Piconsi

19/04/2005 23:14:29

Neyron Caddar nació en una pequeña aldea, en los valles. Su padre herrero le enseño a trabajar el metal, tanto en forma de utensilios como de equipo marcial. Por desgracia, a los 10 años, cuando solo llevaba un par como aprendiz, su aldea fue atacada por una banda de orcos. Los aldeanos lucharon, o huyeron, y la mayoría murió ese día, incluido los padres de Neyron...

El chico fue apresado, junto con más jóvenes de la aldea, y pocos días después los orcos lo vendieron a un grupo de mercaderes. Lideraba el grupo un hombre de presencia imponente, muy severo, que tomo al chico como sirviente personal. El grupo de mercaderes continuó su viaje, siendo bienvenido en algunas zonas, y no tanto en otras. Al principio Neyron se negaba a realizar sus tareas, y fue duramente castigado, lo cual forjo la semilla del odio en su corazón. Sin embargo, aprendió que para sobrevivir debía poner “al mal tiempo buena cara”, y que algún día podría vengarse de la gente que le había apresado. Todas las noches, el Amo de Neyron se encerraba en su carreta, a solas, y se le oía murmurar durante horas. Neyron, además de siervo, hacia las veces de recadero y correo de su Amo, y empezó a sospechar que el grupo en el que iba era algo mas que comerciantes. Su Amo tenia reuniones secretas con gente muy diversa, y se veía el miedo que inspiraba en el resto del grupo (incluido el propio Neyron, que vivía aterrado, y que odiaba a su amo), que ni siquiera se atrevían a hablar mal de el a sus espaldas.

Un día, aprovechando que el Amo estaba reunido, Neyron entró en el carromato privado del Amo, pues la curiosidad pudo con el. Encontró un pequeño altar, rojo oscuro, como manchado de… ¿Sangre?... Con el símbolo de una mano negra atrapando un rayo en ella. En ese momento sintió como si la misma mano del altar se cerrara sobre su corazón… le costaba respirar… le dolía el pecho… se estaba asfixiando… ¿Por qué? Neyron no sabia que hacer, no podía pensar, así que se arrodilló y pidió a algún dios que lo salvara. “Solo tienes que matar al niño…” le pareció oír una voz, y vio que en el altar había un recién nacido, llorando. ¿De donde había salido? Pero el aire se le acababa, la vida se le escapaba… así que, con las manos desnudas, empezó a ahogar al niño, y a golpearlo contra el altar, hasta abrirle la cabeza. En cuanto la sangre mancho el altar, sintió como la vida volvía a su cuerpo. Entonces se postró de hinojos, y dio gracias por su vida. En ese momento, la voz volvió a hablar “Esa vida tendrás que ganártela, esto no ha hecho mas que empezar”, y reconoció a su Amo, que estaba detrás de él en el carromato. “Tu iniciación ha comenzado, ahora tienes un nuevo Amo, y mientras no le falles, cuidara de ti como acaba de hacer ahora mismo”.

A partir de entonces, continué siendo el siervo de Ecúmines (que era el nombre del clérigo), pero por las noches compartía sus rezos, y me enseñaba los secretos de Bane, el Amo. Dos años después, Ecúmines puso rumbo al Alcázar Zhentil, pues realmente era un espía Zhentarim, y ya había reunido toda la información que necesitaba de los Valles, Cormyr y Sembia. Al llegar al Alcázar, me abandonó durante un tiempo, diciéndome que volvería a buscarme, puesto que aun debía pasar mi Prueba para ingresar en los Zhentarim. Durante muchas dekanas pase mi tiempo en el Alcázar, entrenándome como guerrero mercenario, y adorando por las noches al Amo. Hasta que un día Ecúmines volvió a buscarme, con una misión:

“¿Has oído hablar de Calimshan? Es un país, en su mayoría desértico, de raras costumbres, donde últimamente están ocurriendo cosas muy raras. Por desgracia, no tenemos ninguna célula instalada en la región, así que queremos que tú vayas a investigar la zona, sobre todo la capital, Calimport, y que nos envíes un informe cuanto antes de la situación. Si haces bien tu trabajo, la recompensa será grande, incluso puede que, si la situación es buena, tu mismo lideres la nueva célula de la Red Negra en Calimport. Desde luego, es necesaria la máxima discreción, nadie debe saber de tu misión, ni de tus lealtades, mientras elaboras tu informe.”

Acepté orgulloso, y ambicioso, esta prueba, y Ecúmines me contestó “Bien, ya sabes el precio de tu triunfo. Y, por supuesto, puedes imaginarte el precio de tu fracaso… o tal vez no puedas imaginarlo…”

Dos días después salí del Alcázar, rumbo a Calimport.