H_a_p_l_o

11/03/2010 23:39:39

Lugar de nacimiento: Khult.



Una vez más, el muchacho se levanto lentamente del suelo de piedra. Viendolo en ese momento cualquiera hubiese apostado a que era uno de los muchos golfillos que pululaban por la ciudad intentando saciar su hambre. Las ropas desgarradas en varios puntos, el polvo cubriendolo de pies a cabeza y el aspecto de alguien que se tiene en pie sólo por un mero capricho de la naturaleza. Un arbol que tras la tormenta solo espera la ráfaga que termine el trabajo y lo derribe definitivamente.

Tanto tormenta como ráfaga se personifican en Urden Ther, primer aprendiz del instructor Trasani y tan diestro como cruel. Y definitivamente nuestro malparado muchacho ya no posee raices que puedan soportar una nueva embestida.

A sabiendas de ello Urden bailaba burlonamente a su alrededor, sabedor de que el combate ya estaba decidido jugaba al rato y al ratón disfrutando del aliento irregular de su oponente. Finalmente, viendo que su instructor comenzaba a impacientarse, con un rápido movimiento se planto frente a su víctima y le golpeo en el pecho, restando el ya escaso aire que llegaba a los pulmones. Pudo ver como los ojos se apagaban al tiempo que las rodillas fallaban y el muchacho caía derrotado, esta vez de forma definitiva.

Trasani comtempló el previsible final y permanecio en silencio. Mentalmente tomo nota del castigo que daría a su discípulo por su despreciable forma de actuar pero eso no ocultaba el hecho de que el muchacho no había pasado la prueba. No se podía negar que su determinación y valor eran admirables pero tampoco que sus cualidades naturales y su físico no le permitirían soportar los rigurosos entrenamientos que dispensaba a sus discípulos. Normalmente hubiese pasado esto por alto, el muchacho tenía la fuerza interior para soportar el castigo y progresar. Desgraciadamente se había entrevistado con su padre y sabía
que por mucho que lo intentase, su cuerpo nunca le acabaría de llevar adonde quería llegar. La enfermedad que se había cebado en el muchacho aún siendo un niño se había cobrado su precio. Quizás se hiciese más fuerte con tiempo y un entrenamiento riguroso pero nunca pasaría de ser mediocre.

Wombali, que así tenía por nombre el que ahora yacía tendido, finalmente abrio los ojos. Miró con difcultad a su alrededor y supo que otra vez había fracasado. Meses de entrenamiento en soledad y privaciones no habían servido de nada. Su propio ser volvía a traicionarle nuevamente. Comtemplo como Trasani se acercaba esperando la confirmación de sus temores. Trasani no dijo nada, no era necesario, le tendio la mano y esperó. Finalmente wombali la tomó y sintio como permanecía firme mientras el usaba ese apoyo para levantarse a duras penas. Se miraron mutuamente en silencio hasta que Trasani cerro un poco los ojos y negó con la cabeza. No era necesario más, los dos sabían que tenía razón y los intentos de consuelo y los consejos sobraban. Wombali tenía bastantes defectos pero sobreestimar su propia capacidad no era uno de ellos. Podía engañarse entrenando a solas pero pudiendo compararse con otros... no había lugar a engaño. De sobras sabía que nadie esperaba que ganase ese combate, ese no era el objetivo. Pero el mismo había podido apreciar sus carencias durante la pelea. No se trataba ya de técnica. Fuerza, rapidez, todas las cualidades que debieran haberse acentuado tras tanto sacrificio permanecían selladas. Su maldito cuerpo volvía a traicionarle.

Finalmente Trasani dejo al muchacho con sus pensamientos y fue a despedirse de su padre:

- Lo siento Daertes. Tu hijo tiene un espíritu fuerte pero para adentrarse en esa jungla no basta con eso. Su cuerpo nunca será capaz de seguirle adonde quiere llegar y estar diez pasos por detrás de los demás acabaría rompiendo su orgullo. Sabes que te guardo el mayor aprecio pero si me dejara llevar por los sentimientos acabaríamos viendonos en su funeral o en el otros.

