magma18/01/2010 00:55:50http://www.youtube.com/watch?v=rbTozgoj9OQEl modesto hogar se encontraba perfectamente camuflado en la copa de un árbol centenario. La pareja se miró a los ojos y sonrió. [color=darkred:f264257c9a]- Ímizel -[/color:f264257c9a] dijo con voz dulce Teghen tomando las manos de su amada [color=darkred:f264257c9a]- al fin nuestra propia casa, donde nuestras vidas se entrelazarán para siempre y podremos criar a nuestros hijos- [/color:f264257c9a] La joven elfa del bosque sintió como sus mejillas se ruborizaban, pues a pesar de llevar ya bastante tiempo siendo amantes los profundos ojos verdes de Teghen aún le aceleraban el corazón cuando los encontraba con los suyos propios. Las delicadas manos de Ímizel se desasieron lentamente de las de Teghen para acariciarse el vientre. [color=darkred:f264257c9a]- Nuestros hijos...-[/color:f264257c9a] Los dos elfos cobrizos vivían colmados de felicidad en su hogar, solitario pero a tan solo dos horas a pie de Suldanessellar. El vientre de Ímizel iba aumentando con el paso de los meses y los futuros padres esperaban ilusionados el momento de ver el rostro de su primogénito. Teghen era un elfo fuerte, más corpulento que muchos de sus semejantes aunque eso no diezmaba su agilidad. Era un cazador experto y sabía interpretar cualquier rastro. Le gustaba salir al bosque cuando despuntaba el sol y volver con alguna pieza para la hora de comer. Ímizel era una elfa menuda de piel curiosamente bronceada en un tono terroso dorado, sus ojos del color de la miel y su melena ondulada y negra como la noche. No era especialmente diestra con las armas, sin embargo le gustaba estudiar las plantas y sus virtudes, siendo capaz de sanar casi cualquier afección mediante ellas. Una noche primaveral, cuando la luna llena brillaba en lo más alto del firmamento, Ímizel dió a luz a un varón al que llamaron Ëdêlgär y en el que ambos volcaron todas sus atenciones. magma27/09/2010 13:25:54Ëdêlgär crecía sano. Su curiosidad iba aumentando a medida que pasaban los meses. Había heredado la piel y el cabello de su madre y los ojos de su padre. Para ellos era el niño más hermoso que hubiesen visto jamás.El pequeño elfo vivía feliz rodeado de la naturaleza, no necesitaba a nadie más que a sus padres y los animalillos con los que jugaba. Mientras Teghen partía como cada mañana Ëdêlgär ayudaba a su madre en las tareas del hogar y con sus plantas, el joven elfo mostraba un gran interes y aprendía rápidamente. Para la pequeña família aquellos días parecían ser insuperables en felicidad. magma01/12/2010 12:14:08En su octavo aniversario el pequeño Ëdêlgär pudo acompañar a su padre por primera vez. Y despues, siempre que Ímizel no necesitase de su ayuda, todas las mañanas. Teghen enseñaba a su hijo a orientarse por el bosque, a leer los rastros de los animales, a conocer las costumbres de las criaturas del bosque y comprender las señales que dejaban, los sonidos que emitían, incluso a comprender las migraciones y lo que podían significar los cambios en ellas.El pequeño elfo lo observaba todo con gran atención y un interés tan vivo que hacía henchirse de orgullo paternal a Teghen. Pero no fué hasta unos años más tarde, cuando el pequeño alcanzó los doce años, que Ëdêlgär pudo coger su primer arco. Un arco muy sencillo y suave, para que el joven pudiese doblarlo y usarlo sin un esfuerzo desmesurado. Entonces Teghen le enseñó a usar el arma y a cazar, y el día en que el pequeño obtuvo su primer conejo para la comida fué felicitado por sus padres, y a pesar de que lo celebraron con cánticos y bailes recordaron al pequeño el respeto que se debe profesar a la naturaleza y sus criaturas, y cómo a pesar de empezar a ser ya autosuficiente solo deben cortarse las vidas que servirán para perdurar la propia, no más. El pequeño asintió y jamás olvidó ese día, recordado con cariño, emoción y respeto. Uploaded with ImageShack.us magma16/03/2011 19:10:45Aquella noche no había brillado la luna a pesar de que el cielo estaba despejado, y el pequeño Ëdêlgär no había podido descansar, pues se sentía inquieto.Al amanecer, en cuanto los rayos del sol empezaron a iluminar