Nigthmoon

07/07/2006 12:14:29

Sëlnya

Pocos recuerdos conserva Sëlnya en su memoria de su pasado, salvo una infancia llena de soledad y carencias en el orfanato en el que vivió la mayor parte de su vida. Marcada por un don que no podía ni sabía controlar, se ganó el rechazo y temor de todos aquellos que la rodeaban. Día a día, la joven e inexperta hechicera debió aprender por sí misma a sobrevivir en el infierno en el que se había convertido su existencia. De esta forma, la dulce y sonriente niña que fue, murió para dar paso a una Sëlnya fría e inexpresiva; vengativa e incapaz de preocuparse por nada que no fuera ella misma…

Siempre se la veía vagar por el pequeño patio del edificio, en la única compañía de su vieja y sucia muñeca de trapo. No hablaba con nadie más, ni tan siquiera lloraba cuando los demás huérfanos se burlaban de ella o la insultaban por lo extraño y peculiar de su comportamiento. Sin embargo, durante un lluvioso y frío día invernal, tuvieron lugar unos hechos que marcarían un antes y un después en su sombrío pasado:

[i:82b140498f] “Sëlnya se encontraba deambulando por el patio un día más, era momento de recreo antes de que los severos instructores del orfanato volvieran a encerrarla en aquel oscuro y apartado cuarto del último piso. Deseaba aprovechar sus breves instantes de libertad, en los que tras cerrar los ojos podía verse fuera de aquellos muros que limitaban su fantasía. Aquella rutina había arraigado bien en su carácter, haciéndola huraña y esquiva de aquellos que la rodeaban.

Fue entonces cuando una pequeña piedra la hizo salir de su trance, una vez más, aquellos odiosos niños volvían a molestarla. Sëlnya llevó su mano a la frente, y luego la contempló viendo que estaba manchada de sangre, su propia sangre. No parecía importarle, pues la pequeña elfa se giró dándoles la espalda, optando de nuevo por ignorar todo aquello que le sucedía. Pero en esta ocasión ellos no se contentaron y, tras rodearla entre varios de ellos e increparla con más burlas, le arrebataron la única posesión que parecía apreciar: su muñeca de trapo. Fue la única ocasión en semanas, en la que la joven elfa habló para pedir su preciada compañera de trapo. Pero el juego de los niños se tornó cruel, y después de lanzarla al aire varias veces unos a otros, haciendo que su propietaria corriera tras ellos, uno de los huérfanos le arrancó la cabeza y la arrojó a los pies de Sëlnya.

La pequeña Sëlnya se inclinó para recogerla, con semblante serio e inalterable a pesar de los acontecimientos. Y por primera vez en su vida, las lágrimas brotaron de sus hermosos ojos. Los niños al percatarse de ello la miraron sorprendidos, independientemente de lo satisfechos que estaban por el desenlace de su juego.¿Cómo podía ser posible que ni los castigos, ni el encierro, ni la soledad pudieran haberla hecho llorar y sí lo hiciera una vieja y sucia muñeca?, ésta pregunta parecía rondar la mente de todos los que la miraban en ese momento, más ninguno podía imaginar que la respuesta era bien sencilla: era su única amiga y lo único que siempre le perteneció en sus recuerdos, un nexo con su pasado.

Fue en ese preciso instante, cuando la rabia contenida durante años en aquel pequeño y frágil cuerpo, afloró adoptando la forma de una explosión de luces y ráfagas mágicas que centelleaban y crepitaban, perdiéndose en el cielo, y de cuyo centro podía oírse los gritos de la pequeña Sëlnya. Todos los niños presentes entonces huyeron despavoridos hacia el interior del edificio, mientras algunos de ellos gritaban: la bruja ha despertado”.[/i:82b140498f]

Para cuando llegaron los instructores del orfanato, alarmados por los gritos de los niños, todo había terminado. Encontraron a la pequeña tendida en el suelo, estaba agotada e inconsciente. Había gastado toda su energía y eso lo había dejado desfallecida. La tomaron en brazos y llevaron al interior del enorme y oscuro edificio. Esa sería la última noche que pasaría en su “hogar”, pues al día siguiente unos encapuchados la llevaron a su nuevo destino. Una etapa finalizaba y otra daba comienzo…