Jafo15

17/09/2005 22:05:29

Unos ojos rojos vigilaban inquietos el cielo, el sol se estaba poniendo. Bajo él el cementerio de Tirodearco estaba en silencio, pero él sabía que no estaba vació. Cautelosamente descendió hasta los árboles que lindaban con las criptas del lado norte, su vuelo en círculos le permitió ver a la silueta oscura que esperaba en silencio.
El cuervo se posó en un árbol seco y lanzo un graznido al aire. Repentinamente decidió no molestar a su amo, sabia que no le gustaba que alguien le molestara mientras meditaba, y el maíz podría esperar... aunque no eternamente.

El mago podía sentir el frió aire del anochecer en la piel de su rostro, sabia que seria la ultima vez que podría disfrutar de el sin sentir el mayor de los tormentos, pero no le importaba. De un golpe rápido enterró una punta de su bastón en la tierra seca junto a una de las tumbas, (necesitaba las manos libres para lo que iba a hacer) tranquilamente se despojo de su capucha echándola hacia atrás lentamente y cogió una gran bocanada de aire, en un gesto de resentimiento por lo que le habían obligado a hacer.
Ceremonialmente retiro el guante de su mano izquierda, del brazo robado a un muerto, y movió los dedos esqueléticos, como asegurándose de que esa mano muerta respondía a sus deseos. Lentamente alzo la mano esquelética hasta su cara y cerro el puño alzando su dedo índice que en segundo se incendio gracias a los poderes arcanos del mago.
Con una sonrisa el conjurador miro la pequeña llama... en ella podía ver sufrimiento, sufrimiento y mucho, mucho dolor... Antes de cerrar los ojos para hacer acopio de fuerzas y de voluntad vio en la llama a muchos hombres que le habían fallado, traidores en su mayoría y estúpidos en su totalidad.

Los ojos rojos del ave nocturno observaron a su maestro mientras concentraba sus energías en el apéndice muerto de su cuerpo. Pudo ver como el mago abría la mano y dirigía sus dedos hacia su cara pálida y demacrada, y pudo ver también las lenguas de fuego que salieron de ésta... lenguas que le lamieron el rostros. Una punzada de terror y dolor azotó al animal y sintió el fuego en lo mas hondo de su alma.
El cuervo batió las alas y graznó con la cabeza inclinada hacia un lado. - Fuego, fuego, fuego-

El dolor era casi insoportable, pero el mago sabía que era el precio que tenia que pagar.
Las llamas se deslizaron por su rostro como gusanos devoradores de carne muerta, como veloces ratones rojos que de pronto saltaron hacia su escaso cabello, cabello ceniciento, pago por las energías negativas a las que era asiduo a controlar. Una bocanada de calor le hizo cerrar la boca y apretar los dientes, presa del pánico... pero en ningún momento cerró los ojos, quería contemplar que es lo que sentirían sus enemigos cuando su plan diera a su fin, quería sentir el dolor.
El solo hecho de pensar en sus enemigos calcinados le excitó y aumento el poder de las llamas en lo más parecido a un orgasmo que había tenido nunca.
Durante unos segundo (que se harían eternos en la memoria del nigromante) las llamas giraban y bailan entorno a su cabeza, un gran tentáculo de humo ascendía hasta el cielo donde momentos antes había estado su cuero cabelludo.
Las piernas del siniestro hombre empezaron a perder las fuerzas, a flaquear ante el crepitar de las llamas, que se habían convertido en una prisión para los sentidos del mago. El nigromante cayo al suelo de rodillas y sintió como sus ojos se licuaban ante el enfurecido fuego que salía de su mano esquelética.