el cielo Teghen partió al bosque como cada día. Pero en aquella ocasión no pudo acompañarle. [color=darkred:c9a374e7a9]- Una madre también necesita de la compañía de su hijo -[/color:c9a374e7a9] había dicho Ímizel[color=brown:c9a374e7a9] - ven, hoy haremos dulces -[/color:c9a374e7a9] Y con esa promesa el niño se quedó contento mientras observaba partir ágilmente a su padre. Ímizel y Ëdêlgär salieron en busca de bayas, moras, menta, algunas raices y cañas. Al llegar a casa su madre le enseñó a preparar caramelos y algunos pequeños remedios para curar heridas leves como arañazos, rozaduras y cortes. [color=darkred:c9a374e7a9]- Un chico preparado de verdad no solo debería saber usar el arco, trepar, saltar y jugar con los animales. Es tan importante saber tratarse las heridas como saber causárselas -[/color:c9a374e7a9] le observó su madre con una sonrisa divertida mientras le señalaba sus rodillas llenas de moratones y raspaduras. La noche de ese día de primavera su padre no volvió a tiempo para la cena, y tampoco al día siguiente. Ímizel empezaba a preocuparse, pero no quería que el pequeño se asustase. En cuanto el sol despuntó en el segundo amanecer sin Teghen ella besó en la frente a su hijo y le encomendó la tarea de cuidar bien la casa y de lanzar una flecha brillante al cielo si regresaba su padre para que ella la viese. [color=darkred:c9a374e7a9]- quiero prepararos un desayuno sorpresa -[/color:c9a374e7a9] le mintió para que el pequeño no sintiese miedo. Ímizel no era tan hábil rastreando y para colmo su esposo sabía ocultar sus pisadas, era casi invisible. Tardó varias horas, pero al fin, cuando el sol casi se había ocultado por completo le encontró. Su único amor estaba tendido en el suelo, boca abajo. Ella se acercó lentamente, queriendo pensar que se trataba de una broma. [color=darkred:c9a374e7a9]- Vamos Teghen, sé que nunca caerias de un arbol...- [/color:c9a374e7a9]le dijo con voz temblorosa mientras se acercaba. ¿Quizas le estaba provocando para levantarse de pronto y atacarla con cosquillas como tantas veces había hecho? no... dos días desaparecido no daban pie a una broma, si no a una explicación. Ímizel no quería atender sus temores, no quería creer que pudiese haber pasado nada malo, se acercó lentamente, seguro que tan solo estaba herido... quizás una pierna fracturada... pero entonces ¿porque estaba tan quieto? Se acercó a su amado y se arrodilló junto a él, le retiró el cabello castaño para ver su perfil, le tocó la mejilla que no estaba contra el suelo y la sintió fría. Retiró la mano y se la sujetó en el pecho al tiempo que abría los ojos y la boca por la sorpresa. [color=darkred:c9a374e7a9]- Teghen... -[/color:c9a374e7a9] susurró deseando oir una respuesta por devil que fuese. [color=darkred:c9a374e7a9]- Teghen...- [/color:c9a374e7a9] Pero tan solo le respondieron los sonidos del bosque. La elfa giró a su amado para tenderlo boca arriba. Después iluminó un poco la zona, pues queria ver con claridad lo que pasaba, su corazón se había parado, pero su cabeza no dejaba de pensar cosas horribles. Cuando volvió junto a su esposo encontró su piel fria, sus ojos vidrioso y sus labios violaceos. El cuerpo ya estaba rígido. La elfa estalló en en un llanto desesperado, ahogandose en un dolor tan profundo que le helaba el alma. Buscó con sus manos tíbias las frías manos de él, y entonces se dió cuenta de que con su mano derecha aferraba algo. Se incorporó. Vió que una tira de cuero salía de entre sus dedos, le costó pero al final logró arrebatarle aquello que atesoraba y entonces todo se detuvo. No había cantos, no habían aullidos, no había brisa ni tiempo. Tan solo el medallón, ese medallón que Teghen había regalado a aquel humano del que se había hecho amigo. Ella le había advertido muchas veces, pero Teghen creía en la bondad de los humanos, y su amigo era para él como un hermano, eso le había dicho. Ímizel le había visto dos o tres veces, no había querido relacionarse más con él, pues ella desconfiaba de todo los cambios y no le gustaban las bastas formas y las gruesas manos de aquel hombre. Ímizel observó entonces más detenidamente. Y vió el