquel claro poco iluminado. El Asabi atacó de frente con una estocada al costado derecho, paré el golpe con gladiadora elevando el arma desde la rodilla hacia arriba, haciendo imposible que impactase a un lado en mi armadura. Me desplacé un metro en posición defensiva; esta vez, el hombre lagarto atacó atizando desde arriba hacia su derecha, pero elevé el escudo y propine un puñetazo en el rostro con la empuñadura de gladiadora. El Asabi trastabilló hacia atrás apoyándose con aquella mano reptiliana en un árbol.
Ataqué de frente alzando gladiadora con la intención de rebanar el cerebro del lagarto, pero de nuevo se apartó del árbol y mi arma fue a impactar en el tronco, quedando clavada de medio lado.

El combate era muy igualado y parecía que llevaba las de perder. No podía extraer el arma del tronco y me vi obligado a dejarla y parar con el escudo el tajo que llegaba desde abajo hasta la cintura. El sable de la criatura golpeó de nuevo en el escudo, rechazando el arma y obligándola a desviarse hacia mi izquierda.
De repente algo me impactó en el brazo, oleadas de dolor llegaron hasta el hombro y creía que iba a desfallecer. Me vi inmerso en un mareo terrible que me dejó, apoyado en el mismo árbol donde tenía el arma, casi inconsciente, creí que sería el final. El final del objetivo que se marcó mi padre, el de mi propia existencia, el de mis aventuras y en definitiva el final de todo por lo que tanto había luchado hasta ese día.

El impacto del arma fue rápido, apenas noté dolor, salvo la salpicadura de la sangre que inundaba mi rostro. En aquel lejano lugar había dejado la vida Andriuth Northend.

---

Un destello de luz cegó mis ojos, en lo que creía que era la morada de Torm. Sino fuese por que aquella luz volvía a serme familiar, pensaría que mis días los pasaría en el limbo. Pero no fue así.

Sentí algo peludo que acariciaba mi cara con cariño, todavía estaba desconcertado, apenas veía nada. Por un momento pensé que era algún druida que se ocultaba en las sombras del bosque y me ofrecía ayuda. Una ayuda desinteresada que tan solo una persona bondadosa podía ofrecer.

- ¡Ay, Auhggg! – grité, sintiendo un dolor punzante. El olor de aquel ser estuvo por volverme a dejar inconsciente.
- No seas quejica, ya te he extraído el veneno, y sino hubiese sido por que acabé con el lagarto que estaba oculto entre los árboles tendrías el cuerpo lleno de virotes.- Explicó el enano de barba espesa, inclinado hacía el hombro derecho, y colocando un ultimo vendaje en la herida abierta.

A la derecha yacía aquel hombre lagarto, con un hacha clavada en la espalda y con la expresión del rostro que mezclaba incredulidad y terror.
- Ya está, ¿puedes levantarte?- dijo el enano, poniéndose en pié y dirigiendo la mirada hacia el Asabi derribado.
- Si, creo que puedo- contesté- aunque me siento demasiado cansado -. Dije entre mí.
- ¡Ah!, eso es buena señal, quizás puedas ayudarme a arrancar mi hacha de este maldito lagarto. – propuso el enano de barba marrón, que inclinándose de rodillas hacia esfuerzos por sacar el hacha.
- No lo creo, mi hombro esta destrozado y el brazo izquierdo se me ha entumecido -. Expliqué con una mueca de dolor y llevándome la mano izquierda al hombro dolorido.
- Bueno, en ese caso lo haré yo solo –. Dijo, volviendo a agarrar el mango del hacha.

Acampamos durante una hora en un claro mas alejado, aunque no menos peligroso, el enano sostenía el arma apoyada en su rodilla y atento a cualquier movimiento en el bosque. Yo en cambio, me mantenía a cubierto y disfrutaba de aquella comida, comprada en una aldea cercana al bosque y que tenía entre otros manjares, conejo guisado.

Me dirigí al enano en tono de agradecimiento.

- Te debo la vida, amigo mío, no sé como te lo podré pagar – Le dije apesadumbrado.
- No me llames amigo, llámame Teophantus – contestó, masticando un poco de conejo que le fui ofreciendo conforme iba pasando aquella curiosa velada -. Y sí, podéis ayudarme, ¿señor…?
- Andriuth Northend es mi nombre, aspirante a paladín y siervo de Torm – Le contesté -. Puede contar conmigo para lo que vos desee.
- ¿Un paladín?, ¿y ello incluye buscar la ciudad enana? –. Preguntó Teophantus, llevándose la mano a su espesa barba, al tiempo que se frotaba la nariz.
- ¿Una ciudad enana?, ¿de que me está hablando? – Le volví a preguntar -. ¿No me estará diciendo que buscaba una ciudad de enanos en el bosque de Mir?
- He… Bueno es posible, me dijeron que por aquí había una, pero no encuentro ni rastro de ella, seguro que han sido estos árboles, están malditos – refunfuñó el enano -. Seguro que despedazan hasta la piedra.
- Jaja jaja, - empecé a reír-. Eso no es posible amigo, los árboles no acaban con las piedras así como así, además, no estamos en una zona montañosa, no es un sitio idóneo para que los enanos construyan ciudades.
El enano se quedó pensativo mientras terminaba aquel sabroso conejo. Pronto nos acostamos y quedamos en hacer los turnos de vigilancia cada dos horas.

Fue una noche tranquila. Al amanecer, levantamos el campamento y salimos del bosque. Me despedí del enano de barba marrón y comencé entonces mi regreso a Calimport.

- ¡Espera! – gritó el enano, cuando yo me alejaba-. Puedo ir contigo, no tengo a donde ir, seguro que podemos ir juntos. El viaje es peligroso y las montañas de la marcha están plagadas de ogros.
Me giré con una sonrisa, esperando a Teophantus, que torpemente llegaba con su petate a mi lado.
- Gracias -. Dijo Teophantus.
- No hay de que – contesté-. Me salvaste la vida y creo que no estaría mal una buena compañía.
- Ah jajaja – reía Teophantus-. Así me gusta, entonces, ahora seremos camaradas, ¿no?
- Bueno… si, quizás debiera de tener un camarada. – le dije-. O eso creo – pensé entre mí.
-Entonces no hay nada más que hablar por Moradín, continuemos nuestro viaje - Aseguró el enano, marchando delante de mí.

El viaje fue largo, casi una semana a pié bordeando las montañas de la marcha y siguiendo el curso del río de hielo. Al final, llegamos a la costa del mar brillante y nos dirigimos hacia el oeste hacia la ciudad de Manshaka, donde un barco pesquero nos llevó hasta los muelles de Calimport.
Durante el viaje conté a Teophantus la existencia de la ciudad enana de Mithrill Hall. Las historias sobre esa ciudad se escuchaban en todas las tabernas de Calimport. Aquel lugar mítico despertó el interés de Teophantus, que hablaba una y otra vez de las riquezas y maravillas que posiblemente podríamos encontrar allí.

Apoyado en la proa del barco, Teophantus miraba las luces de la iluminada Calimport. Me acerqué al lado del enano, que apenas podía asomarse por la borda del barco, debido a su metro cuarenta de estatura. Mire hacia el océano, esperando una reacción del enano o simplemente una conversación amena que me distrajese durante el tiempo que quedaba antes de ir a dormir.

- ¡Calimport!, jajaja, ya estamos llegando – decía el enano con demasiado entusiasmo. Mientras alzaba los brazos y levantaba su yelmo.
- Aun nos queda una hora antes de que desembarquemos – le dije, apoyándome de espaldas al mar sobre la barandilla del barco.
- Entonces brindemos con cerveza nuestra llegada –. Propuso Teophantus.
- No, no, amigo mío-. Le dije – Apenas he descansado hoy, iré a dormir un rato antes de que atraquemos en el puerto.
- ¿Os retiráis ya?, ¿o es que no os gusta beber? – Contestó el enano.
- No es eso, Teophantus. Tengo muchas cosas en que pensar y la bebida no haría mas que marear mis pensamientos.
- ¿Marear tus pensamientos?, jajaja – El enano soltó una carcajada que retumbó en todo el barco. Tanto que llamó la atención del capitán de aquel viejo pesquero que volvía desde Manshaka con un cargamento de pescado y algunos pasajeros más o menos deseables.

Me retire a la bodega y en mi hamaca improvisada intenté conciliar el sueño. Un sueño rápido que dejaba claras mis intenciones de aquí en adelante.

//Bueno el primer capitulo lo pondré en breve, la historia tendrá mas o menos 3 o 4 capítulos. Espero que no sea muy pesada jejeje :twisted: .

