Farben

29/03/2007 19:31:57

No lloró al nacer...

Su mirada era dura y severa, extremadamente dura y severa, incluso para un bebé. Se desarrolló rápidamente, pues en su entorno era progresar o morir. Cada vez era más fuerte y, siendo hembra, la matrona quiso probarla en numerosas ocasiones, pero solía salir bien parada de las maldades a las que era sometida; además, había algo que llamaba la atención de la matrona, y era que cada vez que se veía en un gran apuro, algo ocurría que la ayudaba.

En un rincón de la Casa, Thrawen Jr'eilow recordó cuando la matrona la encerró en una zona de entrenamiento y la dejó a solas con varios trasgos... No sabía cómo lo hizo, pero cerró los ojos y se encomendó a Lloth; lo siguiente que recuerda fue que vió entrar a la matrona acompañada de varios soldados y su cara de sorpresa al
encontrarla rezando con los ojos cerrados y todos los trasgos horriblemente deformados, meros cascarones de piel seca y sangre. La matrona sonrió y dió algunas órdenes a los soldados, que la cogieron y la llevaron fuera de la habitación.

Tras ese suceso, la matrona comenzó a verla de forma diferente. Podía serle útil aquella pequeña drow, pues parecía que Lloth hacía caso a sus plegarias, y mientras que le fuese útil y no representase una amenaza, viviría.

La matrona se puso en contacto con la Dama Matrona de Arach-Tinilith y
consiguió que la aceptasen como novicia.

Un narbondel en el que se encontraba rezando la puerta se abrió violentamente: eran la matrona y sus soldados.
- Vístete, nos vamos – había dicho la matrona.
- ¿Dónde? - contestó reprimiendo sus deseos de matarla por haberla interrumpido cuando se encontraba rezando.
- ¡Cállate y muestra más respeto! Lo sabrás en su momento. Te gustará – le reprimió la matrona con una maléfica sonrisa dibujada en su rostro.

La hicieron vestirse adecuadamente y la llevaron junto a un gran edificio que para ella destacaba de alguna forma, no sabía porqué, pero la invadió una sensación extraña, a la vez que reconfortante.

- Ya que tanto te gusta rezar, aquí aprenderás a hacerlo como debe ser. Haz que me sienta orgullosa, porque tu fracaso sólo significa la muerte... o algo peor. Y ahora cállate y compórtate. - La espetó la matrona.

Las enormes puertas se abrieron con un chirriar de goznes. Era evidente que no se abrían todo lo frecuentemente que se espera en una puerta de un edificio como ése. Una sacerdotisa se acercaba al grupo con una sonrisa que a Thrawen se le antojaba más falsa que una moneda de madera pintada de color de oro.

No hubo palabras, todos los allí presentes se sonrieron entre ellos y después miraron hacia ella. Luego, la sacerdotisa hizo un gesto a Thrawen para que la siguiera y ambas atravesaron el marco de la puerta. Pudo sentir cómo se cerraba la puerta tras ella.

En su refectorio Thrawen pensaba:
- (Muchos narbondeles han pasado desde entonces y muchos sufrimientos los que he pasado, pero aún me queda un largo camino por recorrer para llegar a ser sacerdotisa de pleno derecho... Para empezar, sería conveniente eliminar sutilmente a todas esas otras novicias indignas de ser sacerdotisas; da igual lo que me digan aquellas que me enseñan el camino de la adoración a Lloth: si son indignas, deben morir antes que
desaprovechar el poder que la Reina Araña les otorga. Es curioso, no conozco a ninguna más digna de recibir los favores de mi Diosa que yo, creo que tendré mucho trabajo). - Una sonrisa que no presagiaba nada bueno se dibujó en su rostro mientras se incorporaba y se dirigía hacia la puerta.

Sí, Thrawen tenía grandes ambiciones, pero ninguna mayor que la adoración a Lloth y la lucha a muerte contra los infieles e indignos, y contra esos malditos rivvins.

Le costaba mucho reprimir su rabia cuando alguien no trataba a Lloth como ella creía que se merecía... Y la muerte de más de uno sería dada como ofrenda a su diosa... No habría excepciones.

Pero ahora debía preocuparse de atender a la llamada a rezar. Su aprendizaje debía continuar...