suelo del bosque teñido de sangre ya seca. Buscó la herida en el cuerpo frío y la encontró. [color=darkred:c9a374e7a9](maldito bastardo.. por la espalda... como cabía esperar)[/color:c9a374e7a9] Se mordió el labio para impedir que el dolor le arrebatase el odio. Pues ahora el odio se abría paso en su interior y deseaba que se comiese a la tristeza, era odio lo que queria sentir, venganza lo único que podría apaciguarlo. No conocía ungüento, cocción ni cataplasma con que curarse. magma16/03/2011 21:28:28http://www.youtube.com/watch?v=E7iJFu2v9x0Ëdêlgär estaba sentado en una rama alta. Desde arriba veía mejor el cielo. La noche era fresca y todas las estrellas le dedicaban guiños al niño que se sentía fascinado. La Luna era solo una rallita fina y curva, como una sonrisa torcida y afilada. Balanceaba los pies desnudos. Llevaba al menos una hora así, en silencio absoluto. Su padre no había vuelto aun y su madre tampoco. Entonces le vió llegar despacio, entre los árboles, a unos cinco metros del hogar. Ímizel caminaba cabizbaja, inclinada hacia delante, arrastraba pesadamente tras ella un bulto enorme ayudandose por lianas. Había envuelto algo con su propia capa. El pequeño al prinicpio sonrió y bajó a toda prisa. Más de cerca pudo ver que el envoltorio estaba compuesto por la capa de su madre y la de su padre unidas. Ëdêlgär miró a su madre con los ojos muy abiertos. El rostro de ella era sombrío, no había ni rastro del brillo de sus ojos. Ímizel dejó el bulto a los pies del árbol y se puso a cavar sin decir palabra al chico. Quizás temiese derrumbarse o puede que la voz se negase a salir. Ëdêlgär respetó el silencio. No sabía qué, pero algo importante había sucedido. Se mantuvo junto a su madre hasta que ella dejó de cavar. Entonces Ímizel se pasó la mano por la frente, estaba helada y aún así sudaba. Se arrodilló junto al enorme bulto. [color=darkred:c46f89d766]- Ven Ëdêlgär, despidete de tu padre -[/color:c46f89d766] dijo sin mirar al chico. El elfo no acababa de entender qué pasaba. Pero entonces ella abrió una pequeña parte del envoltorio. El pequeño se acercó y descubrió la cara inerte de su padre. No parecía él. Fué como recibir una puñalada directa al corazón. Cayó de rodillas, con los ojos abiertos, sin pestañear, frío. Tragó saliva, miró a su madre, pero ella parecía hipnotizada, mirando de modo inexpresivo el cadaver de quien había sido su compañero. Ëdêlgär quería gritar, correr, perderse de todo. Pero simplemente se inclinó y besó la frente de su padre. [color=darkred:c46f89d766]( Así no tendrá duda de que es cierto)[/color:c46f89d766] pensó Ímizel. Después su madre repasó el cosido de las dos capas para que no quedasen aberturas y hechó el cadaver al agujero que había cavado al pié del árbol que era su hogar. Rellenaron el hoyo con la tierra que habían extraído y permanecieron largo rato mirando el montículo que quedó al terminar. No hubieron palabras. Aquella noche el pequeño Ëdêlgär lloró en silencio y en soledad, a oscuras, lloró hasta que el sol volvió a salir y se tuvo que enfrentar con el reencuentro de su madre, que seguía frente al montículo como una estátua. magma17/03/2011 15:33:53La lluvia caía fresca sobre Ímizel esa madrugada gris. Habían pasado tres días y seguía junto a su esposo muerto, mirando la tierra que poco a poco se iba apelmazando, abrazando a aquel que ella ya no podría rodear jamás con sus brazos. Sus pensamientos eran voces lejanas, todo sonido o percepción del exterior lo recibía amortiguado, casi imperceptible, como un recuerdo lejano.