Un saludete :wink:

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Andriuth Northend, el palaca de Torm.

Los demás Northend llegarán mas tarde...

Elderadan

29/09/2005 02:45:20

A ver si llega el siguiente capitulo! xD

Me ha encantado la forma de describir el combate, muy buena si señor, me apoderare de ese estilo para posibles combates futuros :twisted: En serio esta chula la historia, que sigan viniendo así!

Yandrel

29/09/2005 10:16:05

Hay una quest para descubrir y recuperar Mithill hall en marcha, por lo que cualquiera que haya entrado a mithill hall sin dm lo ha hecho off rol y no puede usarlo en roleos.

Gracias

P.D. Espero que pronto termine la quest de MH y todos podamos disfrutar de esa maravilla de ciudad.

Andriu_ZGZ

02/10/2005 15:43:52

//Bueno alla va el primer capitulo (espero terminarlos pronto).
Perdón si hay alguna falta ortografica, siempre se me escapan algunas.
Gracias por los comentarios, lo de la quest de Mitrhill hall lo tengo en cuenta.

CAPITULO I – El humano, el elfo y el enano.

La taberna estaba bulliciosa aquella noche. Habían pasado dos días desde nuestra llegada a Calimport y Teophantus no dejaba de pensar en la idea de buscar Mithrill Hall. Aquella idea lo obsesionaba por completo y más cuando en nuestra mesa se sentó un personaje muy peculiar.

- Saludos señores - dijo el extraño, apoyando unos rollos de papel encima de la mesa y que ocupaban el poco espacio que teníamos para comer.
- Saludos – contesté –. ¿Y este quien es? – susurré al oído del enano, pensando que me daría una respuesta adecuada.
- Pues no lo sé – dijo en voz alta- ¿acaso me reúno yo con cualquiera?, además está molestándonos con sus papeles caballero– dijo Teophantus al extrañado personaje, que terminaba de dejar los pergaminos en la mesa y se disponía a sentarse.
- Mi nombre es Paskinel y soy cartógrafo de Tirodarco – explicó -. He leído su nota puesta en esta misma taberna y creo poder ayudarles, pero no lo sé hasta que cierto punto y…
- ¿Nota?, ¿qué nota?, yo no he puesto ninguna nota – interrumpí.
- Acaso tú… - dije, mirando a Teophantus, que agachaba la cabeza en forma de disculpa.
- ¡Si fui yo! - exclamó el enano - ¡Como íbamos a ir si no!, ¡eh!, no tenemos mapas y ni siquiera una idea exacta de donde puede estar.
- Sigues obsesionado con esa idea amigo, sabes perfectamente que es un viaje imposible y además llena de inconvenientes y peligros – comenté.
- Bueno si os interesa, tengo un mapa de las estribaciones del espinazo del mundo, me lo dió un viajero de diez ciudades, es bastante antiguo, pero creo que os puede ayudar en vuestra búsqueda de la legendaria ciudad enana – explicó Paskinel.
- ¡Por Moradín!, ya tenemos una pista.- Gritó de júbilo el enano -. Inclinándose hacia la mesa y escudriñando el mapa como si fuese a ver algo inusual en él. – Además me debes la vida y por lo tanto, tienes el deber de acompañarme, por que… ¿somos camaradas no?
El silencio se hizo en aquella mesa, tanto Paskinel como yo no dijimos nada y Teophantus nos miraba como si de un culpable me tratase.

En aquel momento una figura delgada y con rasgos élficos se acerca al lado del enano. Vestía con un traje de cuero marrón y el cinto portaba sendas espadas cortas de cuidadosa elaboración.
El elfo saluda efusivamente al enano abrazándolo y dando palmadas en la espalda. Se sentó y en aquella mesa circular en una esquina de la taberna, se empezó a fraguar lo que más tarde sería una de las aventuras más importantes que había vivido.

- Ah, Caldur, mí querido elfo – dijo Teophantus, tocándole el hombro y demostrando a mí parecer que eran buenos amigos.
- Saludos Caldur – dije con una sonrisa, al tiempo que cogía la copa y me disponía a beber.
- Te saludo, mi nombre es Paskinel, cartógrafo de Tirodarco, y me ha impresionado mucho el que un elfo como tú tenga por buen amigo a un enano – comentó Paskinel, bebiendo de su copa con cara de poco convencimiento.
- Si lo sé –explicó Caldur, apoyando sus manos sobre la mesa -. Nuestra raza no ve con buenos ojos a los enanos, ni ellos a nosotros, pero, no creo que distinguir entre razas sea una buena idea, por lo menos así me lo parece yihjajajaja… jaj. – dijo el elfo con una estrepitosa carcajada.
La carcajada de aquel elfo tan extraño me sorprendió enormemente, incluso a los de la mesa de al lado, que terminada su conversación, hacían oído a lo que estábamos diciendo. Esa risa parecía mas la de un loco que la que podemos oír en una persona normal. Y a Paskinel no le quedó duda alguna de que Caldur no era un elfo corriente.

- Me encanta como ríe mi amigo –dijo el enano, bebiendo cerveza una vez más (ya llevaba tres jarras). Me lo paso muy bien con él la verdad y apenas discutimos aunque seamos tan diferentes.

- Dejando a un lado los halagos – dijo Paskinel, dirigiendo la mirada a Caldur – les comento que el mapa por supuesto tiene un precio.
- Pensaba que era gratis… – Me dijo Teophantus en voz baja.

Desdeluego desembolsar una cantidad de dinero que podía ser considerable en nuestras circunstancias era una locura. Y a pesar de ello seguíamos negociando con aquel cartógrafo.

- Mil monedas es lo que pido, nada más – interrumpió Paskinel que se había dado cuenta de las dudas del enano.
- Es demasiado dinero para nosotros – le dije, estrechando las manos a modo de súplica.
- ¿Y setecientas cincuenta monedas? – insistió Paskinel, que recogía el mapa y lo introducía en la mochila de los rollos.
- Aun así es demasiado, para nuestro bolsillo. – le dije -. Gracias por tu ofrecimiento buen elfo. Quizás en alguna otra ocasión…
- Esperad – dijo Caldur -. Yo puedo aportar cuatrocientas monedas de mi bolsa y con solo otras trescientas cincuenta podremos pagar el mapa.

La mirada de Teophantus se desvió rápidamente hacia Caldur, que sorprendido por esa respuesta se puso de pie con la cintura pegada al borde de la mesa.

- ¿De dónde has sacado tanto dinero, elfo de pacotilla? – Dijo el enano, apoyando las manos en la mesa y dirigiendo una fría mirada a Caldur.
- Bueno, he hecho unos trabajitos- explicó Caldur, apartando hacia su lado las pocas monedas caídas al dejar parte de su bolsa en la mesa.
- ¿Trabajitos?, ¿y sin contar conmigo? – dijo Teophantus, cuya cara expresaba una rabia dudosa.
Y desdeluego, Caldur hubiese tenido todas las de perder, si no fuera por que yo, me mantenía entre medio de los dos.
- ¡Déjame Andriuth que lo machaco por Moradín! – exclamó de rabia el enano –. No sabes la que te espera elfo Maricón.

Durante un momento, el zarandeo al que me vi sometido fue total, por un lado Teophantus me apartaba y por el otro Caldur me utilizaba como parapeto de las iras del enano.
Al momento, mis brazos hicieron un alarde de fuerza y consiguieron apartar a los contrincantes, uno a un lado del otro. Teophantus se cayó al suelo y Caldur se quedo estirado encima de su silla.

- Pues vaya unos amigos – comenté -. ¿Esto es lo que hacéis habitualmente?, ¿daros de mamporros?, vaya vergüenza y delante de un invitado.

Paskinel, que había apartado de su mesa los pergaminos, con el temor de que saliesen destrozados por la pelea; se retiró de la mesa hacia la barra. Me marché hacia él, dejando al enano y al elfo a su suerte. Aunque me di la vuelta para observar como Teophantus levantaba la mano de modo amenazante.

