Yamabushi

11/05/2007 01:38:26

//escribo mal, pero bueno, me gusta tener unas bases para el roleo, y aqui estara mas seguro que en mi ordenador, espero que no os aburro.

PD. Soy nuevo por aqui, espero conoceros a todos pronto//


Un día gris, la noche anterior habían muerto cientos de personas en el asedio a la ciudad de Hakki, el ejercito asaltante hizo su trabajo, reducido a cenizas la ciudad, esclavizo a los hombres y mujeres sanos y capaces y asesino al resto. La mañana se habría gloriosa para los carroñeros, tanto animales como humanos. Un llanto de las mujeres junto a los cadáveres de sus hijos y maridos, el murmullo de los niños desconcertados, solo faltaba que lloviera pensaban los pocos seres vivos que se ocupaban de recoger los restos.

Una sombra se movía de montón en montón de cadáveres, saqueando las pocas posesiones valiosas, cual fue su sorpresa cuando encontró a un niño de 2 o 3 años acurrucado junto al cadáver protector de su madre.

Vaya, vaya, parece que hemos encontrado algo valioso en esta pocilga – decía mientras se agachaba a coger el anillo de oro de la mujer. El niño se despertó mirándolo fijamente con grandes y oscuros ojos. – Deja de mirarme. – Dándose la vuelta y corriendo hacia el siguiente cúmulo de cadáveres.

El niño no hizo otra cosa que ponerse en pie difícilmente y seguir al ladronzuelo a trompicones. Nadie dijo nada cuando lo veía pasar, nadie quería problemas un día tan nublado.

- Ya terminada la faena el saqueador se dio la vuelta para ver por ultima vez aquel lugar y volver a casa con la satisfacción del deber cumplido, para encontrarse con el niño tras de si divertido. – menudo gandul, vuelve con tu madre y muere allí, no ves que sino no serás mas que una carga para cualquier otro, ni siquiera un tratante de esclavos te querría para nada… - empujando al chiquillo, se paro en seco y sonrió de repente – O tal vez si que conozca quien te querría, o mejor quien querría algo que posees, vamonos. – cogiendo al niño por la cintura como si de un paquete se tratase salio a buen paso.

Tras algunas horas llegaron a un templo en medio del campo, con un cementerio. En la puerta había un anciano descansando tranquilamente.

- Buenos días, viejo. ¿Qué tal van las cosas?

- ¿Que quieres? No me hagas perder tiempo.

- Que poco social, bueno, mejor – dejando al niño delante del viejo - ¿Qué te parece? Esta sano, y sus padres muertos y comida de carroñeros.
- No es mas que un criajo, no servirá para nada, te daré 100 monedas por el, pero ni una mas.
- Nada más que la caminata vale más. Esta bien.

Intercambiando mercancías, el anciano empujo al niño dentro del edificio. Allí había una docena de niños más de todas las edades, incluso de varias razas. Todos estaban trabajando, limpiando, haciendo manualidades, haciendo todas las labores que a su dueño se le ocurría.

Aquel Templo carecía de bancos para fieles, solo el símbolo del dios se divisaba en la pared y un altar bajo el. Un altar reluciente, de mármol pulido, mármol ya teñido de sangre.

- Bien muchachos, tenemos un nuevo amigo entre nosotros. – De una palmada en la espalda empujo al niño para que diera un paso adelante – A ver, preséntate.

El niño no abrió la boca, algo no le parecía seguro allí.

- Bueno, pues lo llamaremos Mark.
- Perdona viejo, pero ya llamaste Mark al ultimo – dijo uno de los niños que parecía ser mas alto y mayor que los demás.
- Cather entonces, anda enséñale que es lo que hay. – Con el ceño fruncido movió la mano y todos los niños siguieron con sus tareas excepto el mayor que se llevó a Cather de la mano por una puerta.

Una habitación alargada con camastros a lo largo. Lo dejo junto a un camastro, le dio unas cuantas de cosas básicas de baja calidad y le empezó a explicar su situación.

Aquella misma tarde uno de los niños se le ocurrió robar unos mendrugos de pan de la cocina. Al día siguiente ya no estaba y todos los niños recibieron una paliza del mayor.

Aquello no era una casa de acogida normal, en la noche se escuchaban voces en el templo, niños que llegaban y niños que se “iban” desapareciendo.

El viejo cuidaba de ellos usando a alguno de los niños mayores y más fuertes para controlar al resto mediante palizas, el agraciado disfrutaba de una habitación propia, mas comida y menos trabajo, pero igual que el resto peligraba en aquel lugar.

Cather creció rápido y sorprendentemente fornido y ágil. Más de una vez escapo de una paliza escondiéndose en las catacumbas debajo del templo, muy posiblemente esto también le mantuvo a salvo del viejo, fue uno de los más pequeños en llegar allí, había aprendido que desconfiar era lo mejor. Otras veces plantaba cara, no quería perder su posición en la imaginaria escala militar que tenían impuesta entre los niños. Su sistema de justicia era eficaz para decidir cuando plantar y cuando correr.

Pronto consiguió ser el cabecilla, y tras alguna refriega contra el elegido del anciano, consiguió sustituirlo. Ni el viejo, ni Cather confiaban el uno en el otro, pero la simbiosis era mas eficaz que con anteriores elegidos.