Ëdêlgär se sentía tremendamente solo. Había perdido a su padre en un segundo y ahora temía perder a su madre también. Contaba con trece primaveras, deseaba contar con al menos cuarenta, así quizás sabría como soluciar todo aquello. Quizás si él supiese como actuar el silencio y el frío no se habrían apoderado de todo. Cada día llevaba un tazón de comida y lo dejaba junto a su madre. Ella ni le miraba. No logró que probase bocado, los pómulos se empezaban a marcar en el rostro de Ímizel. La lluvia fresca pareció sacarle de aquel estado. Con la melena empapada y las ropas caladas de agua. Se alzó, y con la mirada vacía ascendió hasta su hogar. El niño sonrió levemente, casi sin atreverse. Pero Ímizel tenía otra cosa en mente antes de volver a abrazar a su hijo. Quizás despues de eso podría volver a ser como antes. Las cosas parecían haber mejorado un poco para Ëdêlgär, comía junto a su madre, miraban al horizonte juntos, compartiendo el eterno silencio. A veces él se atrevía a romperlo con apenas un susurro, pero no obtenía respuesta. Ímizel hacía oidos sordos a la necesidad de su hijo por conocer qué había sucedido. Ímizel se marchaba al alba y volvía a medio día. Recogía plantas varias, hongos, flores, frutos, semillas, raices... realizaba cocciones y brebajes, pero no dejaba que Ëdêlgär los probase. Algun día impedía al chico que la acompañase con una mirada seca y hostil. Así que el joven se quedaba cerca de su árbol, observando, escuchando y jugando con los animales. Ahora creía que solo las plantas y los animales eran capaces de hacerle sonreir y olvidar de vez en cuando sus penas. Ímizel estaba oculta entre las ramas de un olmo. El humano paseaba junto a dos amigos entre risas. Daban su paseo por el bosque en busca de algun bocado como solian hacer. Ímizel había estado siguiendole durante tiempo, ahora sabía donde vivía, conocía el rostro de su esposa, sus tres hijos y las costumbres de toda la familia. Sabía que pronto se detendrían a tomar un tentenpié y era entonces cuando debería actuar. Sentía su pecho agitado, había estado practicando y había estado tanteando el oido y la atención de los hombres en otras ocasiones. Nunca se habían percatado de su presencia. Deseaba que ahora fuese igual. Los humanos bromeaban a cerca de un disparo fallido del más grueso de los tres. Un hombretón que a penas podía abrocharse la camisa, pues los botones quedaban tan tirantes que parecía que pudiesen salir disparados en cualquier momento. El otro era un hombre con una espesa barba pelirroja y un cabello descuidado marrón y sin brillo. Era muy corpulento. Y el que a Ímizel no le dejaba dormir era morento, el más joven de los tres, con sus brazos peludos y sus uñas llenas de mugre. Se sentaron en el suelo y se dispusieron al fin a hacer un descanso. [color=darkred:4bec7561fc]- Un cazador sin fuerzas es una buena presa -[/color:4bec7561fc] dijo el de la barba [color=darkred:4bec7561fc]- Bueno, siempre podemos comernos un cerdo -[/color:4bec7561fc] comentó socarrón el que había perdido el medallón mientras estallaban en risas a pesar de la disconformidad del gordo. Dejaron sus mochilas en el suelo y se dispusieron a comer. Entonces fué cuándo Ímizel estuvo atenta, esperando el momento idóneo. Con las panzas llenas los hombres se volvían perezosos y acostumbraban a relajarase antes de retomar la marcha. Ímizel se había vestido para mimetizarse con el bosque. Se acercó silenciosa y logró cogerle la cantimplora al humano que había conocido a su esposo. Vertió dos viales en ella, la cerró y la devolvió al sitio sin que ninguno de los tres se percatase de su presencia. Después volvió a ocultarse a una distancia prudencial, por encima de sus cabezas. No pensaba perderse el espectáculo. [color=darkred:4bec7561fc]- Bueno señores, como no volvamos a casa con alguna pieza nos va a tocar dormir al fresco - - Sí, tienes razon. Venga , es hora de arrancar otra vez -[/color:4bec7561fc] Los tres hombres prosiguieron su marcha sin saber que una elfa les observaba. Ímizel era paciente, sabía que en algun momento necesitarían beber. Pasó una hora hasta que el hombre peludo sacó su cantimplora y bebió con ganas. Ímizel notó como el corazón se le detenia por un segundo. La marcha prosiguió. Diez minutos después el hombre se paraba en seco mientras estiraba una mano para asir por el hombro al hombre gordo. Sus compañeros se detuvieron. [color=darkred:4bec7561fc]- ¿Qué ocurre? ¿Has oido algo? -[/color:4bec7561fc] miraron en varias direcciones. [color=darkred:4bec7561fc]- Estas muy raro... ¿qué te pasa? -[/color:4bec7561fc] el hombre orondo se libró de su mano retrocediendo un par de pasos. El humano sentía sus piernas rígidas, no podía moverlas y los brazos los iba sintiendo más torpes