LordBassilus

17/05/2006 16:06:27

Era más de media noche y el polvo se almacenaba en los viejos muebles del siniestro estudio; las telas de araña cubrian libros y códices cual abandono los había tornado en reliquias del pasado.
La pútrida madera de la puerta rechinó mientras se abría y el taconeo de los lentos pasos inundó la estancia.
El viejo elfo caminó encorbado hasta una de las paredes, tembloroso, apoyandose tal y como su taimado cuerpo le permitía hasta alcanzar con la mano el respaldo de un acomodado sillón, donde tomó asiento.
La luz de la luna penetraba por el ventanuco de la torre, proyectando alargadas figuras en el suelo y dejando en la claridad el rostro del anciano Galai. Era un hombre muy viejo, de tez pálida y rostro salpicado de arrugas, que delataban una vida llena de angustias, como si de un perpetuo ocaso otoñal se tratara; sus ojos eran del color de un crepúsculo nublado y su cabello estropajoso y cano.
Alzó su débil mano y buscó entre los mohosos tomos hasta dar con el que deseaba, lo abrió y comenzó a leer extravagantes versículos....
-Dijisteis que jamas volveriais a perturbarme.- Aclaró una voz demoniaca desde las sombras
-Dalh Gudujh, liberame de esta maldición insoportable.- Replicó el anciano.
-No oseis ordenarme nada vegestorio incredulo, aun puedo agraviar vuestro sufrimiento.- Exclamó tajante la colerica voz, de nuevo entre las sombras y con un tono de ultratumba aun más siniestro si cabe.
-No hay nada que puedas hacer para atormentarme más, maestro.- Respondió el anciano mientras tosía, debido probablemente a algún tipo de enfermedad.- He visto morir a mi mujer, a mis hijos, a mis nietos...he visto como el tiempo hacía cuña en sus rostros mientras que yo, vivía perpetuo encarcelado en este cadaver enfermizo, olvidado por la muerte, condenado a ser la mismisima soledad.-añadió, mientras sollozaba entristecido.
-Galai ¿Qué os pasa? ¿Acaso el tiempo os ha dado motivos para arrepentiros? No olvideis quien soys mi querido pupilo, un nigromante, un lich.- Dijo burlón Dalh Gudujh mientras se mostraba bajo los tenues rayos lunares.
Se trataba de un demiliche, un craneo envuelto en fuegos fatuos, imbuido en maldad y odio y cuyo poder no conocía límites.
Incluso el mago, acostumbrado a la presencia de tan diabólica existencia no pudo dejar de atemorizarse al verle.
-Torturasteis inocentes y arrancasteis la vida a cientos de personas por mera ambición, solo por conseguir que os prestara mi poder y tan pronto lo obtuvisteis os cansasteis de él y me retirasteis vuestra devoción, aunque no confome con eso, sembraste la discordia entre los sectarios y los volviste en mi contra.- Replicó con aires de seguridad Dalh Gudujh.-¿Creés qué no os mereceis lo que os esta pasando?.- Añadió divertido.
-Por favor, solo os pediré esto, si me liberais de vuestro conjuro eterno no volveré a convocarte de entre los muertos nunca más.- Rogó Galai mientras se postraba de rodillas ante el Demiliche.
-¡No! esta es mi voluntad, podeis perturbar mi descanso tantas veces como deseeis mi joven aprendiz, pues estoy seguro de que un día tu desesperación te hará volver a mi como el sanguinario que en su día fuisteis.-Contestó en un tono cruento, mientras se zambullía de nuevo en la oscuridad.
Y dicho esto, una ráfaga de viento cerró la ventana y se hizo la sombra.
Galai yació en el suelo, sumido en el desconcierto, desesperado, consciente de que el sufrimiento era el único aliciente en su existencia, convencido de que la soledad y el arrepentimiento le seguirían allá donde fuera.