- No tienes que hacerles caso, deben ser así, quizás no cambien – dije sonriendo. El elfo acompañó mi sonrisa con otra y bebiendo un poco de aguamiel que le había servido el tabernero, me propuso un nuevo brindis improvisado.
- Por ese enano y el amigo elfo – Brindó Paskinel, al tiempo que entrechocamos las copas y reíamos al unísono pensando en la situación no menos cómica, que había sucedido con motivo de la pelea.
- Parece que me caéis bien, os dejo el mapa en trescientos, demasiado barato para mi gusto, pero es posible que no lo coloque en ningún otro sitio –comentó Paskinel.
- Está bien y que conste que lo hago por el enano, le debo una – le dije -.Porque si por mi fuese, no daría ni una moneda por eso trozo de pergamino.
- Aquí tiene - comentó Paskinel -. Entregándome el rollo al tiempo que yo sacaba la bolsa con un puñado de monedas y comenzaba a contarlas hasta completar las trescientas.
- Ha sido un placer ayudaros – dijo El elfo de capa Oscura – Si necesitáis más mapas para vuestros viajes, id a Tirodarco, es donde yo vivo, aunque suelo venir frecuentemente al mercado de Calimport.
- Adiós Paskinel, que tengas suerte –le dije, despidiéndome de él.
- Adiós, quizás la necesitéis vosotros más que yo – contestó el elfo dirigiéndose hacia la puerta de la taberna.

Volví de nuevo a la mesa esperando que mis dos nuevos camaradas hayan echo las paces. Me sorprendió ver a Teophantus, abrazado a su jarra y conversando con Caldur, aquel elfo tan gracioso, que amenizaba la charla con aquella risa tan estrepitosa.

Teophantus esbozó una expresión de júbilo cuando le enseñe el mapa, y le expliqué cuanto me costó al final. Dejando zanjado el asunto de la dirección del viaje, empezamos a planear cuanto tiempo, transportes y provisiones necesitaríamos para el viaje.
Teophantus agradeció tremendamente la habilidad que tuve al conseguir el mapa a un precio asequible.

- ¡Aja!, bien hecho camarada, eres un genio – dijo lleno de júbilo Teophantus -. Un mapa donde se halla esa ciudad misteriosa, que nosotros encontraremos, por Moradín.
- Hice lo que pude, pero, Paskinel es un elfo de principios, no se amilana ante unos aventureros temerarios.
- Bah… que sabrá ese, seguro que ha estado toda subida contemplando los montes y acariciando los árboles – replicó el enano, elevando la mano, con un gesto de indiferencia.

A Caldur, que permaneció callado, durante la mayor parte de nuestra estancia en la taberna, salvo para reír no pareció convencerse de los argumentos de Teophantus. Así que, temiendo que el enfrentamiento anterior pudiese producirse de nuevo, propuse el retirarnos a nuestras habitaciones y seguir comentando los preparativos del viaje a la mañana siguiente.

Un viaje peligroso, pensé, pero mi fidelidad a aquel enano y mi compromiso de seguirle por haberme salvado la vida, era demasiado fuerte como para dejar esta descabellada aventura.

Desdeluego Torm no me perdonaría una falta de lealtad como ésta, y ni mucho menos mi padre.

//En unos dias estará el siguiente capitulo jeje, espero que os guste este.

_____________________________________________________________
Andriuth Northend, el palaca de Torm.

Los demás Northend llegarán mas tarde.

Kriss-Weatherwax

02/10/2005 21:42:48

*estornuda y luego aplaude con ahínco* ¡Olé! ¿pero como consigues que te deje los mapas tan baratos, leñe? (elfo tenía que ser...)

Muy bien, muy bien... a ver cuando llega la próxima :D

Andriu_ZGZ

18/10/2005 18:53:41

//bueno este es el Segundo capitulo de esta historia, quizás sea el mas largo de todos, pero es que uno se pone a escribir una tarde y no para XD.
Espero que os guste, perdonad las faltas de ortografia y quizás alguna incoherencia.

PD: a ver si termino esto que se me esta haciendo largo 8)

CAPITULO II – El viaje a Aguas Profundas.

La brisa era agradable aquella tarde en la cubierta del barco, e invitaba a relajarse frente a la borda del buque mientras se divisaba a lo lejos, la línea que separaba el cielo del mar. El mar estaba tranquilo y aunque el viento constante, desde que salimos de puerto, no parecía provocar una gran marejada que llevase el barco a bambolearse de un lado a otro provocando esa inestabilidad cotidiana que a los que solemos ir por tierra nos parece incomoda.
Desdeluego el que lo estaba pasando mal era Teophantus, echado en uno de los camarotes que tenía reservado el capitán Deudermont para ciertos viajeros, no salía de su mareo. Llevábamos tres días de navegación y el fortachón enano no se acostumbraba al viaje, de echo su afamado hechicero Robillard había preparado un mejunje para aliviar y eliminar los efectos del mareo, tanto la sobrecarga como el alivio de sus nauseas.

- Blouugggaahh – Expresó Teophantus - vomitando lo que quedaba de la poca comida que había tomado por la mañana.
Estaba recostado sobre una cama, con un recipiente al lado para que depositase sus vómitos y apenas ensuciase el acogedor camarote.

- Tranquilo amigo, ya verás como te acostumbras, es solo cuestión de tiempo – le dije- con ese tono de alivio que me suele caracterizar.
- De nada servirán estos potingues que me da Robillard – dijo Teophantus- reincorporándose a la cama después de dejar el pequeño cubo a un lado suyo.
El hechicero estaba en la mesa de al lado machacando unas hierbas en un mortero junto con un pequeño caldero con agua caliente. Caldur, miraba desde la claraboya, pensando que quizás el viaje no fuese tan largo como el capitán decía.
En ese instante Deudermont, capitán del “Duende del Mar”, entró por la puerta y se dirigió hacia mí y a Teophantus.
- ¿Como está nuestro amigo el enano? – Preguntó Deudermont, sonriendo levemente mientras se acercaba al lado de la cama que ocupaba Teophantus.
- Parece que me haya bebido veinte barriles de cerveza de garrafón del malo – Contestó Teophantus -. Tengo las tripas tan revueltas que se podría hacer pasta con ellas. Si lo hubiese sabido habríamos ido a pié, por Moradín, no pensaba que en el mar se fuese de esta manera.
- Pues ahora ya lo sabe amigo –dijo Deudermont – El viaje en barco suele empezar así para los que no lo han hecho nunca, pero todo es adaptarse. No te apures, Robillard tiene remedios contra el fuerte mareo y si no funciona uno lo hará otro.
- Eso es lo que me preocupa, sus remedios. A saber que venenos prepara para mí – dijo Teophantus –. Creo que pasaré la restante semana y media enclaustrado en este camarote, vomitando mis entrañas por doquier.
- Si sigues criticando mi ayuda dejaré el camarote y realizare otras tareas de mayor importancia que la de atender a un enano impertinente – Interrumpió Robillard -.Es preferible que hagas un esfuerzo por quitar el mareo de tu mente, ya que principalmente es un efecto psicológico asumido por todos los que vivimos prácticamente en el mar.
-¿Psicológico?, si apenas puedo levantarme, ni mirar por la ventana y ver como el mar sube y baja –Replicó Teophantus.
- Toma, bebeté esto, creo que te aliviará el estómago y la cabeza –dijo Robillard – terminando de agitar el frasco donde había introducido las hierbas, una vez hervidas dentro del caldero.
Dichas hierbas habían dejado su jugo en el recipiente, un mejunje que se suponía aliviarían las tripas del enano.
- Aggg, sabe asqueroso –dijo Teophantus – me estás envenenando con esta bazofia.
- Cálmate y tranquilízate – dijo Deudermont – confía en Robillard, ya vera como dentro de poco lo vemos airoso por la cubierta del barco.
- Si, eso espero- dije entre mí – levantándome de un lado de la cama, una vez que el vigoroso enano concilió de nuevo el sueño y empezó a roncar.
- Eso lo calmara durante una horas –comentó Robillard- espero que para entonces le haya bajado el mareo y pueda ser parte de la tripulación.

El comentario de Robillard no dejaba de ser una indirecta ya que, una vez planeada nuestra búsqueda, con la compra del mapa a Paskinel y el acopio del equipo necesario y víveres, poco dinero nos quedaba para pagar el pasaje en el “Duende del Mar”. No fue fácil convencer al capitán Deudermont de que nos llevase a Aguas Profundas. Solo teníamos la mitad del dinero para pagarle, y por si fuese poco tuvimos que ceder a la tripulación parte de nuestros víveres en concepto de fianza.
La negociación termino cuando aceptamos integrarnos en la tripulación y defender el barco en el caso de un eventual ataque pirata.
Pasó una semana entera y después de recalar en vado por provisiones, volvimos a la mar. Teophantus recuperado de su fuerte mareo, insistió en dejar a Deudermont y su tripulación y seguir a pie hasta Aguas Profundas.
Después de discutir durante toda una mañana, le convencimos de la rapidez del “Duende del Mar” y de la ventaja de disponer de uno de los buques o quizás el buque más rápido de toda la costa de la espada.