- Está bien, ve en paz Trasani. Se que dices la verdad y creo que él tambien lo sabía. No hay falta en tu proceder.

Los dos hombres se conocían desde hace mucho y sus vidas habían sido puestas en manos del otro en no pocas ocasiones, no era necesario decir nada más y Trasani abandonó la casa en compañia de su discípulo Urden. Wombali quedo en silencio en el patio que tantas veces había recibido hoy su abrazo, mientras su padre se retiraba, sabedor de que en ese momento su hijo tenía mucho en que pensar.

H_a_p_l_o

12/03/2010 11:08:18



Wombali paseaba por los muelles como había tomado por costumbre en las últimas semanas. Le reconfortaba la visión del mar y evitaba cruzarse con los muchachos que se preparaban para ser milicianos o batidores y solían hacer marchas por la ciudad. Que hubiese aceptado que su sueño de aventura se alejase no significaba que no le importase que se lo recordasen cada día.

Hoy parecía haber más agitación de lo normal. Normalmente el trabajo lo proporcionaban las embarcaciones de pesca que abastecían el mercado y las que bordeando la costa se encargaban del tráfico de mercancías y transporte de viajeros entre las diversas poblaciones costeras. Pero en este momento, no muy lejos del lugar donde Wombali observaba distraídamente el ir y venir de los descargadores, se alzaba la proa de un navío mcuho mayor de lo que el reducido puerto estabá acostumbrado a albergar. Era uno de los que de cuando en cuando atracaba en Nyranzaru procedente del continente.

Enseguida le llamó la atención el hombre que acababa de bajar del barco. A diferencia de la mayoría de habitantes de la isla y del propio Wombali, su piel tenía un tono tan pálido que a sus ojos parecía enfermo. Estaba claro que no había pasado mucho tiempo al aire libre y tanto su aspecto como su forma de moverse entre el ajetreo del muelle le dejaba claro que estaba tan fuera de su elemento como los peces que descansaban en tinajas a pocos metros.

Tras el extraño avanzaba solícitamente un hombre menudo, cargando con lo que debía ser el equipaje del primero. Apenas podía distinguirlo entre los bultos que portaba. Wombali no llegaba a entender como podía cargar con todo sin que los palillos que tenía por piernas se quebrasen.

Súbitamente las fuerzas del porteador parecieron empezar a flaquear y a duras penas llegó a a un callejon próximo al lugar donde observaba Wombali la escena y consiguio depositar el equipaje en el suelo. El hombre pálido finalmente se dio cuenta de la circunstancia y se acerco contrariado.

- ¿Qué ocurre Trinio, porqué te paras?. No es momento de pararse a damirar las vistas, ya llego tarde a la cita.

- Mi señor. No pretendía retrasaros pero ya no puedo cargar eso, el efecto ha cesado. Quizás deberiais contratar algún hombre más para llevar todo esto.

El que llevaba la voz cantante chasqueo la lengua molesto por la situación y finalmente negó con la cabeza.

- No. Ahí hay cosas importantes y no hay tiempo para encontrar algún lugareño que ofrezca confianza. Probablemente el duque podrá recomendar algunos pero ahora mismo tendrás que ocuparte tu. Acércate.

Desde su posición Wombali había podido escuchar la curiosa conversación y atraído por la escena se había aproximado al callejón para observar mejor. Vio como el lacayo se quedaba quieto y mientras el otro hombre hacía algunos movimientos extraños con las manos mientras pronunciaba algunas palabras ininteligibles. Luego se dio la vuelta y retomo su camino anterior mientras aquel tipo de aspecto frágil recogía el equipaje sin esfuerzo aparente y le seguía.

Wombali se había quedado muy quieto. A diferencia de su cerebro que en estos momentos marchaba a toda velocidad evaluando posibilidades y retomando planes ya casi aparcados. Súbitamente sus piernas recobraron la vida y tranquilamente comenzó a andar en la misma dirección que los dos hombres. Una media sonrisa extraña le cruzaba la cara.