cada vez. Quería hablar pero no podia, al poco tan solo lograba sacar una espuma densa por la boca. El miedo se apoderó de él, y cayó de espaldas para empezar a sufrir unas convulsiones tremendas hasta que dejó de moverse, para siempre. Ímizel decidió marcharse en ese momento, mientras los otros dos hombres trataban de reanimar inutilmente a su compañero, antes de que empezasen a preguntarse qué había pasado. Al llegar a casa esperaba encontrarse mucho mejor. Se arrodilló frente al montículo de tierra, pero no sintió paz en su interior. Teghen no iba a volver y ella tampoco. Se puso el colgante que él había regalado al humano. No había buscado más pruebas, tampoco le importaba realmente si podía ser inocente. Uploaded with ImageShack.us magma17/03/2011 17:21:05En el catorceavo aniversario de Ëdêlgär no hubieron canciones, ni bailes, ni dulces. Tampoco los hubo en su decimoquinto cumpleaños ni en ninguno otro. Ímizel se habia convertido en una persona muy reservada. Ya nunca se acercaba a la ciudad, no deseaba ver a nadie que no fuese su hijo. Ya no sonreía jamás, su alegría se había desvanecido, aunque trataba bien al chico y él sabía que su madre le quería tanto como una madre puede querer a su hijo. Comprendió que muchas madres eran capaces de dar la vida por sus hijos, en cambio la suya había dado la muerte por él.El muchacho creció solo con la compañía de su madre que le enseñó todo lo que sabía sobre las plantas y la naturaleza. También le enseñó el rencor y la desconfianza hacia las otras razas, y por supuesto, no quiso enseñarle otra lengua que no fuese la élfica. Ëdêlgär no tenia hermanos, en cambio tenia a los animales del bosque, con algunos de ellos llegó a crear fuertes vínculos. Comprendía al oso, al lobo y la lechuza, diferenciaba los distintos sonidos de cada animal comprendiendo su lenguaje. Y así, con el paso de los años se sintió cada vez más ligado a la tierra y a su bosque, al que consideraba su hogar. magma02/05/2011 13:40:33http://www.youtube.com/watch?v=bbn1IbS-MukLos años fueron pasando con calma pasmosa. Ëdêlgär contaba ya con 99 años de edad. Muchas noches, mientras contemplaba las estrellas se había preguntado si la vida era solo aquello. El elfo era feliz junto a su madre, en el bosque... pero deseaba ser útil. Observó a su madre, meditaba en un rincón, en las sombras... parecía que las sombras la rodeasen incluso en los días más soleados. ¿Acaso sería insensible dejarla sola para buscar su lugar en el mundo? Esa duda había vivido desde hacía ya demasiado tiempo en su interior. Las estrellas parpadeaban como guiños desde el cielo "al amanecer hablaré con ella" decidió el joven elfo. Los primeros rayos del sol iluminaron el cielo, Ëdêlgär descubrió a su madre trabajando con las plantas, cogió aire para reunir valor y se acercó a ella. La elfa se volvió, su oído era fino, miró a los ojos de su hijo y no necesitó palabras. [color=darkred:a82668bc30]- Madre... - [/color:a82668bc30]empezó a decir Ëdêlgär, pero Ímizel se limitó a esbozar una leve sonrisa, una sonrisa triste pero al fin y al cabo una sonrisa, la primera desde que perdió a Teghen. [color=darkred:a82668bc30]- Lo se... hace tiempo que lo sabía. Vas a dejarme, eres joven y debes llenar tu vida -[/color:a82668bc30] [color=darkred:a82668bc30]- Vendré a verte a menudo, lo prometo - [/color:a82668bc30]Ella asintió y abrazó a su hijo. Ëdêlgär preparó una bolsa con sus cuatro cosas y emprendió el viaje a medio día. No era la primera vez que hacía ese camino, pero en esta ocasión todo le parecía distinto. El bosque de Weldazh era un bosque antiguo, los árboles jovenes debían abrirse camino entre árboles centenarios. Los arbustos, con sus frutos y sus flores, llenaban el paisaje de color, los riachuelos cantaban y refrescaban al sediento. El aire estaba colmado de olor a primavera y las mariposas revoloteaban alegres. Ëdêlgär no imaginaba que pudiese existir nada más hermoso. Los rayos de sol se colaban entre las hojas de los árboles más altos como largos dedos dorados. El elfo alzó la vista, maravillado una vez más por la belleza de Suldanessellar, allí empezaba su nueva vida, allí