Habían pasado diez días desde nuestra salida de Calimport y a pesar del mareo de Teophantus y la reparación debido a un desajuste en la vela del trinquete, todo salía sin ningún problema.
Durante el mediodía no se divisó buque alguno, aunque en aquellas aguas prosperaba el discurrir de barcos, ya que la zona era especialmente rica en el comercio del pescado y vía de transporte de múltiples productos que se ofrecían en los diferentes mercados de las ciudades costeras.

Pero de pronto, la tranquilidad que durante semana y media habíamos disfrutado se acabó en ese instante al divisar un barco que se acercaba rápidamente hacia nosotros.

- ¡Barco a la vista!, ¡estribor! –Grita el vigía desde su puesto en la mayor. El capitán salió en ese instante del camarote y subiendo al castillo de popa, se acercó al timonel y junto a él desplegó el catalejo en la dirección que le indicaba el vigía.
Robillard se situó frente al Capitán sujetándose con uno de los cabos de la mesana.
- Se acerca demasiado rápido – dijo Deudermont al mago – demasiado extraño, no me fío. Llevan la bandera de la cofradía de pescadores de Luskan, pero su barco es muy rápido para ser de pescadores.
- Entonces, ¿Cuáles son sus órdenes? – expuso Robillard, Acercándose al borde estribor de la popa y observando el buque.
- En estos casos ya lo sabes, lanza una de tus salvas de advertencia, si no, prepararé a la tripulación para el combate – comentó Deudermont. Encogiendo su catalejo telescópico y dando instrucciones al timonel.

Robillard elevo los brazos y junto sus palmas doblando los dedos y formando un arco con aquel gesto, de modo que una fuerte llama envolvió sus manos y realizando un giro de los dos brazos hacia el costado derecho de su cuerpo manteniendo las palmas juntas, proyectó lo que era una bola de fuego del tamaño de una jarra, que se esfumo a un lado del barco amenazador.
Salía de la bodega después de comprobar que el resto de las provisiones para seguir nuestro camino no fuesen pasto de las ratas del barco, cuando me vi en ese momento rodeado del nerviosismo de los marineros que estaban en la cubierta y de la situación que se cernía en el castillo de popa con la presencia de los principales oficiales del “Duende del Mar”.
En ese instante subía las escaleras de popa, con Caldur detrás, cuando la imagen de aquel buque me quedo más clara conforme se acercaba por la banda de estribor.

- Contramaestre, toque Zafarrancho – dijo Deudermont-. Timonel, media a babor, nos pondremos delante de ellos.
La campana sonaba en todo el barco, la tripulación se preparaba para lo que iba ser un combate en toda regla. Un grupo de doce arqueros se preparaban en cubierta a estribor del buque y otros tantos en el castillo de popa a espaldas del palo de mesana.
- Señor Northend –me dijo Deudermont – Prepare a sus amigos para el combate, de momento sitúese en cubierta, les haremos correr, para después zafarnos y posteriormente abordarlos.
- ¡Izan la bandera negra, señor! – Grita el vigía desde su puesto en el palo mayor.
Las miradas entre Deudermont y Robillard se entrecruzan, a si mismos esbozando cada uno una amplia sonrisa. No cabía duda de que gozaban con estos enfrentamientos.
- Avisaré a Teophantus – Dije, sin discutir ninguna orden mirando las caras de aquellos dos famosos caza piratas -. Caldur ven conmigo, te necesito a mi lado.
- yihjajajaja… jaj. – Ríe Caldur- Ya era hora de tener un poco de movimiento.

Cuando me disponía a avisar al enano, apareció Teophantus saliendo del camarote en el mismo instante en el que yo iba a abrir la puerta.
- ¿Que jaleo es este? – preguntó Teophantus, vestido solamente con un camisón que le llegaba hasta los pies.
- Estamos siendo atacados por un barco pirata –respondí-. No sabemos que intenciones tienen, ni lo poderosos que son. A Deudermont no le parece preocupar mucho.
- ¿Un barco pirata? – dijo Teophantus, es que siempre tengo que ser el ultimo en saberlo, tengo que prepararme por Moradín, vuelvo en seguida.
- No tardes, no sabemos cuando tendremos que estar listos.

La persecución había empezado, el Duende del mar se situaba delante del barco pirata con todas sus velas desplegadas, con el objetivo de simular una huida. Los arqueros de popa lanzaban flechas incendiarias contra el buque dando solo algunas en el trinquete del barco pirata sin tener ninguna consecuencia.
En popa Deudermont continuaba dando instrucciones.
- A mi señal timonel gire todo el timón a estribor – indicó Deudermont, escudriñando con el catalejo algún detalle que pudiese darnos una mayor ventaja.
- Eso supondrá que los piratas tendrán el Barlovento a su favor – Repuso Robillard, con cara de preocupación ante las consecuencias que podría tener la decisión de Deudermont.
- Por supuesto, si no, no nos alcanzarán –Contestó Deudermont-. Me he dado cuenta que somos más rápidos, de echo lo suponía y en este caso es cuando tu vas a intervenir, amigo mío.
- Atacaré con todos mis conjuros –dijo Robillard – destruiré ese buque.
- No, no lo harás – Contestó Deudermont-. Nos pondremos paralelo al barco pirata con una maniobra de evasión, pasando por sus mismas narices.

La cara de Robillard mezclaba temor e incredulidad, pero al viejo mago no le amilanaban aquellas estrategias. Acostumbrado a las tretas de Deudermont, generalmente solían salir airosos y cuando la situación era problemática, era Robillard el que tenía que sacarlos de la boca del lobo.
Deudermont tomo personalmente el timón dejando a un lado a su habitual ocupante, tomo el gobierno del barco y empezó a dar órdenes a sus hombres para realizar una acción de evasión.
Una vez recogida la vela mayor y dejar a sus hombres apostados en el mástil del palo mayor, el buque vio reducida su velocidad. El barco pirata no tardó en alcanzarnos, y las figuras que en él se veían no podían venir del más profundo de nuestros temores.
Aquel barco de bandera negra y calavera, estaba pilotado por hombres esqueleto y otros muertos vivientes. La leyenda del barco fantasma que antaño era contada por toda la marinería que surcaba los mares de Faerún cobraba realidad.
- ¡Capitán son muertos! –Exclamó uno de los arqueros de popa-. Las leyendas dicen que no se puede acabar con ellos.
- Me da igual esas estupidas leyendas – contestó Deudermont- prended fuego a las flechas y disparad a sus velas principales.
- Pero… Si no tienen velas – expuso Robillard- agarrándose en uno de los cabos de la Cangreja.

Efectivamente el buque apenas tenía velamen y por razones que desconocíamos navegaba con la velocidad que hubiese supuesto de llevar todas las velas arriadas. Casi todo el barco era un amasijo de maderos podridos y con el casco deteriorado, los palos ennegrecidos y la cubierta en serio deterioro, como si el tiempo hubiese echo mella en la embarcación.

- Nos evadiremos e intentaremos abordarlos- expuso Deudermont-. Robillard en cuanto viremos y los tengamos mas cerca, usarás tus mejores conjuros.
- Será un placer –dijo Robillard, expresando una sonrisa de satisfacción.

Cuando el barco pirata estaba solo a un centenar de metros, Deudermont giro todo el timón a babor y ordeno el despliegue de la vela mayor, el barco giro estrepitosamente inclinándose hacia la izquierda, dejando una estela de espuma en estribor. El barco pirata se vio de repente navegando perpendicularmente al duende del mar y tuvo que virar de repente para no perder la estela de Deudermont.
- si seguimos virando tendremos el viento en contra capitán – expuso Robillard- en ese instante empezó su concentración para uno de sus devastadores conjuros.
- Si lo sé, pero necesito que naveguemos más lentos –dijo Deudermont- manteniendo el pulso sobre el timón.
Durante el viraje hice esfuerzos por mantenerme agarrado; al igual que Caldur que se sostenía con los cabos que facilitaban la subida al palo mayor.

- ¡Pero… que diablos! – Gritó Teophantus, cuando salía del camarote y hacia lo imposible por poder agarrarse.
- Sujétate bien, estamos girando –Le contesté-. Por si no lo recordabas nos atacan.
- Eso ya lo sé –dijo Teophantus- y espero que pronto nos veamos luchando contra esas sabandijas.
- yihjajajaja… jaj. –reía en tono jocoso Caldur- esperando mostrar un aire de diversión al asunto.
- Ya ahora de que se ríe este elfo loco –dijo Teophantus- acaso piensa que esto me divierte. La verdadera diversión vendrá mas tarde cuando empiece a partir en dos a esos mal nacidos.

