radabar

10/04/2009 17:38:58

NATHAN.

Aguas Profundas había brindado a Nathan la oportunidad de conocer el arte arcano. Una vez tuvo esos cimientos norteños, no tardó en decidir viajar al sur de esas tierras.

Su predisposición a descrubir nuevas cosas casi le cuesta la vida en más de una ocasión pero, hasta hoy en día, encontró la manera de salir a la luz o, en la oscuridad, el férreo brazo de su compañero, le llegaba salvador, sacándolo de las tinieblas.

Hoy por hoy, en el establo de Puerta de Baldur, cargando las alforjas de su montura y con la determinación de su partida en mente, algo desconocido para él le acosa. Y es que quizá, nunca dejó claro cuánto apreciaba la compañía de ese guerrero.

Pero algo cambiaba en él, aquella ansia de descubrir se había aletargado y eso lo estaba destruyendo por dentro. Ataviado con una modesta túnica de viaje y el libro de su novela preferida en mano, cabalga a paso lento por los intrincados caminos que se dirigen a su tierra natal.

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"Horas antes, en su aposento de la sede del Trono de Hierro".

-Bueno... esto ya está -decía para sí el mago mientras cerraba la última bolsa mágica- sólo falta una cosa... -agrega a la par que busca el arcón con la mirada-.

Protegiéndose de miradas no mágicas y mágicas indiscretas, abrió el arcón por arte de magia y, tras buscar a su alrededor, dio con la mejor obra artesanal que considera posee. Con dedicación, envolvió el escudo pavés creado por el mismísimo duque Furin con una oscura tela de seda y lo introdujo dentro. Dejó luego adherida una nota al arcón con lo siguiente escrito, "Para tí, compañero".

Esperó a que la habitación del guerrero estuviera vacia. Una lo estuvo, concentrose en crear un portal de ida y vuelta que diera a la habitación del guerrero, y pasó através de él, invisible, con el arcón. Allí lo dejó, junto con su mítico tomo de pedidos, y volvió por donde había venido.

Tras recoger sus enseres, salió en silencio y cabizbajo, queriendo pasar desapercibido, intentando aparentar que es una salida más de la sede.

Han pasado ya bastantes días sin que se sepa nada del mago, y un simple escudriño daría a conocer su partida ("Izan querrá saber dónde me he metido, le dejaré que descubra que me he ido, y cuando eso pase, me protegeré de más escudriños", fueron sus pensamientos).




//Pues bueno, eso, si es posible, me gustaría que el pavés que tiene Nathan se lo quede quien tanto le tocó las narices con las bombitas incendiarias... ¬¬ (yo diría que ahí fue como aprendió a
concentrarse).


LOANDER.

¿Me recordáis? Soy ese anciano cotilla a quien le interesó la vida de aquel muchacho. Pasaron ya bastantes años desde que vi a aquel joven huir de Zhindol con sus padres y, como final feliz, quise dejarlo ahí... Pero ahora... ahora todo ha cambiado...

Muchos años han pasado, y las artes prohibidas me han mantenido "con vida". Mis calumnias y malos actos me persiguen y temo que pronto seré cazado, pero antes, total y absolutamente de forma egoísta, para yo sentirme bien, quiero hacer algo por el muchacho que tanto me entretuvo antaño...

[color=red:703930c61a]L... iel.... Lar.... el.... La... ra....[/color:703930c61a]

...Y Loan se despertó sobresaltado, sudoroso, con un rostro femenino grabado a fuego en su mente. No podía librarse de él y le resultaba dolorosamente familiar. Cuanto más lo ignoraba, más fuerte se hacían las llamas, y cuando se centraba en él, no podía evitar el escozor de sus ojos que se empañaban y pronto comenzaban a llorar. Nunca antes se habían oído esos sollozos en el monasterio.

Preocupado, su grandote amigo, que mantiene siempre la estatua del monasterio impoluta, llamó a su puerta. Loander la abrió para toparse con unos ojos que dejaban claro que, a pesar de ignorar el dolor que recorría el cuerpo del monje, era compartido. Procuraba sonreir mientras extendía sus manazas para ofrecerle una hermosa manzana.

Loan no pudo ni quiso reprimir la enorme sonrisa que se forjó, así como tampoco se preocupo por enjuagar las lágrimas que caían por su rostro. Le dio un fuerte abrazo al gigante, al menos tanto como pudo y éste se quedó casi perplejo antes de consolarlo dándole unas (flojas para él) palmadas en la espalda, lo cual le recordó al semiorco y sus palmaditas que siempre le dejaban tragando granos de arena o tierra, según el lugar, luego la arena misma le recordó a una mercader que antaño había creído conocer, después, esta mercader le recordó a..... Se obligó a sí mismo a parar ese hilo de pensamientos y se separó del gigante, alzó la mirada a sus ojos y le dijo:

-Querido amigo, un largo viaje me espera, no sé el cómo ni el porqué, pero anoche Tymora me ha señalado mientras dormía- dijo cálidamente, con débil voz- pues ahora sé que Laraliel, mi añorada hermana, sigue viva.