Cuando las llamas finalmente se extinguieron el nigromante no podía articular palabra, el mismo aire que momentos antes habían sido reconfortantes era ahora un terrible tormento que le hacia arder la cara, ahora en carne viva. Dudoso pero conciente paso la yema de uno de sus dedos con carne por una mejilla, no sintió tacto en el dedo... el dolor saturó sus sentidos e instintivamente sonrió. A ciegas tanteó la tierra seca y se puso en pie lentamente apoyándose en el bastón clavado en el suelo... a pesar de no tener ojos pudo tener una vaga conciencia de su entorno gracias a los pensamientos que compartía con su siervo plumífero.
Era incapaz de mover los labios, pues el dolor se lo impedía, así que envió un mensaje a la mente de su familiar.
- Ahora solo necesito unos ojos... vamos, Uther, es hora de volver a casa, debo reponer fuerzas... –

El oscuro cuervo voló hasta su amo y se posó en su hombro, teniendo especial cuidado de no tocar la carne calcinada de su protector. – Maíz, maíz

Teron Gorefiend ignoró la petición de su familiar y pronunció unas palabras en draconico para teleportarse a su santuario. En su mente solo había sitio para la venganza.
Desde ahora se haría llamar Sargeras... Teron Gorefiend había muerto con su antiguo aspecto, pero había nacido un nuevo hombre que haría sufrir a cada uno de los mortales de los reinos... en especial a Rander Asat y a los componentes de esa organización llamada El Brazo de los Justos.

Elven_gladiator

17/09/2005 23:33:10

Obra maestra, muy muy muy bien, así da gusto que conspiren contra mi pj ^^

Statico

17/09/2005 23:35:16

//yuhu! porfin un poco de accion de verdad, sin contar a tiamat y todo ese rollo.. xDD

Piconsi

18/09/2005 00:25:34

//Muy muy chulo.

Jafo15

18/09/2005 16:21:02

El crepitar del sonido de los pasos sobre la madera se podía escuchar por toda la taberna, por el amplio pasillo que conducía a las habitaciones dos mujeres avanzaban hasta la suite mas cara que había en toda la posada.
La prostituta nunca antes había estado con otra mujer, ¿pero que mas daba? Una suma de dinero tan elevada era muy difícil de rechazar, además su acompañante no era de mal ver... esbelta, sensual y algo misteriosa... en ningún momento se había quitado su capucha y lo único que podía atisbar bajo la oscuridad de esta era un mechón de pelo rojo fuego, rojo intenso.
Las dos jóvenes llegaron a su destino, una puerta de roble con remaches de cobre... sin lugar a dudas, la pelirroja tenia dinero si era capaz de permitirse esos lujos. Cuando la anfitriona empujo la puerta esta se abrió fácilmente, la puerta estaba abierta y en su interior solo había oscuridad... lo único que alcanzó a ver la prostituta antes de que su acompañante cerrara la puerta fue una silla cerca de la entrada, y después oscuridad.

- Siéntate...- Dijo la pelirroja mientras guiaba a su concubina hasta la silla de madera.

La mujer, obediente, hizo lo que le pedía y se sentó, después la pelirroja continuó hablando con una voz dulce como la miel y al tiempo fría como el hielo.

- Hoy jugaremos a mi juego – dijo la mujer mientras le ataba las manos por atrás de la silla con una soga fuerte – si me satisfaces... todo el oro del mundo será tuyo... – dicho esto, la mujer le ató los pies a las patas de la silla y le coloco una mordaza en la boca.
La prostituta algo abrumada por la agresividad de su cliente no pudo hacer otra cosa más que dejar que la atara a la silla, en cierto modo aquello le gustaba, la intriga de saber que le haría esa mujer hacían las cosas mas excitantes y ya estaba demasiado aburrida de los típicos borrachos de taberna y de los cerdos con los que estaba acostumbrada a acostarse.
Una voz que no había escuchado antes resonó en la sala, su tono era grave y se le entendía con dificultad, esa voz fue como una daga de hueso que se le clavo en el corazón, deseó gritar por el susto que le causó la repentina voz, lo intentó, pero la mordaza le impedía emitir ningún sonido audible.
- Gracias, querida... eso será suficiente... ¿puedes dejarme a solas con ella? Oh, una cosa más... cierra la puerta al salir, no quiero interrupciones.

Doren Kross miró con sus ojos completamente blancos acostumbrados ya a la oscuridad al hombre que estaba sentado en la cama y asintió levemente antes de salir de la habitación de aquella olvidada taberna.
Después de eso... el silencio...