El Duende del mar dejo de girar y empezaba a navegar contra el viento.

- Ha puesto el barco a sotavento- criticó el timonel, que durante ese tiempo había desempeñado un papel de vigilancia y observación y comandaba a la docena de arqueros que se dispusieron en el castillo de popa.
- ¡No discutas mis ordenes, lo hago por el bien de la tripulación! – exclamo Deudermont, dirigiendo una mirada de enfado al timonel.
- Arriad la Cangreja, corregiremos el rumbo, no os paréis.

En ese instante Robillard extendía los brazos y soltaba una llamarada en dirección al barco pirata.
La llamarada impacto en el costado izquierdo de la nave, cerca del palo del trinquete aunque sin efecto alguno, pues los combatientes que estaban allí prestos a las llamas apenas sintieron el calor del fuego de Robillard.
Los arqueros dispararon la primera andanada de flechas, impregnadas en brea, y tan solo unas cuantas llegaron a la cubierta del buque sin apenas causar daño alguno.

- Apenas les causamos problemas, parece como si no hubiese ocurrido nada – dijo con desanimo Robillard.
- ¡No les hacemos nada señor!- exclamó uno de los arqueros.
- Nos queda tan solo luchar cuerpo a cuerpo – Propuso Deudermont, sosteniendo el timón.- Viraré de nuevo para conseguir el viento a favor.
El buque de nuevo viro hacia la izquierda, dejando al barco pirata a merced de las aguas. El barco pirata había perdido bastante distancia con respecto al duende del mar durante el viraje y apenas se movía con la rapidez de antes.
El duende del mar giro de nuevo para ponerse a favor del viento. Yo, Caldur y Teophantus nos mantuvimos agarrados a los cabos de nuevo al ver que el barco volvía a girar.

- Ya me está entrando de nuevo el mareo –dijo Teophantus-. Si esto sigue así lo primero que harán esos piratas es probar mi comida engullida.
- Esperemos que no sea lo único y de tiempo a partir sus cuerpos a espadazos – comentó Caldur, sosteniéndose como podía de aquella larga maniobra.
- Os veo impacientes – contesté-. Creo que rendiréis perfectamente mas tarde.
Caldur cambio la expresión de su cara rápidamente.
Teophantus ya no decía nada, el mareo volvió con todas sus consecuencias.

El duende del mar, gracias a la maniobra de Deudermont navegaba con el viento a su favor, y el barco pirata daba bandazos sorteando las aguas contracorriente al no disponer del velamen adecuado.
- Son nuestros capitán- dijo Robillard, observando las maniobras ineficaces de los piratas navegando a sotavento.
- Nos prepararemos para el abordaje, timonel tome el gobierno del barco – indico Deudermont-. Arqueros, dispónganse en la cubierta. A mi señal disparad a discreción.
Robillard se mantuvo en el castillo de popa, observando la situación y esperando el acercamiento del barco para lanzar un primer ataque.
Ahora el Duende del mar iba de frente contra el buque pirata, el júbilo por la cercanía del abordaje y los halagos por la destreza de Deudermont, recorrían la cubierta y permitían un optimismo generalizado en la tripulación.
Pero los piratas también estaban preparados.

- Nos estamos acercando a los piratas –dije a mis compañeros, mientras me situaba en una posición más favorable para entablar combate.
- Por Moradín tendré que pelear como si hubiese bebido cinco cervezas de más – repuso Teophantus, que se llevaba la mano a la cabeza mientras desenfundaba su hacha de mano.
- Descuida, quizás consigas acabar con uno por lo menos, yihjajajaja… jaj. – reía Caldur mofándose del mareo del Enano.
- Espera que te coja en condiciones elfo loco y conocerás hasta la última muesca de mi hacha.
Caldur dejo de reír y se centro en la proximidad del combate que se avecinaba.
- No es momento de discutir y estad preparados –les dije, observando el panorama que veía incierto desde mi punto de vista.
Mis amigos se dispusieron alrededor mío formando una piña detrás de los arqueros en cubierta.

Los dos barcos se aproximaron en minutos, el duende del mar giro para ponerse en paralelo al barco pirata, esté mantuvo el rumbo y pareció pararse esperando nuestro ataque. No obstante la primera descarga de flechas no tardó en sobrevolar desde el buque de bandera negra y eran docenas las que caían sobre el duende del mar.
Los marineros se protegían con sus escudos, pero cayeron tres al agua y otros cuatro fueron derribados dentro de la cubierta. Las figuras fantasmagóricas aparecieron de repente lanzando las escalas al barco de Deudermont.
- ¡Ahora Robillard! –Gritó Deudermont-. Arqueros disparad.

Robillard desde el castillo de popa conjuró una gran bola de fuego dispuesta a arrasar contra la cubierta del barco pirata. La bola apareció en sus palmas y fue aumentando de tamaño conforme su concentración se hacía mas intensa.
El viejo mago proyecto la bola hacia la cubierta causando una gran confusión, mientras los huesos de aquellos seres crepitaban con el calor de las llamas.
Los arqueros que quedaban en cubierta dispararon con sus arcos aumentando el caos en el buque enemigo, parecía que la situación estaba controlada, pero desde las bodegas del barco salían sin cesar decenas de hombres esqueleto armados con hachas y dispuestos a acabar con nosotros.
- Son demasiados Deudermont – Indico el mago de abordo, cerrando después los ojos y preparando un nuevo conjuro.
- Si ya lo veo, pero ahora no podemos hacer nada mas que luchar.
Robillard lanzó una serie de descargas hacia la cubierta del barco pirata, aquellas luces mágicas impactaron en cinco de esos seres, desplazándolos de nuevo dentro de cubierta.
No obstante, dos docenas de muertos vivientes ya habían abordado el duende del mar.
Los marineros luchaban con fiereza, pero el número de enemigos nos multiplicaba, así que pronto nos tocó intervenir a mí y a mis amigos.
Los primeros contrincantes llegaron a la cubierta de popa en segundos, Caldur, empuñaba dos espadas cortas y paró la embestida de uno de ellos con el hacha uniéndolas a modo de tijera desde abajo hacia arriba, por otro lado Teophantus daba bandazos con su hacha de una manera frenética apartando cuantos esqueletos había a su alcance. Eso me dio tiempo para concentrarme y recurrir a una de las habilidades que hacía tiempo me enseñó Alenderval, mi mentor y amigo.
Eleve los brazos y envíe una plegaria al cielo, de mis manos surgió una luz intensa y al musitar las palabras obidae–nabora –sexmard, las bestias empezaron a huir cubierta abajo como si el miedo hubiese aparecido por primera vez en su vida.
- ¡No huyáis bestias cobardes! –gritó el enano, bajando hacia el centro de la cubierta donde era mas intensa la batalla.
- ¡Caldur ven conmigo! –Exclamé - Teophantus necesitará nuestra ayuda.

Bajamos a cubierta, los marineros que no estaban muertos hacían esfuerzos por mantenerse en pié, mientras desde las escalas surgían nuevos combatientes que se unían a los que estaban luchando en cubierta.
Ahora la situación era generalizada en todo el barco, por un lado la tripulación luchaba en cubierta. Deudermont, Robillard y sus oficiales luchaban en el castillo de popa, y nosotros apiñados en el lado posterior del ataque en cubierta, combatíamos codo con codo contra los muertos vivientes.
Caldur despacho a uno en un instante mientras Teophantus aplastaba con su hacha las costillas de otro. Yo en cambio desenfunde “gladiadora”, y me vi, enfrentado a dos en poco espacio. Eleve mi arma para parar el hacha que descendía de uno de ellos mientras con mi escudo pare el ataque que ha medio cuerpo y del revés venía del segundo. Me vi a la defensiva, pero viendo un hueco entre ellos lo atravesé dejándolos a espaldas y dándome la oportunidad de atacar con ventaja.
Caldur, que estaba a un par de metros y habiendo tumbado a otro contrincante golpeó con una de sus espadas el cuello del ser; cercenando su cabeza, mientras con la otra espada y dirigiéndola hacia arriba paraba la acometida de otro esqueleto que atacaba con su hacha volteándola sobre su cabeza.
Luché con el que me quedaba, esquivando su hacha que atacaba desde los lados haciendo barridos, cuando conseguí bloquearlo con el escudo y cercenando su cabeza de cuajo.
Teophantus despacho a otros dos enemigos con su hacha, pero al estar los tres libres por un momento dos esqueletos subían por un lado del barco y otros dos nos encaraban de frente.