quería sentir que su vida no se escapaba como un suspiro entre sus lábios, quería ser útil. Buscó con la mirada, su corazón latía rápido, nervioso. Para los ojos de cualquiera aquello no habría sido si no otro trozo de bosque, pero los elfos sabían ver más allá. Árboles que daban cobijo a los elfos, puentes en las ramas entrelazadas, árboles enormes que albergaban una ciudad entera. Su nuevo hogar. Los elfos de Suldanessellar le observaban, algunos niños corrieron riendo alrededor suyo, Ëdêlgär deseaba correr riendo sin parar con ellos, a pesar de no ser ya un niño se sentía como cuando tenía nueve años. Se sintió afortunado cuando empezó a ver que se acercaban a recibirle elfos adultos, habría causado gran sensación descubrirle comportandose como un crío, pero seguramente no habría sido buena. Elbereht, Shono, Delor, Samia... Ëdêlgär contuvo su lengua, ¿una semielfa vivía entre ellos? un escalofrío le recorrió la columna de abajo a arriba. Todo allí era hermoso, todos allí eran sus hermanos... menos ella. Uploaded with ImageShack.us magma07/07/2011 23:47:39[color=darkred:baac84c669]- Desearía contribuir con mi trabajo. No soy un buen guerrero, tampoco un tirador muy diestro, pero soy hábil trabajando la madera. Podría ayudar reparando o construyendo cosas y quisiera aprender a fabricar buenos arcos y munición para los elfos del bosque -[/color:baac84c669]Ëdêlgär estaba nervioso mientras les comunicaba esto a sus nuevos amigos, no estaba acostumbrado a estar con tanta gente. Todos le sonrieron y le animaron con su iniciativa. [color=darkred:baac84c669]- Realmente nos iría muy bien un ebanista. Para aprender busca a Milmar, es el mejor aquí, pero suele viajar mucho y pasa largas temporadas fuera-[/color:baac84c669] Ëdêlgär se sonrojó un poco y deseó conocer pronto al maestro Milmar. [color=darkred:baac84c669]- Ven, te mostraremos dónde están los bancos de ebanistería, así podrás ir trabajando. Milmar ahora está fuera pero nos hizo saber que en pocos días pensaba regresar -[/color:baac84c669] Dijo Samia sonriendo y empezando a caminar. Samia le sacaba una buena buena diferencia en altura a Ëdêlgär. El la siguió preguntándose cómo una semielfa podía vivir tan feliz y ser aceptada como una más entre los elfos. [color=darkred:baac84c669](Este no es su lugar... preferiría que me mostrase las cosas otro)[/color:baac84c669] pensó el joven elfo mientras era conducido a la zona de ebanistería. Sólo Samia se quedó un rato con Ëdêlgär ante los bancos, los demás se marcharon, tenían cosas que hacer. [color=darkred:baac84c669]-Si necesitas que te ayude para cualquier cosa ya sabes dónde estoy, y bienvenido a Suldanessellar -[/color:baac84c669] Dijo la semielfa mientras se alejaba. Ëdêlgär se forzó a sonreirle, si los demás habían aceptado a esa mujer él no podía decir que se habían equivocado, aunque lo creyese. No sabía por donde empezar, así que decidió abastecerse de madera. Compró un par de hachas y se dirigió a los olmos marcados por los druidas. Eran unos árboles expléndidos, de una madera de gran calidad. Los druidas les daban un cuidado especial para que creciesen más rápido que un árbol normal, por eso cortar sus ramas no perjudicaba al bosque. Varios lobos se acercaron a curiosear. Ëdêlgär solía sentarse cerca de la manada para observarles mientras descansaba sus brazos doloridos y sus manos entumecidas a causa del trabajo con el hacha. Después debía cargar con la madera hasta el banco de ebanistería donde colocaba el arco que le regaló su padre e intentaba copiarlo sin éxito. Algunos de sus arcos disparaban las flechas como proyectiles locos, otros tenían tan poca fuerza que la saeta caía a los pies del tirador mientras que otros, por el contrario, tenían tanta fuerza en relación con su elasticidad que el arco se partía al tensarlo. Ëdêlgär a menudo trabajaba durante todo el día, terminando con las manos callosas y agotado, pero no desfallecía. Tenía un objetivo claro y no pensaba abandonarlo, eso sería fracasar. Aquella noche miró al cielo y vió pasar una estrella fugaz. [color=darkred:baac84c669](Ojalá llegue pronto el maestro Milmar)[/color:baac84c669] pensó. |