El corazón de la prostituta latía con fuerza, quería escapar de su cuerpo, la mujer intentó desatarse, pero la soga estaba bien atada, aquel silencio estaba apunto de volverla loca, el miedo invadió su mente y de repente en el silencio escucho un aleteo. La mujer cesó de todo movimiento... intentó calmarse y de pronto se hizo la luz.
Una criatura poco más grande que una paloma estaba volando delante de un cirio encendido, la criatura estaba echa de fuego, ahora podía ver claramente el lugar, y lo que vio no la tranquilizó en absoluto.

Aquella habitación era notablemente mas grande que cualquiera que hubiera visto antes en una posada. Una alfombra de terciopelo cubría casi en su totalidad el suelo y las paredes estaban decoradas con bellos tapices. Pero todo eso desentonaba con la pequeña criatura que había encendido la vela, así como con la calavera que decoraba la cabecera de la cama. El enorme cráneo estaba amarillento por el tiempo y un enorme rictus sonriente vigilaba a la mujer, en el centro de su frente se podía ver un hueco y dentro de este un rubí roto, algunos arcanos habrían identificado este objeto como el cráneo de un demiliche, pero ella no, ella solo identificó a la muerte en sus cuencas vacías.
Encima del cráneo reposaba un enorme cuervo que la miraba con ojos inteligentes, ojos rojos sedientos de sangre. Pero sin duda, lo mas inquietante de todo fue el hombre que estaba sentado en la cama, por su túnica parecía un mago, su traje era de un rojo reluciente a la luz de la vela. La visión de un hombre así, tan pacificamente meditando en una cama le habría resultado reconfortante... de no ser por las vendas que le tapaban completamente la cabeza y parte del cuello.

El cuervo batió las alas y graznó débilmente y el hombre se puso en pie lentamente. Mientras el mago avanzaba hasta la mujer atada se fue retirando lentamente las vendas de su cabeza... lo que la mujer pudo ver no podía ser un hombre, no podía ser humano... aquello era un monstruo sacado de las más oscuras pesadillas. La carne de la cara del hombre estaba completamente quemada, partes de ella dejaba ver algunas zonas en carne viva y múltiples ampollas que supuraban por la irritación, el cuello del hombre estaba expuesto, seriamente dañado por las horribles quemaduras que ese hombre (monstruo) había sufrido. La mujer intentó cerrar los ojos para borrar esa visión de ultratumba pero no podía, tenia la vista fija en donde deberían estar los ojos del hombre... en su lugar no había nada... solo las cuencas, dos fosas de sangre y carne oscurecida.
La prostituta deseó con todas sus fuerzas tener las manos libres para poder restregarse sus hermosos ojos azules y comprobar que aquello era solo un sueño, para huir de esa pesadilla, lo deseó... pero aquel día los dioses o estaban demasiado ocupados o bien estaban mofándose de la suerte de aquella desdichada mujer.

- Unos preciosos ojos... precisamente lo que andaba buscando... no te preocupes, zorra, no te dolerá demasiado, no comparado con lo que te haré después...- Una horrible mueca afloró en el ¿rostro? de aquel ser... sin duda una sonrisa.

Cuando el nigromante terminó su labor hacia ya horas que el cuerpo de Elizabeth Grenn estaba frío. La mujer estaba completamente desnuda, seguía atada a la silla y dos regueros de sangre seca manchaban sus mejillas antaño llenas de color y vida. Los surcos en donde deberían haber estado sus ojos era una visión que harían vomitar hasta al más valiente e imperturbable de los guerreros de ese reino.
Lo pechos de la mujer sangraban debido a las espirales que el mago había hecho para conseguir la preciada sangre que consumiría en su ritual para la colocación de los globos oculares en sus cuencas vacías. Por lo demás el cuerpo estaba “intacto”, el pálido de su piel era semejante al mármol, su cuerpo era una escultura de sacrílega piedra.

- Ahora lo veo todo con... otros ojos- Sargeras soltó una carcajada profunda que le hizo arder cada uno de sus músculos quemados, pero eso no le importó... hoy Sargeras estaba de buen humor así que miró al cuerpo de la joven difunta. – Después de todo he pagado por tus servicios, ¿no?- Sargeras desató a la mujer y la tendió en la cama para acto seguido abrirla de piernas.

Días más tarde se encontró el cuerpo de la joven en las criptas bajo fuerte Liam, todos pensaron que el Culto al Dragón había vuelto a hacer uno de sus malvados sacrificios a sus terribles señores.