- Hay muchos –decía Caldur, mirándose uno de sus brazos en el que tenía una brecha profunda.
- Más diversión, por Moradín –contestó el enano, comprobando que su hacha se mantenía en perfecto estado.
- Necesitamos algo de ayuda o no resistiremos –dije a los dos-. Deudermont, tiene trabajo arriba en popa y no puede echarnos una mano.
- No lo creorr… -contesto el enano, dejando en ese instante tumbado de un hachazo al hombre esqueleto.

La situación se veía mas desesperada. Habían caído bastantes marineros de nuestra tripulación, tan solo resistían Deudermont y Robillard armados con su espada y su bastón y su grupo de oficiales, y abajo manteníamos a raya a los enemigos Yo, Teophantus, Caldur que estaba herido y un puñado de marineros.
En ese momento me vi en la imperiosa necesidad de acudir a los conjuros que había aprendido durante mi entrenamiento en Puerta de Baldur, y que serían de gran ayuda en aquella situación.
Me desmarque del combate retirándome atrás y recé a Torm para que me enviase ayuda, posteriormente conjure una gran bendición para todos los que en ese momento luchábamos.
La luz cayó entre los marineros, y dio nuevos bríos a su lucha, parecían más fuertes y de hecho mantenían mejor a raya a los hombres esqueleto. Realicé una segunda conjuración en mi propia persona que me otorgaría la fuerza de mi dios, la fuerza de un Campeón de Torm que mandaría a aquellos seres infernales a las profundidades de las aguas.
La respuesta no se hizo esperar, eleve los brazos y la cabeza al cielo, musite las palabras adecuadas y un fulgor de luz envolvió mi cuerpo, tanto, que los que estaban a mi lado no dudaron en mirar hacia atrás. Sentí una paz en mi interior, mi mente despejada, apenas sentí el vaivén de las olas que empujaban el barco. Sentía más fuerza, como apenas me pesaba la espada y el escudo y comprendí que Torm estaba conmigo en aquella lucha.
Los esqueletos dieron unos pasos atrás, y me adelante con el aura blanquecina que envolvía mi cuerpo poniéndome a la vanguardia de mis amigos y los demás. Cargue gritando a Torm, y me siguieron los demás compañeros, a mi lado Teophantus y Caldur y el resto detrás.
La embestida fue brutal, gladiadora atravesó al esqueleto desde el hombro izquierdo hasta el costado derecho de la bestia, Teophantus arremetió de frente ensartando entre las costillas a otro contrincante y lanzándolo por la borda, Caldur derribó a otro enemigo, no sin antes empujar a otro y echándolo al mar.
Deudermont se sumo a la lucha junto a Robillard, el timonel y el oficial contramaestre. El bastón de Robillard causaba estragos entre aquel amasijo de huesos.
Gladiadora no paraba, mis movimientos eran sencillos pero perfectos, paraba con el escudo y ensartaba y destrozaba el pecho de los contrarios, apoyado por Teophantus y Caldur, el aura que desprendía mi cuerpo cegaba a las bestias infernales y las obligaba a retroceder.

En media hora de combate desde el abordaje, los piratas fueron reducidos y su buque tomado, cuando se inspeccionó el buque, al bajar a la bodega se encontró a un hombre muerto de aspecto anciano, que había perdido la vida.
En aquella estancia Deudermont, Robillard y nosotros tres escudriñamos aquel personaje buscando respuestas acerca de la presencia de aquellos seres en esas aguas.

- Esto parece un laboratorio- dijo Teophantus, oliendo el aire nauseabundo que inundaba el lugar.
Deudermont asintió con la cabeza.
- Es posible, pero… - indico Robillard -. Parece el laboratorio de un mago, pero apenas hay escritos ni material específico, es como si tuviese solo lo imprescindible.
- Andriuth, fíjate en esto –me dijo Caldur, que había abierto uno de los libros y ojeaba sus páginas con el fin de obtener algún dato de relevancia.
- ¿Qué es?-contesté, cogiendo el libro por la página seleccionada.
- Dejadme ver – Insistió Robillard, quitándome el libro de la mano y pasando las hojas con velocidad de vértigo, como si pudiese leerlo en un instante.
Deudermont se quedo de brazos cruzados.
- No cabe duda, son los manuales de un nigromante – explicó Robillard-. Desde esta estancia convocaba a los muertos vivientes y los controlaba a posteriori, no obstante necesitaría una gran cantidad de cuerpos para reanimarlos.
- Hum… ¿Y de donde los sacaría?- dijo Deudermont, en un tono de duda.
- No estoy seguro, quizás los trajese de un cementerio al barco y luego los reanimase –objetó Robillard, dejando el libro sobre una mesa.
En ese instante uno de los marineros interrumpió la conversación.
- Capitán venga a los camarotes –dijo el marinero.
Todos acudimos al lugar en aquel buque infernal, para darnos cuenta de algunos detalles que serían importantes para nuestras aclaraciones. Las habitaciones bajo la cubierta estaban llenas de ropas y utensilios, además de objetos personales que se amontonaban en un rincón. Destacaba una carta encontrada entre todo el desorden.
Deudermont cogió la carta, el sobre estaba abierto pero contenía un mensaje que alguien recibió en el pasado.
- ¿La carta que dice? – insistió Robillard, acercándose a Deudermont.
Deudermont leyó la carta para todos los presentes.

Amor mío te echo de menos, se que solo llevas una semana a bordo de la sirena veloz, pero no puedo resistir que te embarques tan pronto, procura llevar nuestra mercancía a buen puerto, necesitamos el dinero, si no, nuestros problemas económicos se agravarán

La carta terminaba con una despedida en tono de esperanza, y se dirigía a uno de los tripulantes del barco. Parecía ser un mensaje entregado en el último momento del embarque.
Las sospechas eran cada vez mas claras entre mis compañeros, Deudermont y Robillard. Y aun mas cuando en las bodegas inferiores se encontraron arcones y piezas de oro en cantidades importantes.

- De momento podemos deducir que los hombres esqueleto eran los miembros de la tripulación de la Sirena Veloz – dijo Robillard, cerrando en parte el sobre.
- Si, eso parece y además eran utilizados sus cuerpos por el nigromante para atacar a los buques costeros y obtener su mercancía - añadió Deudermont, con un tono que reflejaba la claridad del asunto.
- El nigromante murió por inhalación de humo – interrumpí de repente, deduciendo el lugar de la estancia con respecto al impacto de las llamas durante la primera embestida del duende del mar.
- Si, es posible –dijo Robillard-. La bola de fuego debió de causar una fuerte humareda que junto con las llamas de cubierta aumentaría de magnitud del humo.
- En ese caso sus convocaciones se verían afectadas –comenté, mientras me acomodaba en uno de los sofás del camarote.
- Quizás, durante el combate a medida que iba transcurriendo, note debilidad en estas bestias, incluso alguno dejo de atacar, por ello me inclino por la posibilidad de que muriese casi al finalizar el combate, ya que el barco todavía seguía echando humo –explico Robillard.
- Creo que es suficiente –dijo Deudermont- seguiremos investigando este suceso. Señor Northend le dejaremos en Aguas Profundas dentro de dos días, espero contratar la tripulación necesaria allí. Hoy he perdido veinte hombres y tengo diez heridos, usted y sus amigos podrán seguir con sus viajes. De la investigación nos haremos cargo nosotros.

Después de embarcar los objetos de aquella desgraciada tripulación y hundir la sirena veloz nos dirigimos a Aguas profundas, ayudando en las tareas de navegación del buque.
Caldur fue atendido de su herida en el brazo, y pronto se recupero satisfactoriamente.
Los cadáveres de los valientes marineros que lucharon junto a nosotros fueron, en algunos casos, trasladados en el futuro a su lugar de origen, o bien devueltos al mar como la tradición marinera lo requiere.
Agradecí a Torm con constantes rezos su ayuda en el combate en cubierta y espere llegar a Aguas profundas con los suficientes ánimos para seguir adelante.

Lo necesitaba por que la aventura todavía no había echo mas que empezar.


//Bueno espero tener el tercer y ultimo capitulo pronto, así que paciencia.

Un saludico :wink:
_____________________________________________________________
Andriuth Northend, el palaca de Torm.

Los demás Northend, vendrán mas tarde.

Kriss-Weatherwax

19/10/2005 14:19:18

Weee... ¡una de piratas! Me ha gustado mucho. Espero impaciente el desenlace maestro.

Elderadan

19/10/2005 14:49:19

Hmm... un nigromante que comanda un barco fantasma, una historia tras los hombres de la sirena veloz... una historia que no parece terminar ahi, aunque el camino de los aventureros sea otro de momento.