El viejo seguía su vida tranquilo, descansando de día, durmiendo en la silla de la entrada del templo y realizando rituales nocturnos. Cather ya le comía la curiosidad desde hacia años, pero ahora tenia posibilidades. Espiar al anciano en esos rituales no fue difícil, lo difícil fue no tener pesadillas con lo que allí sucedía.

El anciano sacrificaba animales normalmente a su dios, Cather nunca tuvo interés en saber nada de dioses, en su universo, el dios era el viejo. Los descuartizaba y sacaba los órganos, todo ello con maestría para que el sacrificio sufriera lo máximo posible y aguantase vivo. Otras veces, era alguno de los niños que había llegado al punto final de la paciencia del anciano. A cambio de aquellos rituales, las visitas nocturnas de los espectadores, tras devorar los restos, dejaban un tributo de mayor o menor valor. El anciano no era pobre precisamente, pero lo que realmente le hacia rico no era el dinero sino el sacrificio.

Cather cumplía su trabajo como habían hecho otros, y en alguna escapada a un bosque cercano, copiaba los sacrificios del anciano con animalillos, en un principio era complicado mantener con vida a la victima, mas tarde fue consiguiendo éxitos, incluso se complacía abandonando animalillos totalmente inútiles al borde de la muerte dejando al bosque que lo rematara.

Fuera de esta creciente curiosidad por la sangre, trataba bien a sus subordinados, era amable hasta que tenia que darles una paliza, pero sorprendentemente los niños le creían a el, el perjudicado por el viejo.

Una noche, con algunas herramientas recopiladas de las catacumbas en el cinturón, estuvo bien atento a la actuación del anciano. Estaba sacrificando a uno de los niños más pequeños, que había demostrado su inutilidad. Cather ya había perdido remordimiento por sus congéneres hacia tiempo, las palizas y las perdidas lo habían adiestrado bien.

Cuando acabo el ritual, era el momento de su actuación, salio de las sombras, mientras que algunos encapuchados se comían el cadáver que el viejo les dejaba en el centro del templo, acercándose al viejo que estaba extasiado por el momento, le asesto un gran golpe con el puño cerrado en la nuca dejándolo inconsciente. El viejo era mas frágil de lo que parecía, bueno, no era un problema, inmovilizándolo al altar lo despertó mientras que los presentes miraban atentos, sin darse la vuelta el nuevo maestro de ceremonias no vio como el resto se colocaban a su alrededor curiosos.

Realizo el ritual como había visto hacer y ofreció los restos del anciano a los espectadores, se fue a su habitación y recogiendo el petate, comida, agua y un par de armas. Era el anciano o Cather. Cuando salio el Templo estaba vacío, las manchas de sangre que tendrían que limpiar los niños al día siguiente permanecían, y una buena cantidad de oro, recogió el que le pareció aceptable y abandono el templo.

Desde aquel día, cuando aun tenía 15 años, empezó a trabajar como mercenario para pequeños trabajos en ciudades y aldeas. Viajando junto a grupos de viajeros numerosos cambiaba de aires. Seguía recordando como había abandonado lo que era una muerte segura, seguro de que era la única forma de escapar de ella, no creía que ninguno de los niños que intentaban escapar lo lograsen, había encontrado pruebas de ello cuando había limpiado el templo los días siguientes.

Era un día nublado cuando llego a Calimport.

Yamabushi

13/05/2007 18:37:31

- La guardia de Calimport es demasiado molesta, estan a todas horas patruyando con esas lucecitas encima... Por suerte el distrito de las criptas no esta vigilado *sonriendo para si mismo* Y alli tenemos a nuestro sacrificio.

Una mujer joven vestida de luto llevaba una urna con oferndas a los muertos. No se percato de que era vigilada desde la esquina de una de las criptas de burgueses.

Cuando paso cerca del vigilante, este se presento delante de ella con una media sonrisa. Iba vestido con capa, pantalones marrones arena de cuero tachonado, una camisa blanca y una chaqueta a juego e igual de resistente que los pantalones, una espada bastarda colgaba de su cintura resuelta.

- Buenas tardes señora, viene a hacer una ofrenda a sus seres queridos? *un leve tono de rintintin se podria haber distinguido en sus palabras*

- ehm, si, si, mi marido murió hace poco y queria traerle algunas cosas suyas.

- Oh vaya, loable por su parte, pero esta parte de la ciudad es peligrosa, sera mejor que la acompañe, no quisiera que le pasase nada.

- No quisiera molestarle caballero pero...

- No es molestia insisto *una sonrisa malevola se trazo en sus labios al girarse para ceder el paso a la mujer* Por favor.

La mujer debia estar demasiado afligida por la muerte reciente, aun habian surcos de lagrimas en sus mejillas.

Se dirigeron a una de las criptas comunes, a pesar que la joven iba bien vestida, la ropa le venia algo grande, era posible que fuese heredado de tiempos mejores o incluso de la caridad de algun ciudadano mas acuadalado.

Cuando ella habrio la verja inmediatamente Cather la empujo al interior mientras desenvainaba la espada.

- Buenas tardes *saludo a algun conocido invisible.

Al dia siguiente el cuidador de las criptas encontro en la cripta comunal a una mujer joven de luto muerta compartiendo ataud con su marido. La unica herida era un profundo corte en el cuello que casi habia seccionado la cabeza del resto del cuerpo. Igualmente en otro ciudadano de la Calimport ofrecia sus habilidades de asesino en la taberna del Kanduhq.