Esperando la tercera entrega, Andriuth!

Andriu_ZGZ

19/10/2005 16:31:08

Pues ahora me queda como describir y narrar un combate con trolls y gigantes, que va ser un poquillo complicado pero intentaré que quede lo mas expectacular posible utilizando las habilidades de cada personaje.

Por supuesto los trolls se matarán con fuego.

Un saludico pa mis admiradores :wink:

PD: y pa los que no son, también :wink:


_____________________________________________________________
Andriuth Northend, el palaca de Torm.

Los demás Northend, vendrán mas tarde.

Andriu_ZGZ

29/11/2005 19:10:31

//ahi va la tercera y quizás utlima parte del relato de mitrill hall aunque hay una pequeña sorpresa final juas XD :lol:

//Espero que os guste.


CAPITULO III – Los Páramos Eternos.

El amanecer fue sombrío en aquellas colinas, tanto Teophantus como Caldur o yo mismo, padecíamos una contagiosa ansiedad conforme los días pasaban y el viaje se tornaba más complicado, tal vez, por la dificultad del terreno y los peligros que acechaban en cualquiera de esos parajes.
Hacía cinco días que comenzamos a atravesar las colinas del Alerce rojo. El tiempo iba empeorando conforme avanzábamos más hacia el norte y desde nuestra salida de Aguas Profundas, con las provisiones suficientes y el ánimo de emprender nuevos retos en nuestro viaje, apenas nos cruzamos con alguna caravana o viajero que nos pudiese dar algún tipo de información acerca de la región, tanto del peligro que existía, como de las posadas o tabernas donde descansar y poder compartir alguna conversación con las gentes que poblaban dichos lugares.

Llegamos a un altiplano rodeado de árboles, la senda de llegada era fácil y apenas complicada, nuestro amigo Caldur se desenvolvía de maravilla en aquel terreno, mientras que Teophantus, reclamaba desde hacía rato un lugar para poder disfrutar de una buena comida. Yo en cambio, procuraba mantener mi “gladiadora” a mi espalda si que se bambolease demasiado, y así, desenvainarla rápidamente en caso de emboscada.
Hicimos fuego junto a unas rocas y preparamos la comida, en aquel paisaje con pocos árboles y bastante rocoso, nos pusimos a descansar con el objetivo de seguir caminando más tarde.

- Si señor, un buen asado – dijo Teophantus, desenvolviendo un paño donde estaba el pollo crudo y dispuesto para ser cocinado.
Caldur miró al pollo como si solo fuese lo único que teníamos para comer.
- Bien, comeremos, descansaremos y seguiremos el viaje – dije a los dos – todavía tenemos mucho camino por recorrer y todavía no sabemos en que dirección exacta tenemos que ir, el viajero que le dio el mapa a Paskinel debió de ser un tipo especial; algún ermitaño, apenas se ven lugareños por aquí.
Teophantus agarró un muslo y empezó a masticar.
- Francamente, yo te digo que estamos cerca – supuso Teophantus -. Estas grandes colinas bien podrían albergar a la tal famosa ciudad, y si no que Moradín me juzgue.
- Si hablas con la boca llena difícilmente podré entenderte – Repliqué al enano – Si lo que tu dices es verdad, el viaje me parece demasiado corto.
El enano dejó el muslo en el suelo y comenzó a degustar parte de la pechuga que estaba en el tronco.
- Yo por mi parte después de lo sucedido en la mar con Deudermont y el ataque pirata tengo suficiente añadió Caldur -. La idea de afrontar más peligros durante el viaje me atrae poco, pero mi interés por conocer dicha ciudad y la amistad que tengo con el enano, me obliga a seguir con vosotros.
El enano no pudo por menos que soltar una carcajada.
- ¿Ahora me vienes con estas elfo?, acuérdate de todo lo que hemos pasado juntos. Nuestras aventuras en Tezhyr o el rescate de aquella mujer, además de la carnicería que hicimos juntos en la guarida de las arañas, jajaja.
- Podéis añadir en la que estamos embarcados, si para ello sobrevivimos, claro – comenté, con cierto desagrado.
El enano se levantó de repente haciendo alarde del orgullo característico de su raza.
- Claro que sobreviviremos, espero encontrar esa ciudad y celebrar con cerveza y en compañía de los enanos que la habitan, nuestra llegada.

Caldur se inclino sobre el árbol, tomando una siesta y olvidando la discusión por un momento. No sabía que detrás de él, a unos metros, uno de los gigantes que habitaba el lugar observaba amenazadoramente.

El Ettin atacó sin vacilar y clavó su gran lanza en medio de la fogata provocando que los rescoldos y las chispas colasen alrededor del grupo, Caldur quedó cegado sin saber que hacer y Teophantus ágilmente logró coger su hacha y plantar cara a semejante adversario.
El Ettin mediría unos cuatro metros de altura, no parecía muy fuerte, pero era ágil a la carrera y se desenvolvía muy bien en el lugar donde se encontraba.

- ¡Ven aquí bestia inmunda! – Gritó Teophantus, empuñando su hacha y frotándose la cara de la ceniza que llevaba al hacerla volar la lanza del Ettin.
Aquel gigante viendo el gesto amenazador de Teophantus cargo contra él.
Teophantus se desplazó a un lado nada mas tenerlo encima y le propinó un hachazo en el tobillo.
El gigante se dobló de dolor, pero en ese instante y aturdido por las circunstancias empuñé a “Gladiadora” con la intención de acabar con la criatura.
El gigante se incorporó cojeando e intento vanamente ensartar a Teophantus en su lanza viendo que era la principal amenaza.
No prestó atención a la carga que realicé contra él y que venía por su espalda.
El filo de gladiadora se incrusto en la parte trasera del muslo y obligó a la criatura a ponerse de rodillas.
Instante que aprovechó Teophantus para saltar y clavarle el hacha en medio de su cabeza. La sangre salpicó el rostro del enano y gritando a Moradín dió gracias a su suerte en aquel sorpresivo combate.

- Buen trabajo Teophantus – dije – era demasiado peligroso, habrá más por este lugar.
- Gracias, otra muestra del poder de mi brazo, aunque si no le hubieses dado por la espalda hubiese sido difícil combatir con él, me saca veinte cabezas.
- No será el único – Repuso Caldur, que salía de haberse peleado con los rescoldos de la hoguera y presentaba quemaduras leves en brazos y manos.
- Debemos recoger y marcharnos de aquí – comenté – este lugar es demasiado peligroso y aun nos queda mucho camino.
Teophantus asintió con la cabeza.
En cambio Caldur se puso una tela alrededor de la mano izquierda, visiblemente quemada al restregar parte de las cenizas ardientes para poder quitárselas de encima.
- ¿Estás bien amigo? – pregunté – déjame que te eche un vistazo.
Caldur mostró la mano dañada.
- Realizaré una plegaria sencilla, podrás tener tu mano como nueva.
Imploré a Torm la bendición de su sanación y cubriendo su mano con las mías realicé un conjuro de curación sencillo.
Pronto Caldur sintió menos el dolor y pudo mover la mano con naturalidad, sin las tiranteces y molestias que da una buena quemadura.
- Gracias Andriuth, te estaré eternamente agradecido – dijo Caldur.
- No hay de que y reza por que solo sean esas heridas las que tengamos en los próximos combates.
Teophantus miraba como si de una despedida fuese.

Al poco rato nos pusimos en camino dejando el altiplano donde habíamos puesto el campamento. Bajamos por una serie de hondonadas durante dos días hacia el norte y llegamos a un valle franqueado por un río. El tiempo era desapacible, llovía y hacía frío, la niebla era persistente y el temor por encontrar adversarios más temibles era habitual, aunque, en mi caso, el afán de aventura era mayor que el miedo a un encuentro fatal.

- Esta maldita niebla hará que nos perdamos – dijo Teophantus – no hay forma de orientarse.
En ese instante saque el mapa que llevaba en la mochila.
- La dirección es correcta, siempre al norte – dije – mantened la dirección, no os confíes en caminos falsos.
Caldur se retrasó para observar también el mapa.
- ¿Que es esto Andriuth? – dijo Caldur, mirando el mapa.
- Parece una especie de marisma, aunque aquí lo llaman… no, no se lo que pone – comente- dudando de la anotación del mapa.
- Está en élfico – dijo Caldur – “debelin’s etils”, los páramos eternos.
- ¿Los páramos eternos? – preguntó Teophantus, parándose y bloqueándonos el paso.
- ¿Has oído hablar de ellos? –Pregunté.
- Esto… Si, los conozco, mejor aun, se lo que habita allí. Lo pueblan una serie de bestias conocidas como Trolls, verdes y musculosos y que se alimentan de todo lo que les salga su paso.
- No lo pones fácil enano – replicó Caldur.
- Me lo contó mi padre, cuando era crío y vivía al este de estas tierras en la gran ciudadela, ¿acaso no me crees?
- Te creemos amigo – interrumpí- la información que nos has dado no la conocíamos, andaremos con cuidado.
- Eso me temo, que tendremos que andar con cuidado – murmuró Teophantus.

No tardamos en cruzar el río e introducirnos en aquellas aguas pantanosas, el fango llegaba hasta las rodillas y en el caso de Teophantus, le impedía bastante la movilidad. Caldur sostenía su arco pero llevaba sus dos espadas cortas en ambas caderas dispuestas para ser desenfundadas rápidamente. Yo, mantenía mi escudo en el brazo izquierdo y Gladiadora en el derecho. Todos juntos avanzamos en dirección norte, sorteando los recodos de los grandes árboles que tapaban la luz solar. La inmensa niebla parecía no acabar y apenas se divisaban cuarenta metros de terreno pantanoso delante de nosotros.
No podíamos ni imaginar lo que se nos venía encima.
Oleadas de criaturas con piel de roble de color verde y marrón empezaron a salir de entre la niebla. Prestos al combate nos dispusimos en línea de tres.
- ¡Preparados nos atacan! – Grité.
En ese instante conjuré una plegaria de bendición a Torm.
- Aquí les espero, cortare sus miembros como si fuesen mantequilla – amenazó Teophantus.
Caldur inició el combate, su arco se desplegó sobre su hombro y lo tensó enviando una flecha hacia una de las criaturas. Teophantus se adelantó cargando sobre las más adelantadas y repartiendo hachazos a diestro y siniestro.
Dos de los trolls atacaron nuestra pequeña formación por el flanco, me desmarqué de Caldur y me lancé a por dos de las criaturas para cubrir a mi amigo elfo. Empuñé gladiadora por encima de mi cabeza para atizar desde arriba, los troll no oponían mucha resistencia, era fácil darles. Mientras atizaba en el hombro a uno de ellos, mi escudo paraba el manotazo del otro resistiendo el envite, giré sobre mi mismo y me puse de espaldas a uno de ellos clavándole hasta el fondo a gladiadora; el ácido del arma quemaba a la bestia y sus gemidos eran tan terribles como insoportables.
Teophantus ya había acabado con cuatro y Caldur dispuesto con sus dos espadas cortas cortaba miembros como si de podar arbustos fuese. Los trolls iban cayendo, mi espada se movía en una danza de cortes y tajos, pero ante nuestro asombro no podíamos pensar lo que había de ocurrir.
Todos los trolls abatidos, lentos y torpes volvían a emerger del fango, sus extremidades se arrastraban en busca de sus cuerpos de origen y conforme lo iban haciendo se unían como si se ensamblase un muñeco.
Aquel espectáculo nos dejó atónitos, todos dejamos de combatir y pensamos en huir hacia el sur, hasta que de pronto.
- No mueren – dijo Caldur, cansado y con las armas teñidas de un líquido viscoso.
- ¡Son unos malditos inmunes! – Exclamó Teophantus, sacudiendo el hacha de la rabia por haber combatido en vano.
- Algo tiene que hacerles sucumbir, regeneran a una velocidad colosal – comenté– no podemos estar parados, utilizad todos los recursos a vuestro alcance.
De nuevo estuvimos rodeados por aquellas criaturas, pero ahora estábamos más cansados y las fuerzas mermarían nuestra capacidad ofensiva y defensiva. Sobrevivir a aquellos Troll y vivir para contarlo sería una tarea que salvo la ayuda de algún dios no podía realizarse.
En ese lugar y en aquel momento nos vimos rodeados por una veintena de esas bestias.

Recé a Torm para que nos mantuviese con vida.

EPILOGO 1º

No era un dormitorio muy acogedor pero era lo único que le habían podido ofrecer. El dichoso bardo, sentado sobre la cama y rodeado de pergaminos y de libros vacíos de contenido, con la pluma en la boca, recordaba lo que le había contado un elfo de risa peleona, cuando llegó a Aguas profundas. Supo posteriormente que aquel elfo conocía a su hermano y por lo tanto se alegraba de que estuviese vivo.
Al fin he dado con él, pensó, y mientras escribía la historia que le había contado el elfo, una visita inesperada llegó de la habitación contigua. La puerta estaba abierta y una mujer atractiva pasó a la habitación.
- Vaya, eres tú, Enmariel – dijo Mathew, al ver a la hermosa semielfa vestida tan solo con un camisón que le llegaba hasta las rodillas.
La chica se apoyo en la almohada con una ligera postura. Su voz tenía un tono seductor.
- Mathew, hoy estoy desocupada, podemos hacerlo aquí.
- No ahora no, he de acabar esto, lo siento… déjame unos minutos luego iré a tu habitación – dijo Mathew- acercando su rostro al de la chica y esbozando una sonrisa.
- Bien te esperaré, pero no tardes- comentó Enmeriel, dándole un beso en el aire.
- Luego te veo, descuida.
Al salir la chica, una figura alta y de aspecto demacrado, con arrugas en la cara, cutida por las largas estancias en el mar, pasó sin llamar fijándose antes en la mujer que salía de allí.
- ¿Quién es usted? –Dijo Mathew- ¿Por qué entra así de esta manera?
- Saludos, vengo de parte del pueblo de Saulorr, pertenezco a la cofradía de pescadores que fondean allí.
- ¿Y que tiene que ver eso conmigo?
-Verá, nuestro pueblo fue atacado por una horda de orcos dirigida por un terrible demonio, creemos que para conmemorar nuestra victoria se cantase la historia de los héroes que combatieron en ella.
- ¿Los héroes?, ¿qué héroes? – Preguntó Mathew, incorporándose de la cama y preguntando con cara de duda.
- Usted es Mathew Northend, no es así.
Mathew lo miró fijamente a los ojos.
- Si, así es, ¿por qué me lo pregunta?
- Creemos que su hermano fue decisivo en la contienda.
- ¿Mi hermano?, vaya, se forja su futuro de una manera inusual, casualmente estoy escribiendo una historia en la que él participa.
- Su hermano el paladín se hace famoso, quizás le interese mi oferta.
- ¿Cuál es su oferta? – insistió Mathew.
- Mil novecientas monedas, por la redacción del suceso en verso y prosa, una mezcla, ya me entiende, así el pueblo llano menos ilustre la entenderá mejor. He hablado con escribanos desde Saulorr a Aguas profundas, copiaran el libro en cuanto les sea posible.
- Trato echo, hablaremos por la mañana, ahora tengo prisa – apuró Mathew.
- Ah claro, ¿su otro trabajo no?
Mathew se puso la camisa y se dispuso a abandonar la habitación.
- No amigo mío, la chica.
El viejo pescador se quedo en la habitación y habiendo comprendido las palabras de Mathew no pudo más que empezar a reír.
- jajaja, estos bardos, que bien se os da la vida.

Mientras iba a la habitación de Enmeriel, no dejó de pensar en un detalle. Necesito un nombre para gran novela y casualmente mi hermano participará en ella.
“Andriuth Northend, la forja de un paladín.”
sí, ese será el titulo de la novela, pensó.
Y terminó en los brazos de la semielfa, pensando en la vida que se está perdiendo su hermano.


//Como veis esto sigue, así que he modificado el titulo del post, la aventura continua :P

Un saludico :wink:

Andriu_ZGZ

17/10/2006 20:52:54

Mathew escribió los ultimos parrafos entre lágrimas, a su lado Dambel miraba por la ventana con tristeza y esperando que un futuro mejor se dislumbre en adelante.

- ¿Ahora que harás Dambel?, ¿seguirás en Aguas? - dijo mathew, con la mirada clavada en el libro.
- No lo sé, mi martillo clama venganza, pero estoy demasiado viejo ya para luchar.
- ¿Entonces que harás?, insistio el bardo repetidamente.
- Cumpliré el ultimo compromiso de Andriuth, repitio el enano.
- ¿Y cual és?
El enano calló por un momento.

En ese instante alguién entró por la puerta, una mujer de pelo oscuro y cabellos largos, el enano se alegro al verla y le tendió la mano, la mujer portaba dos katanas en su cinto y ya rondaba los 36 años, parecía diestra, de tez morena se mantuvo firme en la sala.

Aunque Dambel solo se fijo en quien lo acompañaba detrás de ella.